CREONTE COMO HÉROE
TRÁGICO, ANTÍGONA COMO ANTAGONISTA
Debido a la simpatía que provoca Antígona en el espectador moderno, y a
que el título de la obra de Sófocles la menciona a ella, muchos han afirmado
que Antígona es la protagonista de la tragedia. Sin embargo, si aplicamos el
concepto aristotélico de héroe trágico, podemos concluir que el protagonista de
la obra es Creonte, y no Antígona.
1-
EL HÉROE TRÁGICO ES UN ARISTOI DE
RELEVANCIA EN SU COMUNIDAD. Esto implica que no es un aristoi como otros, sino que es destacado
entre todos. Recordemos que los aristois son los nobles, los individuos de
clase alta que pertenecen a la elite gobernante. El héroe trágico, entonces, es
un aristoi destacado dentro de un grupo que ya de por sí es de clase alta. Esto
ocurre porque, según Aristóteles, el héroe trágico debe estar a una altura elevada,
para que su caída resulte impactante, y deje una enseñanza a la sociedad. Es
importante recordar que para los antiguos griegos, la tragedia cumplía una
función didáctica, donde el mensaje principal expresaba la conveniencia de mantenerse
en sofrosine y evitar el hybris.
Así, los héroes trágicos siempre son
reyes o guerreros importantes, personajes de gran estatura social, de mucho
prestigio. En “Antígona” el aristoi de relevancia es Creonte, pues ocupa el
cargo de rey y detenta el poder, es el aristoi más importante de la ciudad de
Tebas, y sus decisiones influyen sobre el resto de la comunidad, sobre la
ciudad entera, en tanto Antígona es una
princesa pero caída en desgracia por su historia familiar, y por ser mujer en
esa sociedad patriarcal no puede ocupar cargos públicos importantes. Incluso en
el principio de la obra, si bien Creonte se equivoca al decretar no realizarle
exequias a Polinices, el Consejo de Ancianos lo apoya por respeto a su
investidura (le dice el Corifeo, en el Episodio 1: “Esa es tu voluntad, Creón, hijo de Meneceo; en tu mano está dar las
leyes que gustes, así sobre los muertos como sobre los que vivimos todavía.”).
2-
EL HÉROE TRÁGICO ES FALIBLE, PERO NO
RUIN. Según
Aristóteles, el espectador debe identificarse con el héroe trágico, debe sentir
lo que denomina sympatheia, que significa sufrir con, identificarse con ese
personaje, percibir sus errores y compadecerse por su castigo y sufrimiento, aun
considerándolo justo, para sufrir el proceso de catarsis (purificación,
transformación). Pero para poder sentir esa simpatía, es necesario que el héroe
no sea un individuo ruin. Debe cometer errores pero no por maldad, sino por ser
vulnerable a la equivocación (falible) o por ignorancia (lo que se conoce como
hamartía). Si el individuo es ruin, malvado, ningún espectador se identificaría
con él, ni sentiría compasión por su sufrimiento. Creonte cumple con estos requisitos,
puesto que cuando prohíbe rendir honras fúnebres a uno de sus sobrinos (Polinices),
aunque la orden es atroz, lo hace pensando que hace justicia, ya que considera
a Polinices un traidor a la patria. No lo mueve la crueldad, sino una
percepción errónea de justicia, y el objetivo de dejar un mensaje moral a sus
súbditos. Pretende demostrar que como rey, no se deja llevar por lazos
personales para gobernar (en el Episodio 1 proclama al Corifeo “aquel que considera más a sus amigos que a
su patria, en nada lo estimo”), y que quien traicione será condenado
duramente (“Sólo quien se muestre amante
de mi patria será honrado por mí, muerto lo mismo que vivo”, Episodio 1).
Sus intenciones son buenas, pero al decidir que no se sepulte a Polinices se
excede, y por ello Creonte será castigado por los dioses (su error es
comprensible, pero igualmente grave, y por eso es justo que reciba un castigo).
En cuanto a Antígona, no es ruin, sino todo lo contrario, y los errores que
comete son la consecuencia de dos factores: el efecto de la maldición que había
caído sobre Layo, y afecta a tres generaciones (ella forma parte de la tercera
generación), por lo cual, según su Moira, su fin será trágico; y la decisión errónea de Creonte, puesto que
si el rey no hubiera decidido realizar las honras fúnebres sólo a Etéocles,
dejando insepulto a Polinices, el conflicto no se hubiera producido, ya que
Antígona como hermana de ambos habría cumplido con los ritos como se esperaba
en la sociedad griega de ese entonces y no se habrían desencadenado los hechos
que condujeron al suicidio a Antígona, y finalmente a la caída de Creonte.
3-
EL HÉROE TRÁGICO COMIENZA LA OBRA EN
LA CÚSPIDE DE SU PODER Y FINALIZA PERDIÉNDOLO TODO (CAÍDA). El individuo más importante y
poderoso de una polis griega es el rey. Creonte siempre estuvo asociado a la
realeza, ya que era hermano de Yocasta, inicialmente esposa de Layo y luego de
Edipo, y reina en ambos casos. Cuando Edipo debe dejar el trono al descubrirse
sus crímenes involuntarios (asesinó a su padre, y se casó con su propia madre),
los hijos varones de Edipo, herederos del trono, eran niños y aún no podían
gobernar, por tanto Creonte toma el poder como regente, hasta que cumplieran la
mayoría de edad. Pero Etéocles y Polinices luchan por el trono y se matan el
uno al otro. En el momento en que comienza la obra “Antígona”, Creonte había
ocupado el trono nuevamente, esta vez por la muerte de los hijos de Edipo, y por
tanto había alcanzado la cumbre de su poder. Es respetado por los ciudadanos y
por el Consejo de Ancianos.
Sin embargo, esta situación cambia en
el transcurso de la obra mediante lo que se conoce como peripecia. La peripecia
es un cambio repentino de situación, debido a un imprevisto que cambia el
sentido de los sucesos, y los dirige a la dirección contraria. Significa que la
suerte de Creonte cambiará de manera negativa, y pasará de la prosperidad al
infortunio. Este cambio se produce como consecuencia de sus decisiones erradas,
y de su hybris, y es así como en el final de la obra, el que había estado en la
cima del poder y colmado de bienes, tanto afectivos como materiales, cae y lo
pierde todo. Creonte perderá a su hijo, a su esposa (ambos se suicidan como
consecuencia de las decisiones erradas de Creonte), perderá el prestigio, y él
mismo abandonará voluntariamente el trono, pues termina destruido
emocionalmente. La tragedia representa el peor día de la vida del héroe
trágico.
Antígona, por su parte, no comienza la
tragedia en un momento culminante de prosperidad, pues ya perdió a sus padres
de manera funesta, y el día anterior, a sus dos hermanos varones, la familia se
disgregó y quedó desprestigiada debido a los crímenes de Edipo, y están bajo la
maldición que recayó sobre Layo, padeciendo una desgracia tras otra. Para peor,
el rey decreta que no permitirá las honras fúnebres a uno de sus hermanos, lo
cual lesiona sus derechos. No podemos decir, por tanto, que comience en su
mejor momento, ni en estado de sofrosine. Su primera aparición en escena lo
confirma, cuando en el Prólogo habla con Ismena y le anuncia lo que Creonte
decretó, e informa que va a desobedecerlo, a pesar de que Ismena le sugiere que
se mantenga en sofrosine.
4-
EL HÉROE TRÁGICO ES ELOCUENTE Y POSEE
UN LENGUAJE ELEVADO. Uno
de los planteos aristotélicos es que la tragedia nos muestra en acción a los mejores,
representando hechos graves, por oposición a la comedia, donde se muestra a
personajes de clase baja que causan risa al espectador con sus vicisitudes. Por
este motivo el lenguaje de la tragedia debe ser altamente retórico, con un
vocabulario elevado, y el discurso de mayor calidad y elevación queda a cargo
del protagonista, o sea, del héroe trágico, que en este caso es Creonte. Si
bien Antígona, por ser una aristoi, al igual que Ismena, emplean un lenguaje de
calidad, con recursos retóricos, y muestran elocuencia, quien se destaca en
este sentido es Creonte. Un ejemplo claro es en el Episodio 2, cuando dirigiéndose
al Corifeo, expresa acerca de Antígona: “Pues
los espíritus más inflexibles son los que ceden más fácilmente; y muchas veces
verás que el resistente hierro, cocido al fuego, después de frío se quiebra y
se rompe. Con un pequeño freno sé domar yo a los enfurecidos caballos; no puede
tener altivos pensamientos quien es esclavo de otro.”. Este fragmento reúne
varios recursos retóricos (enumeración, imágenes, analogías) y tiene un alto componente
metafórico. Otros ejemplos de lenguaje elevado: en el Episodio 5, a Tiresias: “¡Anciano! Como flecheros contra el blanco,
así estáis todos disparando contra mí y ni siquiera he quedado libre de tu arte
adivinatorio”, y luego, al Corifeo: “Yo
también lo sé y tengo el espíritu turbado; porque si es cosa dura el ceder,
también es duro arriesgarse a estrellar mi pasión contra la fatalidad”. Ya
en el Éxodo, finalizando la tragedia, aparece Creonte en escena cargando el
cadáver de su hijo Hemón y lamentándose: “fue
algún dios el que alzó, en aquel entonces, su pesada mano y la descargó sobre
mi cabeza y me empujó por tan crueles senderos, derribando y pisoteando mi
ventura.”, y cuando le anuncian que su esposa Eurídice se suicidó al
enterarse de la muerte de su hijo, acusando a Creonte de ser el culpable,
Creonte exclama: “Sacad fuera de aquí a
un hombre criminal; pues sin quererlo yo te he dado la muerte, ¡oh hijo mío!, y
a ésta también, ¡ay desventurada! No sé en cuál de los dos poner mis ojos. No
sé adónde volverme. Todo era calamidad cuanto tenía en mis manos, y otro golpe,
otro insufrible golpe del Destino, se ha descargado sobre mi cabeza.”.
A su vez, los discursos de Creonte,
estemos de acuerdo con sus ideas o no, nunca son discursos vacíos o de escaso
contenido, sino que siempre plantean temas importantes, con conceptos tales
como: patria, lealtad y traición, justicia, heroicidad y ruindad, los deberes
de un rey, el rol de una mujer y de un hombre en la sociedad, la Moira, etc.
5-
EL HÉROE TRÁGICO DEBE CUMPLIR EL
PROCESO DE ANAGNÓRISIS. Aristóteles afirma que el héroe debe cumplir un proceso en el
transcurrir de la obra, que se resume así: comienza en estado de equilibrio
(sofrosine), pero al cometer un grave error (por hybris, por hamartía, o ceguera
trágica) entra en crisis, y el equilibrio sólo se restablece cuando, después de
comprender y reconocer que se equivocó, el héroe se arrepiente de sus faltas y
asume como justo el castigo recibido. A este reconocimiento del error,
arrepentimiento por haberlo cometido, lamento por las consecuencias, y
aceptación del castigo, se le denomina anagnórisis.
Veamos cómo se da este proceso en
Creonte. Al iniciar la obra, la situación bélica que aquejaba a Tebas había
terminado al matarse entre sí, en lucha, Etéocles y Polinices. Creonte acaba de
tomar el poder, y como reciente rey, dictamina que se honre como héroe a Eteócles,
en tanto prohíbe las exequias a Polinices. Este decreto es difundido por toda
la ciudad, y la población, con temor, obedece. El Consejo de Ancianos lo adula,
brindándole apoyo. En ese momento Creonte se encuentra en la cumbre de su
poder, y podríamos decir, en un relativo estado de equilibrio (sofrosine). Sin
embargo, ese equilibrio prontamente se quiebra porque la orden de no sepultar a
uno de sus sobrinos quebranta las leyes sagradas, cayendo así el protagonista
en hybris. Su exceso ofende a las divinidades, porque siendo un mortal pretende
equipararse a los dioses al establecer una ley que contradice las normas
divinas, irrespetando su Moira. Este grave error Creonte lo comete sin
conciencia de estar errando, pues su ceguera trágica le impide darse cuenta a
tiempo de su fallo. Se mezclan así dos errores: el hybris (el exceso, la
desmesura, representados en general por la soberbia), y la hamartía (el error
provocado por la ignorancia, por desconocer algo que habría sido imprescindible
saber para no tomar decisiones equivocadas). La condena a Antígona es un claro
ejemplo de la hamartía de Creonte, pues incapaz de ver las motivaciones que
mueven a Antígona, y las consecuencias que condenarla a muerte podrían traer,
se obstina en sus decisiones erróneas, que quedan encadenadas entre sí: unas
provocan a las otras, hasta precipitarse en el funesto final. Sin embargo,
antes de que caiga sobre él el castigo, aparece un personaje (que
paradójicamente es ciego) para ayudarlo a ver: se trata del adivino Tiresias.
Es en la discusión que Creonte tiene con Tiresias, en el Episodio 5, que
comienza su proceso de anagnórisis. Primero se resiste a escuchar los
vaticinios y consejos del sabio ciego, pero luego reflexiona y teme. Tiresias
le anuncia sucesos fatídicos: “No han de
cumplirse ya muchas vueltas del sol, en su veloz carrera, sin que tú mismo veas
entregado, muerto por muerto, a un hijo de tu propia sangre; porque han echado
al mundo de abajo a quien es del de arriba, encerrando indignamente a un vivo
en una tumba, y retienes aquí un cadáver, posesión de los dioses infernales,
sin sepulcro, sin exequias, sin respeto. En lo cual no tienes tú poder ni
tampoco los dioses de aquí arriba. Todos son atropellos cometidos por ti. Pero
vengadoras lentas, aunque certeras, de este crimen, están ya acechándote las
Furias del Hades y de los dioses, para que tú mismo te veas arrollado por esos
males.” Claramente Tiresias vaticina las desgracias que ocurrirán pronto en
la vida de Creonte como castigo a sus errores: ordenó sepultar a la viva
(Antígona) y no sepultar al muerto (Polinices), y las Furias vengadoras se
cobrarán estos pecados en muertos (su hijo Hemón y su esposa Eurídice, quienes
se suicidarán). Creonte en un principio acusa a Tiresias de mentir, de ser
codicioso y pretender dinero, pero luego que el adivino ciego le anuncia estas
desgracias y se va de escena, el Corifeo le recuerda a Creonte que Tiresias
siempre ha acertado en sus vaticinios, y Creonte reconoce que así es, y que
luego de escucharlo, quedó turbado. Finalmente, ordena que sepulten al muerto,
y vayan luego a liberar a Antígona, retractándose de sus decretos anteriores.
Al salir de escena, terminando el Episodio 5, concluye: “Me voy pensando que es lo mejor llegar al fin de la vida respetando
las leyes establecidas.”. Esta reflexión revela que la anagnórisis dio
comienzo. Dudó, reflexionó, medita acerca de sus decisiones anteriores, y
concluye que se equivocó. Entró en razón, según los criterios morales de esa
sociedad. El problema es que ya es tarde. No podrá evitar las consecuencias de
sus actos anteriores, porque ya todo está en marcha. Incluso aun cuando quiere
reparar sus errores, equivoca el orden de las acciones: debió intentar liberar
a Antígona primero, y luego ir por el cadáver, pero lo hizo en el orden
contrario y los hechos se precipitaron inevitablemente. En el Éxodo nos
enteramos que Hemón fue a rescatar a su prometida, pero no llegó a tiempo, pues
Antígona ya se había suicidado, ahorcándose. Su desesperación es tal, que
cuando llega su padre, lo encuentra abrazado al cadáver de su prometida, muerta
prematuramente. Desquiciado por el dolor y la ira, intenta matar a su padre,
pero no lo consigue, y termina suicidándose, clavándose la espada a sí mismo,
yaciendo junto a su prometida. Eurídice, esposa de Creonte, escucha los tristes
sucesos y entra en silencio al palacio. Cuando Creonte llega trayendo el
cadáver de su hijo, trastornado por el dolor y el arrepentimiento, debe
enterarse que su esposa se dio muerte acusándolo de ser el asesino de su hijo. Las
desgracias que Tiresias le había anunciado se cumplen, y Creonte se asume como
responsable y culpable. Esto también forma parte del proceso de la anagnórisis.
Finaliza reconociendo como justo y merecido el castigo debido a sus errores,
aunque sea tan terrible: “¡Ay de mí! A
nadie, a nadie sino a mí se culpe jamás de este crimen. Yo te he muerto, hijo;
yo, desdichado, lo confieso abiertamente. Sacadme de aquí, oh siervos, cuanto
antes; sacadme fuera: mi vida es ya de los muertos.”; “Sacad fuera de aquí a un
hombre criminal; pues sin quererlo yo te he dado la muerte, ¡oh hijo mío!, y a
ésta también, ¡ay desventurada! No sé en cuál de los dos poner mis ojos. No sé
adónde volverme. Todo era calamidad cuanto tenía en mis manos, y otro golpe,
otro insufrible golpe del Destino, se ha descargado sobre mi cabeza.”. Estos
parlamentos tienen el objetivo de que el espectador sufra con el héroe en
desgracia, y reciba un aprendizaje: toda acción impía será castigada, el pecado
de hybris será castigado, nadie puede escapar de su Moira.
Este proceso no lo padece Antígona, pues si
bien en el Episodio 4, al ser conducida a su muerte en vida (la encierran en
una caverna tapiada con rocas) se lamenta por morir joven y sin haber podido
cumplir con ciertos roles propios de la mujer en esa sociedad patriarcal, como
desposarse y tener hijos, además de quejarse porque morirá injustamente, por
defender lo correcto, como era dar sepultura a su hermano en cumplimiento de
las leyes sagradas, ella nunca se arrepiente de sus acciones, y no lo hace
porque considera que hizo lo que debía, cumpliendo con su deber. Por tanto,
también por este motivo notamos que Antígona es la antagonista, no la
protagonista de la obra.
6-
EL HÉROE DE LA ANTIGUA TRAGEDIA
GRIEGA NO RECIBE LA MUERTE COMO CASTIGO. Contrariamente a lo que ocurre siglos después en las
obras trágicas, el héroe no muere al finalizar la obra, sellando de esta manea
el concepto de castigo. Para los antiguos griegos, el castigo se entendía de
otra manera. El héroe debía quedar vivo para sufrir las consecuencias de sus
acciones y dar ejemplo al resto de la sociedad de lo que no debe hacerse. Por
esto, si bien en el final Creonte desea morir (lo expresa al menos tres veces: “¿No habrá alguien que empuñe espada de
doble filo y me atraviese la frente?”; “Sacadme de aquí, oh siervos, cuanto
antes; sacadme fuera; mi vida es ya de los muertos”; “Venga, venga la que es para
mí la más venturosa de las suertes, la que me traiga el término de mis días, el
final; venga, y no amanezca para mí otro día.”, el poeta no le concede lo
que para el héroe en desgracia sería un alivio o descanso: debe vivir para
contemplar su propia desgracia y padecer el cumplimiento de su justo castigo.
Creonte es retirado de escena por sus sirvientes, pero está vivo, y si muere
(en algún momento ocurrirá, porque es mortal), será más adelante, por fuera de
la obra, y no como parte del castigo.
Antígona en cambio muere antes de
finalizar la obra por su propia mano, no llega al final mismo con lo cual
tampoco cumple este requisito necesario para ser quien protagonice la tragedia.
7-
EL MENSAJE FINAL DEL CORO SE REFIERE
A CREONTE, Y NO A ANTÍGONA. Todo el Éxodo está dedicado a Creonte y su sufrimiento. Esto también lo
revela como el héroe trágico de la obra. Es el centro, es de quien se habla y
quien expresa su arrepentimiento y dolor. Es con él con quien debe empatizar el
espectador, compadeciéndose de su desgracia. Antígona sólo se menciona al
principio del Éxodo cuando un Mensajero relata la situación de su muerte y de
la de Hemón, pero todo ello tiene valor y fuerza dramática en tanto pesa sobre
la suerte del héroe trágico, del mismo modo que Eurídice aparece un momento
nada más para enfatizar la derrota, la pérdida de todo, la culpa que abruma a
Creonte. Y para coronar todo este proceso, el mensaje final del Coro al
retirarse, se refiere a Creonte inequívocamente, no a Antígona: “Es con mucho la sensatez el primer
fundamento de la felicidad. Contra los dioses jamás se ha de ser impío. Las
palabras altaneras atraen hacia los soberbios, castigos atroces, y a la vejez,
por fin aprenden a ser cuerdos.”. Antígona era joven, y si bien era
orgullosa y desmesurada, murió intentando cumplir con las leyes sagradas, por
tanto no se la podía acusar de impía. Creonte en cambio sí está en su vejez, y
fue impío al no respetar las normas divinas acerca de los rituales que deben
realizarse a los muertos. La moraleja es clara: la sofrosine, el estado de
equilibrio conseguido gracias a conductas y discursos prudentes, es la cualidad
a la cual debe tender todo ser humano, y es la manera de lograr la felicidad y
alejarse de la desgracia. Creonte aprendió la lección pero después de haber
sufrido la peor desgracia de su vida, como castigo a sus errores.
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