domingo, 1 de agosto de 2021

FEDERICO GARCÍA LORCA Y LA GENERACIÓN DEL 27

 

FEDERICO GARCÍA LORCA Y LA GENERACIÓN DEL 27

 



LA BIOGRAFÍA-.

   FEDERICO GARCÍA LORCA fue el escritor más brillante y célebre de su generación, y el más estudiado de todos los autores españoles, luego de Cervantes con su Quijote. Fue poeta, dramaturgo, director teatral y conferencista, además de mostrar talento como dibujante y pianista. En suma, fue un artista completo y genial, quien además, según testimonios de quienes lo conocieron personalmente, gozaba de un inmenso carisma.



   Nacido el 5 de junio de 1898 en Andalucía, España, en el pueblo granadino de Fuente Vaqueros, creció en una familia de buen pasar económico, siendo el mayor de cuatro hermanos. Su padre, Federico García Rodríguez, era un hacendado, y su madre, Vicenta Lorca, era maestra de escuela. Esto le permitió tener la disponibilidad económica suficiente para viajar y dedicarse de lleno a sus estudios y actividades artísticas sin tener que angustiarse en su época de preparación por su sustento; y por otro lado, gracias a su madre disfrutó de un contexto culto en su hogar que despertó su interés por el arte y la literatura desde que era un niño.



   En principio, y hasta su adolescencia, se interesó tanto por la música que pensó que se dedicaría a ello; sin embargo, esto no era bien visto por su familia, que deseaba que tuviera algún título de profesión liberal. De este modo fue que estudió en la Universidad de Granada Filosofía y Letras, y también Derecho –en este caso para contentar a los padres-, recibiéndose a los 23 años. Este giro en sus estudios despertó su vocación literaria. Fue durante su etapa universitaria que comenzó a frecuentar el café Alameda, donde participó del centro de tertulias El rinconcillo. Allí se reunían intelectuales de varios ámbitos (algunos de renombre internacional, como el compositor Manuel de Falla, o el académico, escritor y periodista Melchor Fernández, o el catedrático y político Fernando de los Ríos) con la idea de desarrollar un cambio en el ambiente cultural de la ciudad de Granada. Al mismo tiempo, gracias a su profesor de facultad Martín Domínguez Berrueta, realizó viajes de estudios por distintos puntos de España, que lo inspiraron para escribir su primer libro en prosa, titulado Impresiones y Paisajes (1918).

   Pero lo más crucial para su desarrollo como escritor fue su estadía como huésped en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde convivió con figuras que serían tan relevantes como el cineasta Luis Buñuel y el pintor surrealista Salvador Dalí, además de interactuar con intelectuales ya reconocidos, como fue el caso de Albert Einstein, Marie Curie, Juan Ramón Jiménez, Paul Eluard, Louis Aragon, etc. En este lugar conoció a varios representantes de la Generación del 27, como Rafael Alberti, Pedro Salinas,  Manuel Altolaguirre o Emilio Prados. Su amistad con Dalí fue tan estrecha, que en 1925 primero, y luego en 1927, el pintor invitó a Federico a pasar la Semana Santa en su casa en Cadaqués, un pueblo costero cuya belleza impactaría profundamente en el escritor.

(FEDERICO Y SALVADOR DALÍ)


   Todas estas influencias generan que a partir de 1920, Federico comience a publicar tanto obras dramáticas como líricas. En 1920, por ejemplo, estrena su primer obra teatral, El maleficio de la mariposa, obra en la que colabora con su arte el pintor uruguayo Rafael Pérez Barradas. En esta misma época está creando su Poema del cante jondo, que con el afán de perfeccionismo de Lorca, publica recién diez años después. Este perfeccionismo se suma a la idea que tiene el escritor de que la poesía muere cuando se la imprime, por tanto muchos de sus poemas eran ya conocidos popularmente antes de que se decidiera a publicarlos (lo mismo ocurre con su Romancero Gitano, que publica recién en 1928, pero en cuyos textos trabajó al menos durante cuatro años).



   En este período, además de gozar de gran fecundidad productiva, comienza a ser más conocido por su carisma y calidad. Así, produce una seguidilla de obras que se difunden y tienen excelente recepción popular. En género dramático, tenemos Mariana Pineda (1927), La zapatera prodigiosa (1930), la tragedia Bodas de sangre (1933), Yerma (1934), y Doña Rosita la soltera (1935). La casa de Bernarda Alba fue su última obra, pero no llegó a ver su estreno, ya que fue póstumo (o sea, se estrenó después de la muerte del autor). Por otra parte, y consolidando su importante aporte al teatro español,  en 1933 funda su proyecto de teatro universitario La Barraca, con el cual viajó por distintos pueblos de España llevando a los sitios más recónditos y humildes la representación de obras nacionales de diversos autores, con el objetivo de instruir y entretener a quienes de otra manera no tenían acceso a la cultura.

   Además de esta importante labor dentro de España, Federico realiza dos viajes que marcarían una inflexión en su carrera literaria. El primero, el que realizó en 1929 a la ciudad de Nueva York, donde se sorprendió ante la imagen urbana y mecanizada, el maltrato a los negros, las multitudes, los trenes cargados de animales muertos. Esa angustia vital la vuelca en un libro de poesías, Poeta en Nueva York, que da a conocer en 1930. Veamos como ejemplo el poema LA AURORA, de ese libro:

“La aurora de Nueva York tiene

cuatro columnas de cieno

y un huracán de negras palomas

que chapotean las aguas podridas.

 

La aurora de Nueva York gime

por las inmensas escaleras

buscando entre las aristas

nardos de angustia dibujada.

 

La aurora llega y nadie la recibe en su boca

porque allí no hay mañana ni esperanza posible.

A veces las monedas en enjambres furiosos

taladran y devoran abandonados niños.

 

Los primeros que salen comprenden con sus huesos

que no habrá paraíso ni amores deshojados;

saben que van al cieno de números y leyes,

a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

 

La luz es sepultada por cadenas y ruidos

en impúdico reto de ciencia sin raíces.

Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes

como recién salidas de un naufragio de sangre.”

 

    El otro viaje que fue importante para su carrera, es el que realizó en 1934 a Sudamérica, donde permaneció durante varios meses en el Río de la Plata, primero en Buenos Aires, y luego casi un mes en Montevideo. Allí realizó una intensa labor cultural con referentes de la cultura de los países de la región. Estos viajes no solamente le brindaron inspiración y ampliaron su visión del mundo, sino que también consolidaron su prestigio internacional.

   En cuanto a su creación lírica, sus dos libros más difundidos son Romancero Gitano (1928) y Poeta en Nueva York (1930). Se publicaron póstumamente dos colecciones de poemas: Diván del Tamarit, y Sonetos del amor oscuro.

    SU MUERTE: Si bien Federico no fue un hombre de barricada ni ejerció tarea política, y se vinculaba con personas de distintas ideas políticas, tuvo ideas republicanas y de contenido más progresista que conservador. Esto se nota no solamente en los mensajes que deja en sus obras y otros escritos, donde confiesa su empatía por los más vulnerables y discriminados y su dolor ante la injusticia, sino también en su modo de vida, mediante los cuales expresa un profundo amor por la libertad. Esto lo puso en la mira de los falangistas, y cuando estalló la Guerra Civil española, en julio de 1936, formó parte de los intelectuales considerados enemigos del franquismo, a pesar de que Lorca nunca adhirió a ningún partido político ni tomó jamás un arma.

   Varios amigos le sugirieron que se exiliara porque su vida podía correr peligro. Él desestimó este consejo, porque no se consideraba un blanco político, y se vinculaba tanto con republicanos como falangistas, y quería permanecer en su tierra natal. Sin embargo, en julio de 1936, estando en la casa familiar de Granada, la situación se volvió insostenible. Los falangistas arrestaron a su cuñado, alcalde de la ciudad, Manuel Fernández Montesinos, y un mes después lo fusilaron, y no contentos con esto fueron más de una vez a su casa y maltrataron tanto a Federico como a su padre anciano. Finalmente, decidió refugiarse en casa de una familia falangista amiga, la de Luis Rosales, poeta y crítico literario. A partir de aquí comienzan las versiones, pero existen pocas certezas. Una de las versiones indica que existía una pugna en la ultra derecha española entre el falangismo y un grupo denominado CEDA, y que fueron integrantes de CEDA los que hicieron la denuncia, decidieron el fusilamiento del poeta, y fueron a buscarlo a casa de los Rosales, y no directamente los falangistas, por ejemplo. Otras incertidumbres tienen que ver con quién delató el lugar donde se escondía el poeta: una versión indica que cuando un grupo armado fue a su casa a buscarlo, ante el apremio físico y las amenazas a su padre, una de sus hermanas confesó a los agresores dónde se encontraba Federico; otra versión señala que uno de los hermanos Rosales, en desacuerdo con el resto de su familia, denunció la presencia del poeta en su casa a las autoridades.

   Lo cierto es que prendieron a Federico el 16 de agosto de 1936 en casa de los Rosales, y le hicieron pasar la noche en un calabozo improvisado en el pueblo de Víznar. Y a pesar de múltiples notas y reclamos oficiales de personalidades intelectuales y políticas del mundo (como por ejemplo, los embajadores de Argentina, Colombia y México) exigiendo su liberación con vida, fue fusilado la madrugada del 18 de agosto, según se cree, en un camino apartado de Víznar, bajo unos olivos, junto a otros republicanos. Se lo acusaba de ser “rojo”, espía de los rusos, amigo del socialista Fernando de los Ríos, y también se lo condenaba por su homosexualidad. Nunca se ha podido hallar sus restos. Por distintos motivos, sus asesinos ocultaron el lugar preciso donde fue sepultado, y aún ahora el mundo desconoce dónde reposa el cuerpo del poeta más importante de toda la historia de España.

(Barranco Víznar)


   Hay quienes dicen que el poeta tuvo una premonición de su propia muerte cuando escribió su Prendimiento y Muerte de Antoñito el Camborio. En el Prendimiento expresa: “Y a la mitad del camino,/ bajo las ramas de un olmo,/ guardia civil caminera/ lo llevó codo con codo. […]Antonio Torres Heredia,/ hijo y nieto de Camborios,/ viene sin vara de mimbre/ entre los cinco tricornios.[…] A las nueve de la noche/ lo llevan al calabozo,/ mientras los guardias civiles/ beben limonada todos./ Y a las nueve de la noche/ le cierran el calabozo,/ mientras el cielo reluce/ como la grupa de un potro.” Y en la Muerte: ¡Ay Antoñito el Camborio/ digno de una Emperatriz!/ Acuérdate de la Virgen/ porque te vas a morir. […]Tres golpes de sangre tuvo/ y se murió de perfil./ Viva moneda que nunca/ se volverá a repetir.”

   Muchos poetas amigos y admiradores escribieron homenajes a Federico, lamentándose por su muerte. Entre ellos Luis Cernuda, integrante de la Generación del 27, y Antonio Machado, el poeta más importante de la Generación del 98, una generación anterior a la de Federico.

   Así lo despidió Antonio Machado:

“EL CRIMEN

Se le vio, caminando entre fusiles

por una calle larga,

salir al campo frío,

aún con estrellas, de la madrugada.

Mataron a Federico

cuando la luz asomaba.

El pelotón de verdugos

no osó mirarle a la cara.

Todos cerraron los ojos;

rezaron: ¡ni Dios te salva!

Muerto cayó Federico

—sangre en la frente y plomo en las entrañas—.

… Que fue en Granada el crimen

sabed —¡pobre Granada!—, ¡en su Granada!…”

 


   LA GENERACIÓN DEL 27-.

      Se le denomina así a un grupo de escritores, artistas e intelectuales que el 16 y 17 de diciembre de 1927 se reunieron en unas jornadas organizadas por el Ateneo de Sevilla para homenajear al poeta español barroco Luis de Góngora, por el tricentenario de su muerte, y constituyeron, por su calidad e importancia, la llamada Edad de Plata de las letras españolas.



   Acerca del nombre de este grupo y sus integrantes existen múltiples debates. Lo primero que se discute es si constituyen una generación o no, ya que este grupo no cumple con todos los criterios del crítico alemán Petersen para hacerlo. Por ejemplo, no tienen un guía o jefe, no todos tienen una formación similar ni todos nacieron en años próximos entre sí, y en realidad, no hay un hecho histórico importante que dé inicio a la aglutinación del movimiento, pues el hecho histórico que afecta a todos (la Guerra Civil española) comienza recién en 1936. Tampoco tienen estilos semejantes producto de una voluntad colectiva, no fueron escuela ni escribieron manifiestos. Pero sí tienen lazos de amistad (uno de los requisitos) o al menos hubo varios grupos de amigos, y participaron en actos colectivos, además de que también podemos hallar una tendencia común.

   La fecha 1927 se toma como punto de partida porque en el homenaje a Góngora se conocieron muchos de sus integrantes y luego continuaron lazos de amistad, pero la producción escrita de sus miembros comienza años antes, alrededor de 1920. Por esa razón algunos críticos literarios hablan de Generación del 25 para buscar una fecha intermedia, pero el nombre más difundido es Generación del 27.



   Otro punto de debate gira en torno a la cuestión de sus integrantes. Existe una especie de nómina “oficial” o canónica que incluye a los siguientes ocho poetas: Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Jorge Guillén y Pedro Salinas. En esa lista se dejó de lado a las mujeres poetas de la época que participaron de las actividades de esta generación, y que luego fueron reivindicadas por investigaciones posteriores, como Ernestina de Champourcin, Josefina de la Torre y Concha Méndez. Algunos críticos literarios mencionan también a otros poetas que no estuvieron en primera línea, pero participaron del grupo, como Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. También hay quienes al hablar de Generación del 27 no se refieren solamente a un grupo de poetas, sino que incluyen además a otros artistas e intelectuales, como por ejemplo Salvador Dalí (pintor), Manuel de Falla (músico) o Luis Buñuel (cineasta).

 

PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS:

Ø  TRADICIÓN Y VANGUARDISMO: Estos poetas tuvieron la peculiaridad de que aunque fueron influidos por la Vanguardia en algunos aspectos, no adoptaron una actitud de rechazo de la tradición literaria. Se mostraban admiradores de Góngora, respetaban a Juan Ramón Jiménez, o tomaban como inspiración al Romancero. Sin embargo, aunque no fueron enteramente rupturistas, enriquecieron sus creaciones con los aportes de la Vanguardia, sobre todo del Surrealismo, explorando su inconsciente, buscando una belleza que estaba por encima de la realidad, empleando un lenguaje onírico, o mediante el uso de imágenes, símbolos y metáforas.

   Otra Vanguardia que fue influyente sobre algunos de estos escritores españoles fue el Expresionismo, con su rechazo por la urbanización y la mecanización, y su distorsión de los aspectos objetivos de la realidad, alterados por la emocionalidad del creador.

   De esta manera, alternaron creaciones caracterizadas por el verso blanco o libre, acordes al espíritu transgresor vanguardista, con composiciones que seguían los formatos tradicionales o clásicos, como el soneto, el romance o la copla.

Ø  INTENCIÓN ESTÉTICA: La poesía de esta Generación se caracteriza por su belleza. Si bien adoptaron algunos recursos y actitudes del Vanguardismo, estos poetas no tomaron la estética de lo feo como lenguaje generacional. Aún en el momento de mayor influencia de los movimientos vanguardistas, el feísmo casi no aparece en la poesía del 27. Buscaban la belleza por medio de las imágenes, y su principal recurso fue la metáfora, ya que pretendían representar la realidad sin describirla.

   También se caracterizaron por presentar poemas cadenciosos, con ritmo y sonoridad significativa para los contenidos, agradables al oído, ya que deseaban que lo auditivo complementara la belleza visual de sus creaciones, apuntando a una noción de completud.

   Esta intención estética se vincula con su estilo predominante, que los empujaba a emplear un lenguaje cargado de lirismo.

Ø  LOS TEMAS: Si bien aparecen algunos temas que son tópicos literarios (o sea que fueron trabajados por otros líricos de manera recurrente a lo largo de distintos siglos), como ser el amor, la muerte, el destino, el paso del tiempo o la naturaleza, ellos imprimieron su toque personal y procuraron revitalizar estos temas alejándose de los encares manidos, buscando la originalidad. De este modo, encontramos por ejemplo la incursión en temas considerados tabú, y surgen poemas amatorios de corte homosexual (Aleixandre, Cernuda, García Lorca).

   Por otra parte, a medida que avanzaban los años se iba procesando una evolución temática, ya que en una primera fase los temas estuvieron más conectados con un espíritu vanguardista más deshumanizado (la urbe, las máquinas, la actitud lúdica con las palabras), pero luego comienzan a aparecer temas más vinculados con una visión más comprometida con la realidad de su tiempo y sus conflictos sociales, partiendo incluso de posturas políticas, como en el caso de Rafael Alberti, quien adhirió al Partido Comunista y participó de la Guerra Civil contra el dictador Franco. En esta etapa el grupo recibe también la influencia de un gran poeta latinoamericano, como fue Pablo Neruda, quien incursionaba por esta época en una literatura revolucionaria, de denuncia y de compromiso social.

   La Guerra Civil y la mezcla de dolor y amor por España, se constituyen en temas principales cuando estalla el conflicto. Posteriormente, tras la derrota de los  republicanos, algunos escritores que debieron huir para no ser apresados o asesinados (García Lorca fue ejecutado, Miguel Hernández, poeta más joven pero que se vinculó con los de esta generación, fue apresado y murió en la cárcel por ser republicano) desarrollaron, cada uno a su manera, la temática del exilio.

 

 



sábado, 31 de julio de 2021

TEATRO DEL ABSURDO

 

TEATRO DEL ABSURDO



Denominación, definición y contexto histórico-.

   El Teatro del Absurdo es una de las tendencias más extremas del teatro del siglo XX en cuanto al quiebre del modelo aristotélico.  No se puede definir como movimiento ni escuela, ya que no hubo una acción coordinada voluntariamente por parte de los autores a los que se etiqueta bajo esa denominación.

   De hecho, la expresión “teatro del absurdo” se lee por primera vez en el año 1962, acuñada por el crítico teatral británico MARTIN ESSLIN, quien de esta manera define a ciertos dramaturgos que ya escribían en la década de los 50, fundamentalmente en Francia, y cuyas obras reaccionaban contra los conceptos tradicionales del teatro occidental. O sea que la denominación surge más de una década después de que se produjera el apogeo de esta tendencia, lo cual confirma que no son ni escuela ni movimiento.

(MARTIN ESSLIN)


   Según Esslin: “El Teatro del Absurdo consiste en expresar el sentido del sinsentido de la condición humana, así como lo inútil del pensamiento racional, proponiendo un abandono absoluto de la razón.”

   Y también señala que es “la aplicación dramática, en términos absurdos, de los principios del existencialismo”.

  ABSURDO proviene del latín absurdus (fuera de tono), es aquello que no tiene sentido o que es contrario y opuesto a la razón. También refiere a lo extravagante, irracional, arbitrario, disparatado y contradictorio. El filósofo español Ferrater Mora expresa que absurdo es lo que se aparta del sentido común.

   El hombre en su vida cotidiana se enfrenta permanentemente a lo absurdo de la existencia, y en el transcurrir de los siglos, hubo autores que tomaron conciencia de ello y lo manifestaron en sus obras. Estos cuestionamientos metafísicos hicieron eclosión en el siglo XX, debido en gran parte a la crisis de la primera parte de ese siglo, donde hubo guerras apocalípticas con amenazas de extinción humana, experiencias espaciales, tecnologías que permitieron comunicaciones antes impensadas, provocando grandes inseguridades e incertidumbres en el ser humano.

   De todo esto surge la visión filosófica existencialista con su concepción de la absurdidad de la vida y del mundo. Al considerar que la existencia precede a la esencia, es decir, que no hay un sentido previo a la existencia, puesto que la figura de Dios desaparece, y el ser humano es un continuo hacerse a sí mismo, lo que hay es un sinsentido de la existencia, el sinsentido de haber sido arrojado al mundo en un acto gratuito, sin objeto, y por tanto, irracional y absurdo. El ser humano sólo existe en ejercicio de su libertad, aunque le duela, y debe continuar eligiendo, haciéndose a sí mismo en medio de la angustia de la soledad y el desamparo, y de la conciencia de ser-para-la-muerte. Dijo Sartre: “Es absurdo que hayamos nacido, y es absurdo que muramos”.  Y Camus: “Si el universo no puede ser completamente explicado en términos racionales, entonces hemos de resignarnos y admitir honestamente que el universo es absurdo.”

   Esta visión surge del mismo contexto histórico que el Teatro del Absurdo, e influye sobre los dramaturgos que fueron comprendidos dentro de esta tendencia, tales como ADAMOV, BECKETT y GENET, además de IONESCO.

(ARTHUR ADAMOV)

¿Por qué estos escritores, sin conocerse entre sí, sin reunirse ni acordar reglas ni objetivos, coinciden de tal manera en su escritura, al punto de ser etiquetados por Esslin bajo una misma tendencia? Se explica por su contexto cultural. Estas obras surgen luego de la experiencia traumática de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi de Francia, y proceden de individuos que fueron considerados marginales por diversos motivos: Genet por situaciones biográficas como la orfandad, la homosexualidad, el haber sido condenado a la cárcel varias veces; Adamov (armenio-ruso), Beckett (irlandés) y Ionesco (rumano) fueron extranjeros en Francia, y escribieron su obra en una lengua que no era la materna. 

(SAMUEL BECKETT)


   Esslin señala que cada uno de los autores de esta tendencia “tiene sus propias raíces, fuentes y trasfondo. Si además se aprecia con claridad lo que tienen en común, es porque su trabajo refleja sensiblemente las preocupaciones y ansiedades, las emociones y el pensamiento de muchos de sus contemporáneos del mundo occidental.” En definitiva, sugiere que existía en ese tiempo, fruto del contexto, una sensación en la gente -sobre todo europea-, de descontento por absurdidad del mundo que los rodeaba. Y esa sensación quizás no era consciente racionalmente, pero sí emocionalmente, y fue lo que alimentó esta tendencia dramática, y de lo que formaron parte estos dramaturgos como personas, como ciudadanos europeos, sólo que ellos sí lo racionalizaron y lo expusieron mediante su obra dramática.

 

(JEAN GENET)

   Heredero de las Vanguardias y del Existencialismo, el Teatro del Absurdo refleja la crisis social, cultural y artística de su tiempo. Su base teórica podemos encontrarla en Antonin Artaud y su teatro de la crueldad, y en Bertolt Brecht con su noción de efecto alienante. Su base cómica procede del cine: Chaplin, Stan y Laurel, los Hermanos Marx, Buster Keaton.

 

(EUGÈNE IONESCO)

   Esta tendencia, sin ser escuela ni movimiento, también se manifestó en otros puntos del planeta, como por ejemplo en España, con dramaturgos tan importantes como Fernando Arrabal y Miguel Mihura. En América también halló adeptos. En nuestro país podemos mencionar a Leo Maslíah, con obras como Democracia en el Bar o El zapato indómito.

 

Características; el Antiteatro-.

   Si bien el término “Antiteatro” suele aplicarse en general a las obras dramáticas vanguardistas del siglo XX, que comparten una actitud crítica e irónica frente a la tradición aristotélica, de manera más estricta se aplica a la obra de Ionesco, quien en 1950 coloca la denominación “anti-obra” (anti-pièce) al frente de su primer pieza, La cantante calva. De hecho, la actitud contestataria es esencial en cualquier obra de Teatro del Absurdo, pues cada una de sus características es una transgresión de las reglas.

   Algunas de estas características son:

*Procesos de despersonalización y extrañeza para desmontar estructuras del lenguaje, la lógica y la conciencia convencionales.

*Colocan al espectador en situaciones límite, sorprendentes e irracionales.

*Dan trascendencia a lo intrascendente, y viceversa.

*Cuestionan códigos establecidos, como el lenguaje, el tiempo, los códigos teatrales, los valores sociales, etc.

*El lenguaje: palabras y acciones son contradictorias (el mundo no tiene sentido); diálogos repetitivos o discontinuados; diálogos que en realidad son monólogos; repetición de palabras; juegos de palabras; contradicciones; uso de onomatopeyas; uso de lenguas extranjeras.

*Cuestionan presupuestos del código teatral, en los personajes (cambio de sexo y personalidad, pérdida de identidad, conductas incongruentes, ilógicas, visión antipsicologista del dramaturgo), la acción (negación de la acción, trama circular, incoherencia entre acciones y parlamentos) y elementos escenográficos (exceso de objetos o reducción al mínimo, animación de objetos, diálogos entre bastidores), así como el nivel discursivo, ya visto en el ítem del lenguaje.

*El tiempo: supresión de la cronología, discronía, circularidad, efecto espejo.

*Lo onírico, a veces cómico, otras pesadillesco.

*Lo tragicómico.

*Lo grotesco.

*Espíritu lúdico.

 

Principales temas-.

   Básicamente son los temas que importan al Existencialismo. Las obras de Teatro del Absurdo se centran en aspectos conflictivos y críticos de la existencia y de la sociedad, como la soledad, el sinsentido de todo, la incomunicación, la vida como burla trágica o grotesca (el hombre perdido en un mundo absurdo, su angustia ante la nada), la incoherencia entre acciones y discursos, el fracaso y la absurda esperanza, la libertad o la ausencia de la misma, el cuestionamiento en general de códigos sociales arbitrarios y opresivos, etc.

 




 

 

TEATRO DEL SIGLO XX

 

TEATRO DEL SIGLO XX

Happening del grupo Alma Mater


Introducción

   El teatro en Occidente se inicia en la Antigua Grecia, en el siglo V AC aproximadamente. Para los antiguos griegos las representaciones teatrales, sobre todo de las tragedias, eran muy importantes, ya que cumplían una función didáctica, dejando un mensaje moral y religioso considerado útil para la comunidad (recordemos que el origen de la tragedia griega está en los rituales al dios Dionisos, y que el centro de la tragedia es exhibir el daño que provoca en el héroe trágico el hybris o exceso, resaltando, por el contrario, la virtud de la sofrosine o moderación y la importancia de respetar la Moira o destino individual).

   Quien puso las bases conceptuales de la tragedia y sus reglas estéticas, fue el filósofo y polímata Aristóteles (384 -322 AC). Basándose en la Poética de Aristóteles, y analizando las tragedias griegas de ese tiempo, el crítico literario argentino Jaime Rest, en su libro “El teatro moderno”, concluyó que el drama aristotélico posee tres conceptos principales: 1) la mímesis; 2) la unidad de acción; 3) la separación entre géneros y estilos. 1) La mímesis o imitación refiere a la noción de verosimilitud en que debe basarse el autor para crear su obra. Lo que el espectador ve en una representación es una imitación, y debe resultarle creíble, similar a la verdad o realidad (verosímil), de tal manera que pueda sentirse identificado con los acontecimientos e insucesos del héroe trágico y padecer con él, llegando de esta manera a sufrir el proceso de catarsis (purificación o transformación), que es el objetivo de toda tragedia aristotélica. Si no existe verosimilitud la tragedia pierde su fuerza, porque los hechos no resultan creíbles, y la catarsis no se produce. 2) La unidad de acción implica que sin acción no existe el drama (de hecho, la palabra “drama” significa acción representada), y que la obra debe centrarse en una única acción principal o línea argumental, que debe desarrollarse de manera coherente y respetando determinados procesos que involucran la suerte o desgracia de los personajes (en el caso de la tragedia, por ejemplo, el héroe debe pasar de la suerte a la desgracia y esto debe ocurrir siguiendo ciertos pasos). 3) La separación entre géneros y estilos. Esta separación apunta a que no debe mezclarse lo cómico con lo trágico, pues Aristóteles consideraba que la esencia de la tragedia y de la comedia eran muy diferentes. La tragedia tenía como objetivo dejar una enseñanza moral, en tanto la comedia debía entretener. Había un trasfondo clasista en su visión, pues consideraba que la tragedia tenía por protagonistas a los mejores (los aristois), y sus desgracias provocaban impacto y sufrimiento, considerándose una caída; en cambio la comedia estaba protagonizada por personajes de grupos sociales bajos y sus infortunios sólo hacían reír. También el lenguaje era diferente, pues el de la tragedia era elevado, poético; en cambio el de la comedia era más chabacano y vulgar.

 

   Todos estos conceptos conforman la base del drama aristotélico, que paulatinamente, a medida que los siglos transcurrían, fue siendo cuestionado, pero que sin embargo no perdió total vigencia aún ahora.

 

 

Proceso de ruptura del modelo aristotélico




   Esta ruptura es una de las características en que coinciden casi todas las tendencias del teatro del siglo XX y de alguna manera define la esencia de este teatro. Pero para llegar al siglo XX con su drama “no aristotélico”, primero debió darse un proceso que condujera a este quiebre.

   Durante siglos las reglas de Aristóteles se respetaron en la creación y representación de los dramas, pero a partir de los siglos XVI y XVII comenzó a cuestionarse la vigencia de este modelo. De esa época podemos mencionar al español Lope de Vega y al inglés William Shakespeare. En el caso de Shakespeare, podemos notar en sus obras que ya no respeta la unidad de lugar, e introduce algún elemento cómico en el desarrollo de sus tragedias. En el caso de Lope de Vega, le adjudica un rol protagónico y sentido del honor en sus tragedias a personajes que no forman parte de la nobleza, sino que son del pueblo; y por el contrario, hay nobles corruptos y viles.

   Durante el siglo XVIII, el drama burgués aporta otro elemento rupturista, debido a que la clase media asciende y la burguesía se empondera, dejando al drama aristocrático como anacrónico.

   Otro paso dentro de ese proceso de ruptura se da en el siglo XIX, con la rebelión romántica, ya que el artista romántico proponía no respetar las normas ni las tradiciones y dejarse llevar por la intuición e inspiración personales, expresándose mediante la libertad creativa. Concretamente encontramos obras que no respetan las tres unidades (ni la de lugar, ni la de tiempo, y a veces tampoco la de acción), ni tampoco las reglas de estilo, mezclando elementos cómicos y trágicos, personajes de clase alta con los de clase baja, etc.

 

Condiciones culturales del siglo XX

 

   El siglo XX es una etapa de cambios radicales desde el punto de vista socio cultural, científico y tecnológico, que provocaron consecuencias de todo tipo, tanto en la vida cotidiana como en el arte, en las ideas filosóficas y políticas, etc. La violencia bélica modificó aspectos, impactó emocionalmente en el mundo, y cercenó millones de vidas (Revolución Rusa, Primera y Segunda Guerra Mundial, Guerra Civil española).

   A nivel artístico, las Vanguardias se constituyeron en un fenómeno radical en la primera mitad del siglo, que a través de la diversidad y profusión de los movimientos que la constituyeron, afectaron todas las artes y géneros literarios: la pintura, escultura, música, arquitectura, el cine, la fotografía, la lírica, la narrativa, y el género dramático.

 

   El arte dramático también es sensible a estos cambios que lo afectan en todo sentido, tanto en la composición de la obra que escribe el dramaturgo, como en las representaciones teatrales, dándose lo que se conoció como “crisis del drama”. Como es lógico, los preceptos aristotélicos interpretan las ideas de la época en que fueron creados, y en el siglo XX esa visión tenía ya 25 siglos de antigüedad, por tanto los dramaturgos se rebelan contra este formato y procuran aportar nuevas ideas, que surgieran y se adaptaran a su actualidad.

   El filólogo húngaro/alemán Péter Szondi en su obra “Teoría del drama moderno” analiza aspectos del teatro renacentista (siglo XVI) que sirven para explicar el drama en el siglo XX, señalando que el origen de su crisis es la imagen de sí que ha obtenido el ser humano. A fines del siglo XIX y durante el siglo XX, se da un proceso de relativización de la universalidad del hombre, proceso que se ensambla a la desintegración de la visión positivista (que indicaba que el individuo siempre puede progresar, desarrollarse, y que la humanidad puede dominarlo todo, incluyendo la naturaleza) y racional (racionalismo puro) del mundo. La consecuencia es que se introduce la duda en la confianza de que el hombre, solo y sin dios (dios había sido desalojado del centro del universo por la razón) pueda desarrollar todas sus potencialidades. El ser humano descubre la soledad.

   Así, el ser humano como sujeto es desbordado, puesto en tela de juicio, relativizado, descentrado, y esto es lo que muestra el drama del siglo XX: la soledad, la incomunicación, la frustración, el cuestionamiento de qué implica ser humano, de los valores sociales, y del rol del género dramático y su esencia en esa crisis.

 

   En cuanto a las representaciones, los avances tecnológicos, el cine y la televisión tienen gran influencia, provocando cambios no sólo en los efectos logrados, sino también en la manera en que se concibe la escena teatral. Avanza el concepto de teatro experimental, encontrándonos así con todo tipo de recursos innovadores, como la multiplicidad de escenas representadas simultáneamente, escenarios giratorios, desaparición de la barrera actores –espectadores, actores que se plantan de espaldas al público, representaciones que desbordan el escenario y se realizan fuera de él, etc. Los medios de comunicación  masivos permiten además la mayor difusión de novedades, disparando el espíritu innovador y creativo. Al mismo tiempo, se desarrolla una mayor profesionalización de directores y actores, y se profundiza el desarrollo de la teoría teatral, con teóricos que cambiaron el punto de vista y generaron tendencias (Stanislavsky, Meyerhold, Artaud, Grotowsky, entre otros, todos coincidentes en resaltar la importancia del cuerpo por sobre lo discursivo lingüístico en el teatro).

 

Los forjadores del teatro europeo del siglo XX


   El crítico literario español Ignacio Elizalde afirma que son tres los grandes dramaturgos forjadores del teatro europeo del siglo XX: el noruego Enrik Ibsen, el italiano Luigi Pirandello y el norteamericano Eugene O´Neill, cuyas producciones abarcan desde 1890 a 1930.



   Enrik Ibsen trasciende como una de las principales influencias sobre dramaturgos como Strindberg, Chéjov y Bernard Shaw, y también fue admirado por otros intelectuales, como Sigmund Freud. Su obra principal fue etiquetada como “teatro de testimonio”, ya que se clasifica como realismo socio-crítico, derivando a un realismo simbolista al final. Su obra más famosa es “Casa de muñecas”, ésta junto a “Espectros” provocó mucho alboroto en la sociedad de su tiempo, al punto que las autoridades censuraron sus representaciones, porque decían que su planteo subvertía el orden (eran dos obras que en este momento podrían definirse como feministas y que criticaban la hipocresía y el patriarcado de la sociedad).




   Luigi Pirandello fue el creador de lo que se conoció como “Teatro de ideas” y “teatro dentro del teatro”. Su obra más representativa en ese sentido es “Seis personajes en busca de autor”, donde reflexiona acerca del sentido de la existencia, los problemas de la personalidad (el hombre-masa) y la esencia de la creación dramática. Ese metateatro (reflexión sobre el teatro en la obra teatral) genera un distanciamiento del espectador con la obra, ya que no permite identificarse con los personajes al develar de manera constante que eso son, personajes, ficción y no realidad.




   En cuanto a Eugene O’Neill, representante del Naturalismo, es el creador del “drama de la frustración”, conocido también como “teatro del sentir”, donde explora la sordidez del ser humano, mostrando personajes marginales que luchan por sus aspiraciones, pero no pueden evitar el fracaso y la desesperación. Este autor, que se centra en lo emocional, realiza en sus obras una mezcla entre lo realista y lo expresionista, realizando así una amalgama entre una corriente heredada del siglo XX con una vanguardia. Innova también en el aspecto formal al realizar mayoritariamente obras de un acto, como es el caso de “Antes del desayuno”.

  

Descomposición de la doctrina aristotélica en el siglo XX

 

   A nivel literario y artístico el siglo XX se caracteriza por realizar cambios radicales que procuran innovar, dejando de lado las tradiciones académicas. Esto ocurre en todos los géneros literarios. En teatro, esta necesidad de innovar y quebrantar el esquema clásico se manifiesta abandonando de forma expresa la doctrina aristotélica. En esos intentos encontramos varios autores y tendencias que buscaron su propio camino, pero muchos coincidieron en ciertas características que definen al drama no aristotélico. Algunas de esas características fueron:

1)      Eliminación de la congruencia anecdótica y argumental.

2)      Situaciones de completa inercia.

3)      Abandono de la coherencia en la conducta de los personajes.

4)      Violación en general de reglas convencionales de la dramaturgia.

5)      Cuestionamiento de las barreras entre realidad y ficción.

 

Principales tendencias


 


EL TEATRO ÉPICO: Esta tendencia también es conocida como “Realismo no ilusionista” y su creador y principal representante es el dramaturgo alemán BERTOLT BRECHT. El punto de partida de Brecht es el compromiso político y la denuncia de situaciones socio políticas muy graves de su tiempo, al punto que fue perseguido por el nazismo en Alemania y también por el Comité de actividades Antiamericanas en USA. El teatro épico se posiciona contra la mímesis y la catarsis del drama aristotélico, pues plantea que la mímesis conduce a una ilusión engañosa que obstruye el desarrollo de una actitud crítica, y que la catarsis en lugar de estimular, adormece las facultades e induce a la pasividad. Por esto también está en contra del sentimentalismo en la representación dramática. Para concientizar al espectador y lograr que salga de la contemplación y se mueva hacia la acción/revolución, Brecht propone el “método del distanciamiento”, el cual aplica en sus obras bajo diversas técnicas: interrupción del ritmo y de las acciones para evitar que el espectador se ilusione y llegue a la catarsis, personajes que se dirigen directamente a los espectadores, al igual que el autor, uso de carteles, canciones que interrumpen los parlamentos, cortes en momentos de clímax, etc. Principales obras: Un hombre es un hombre, La ópera de los tres centavos, La vida de Galileo, Madre Coraje y sus hijos, El círculo de tiza caucasiano, etc.

 

EL TEATRO POÉTICO: Tiende a transformar el realismo, atacando sus principios básicos, y empleando recursos líricos que acentúan lo emocional y lo subjetivo. Una de las vertientes más importantes de esta tendencia se da en España, donde el dramaturgo más sobresaliente es FEDERICO GARCÍA LORCA. Lorca se inspira en la realidad de su tierra y tiempo, pero sus obras representan una visión estilizada y poética, cargada de símbolos, y donde también se nota la influencia de las Vanguardias, en particular del Surrealismo y del Expresionismo. La aparición de personajes simbólicos como la Luna, el intercalado de canciones líricas, o la irrupción de masas en escena (como el caso de 300 mujeres vestidas de negro) son elementos que concretan estos conceptos en sus obras. Si bien ataca el concepto tradicional de mímesis, el proceso de catarsis se produce, ya que sus personajes protagónicos son capaces de provocar la identificación y de inspirar compasión frente a sus tragedias. Principales obras: Yerma, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba, Mariana Pineda.

 

(JEAN PAUL SARTRE)

EL TEATRO EXISTENCIALISTA: Se basa en la corriente filosófica denominada Existencialismo, que surge como reacción frente a corrientes como el racionalismo y el empirismo. Sostiene que la existencia antecede a la esencia, la realidad al pensamiento, y la voluntad a la inteligencia. Todo esto porque el ser humano tiende a buscar su libertad, pero sólo se consigue con acciones y a partir de esto aparecen consecuencias. Así surge la angustia existencial. Los principales representantes del teatro existencialista fueron los franceses JEAN PAUL SARTRE y JEAN ANOUILH. En sus obras se centran en el individuo,  resaltando cómo debe hacerse a sí mismo, siendo responsable de sus actos, y muestra una visión pesimista, ya que casi toda acción, aun la que busca la libertad, conduce al fracaso y a la angustia.

 


EL TEATRO DEL ABSURDO: Esta tendencia es la más extremista en cuanto al quiebre del modelo aristotélico en el teatro del siglo XX. También, como el teatro existencialista, tiene influencia del Existencialismo, pero bajo otro estilo y empleando otros recursos. A grandes rasgos, no queda ni una regla aristotélica en pie en sus obras, ni unidad de acción, ni congruencia en los personajes, ni verosimilitud, ni sentido lógico, y resulta imposible que el espectador procese la catarsis. Sus principales autores son el irlandés SAMUEL BECKETT Y el rumano –francés EUGÈNE IONESCO. (SOBRE ESTA TENDENCIA, VER REPARTIDO APARTE).

 

   No son éstas las únicas tendencias, también está el teatro expresionista, surrealista, el teatro dentro del teatro, etc, siendo en general el siglo XX una etapa de profusos cambios e innovaciones en el arte en general, lo cual también se percibe en el género dramático y las representaciones teatrales.


ANTÍGONA: CREONTE HÉROE TRÁGICO, ANTÍGONA ANTAGONISTA

 

CREONTE COMO HÉROE TRÁGICO, ANTÍGONA COMO ANTAGONISTA

 

   Debido a la simpatía que provoca Antígona en el espectador moderno, y a que el título de la obra de Sófocles la menciona a ella, muchos han afirmado que Antígona es la protagonista de la tragedia. Sin embargo, si aplicamos el concepto aristotélico de héroe trágico, podemos concluir que el protagonista de la obra es Creonte, y no Antígona.



1-      EL HÉROE TRÁGICO ES UN ARISTOI DE RELEVANCIA EN SU COMUNIDAD. Esto implica que no es un aristoi como otros, sino que es destacado entre todos. Recordemos que los aristois son los nobles, los individuos de clase alta que pertenecen a la elite gobernante. El héroe trágico, entonces, es un aristoi destacado dentro de un grupo que ya de por sí es de clase alta. Esto ocurre porque, según Aristóteles, el héroe trágico debe estar a una altura elevada, para que su caída resulte impactante, y deje una enseñanza a la sociedad. Es importante recordar que para los antiguos griegos, la tragedia cumplía una función didáctica, donde el mensaje principal expresaba la conveniencia de mantenerse en sofrosine y evitar el hybris.

   Así, los héroes trágicos siempre son reyes o guerreros importantes, personajes de gran estatura social, de mucho prestigio. En “Antígona” el aristoi de relevancia es Creonte, pues ocupa el cargo de rey y detenta el poder, es el aristoi más importante de la ciudad de Tebas, y sus decisiones influyen sobre el resto de la comunidad, sobre la ciudad entera,  en tanto Antígona es una princesa pero caída en desgracia por su historia familiar, y por ser mujer en esa sociedad patriarcal no puede ocupar cargos públicos importantes. Incluso en el principio de la obra, si bien Creonte se equivoca al decretar no realizarle exequias a Polinices, el Consejo de Ancianos lo apoya por respeto a su investidura (le dice el Corifeo, en el Episodio 1: “Esa es tu voluntad, Creón, hijo de Meneceo; en tu mano está dar las leyes que gustes, así sobre los muertos como sobre los que vivimos todavía.”).

2-      EL HÉROE TRÁGICO ES FALIBLE, PERO NO RUIN. Según Aristóteles, el espectador debe identificarse con el héroe trágico, debe sentir lo que denomina sympatheia, que significa sufrir con, identificarse con ese personaje, percibir sus errores y compadecerse por su castigo y sufrimiento, aun considerándolo justo, para sufrir el proceso de catarsis (purificación, transformación). Pero para poder sentir esa simpatía, es necesario que el héroe no sea un individuo ruin. Debe cometer errores pero no por maldad, sino por ser vulnerable a la equivocación (falible) o por ignorancia (lo que se conoce como hamartía). Si el individuo es ruin, malvado, ningún espectador se identificaría con él, ni sentiría compasión por su sufrimiento. Creonte cumple con estos requisitos, puesto que cuando prohíbe rendir honras fúnebres a uno de sus sobrinos (Polinices), aunque la orden es atroz, lo hace pensando que hace justicia, ya que considera a Polinices un traidor a la patria. No lo mueve la crueldad, sino una percepción errónea de justicia, y el objetivo de dejar un mensaje moral a sus súbditos. Pretende demostrar que como rey, no se deja llevar por lazos personales para gobernar (en el Episodio 1 proclama al Corifeo “aquel que considera más a sus amigos que a su patria, en nada lo estimo”), y que quien traicione será condenado duramente (“Sólo quien se muestre amante de mi patria será honrado por mí, muerto lo mismo que vivo”, Episodio 1). Sus intenciones son buenas, pero al decidir que no se sepulte a Polinices se excede, y por ello Creonte será castigado por los dioses (su error es comprensible, pero igualmente grave, y por eso es justo que reciba un castigo). En cuanto a Antígona, no es ruin, sino todo lo contrario, y los errores que comete son la consecuencia de dos factores: el efecto de la maldición que había caído sobre Layo, y afecta a tres generaciones (ella forma parte de la tercera generación), por lo cual, según su Moira, su fin será trágico;  y la decisión errónea de Creonte, puesto que si el rey no hubiera decidido realizar las honras fúnebres sólo a Etéocles, dejando insepulto a Polinices, el conflicto no se hubiera producido, ya que Antígona como hermana de ambos habría cumplido con los ritos como se esperaba en la sociedad griega de ese entonces y no se habrían desencadenado los hechos que condujeron al suicidio a Antígona, y finalmente a la caída de Creonte.

3-      EL HÉROE TRÁGICO COMIENZA LA OBRA EN LA CÚSPIDE DE SU PODER Y FINALIZA PERDIÉNDOLO TODO (CAÍDA). El individuo más importante y poderoso de una polis griega es el rey. Creonte siempre estuvo asociado a la realeza, ya que era hermano de Yocasta, inicialmente esposa de Layo y luego de Edipo, y reina en ambos casos. Cuando Edipo debe dejar el trono al descubrirse sus crímenes involuntarios (asesinó a su padre, y se casó con su propia madre), los hijos varones de Edipo, herederos del trono, eran niños y aún no podían gobernar, por tanto Creonte toma el poder como regente, hasta que cumplieran la mayoría de edad. Pero Etéocles y Polinices luchan por el trono y se matan el uno al otro. En el momento en que comienza la obra “Antígona”, Creonte había ocupado el trono nuevamente, esta vez por la muerte de los hijos de Edipo, y por tanto había alcanzado la cumbre de su poder. Es respetado por los ciudadanos y por el Consejo de Ancianos.

   Sin embargo, esta situación cambia en el transcurso de la obra mediante lo que se conoce como peripecia. La peripecia es un cambio repentino de situación, debido a un imprevisto que cambia el sentido de los sucesos, y los dirige a la dirección contraria. Significa que la suerte de Creonte cambiará de manera negativa, y pasará de la prosperidad al infortunio. Este cambio se produce como consecuencia de sus decisiones erradas, y de su hybris, y es así como en el final de la obra, el que había estado en la cima del poder y colmado de bienes, tanto afectivos como materiales, cae y lo pierde todo. Creonte perderá a su hijo, a su esposa (ambos se suicidan como consecuencia de las decisiones erradas de Creonte), perderá el prestigio, y él mismo abandonará voluntariamente el trono, pues termina destruido emocionalmente. La tragedia representa el peor día de la vida del héroe trágico.

   Antígona, por su parte, no comienza la tragedia en un momento culminante de prosperidad, pues ya perdió a sus padres de manera funesta, y el día anterior, a sus dos hermanos varones, la familia se disgregó y quedó desprestigiada debido a los crímenes de Edipo, y están bajo la maldición que recayó sobre Layo, padeciendo una desgracia tras otra. Para peor, el rey decreta que no permitirá las honras fúnebres a uno de sus hermanos, lo cual lesiona sus derechos. No podemos decir, por tanto, que comience en su mejor momento, ni en estado de sofrosine. Su primera aparición en escena lo confirma, cuando en el Prólogo habla con Ismena y le anuncia lo que Creonte decretó, e informa que va a desobedecerlo, a pesar de que Ismena le sugiere que se mantenga en sofrosine.

4-      EL HÉROE TRÁGICO ES ELOCUENTE Y POSEE UN LENGUAJE ELEVADO. Uno de los planteos aristotélicos es que la tragedia nos muestra en acción a los mejores, representando hechos graves, por oposición a la comedia, donde se muestra a personajes de clase baja que causan risa al espectador con sus vicisitudes. Por este motivo el lenguaje de la tragedia debe ser altamente retórico, con un vocabulario elevado, y el discurso de mayor calidad y elevación queda a cargo del protagonista, o sea, del héroe trágico, que en este caso es Creonte. Si bien Antígona, por ser una aristoi, al igual que Ismena, emplean un lenguaje de calidad, con recursos retóricos, y muestran elocuencia, quien se destaca en este sentido es Creonte. Un ejemplo claro es en el Episodio 2, cuando dirigiéndose al Corifeo, expresa acerca de Antígona: “Pues los espíritus más inflexibles son los que ceden más fácilmente; y muchas veces verás que el resistente hierro, cocido al fuego, después de frío se quiebra y se rompe. Con un pequeño freno sé domar yo a los enfurecidos caballos; no puede tener altivos pensamientos quien es esclavo de otro.”. Este fragmento reúne varios recursos retóricos (enumeración, imágenes, analogías) y tiene un alto componente metafórico. Otros ejemplos de lenguaje elevado: en el Episodio 5, a Tiresias: “¡Anciano! Como flecheros contra el blanco, así estáis todos disparando contra mí y ni siquiera he quedado libre de tu arte adivinatorio”, y luego, al Corifeo: “Yo también lo sé y tengo el espíritu turbado; porque si es cosa dura el ceder, también es duro arriesgarse a estrellar mi pasión contra la fatalidad”. Ya en el Éxodo, finalizando la tragedia, aparece Creonte en escena cargando el cadáver de su hijo Hemón y lamentándose: “fue algún dios el que alzó, en aquel entonces, su pesada mano y la descargó sobre mi cabeza y me empujó por tan crueles senderos, derribando y pisoteando mi ventura.”, y cuando le anuncian que su esposa Eurídice se suicidó al enterarse de la muerte de su hijo, acusando a Creonte de ser el culpable, Creonte exclama: “Sacad fuera de aquí a un hombre criminal; pues sin quererlo yo te he dado la muerte, ¡oh hijo mío!, y a ésta también, ¡ay desventurada! No sé en cuál de los dos poner mis ojos. No sé adónde volverme. Todo era calamidad cuanto tenía en mis manos, y otro golpe, otro insufrible golpe del Destino, se ha descargado sobre mi cabeza.”.

   A su vez, los discursos de Creonte, estemos de acuerdo con sus ideas o no, nunca son discursos vacíos o de escaso contenido, sino que siempre plantean temas importantes, con conceptos tales como: patria, lealtad y traición, justicia, heroicidad y ruindad, los deberes de un rey, el rol de una mujer y de un hombre en la sociedad, la Moira,  etc.

5-      EL HÉROE TRÁGICO DEBE CUMPLIR EL PROCESO DE ANAGNÓRISIS. Aristóteles afirma que el héroe debe cumplir un proceso en el transcurrir de la obra, que se resume así: comienza en estado de equilibrio (sofrosine), pero al cometer un grave error (por hybris, por hamartía, o ceguera trágica) entra en crisis, y el equilibrio sólo se restablece cuando, después de comprender y reconocer que se equivocó, el héroe se arrepiente de sus faltas y asume como justo el castigo recibido. A este reconocimiento del error, arrepentimiento por haberlo cometido, lamento por las consecuencias, y aceptación del castigo, se le denomina anagnórisis.

   Veamos cómo se da este proceso en Creonte. Al iniciar la obra, la situación bélica que aquejaba a Tebas había terminado al matarse entre sí, en lucha, Etéocles y Polinices. Creonte acaba de tomar el poder, y como reciente rey, dictamina que se honre como héroe a Eteócles, en tanto prohíbe las exequias a Polinices. Este decreto es difundido por toda la ciudad, y la población, con temor, obedece. El Consejo de Ancianos lo adula, brindándole apoyo. En ese momento Creonte se encuentra en la cumbre de su poder, y podríamos decir, en un relativo estado de equilibrio (sofrosine). Sin embargo, ese equilibrio prontamente se quiebra porque la orden de no sepultar a uno de sus sobrinos quebranta las leyes sagradas, cayendo así el protagonista en hybris. Su exceso ofende a las divinidades, porque siendo un mortal pretende equipararse a los dioses al establecer una ley que contradice las normas divinas, irrespetando su Moira. Este grave error Creonte lo comete sin conciencia de estar errando, pues su ceguera trágica le impide darse cuenta a tiempo de su fallo. Se mezclan así dos errores: el hybris (el exceso, la desmesura, representados en general por la soberbia), y la hamartía (el error provocado por la ignorancia, por desconocer algo que habría sido imprescindible saber para no tomar decisiones equivocadas). La condena a Antígona es un claro ejemplo de la hamartía de Creonte, pues incapaz de ver las motivaciones que mueven a Antígona, y las consecuencias que condenarla a muerte podrían traer, se obstina en sus decisiones erróneas, que quedan encadenadas entre sí: unas provocan a las otras, hasta precipitarse en el funesto final. Sin embargo, antes de que caiga sobre él el castigo, aparece un personaje (que paradójicamente es ciego) para ayudarlo a ver: se trata del adivino Tiresias. Es en la discusión que Creonte tiene con Tiresias, en el Episodio 5, que comienza su proceso de anagnórisis. Primero se resiste a escuchar los vaticinios y consejos del sabio ciego, pero luego reflexiona y teme. Tiresias le anuncia sucesos fatídicos: “No han de cumplirse ya muchas vueltas del sol, en su veloz carrera, sin que tú mismo veas entregado, muerto por muerto, a un hijo de tu propia sangre; porque han echado al mundo de abajo a quien es del de arriba, encerrando indignamente a un vivo en una tumba, y retienes aquí un cadáver, posesión de los dioses infernales, sin sepulcro, sin exequias, sin respeto. En lo cual no tienes tú poder ni tampoco los dioses de aquí arriba. Todos son atropellos cometidos por ti. Pero vengadoras lentas, aunque certeras, de este crimen, están ya acechándote las Furias del Hades y de los dioses, para que tú mismo te veas arrollado por esos males.” Claramente Tiresias vaticina las desgracias que ocurrirán pronto en la vida de Creonte como castigo a sus errores: ordenó sepultar a la viva (Antígona) y no sepultar al muerto (Polinices), y las Furias vengadoras se cobrarán estos pecados en muertos (su hijo Hemón y su esposa Eurídice, quienes se suicidarán). Creonte en un principio acusa a Tiresias de mentir, de ser codicioso y pretender dinero, pero luego que el adivino ciego le anuncia estas desgracias y se va de escena, el Corifeo le recuerda a Creonte que Tiresias siempre ha acertado en sus vaticinios, y Creonte reconoce que así es, y que luego de escucharlo, quedó turbado. Finalmente, ordena que sepulten al muerto, y vayan luego a liberar a Antígona, retractándose de sus decretos anteriores. Al salir de escena, terminando el Episodio 5, concluye: “Me voy pensando que es lo mejor llegar al fin de la vida respetando las leyes establecidas.”. Esta reflexión revela que la anagnórisis dio comienzo. Dudó, reflexionó, medita acerca de sus decisiones anteriores, y concluye que se equivocó. Entró en razón, según los criterios morales de esa sociedad. El problema es que ya es tarde. No podrá evitar las consecuencias de sus actos anteriores, porque ya todo está en marcha. Incluso aun cuando quiere reparar sus errores, equivoca el orden de las acciones: debió intentar liberar a Antígona primero, y luego ir por el cadáver, pero lo hizo en el orden contrario y los hechos se precipitaron inevitablemente. En el Éxodo nos enteramos que Hemón fue a rescatar a su prometida, pero no llegó a tiempo, pues Antígona ya se había suicidado, ahorcándose. Su desesperación es tal, que cuando llega su padre, lo encuentra abrazado al cadáver de su prometida, muerta prematuramente. Desquiciado por el dolor y la ira, intenta matar a su padre, pero no lo consigue, y termina suicidándose, clavándose la espada a sí mismo, yaciendo junto a su prometida. Eurídice, esposa de Creonte, escucha los tristes sucesos y entra en silencio al palacio. Cuando Creonte llega trayendo el cadáver de su hijo, trastornado por el dolor y el arrepentimiento, debe enterarse que su esposa se dio muerte acusándolo de ser el asesino de su hijo. Las desgracias que Tiresias le había anunciado se cumplen, y Creonte se asume como responsable y culpable. Esto también forma parte del proceso de la anagnórisis. Finaliza reconociendo como justo y merecido el castigo debido a sus errores, aunque sea tan terrible: “¡Ay de mí! A nadie, a nadie sino a mí se culpe jamás de este crimen. Yo te he muerto, hijo; yo, desdichado, lo confieso abiertamente. Sacadme de aquí, oh siervos, cuanto antes; sacadme fuera: mi vida es ya de los muertos.”; “Sacad fuera de aquí a un hombre criminal; pues sin quererlo yo te he dado la muerte, ¡oh hijo mío!, y a ésta también, ¡ay desventurada! No sé en cuál de los dos poner mis ojos. No sé adónde volverme. Todo era calamidad cuanto tenía en mis manos, y otro golpe, otro insufrible golpe del Destino, se ha descargado sobre mi cabeza.”. Estos parlamentos tienen el objetivo de que el espectador sufra con el héroe en desgracia, y reciba un aprendizaje: toda acción impía será castigada, el pecado de hybris será castigado, nadie puede escapar de su Moira.

   Este proceso no lo padece Antígona, pues si bien en el Episodio 4, al ser conducida a su muerte en vida (la encierran en una caverna tapiada con rocas) se lamenta por morir joven y sin haber podido cumplir con ciertos roles propios de la mujer en esa sociedad patriarcal, como desposarse y tener hijos, además de quejarse porque morirá injustamente, por defender lo correcto, como era dar sepultura a su hermano en cumplimiento de las leyes sagradas, ella nunca se arrepiente de sus acciones, y no lo hace porque considera que hizo lo que debía, cumpliendo con su deber. Por tanto, también por este motivo notamos que Antígona es la antagonista, no la protagonista de la obra.

6-      EL HÉROE DE LA ANTIGUA TRAGEDIA GRIEGA NO RECIBE LA MUERTE COMO CASTIGO. Contrariamente a lo que ocurre siglos después en las obras trágicas, el héroe no muere al finalizar la obra, sellando de esta manea el concepto de castigo. Para los antiguos griegos, el castigo se entendía de otra manera. El héroe debía quedar vivo para sufrir las consecuencias de sus acciones y dar ejemplo al resto de la sociedad de lo que no debe hacerse. Por esto, si bien en el final Creonte desea morir (lo expresa al menos tres veces: “¿No habrá alguien que empuñe espada de doble filo y me atraviese la frente?”; “Sacadme de aquí, oh siervos, cuanto antes; sacadme fuera; mi vida es ya de los muertos”; “Venga, venga la que es para mí la más venturosa de las suertes, la que me traiga el término de mis días, el final; venga, y no amanezca para mí otro día.”, el poeta no le concede lo que para el héroe en desgracia sería un alivio o descanso: debe vivir para contemplar su propia desgracia y padecer el cumplimiento de su justo castigo. Creonte es retirado de escena por sus sirvientes, pero está vivo, y si muere (en algún momento ocurrirá, porque es mortal), será más adelante, por fuera de la obra, y no como parte del castigo.

   Antígona en cambio muere antes de finalizar la obra por su propia mano, no llega al final mismo con lo cual tampoco cumple este requisito necesario para ser quien protagonice la tragedia.

7-      EL MENSAJE FINAL DEL CORO SE REFIERE A CREONTE, Y NO A ANTÍGONA. Todo el Éxodo está dedicado a Creonte y su sufrimiento. Esto también lo revela como el héroe trágico de la obra. Es el centro, es de quien se habla y quien expresa su arrepentimiento y dolor. Es con él con quien debe empatizar el espectador, compadeciéndose de su desgracia. Antígona sólo se menciona al principio del Éxodo cuando un Mensajero relata la situación de su muerte y de la de Hemón, pero todo ello tiene valor y fuerza dramática en tanto pesa sobre la suerte del héroe trágico, del mismo modo que Eurídice aparece un momento nada más para enfatizar la derrota, la pérdida de todo, la culpa que abruma a Creonte. Y para coronar todo este proceso, el mensaje final del Coro al retirarse, se refiere a Creonte inequívocamente, no a Antígona: “Es con mucho la sensatez el primer fundamento de la felicidad. Contra los dioses jamás se ha de ser impío. Las palabras altaneras atraen hacia los soberbios, castigos atroces, y a la vejez, por fin aprenden a ser cuerdos.”. Antígona era joven, y si bien era orgullosa y desmesurada, murió intentando cumplir con las leyes sagradas, por tanto no se la podía acusar de impía. Creonte en cambio sí está en su vejez, y fue impío al no respetar las normas divinas acerca de los rituales que deben realizarse a los muertos. La moraleja es clara: la sofrosine, el estado de equilibrio conseguido gracias a conductas y discursos prudentes, es la cualidad a la cual debe tender todo ser humano, y es la manera de lograr la felicidad y alejarse de la desgracia. Creonte aprendió la lección pero después de haber sufrido la peor desgracia de su vida, como castigo a sus errores.