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sábado, 31 de julio de 2021

ANTÍGONA: CREONTE HÉROE TRÁGICO, ANTÍGONA ANTAGONISTA

 

CREONTE COMO HÉROE TRÁGICO, ANTÍGONA COMO ANTAGONISTA

 

   Debido a la simpatía que provoca Antígona en el espectador moderno, y a que el título de la obra de Sófocles la menciona a ella, muchos han afirmado que Antígona es la protagonista de la tragedia. Sin embargo, si aplicamos el concepto aristotélico de héroe trágico, podemos concluir que el protagonista de la obra es Creonte, y no Antígona.



1-      EL HÉROE TRÁGICO ES UN ARISTOI DE RELEVANCIA EN SU COMUNIDAD. Esto implica que no es un aristoi como otros, sino que es destacado entre todos. Recordemos que los aristois son los nobles, los individuos de clase alta que pertenecen a la elite gobernante. El héroe trágico, entonces, es un aristoi destacado dentro de un grupo que ya de por sí es de clase alta. Esto ocurre porque, según Aristóteles, el héroe trágico debe estar a una altura elevada, para que su caída resulte impactante, y deje una enseñanza a la sociedad. Es importante recordar que para los antiguos griegos, la tragedia cumplía una función didáctica, donde el mensaje principal expresaba la conveniencia de mantenerse en sofrosine y evitar el hybris.

   Así, los héroes trágicos siempre son reyes o guerreros importantes, personajes de gran estatura social, de mucho prestigio. En “Antígona” el aristoi de relevancia es Creonte, pues ocupa el cargo de rey y detenta el poder, es el aristoi más importante de la ciudad de Tebas, y sus decisiones influyen sobre el resto de la comunidad, sobre la ciudad entera,  en tanto Antígona es una princesa pero caída en desgracia por su historia familiar, y por ser mujer en esa sociedad patriarcal no puede ocupar cargos públicos importantes. Incluso en el principio de la obra, si bien Creonte se equivoca al decretar no realizarle exequias a Polinices, el Consejo de Ancianos lo apoya por respeto a su investidura (le dice el Corifeo, en el Episodio 1: “Esa es tu voluntad, Creón, hijo de Meneceo; en tu mano está dar las leyes que gustes, así sobre los muertos como sobre los que vivimos todavía.”).

2-      EL HÉROE TRÁGICO ES FALIBLE, PERO NO RUIN. Según Aristóteles, el espectador debe identificarse con el héroe trágico, debe sentir lo que denomina sympatheia, que significa sufrir con, identificarse con ese personaje, percibir sus errores y compadecerse por su castigo y sufrimiento, aun considerándolo justo, para sufrir el proceso de catarsis (purificación, transformación). Pero para poder sentir esa simpatía, es necesario que el héroe no sea un individuo ruin. Debe cometer errores pero no por maldad, sino por ser vulnerable a la equivocación (falible) o por ignorancia (lo que se conoce como hamartía). Si el individuo es ruin, malvado, ningún espectador se identificaría con él, ni sentiría compasión por su sufrimiento. Creonte cumple con estos requisitos, puesto que cuando prohíbe rendir honras fúnebres a uno de sus sobrinos (Polinices), aunque la orden es atroz, lo hace pensando que hace justicia, ya que considera a Polinices un traidor a la patria. No lo mueve la crueldad, sino una percepción errónea de justicia, y el objetivo de dejar un mensaje moral a sus súbditos. Pretende demostrar que como rey, no se deja llevar por lazos personales para gobernar (en el Episodio 1 proclama al Corifeo “aquel que considera más a sus amigos que a su patria, en nada lo estimo”), y que quien traicione será condenado duramente (“Sólo quien se muestre amante de mi patria será honrado por mí, muerto lo mismo que vivo”, Episodio 1). Sus intenciones son buenas, pero al decidir que no se sepulte a Polinices se excede, y por ello Creonte será castigado por los dioses (su error es comprensible, pero igualmente grave, y por eso es justo que reciba un castigo). En cuanto a Antígona, no es ruin, sino todo lo contrario, y los errores que comete son la consecuencia de dos factores: el efecto de la maldición que había caído sobre Layo, y afecta a tres generaciones (ella forma parte de la tercera generación), por lo cual, según su Moira, su fin será trágico;  y la decisión errónea de Creonte, puesto que si el rey no hubiera decidido realizar las honras fúnebres sólo a Etéocles, dejando insepulto a Polinices, el conflicto no se hubiera producido, ya que Antígona como hermana de ambos habría cumplido con los ritos como se esperaba en la sociedad griega de ese entonces y no se habrían desencadenado los hechos que condujeron al suicidio a Antígona, y finalmente a la caída de Creonte.

3-      EL HÉROE TRÁGICO COMIENZA LA OBRA EN LA CÚSPIDE DE SU PODER Y FINALIZA PERDIÉNDOLO TODO (CAÍDA). El individuo más importante y poderoso de una polis griega es el rey. Creonte siempre estuvo asociado a la realeza, ya que era hermano de Yocasta, inicialmente esposa de Layo y luego de Edipo, y reina en ambos casos. Cuando Edipo debe dejar el trono al descubrirse sus crímenes involuntarios (asesinó a su padre, y se casó con su propia madre), los hijos varones de Edipo, herederos del trono, eran niños y aún no podían gobernar, por tanto Creonte toma el poder como regente, hasta que cumplieran la mayoría de edad. Pero Etéocles y Polinices luchan por el trono y se matan el uno al otro. En el momento en que comienza la obra “Antígona”, Creonte había ocupado el trono nuevamente, esta vez por la muerte de los hijos de Edipo, y por tanto había alcanzado la cumbre de su poder. Es respetado por los ciudadanos y por el Consejo de Ancianos.

   Sin embargo, esta situación cambia en el transcurso de la obra mediante lo que se conoce como peripecia. La peripecia es un cambio repentino de situación, debido a un imprevisto que cambia el sentido de los sucesos, y los dirige a la dirección contraria. Significa que la suerte de Creonte cambiará de manera negativa, y pasará de la prosperidad al infortunio. Este cambio se produce como consecuencia de sus decisiones erradas, y de su hybris, y es así como en el final de la obra, el que había estado en la cima del poder y colmado de bienes, tanto afectivos como materiales, cae y lo pierde todo. Creonte perderá a su hijo, a su esposa (ambos se suicidan como consecuencia de las decisiones erradas de Creonte), perderá el prestigio, y él mismo abandonará voluntariamente el trono, pues termina destruido emocionalmente. La tragedia representa el peor día de la vida del héroe trágico.

   Antígona, por su parte, no comienza la tragedia en un momento culminante de prosperidad, pues ya perdió a sus padres de manera funesta, y el día anterior, a sus dos hermanos varones, la familia se disgregó y quedó desprestigiada debido a los crímenes de Edipo, y están bajo la maldición que recayó sobre Layo, padeciendo una desgracia tras otra. Para peor, el rey decreta que no permitirá las honras fúnebres a uno de sus hermanos, lo cual lesiona sus derechos. No podemos decir, por tanto, que comience en su mejor momento, ni en estado de sofrosine. Su primera aparición en escena lo confirma, cuando en el Prólogo habla con Ismena y le anuncia lo que Creonte decretó, e informa que va a desobedecerlo, a pesar de que Ismena le sugiere que se mantenga en sofrosine.

4-      EL HÉROE TRÁGICO ES ELOCUENTE Y POSEE UN LENGUAJE ELEVADO. Uno de los planteos aristotélicos es que la tragedia nos muestra en acción a los mejores, representando hechos graves, por oposición a la comedia, donde se muestra a personajes de clase baja que causan risa al espectador con sus vicisitudes. Por este motivo el lenguaje de la tragedia debe ser altamente retórico, con un vocabulario elevado, y el discurso de mayor calidad y elevación queda a cargo del protagonista, o sea, del héroe trágico, que en este caso es Creonte. Si bien Antígona, por ser una aristoi, al igual que Ismena, emplean un lenguaje de calidad, con recursos retóricos, y muestran elocuencia, quien se destaca en este sentido es Creonte. Un ejemplo claro es en el Episodio 2, cuando dirigiéndose al Corifeo, expresa acerca de Antígona: “Pues los espíritus más inflexibles son los que ceden más fácilmente; y muchas veces verás que el resistente hierro, cocido al fuego, después de frío se quiebra y se rompe. Con un pequeño freno sé domar yo a los enfurecidos caballos; no puede tener altivos pensamientos quien es esclavo de otro.”. Este fragmento reúne varios recursos retóricos (enumeración, imágenes, analogías) y tiene un alto componente metafórico. Otros ejemplos de lenguaje elevado: en el Episodio 5, a Tiresias: “¡Anciano! Como flecheros contra el blanco, así estáis todos disparando contra mí y ni siquiera he quedado libre de tu arte adivinatorio”, y luego, al Corifeo: “Yo también lo sé y tengo el espíritu turbado; porque si es cosa dura el ceder, también es duro arriesgarse a estrellar mi pasión contra la fatalidad”. Ya en el Éxodo, finalizando la tragedia, aparece Creonte en escena cargando el cadáver de su hijo Hemón y lamentándose: “fue algún dios el que alzó, en aquel entonces, su pesada mano y la descargó sobre mi cabeza y me empujó por tan crueles senderos, derribando y pisoteando mi ventura.”, y cuando le anuncian que su esposa Eurídice se suicidó al enterarse de la muerte de su hijo, acusando a Creonte de ser el culpable, Creonte exclama: “Sacad fuera de aquí a un hombre criminal; pues sin quererlo yo te he dado la muerte, ¡oh hijo mío!, y a ésta también, ¡ay desventurada! No sé en cuál de los dos poner mis ojos. No sé adónde volverme. Todo era calamidad cuanto tenía en mis manos, y otro golpe, otro insufrible golpe del Destino, se ha descargado sobre mi cabeza.”.

   A su vez, los discursos de Creonte, estemos de acuerdo con sus ideas o no, nunca son discursos vacíos o de escaso contenido, sino que siempre plantean temas importantes, con conceptos tales como: patria, lealtad y traición, justicia, heroicidad y ruindad, los deberes de un rey, el rol de una mujer y de un hombre en la sociedad, la Moira,  etc.

5-      EL HÉROE TRÁGICO DEBE CUMPLIR EL PROCESO DE ANAGNÓRISIS. Aristóteles afirma que el héroe debe cumplir un proceso en el transcurrir de la obra, que se resume así: comienza en estado de equilibrio (sofrosine), pero al cometer un grave error (por hybris, por hamartía, o ceguera trágica) entra en crisis, y el equilibrio sólo se restablece cuando, después de comprender y reconocer que se equivocó, el héroe se arrepiente de sus faltas y asume como justo el castigo recibido. A este reconocimiento del error, arrepentimiento por haberlo cometido, lamento por las consecuencias, y aceptación del castigo, se le denomina anagnórisis.

   Veamos cómo se da este proceso en Creonte. Al iniciar la obra, la situación bélica que aquejaba a Tebas había terminado al matarse entre sí, en lucha, Etéocles y Polinices. Creonte acaba de tomar el poder, y como reciente rey, dictamina que se honre como héroe a Eteócles, en tanto prohíbe las exequias a Polinices. Este decreto es difundido por toda la ciudad, y la población, con temor, obedece. El Consejo de Ancianos lo adula, brindándole apoyo. En ese momento Creonte se encuentra en la cumbre de su poder, y podríamos decir, en un relativo estado de equilibrio (sofrosine). Sin embargo, ese equilibrio prontamente se quiebra porque la orden de no sepultar a uno de sus sobrinos quebranta las leyes sagradas, cayendo así el protagonista en hybris. Su exceso ofende a las divinidades, porque siendo un mortal pretende equipararse a los dioses al establecer una ley que contradice las normas divinas, irrespetando su Moira. Este grave error Creonte lo comete sin conciencia de estar errando, pues su ceguera trágica le impide darse cuenta a tiempo de su fallo. Se mezclan así dos errores: el hybris (el exceso, la desmesura, representados en general por la soberbia), y la hamartía (el error provocado por la ignorancia, por desconocer algo que habría sido imprescindible saber para no tomar decisiones equivocadas). La condena a Antígona es un claro ejemplo de la hamartía de Creonte, pues incapaz de ver las motivaciones que mueven a Antígona, y las consecuencias que condenarla a muerte podrían traer, se obstina en sus decisiones erróneas, que quedan encadenadas entre sí: unas provocan a las otras, hasta precipitarse en el funesto final. Sin embargo, antes de que caiga sobre él el castigo, aparece un personaje (que paradójicamente es ciego) para ayudarlo a ver: se trata del adivino Tiresias. Es en la discusión que Creonte tiene con Tiresias, en el Episodio 5, que comienza su proceso de anagnórisis. Primero se resiste a escuchar los vaticinios y consejos del sabio ciego, pero luego reflexiona y teme. Tiresias le anuncia sucesos fatídicos: “No han de cumplirse ya muchas vueltas del sol, en su veloz carrera, sin que tú mismo veas entregado, muerto por muerto, a un hijo de tu propia sangre; porque han echado al mundo de abajo a quien es del de arriba, encerrando indignamente a un vivo en una tumba, y retienes aquí un cadáver, posesión de los dioses infernales, sin sepulcro, sin exequias, sin respeto. En lo cual no tienes tú poder ni tampoco los dioses de aquí arriba. Todos son atropellos cometidos por ti. Pero vengadoras lentas, aunque certeras, de este crimen, están ya acechándote las Furias del Hades y de los dioses, para que tú mismo te veas arrollado por esos males.” Claramente Tiresias vaticina las desgracias que ocurrirán pronto en la vida de Creonte como castigo a sus errores: ordenó sepultar a la viva (Antígona) y no sepultar al muerto (Polinices), y las Furias vengadoras se cobrarán estos pecados en muertos (su hijo Hemón y su esposa Eurídice, quienes se suicidarán). Creonte en un principio acusa a Tiresias de mentir, de ser codicioso y pretender dinero, pero luego que el adivino ciego le anuncia estas desgracias y se va de escena, el Corifeo le recuerda a Creonte que Tiresias siempre ha acertado en sus vaticinios, y Creonte reconoce que así es, y que luego de escucharlo, quedó turbado. Finalmente, ordena que sepulten al muerto, y vayan luego a liberar a Antígona, retractándose de sus decretos anteriores. Al salir de escena, terminando el Episodio 5, concluye: “Me voy pensando que es lo mejor llegar al fin de la vida respetando las leyes establecidas.”. Esta reflexión revela que la anagnórisis dio comienzo. Dudó, reflexionó, medita acerca de sus decisiones anteriores, y concluye que se equivocó. Entró en razón, según los criterios morales de esa sociedad. El problema es que ya es tarde. No podrá evitar las consecuencias de sus actos anteriores, porque ya todo está en marcha. Incluso aun cuando quiere reparar sus errores, equivoca el orden de las acciones: debió intentar liberar a Antígona primero, y luego ir por el cadáver, pero lo hizo en el orden contrario y los hechos se precipitaron inevitablemente. En el Éxodo nos enteramos que Hemón fue a rescatar a su prometida, pero no llegó a tiempo, pues Antígona ya se había suicidado, ahorcándose. Su desesperación es tal, que cuando llega su padre, lo encuentra abrazado al cadáver de su prometida, muerta prematuramente. Desquiciado por el dolor y la ira, intenta matar a su padre, pero no lo consigue, y termina suicidándose, clavándose la espada a sí mismo, yaciendo junto a su prometida. Eurídice, esposa de Creonte, escucha los tristes sucesos y entra en silencio al palacio. Cuando Creonte llega trayendo el cadáver de su hijo, trastornado por el dolor y el arrepentimiento, debe enterarse que su esposa se dio muerte acusándolo de ser el asesino de su hijo. Las desgracias que Tiresias le había anunciado se cumplen, y Creonte se asume como responsable y culpable. Esto también forma parte del proceso de la anagnórisis. Finaliza reconociendo como justo y merecido el castigo debido a sus errores, aunque sea tan terrible: “¡Ay de mí! A nadie, a nadie sino a mí se culpe jamás de este crimen. Yo te he muerto, hijo; yo, desdichado, lo confieso abiertamente. Sacadme de aquí, oh siervos, cuanto antes; sacadme fuera: mi vida es ya de los muertos.”; “Sacad fuera de aquí a un hombre criminal; pues sin quererlo yo te he dado la muerte, ¡oh hijo mío!, y a ésta también, ¡ay desventurada! No sé en cuál de los dos poner mis ojos. No sé adónde volverme. Todo era calamidad cuanto tenía en mis manos, y otro golpe, otro insufrible golpe del Destino, se ha descargado sobre mi cabeza.”. Estos parlamentos tienen el objetivo de que el espectador sufra con el héroe en desgracia, y reciba un aprendizaje: toda acción impía será castigada, el pecado de hybris será castigado, nadie puede escapar de su Moira.

   Este proceso no lo padece Antígona, pues si bien en el Episodio 4, al ser conducida a su muerte en vida (la encierran en una caverna tapiada con rocas) se lamenta por morir joven y sin haber podido cumplir con ciertos roles propios de la mujer en esa sociedad patriarcal, como desposarse y tener hijos, además de quejarse porque morirá injustamente, por defender lo correcto, como era dar sepultura a su hermano en cumplimiento de las leyes sagradas, ella nunca se arrepiente de sus acciones, y no lo hace porque considera que hizo lo que debía, cumpliendo con su deber. Por tanto, también por este motivo notamos que Antígona es la antagonista, no la protagonista de la obra.

6-      EL HÉROE DE LA ANTIGUA TRAGEDIA GRIEGA NO RECIBE LA MUERTE COMO CASTIGO. Contrariamente a lo que ocurre siglos después en las obras trágicas, el héroe no muere al finalizar la obra, sellando de esta manea el concepto de castigo. Para los antiguos griegos, el castigo se entendía de otra manera. El héroe debía quedar vivo para sufrir las consecuencias de sus acciones y dar ejemplo al resto de la sociedad de lo que no debe hacerse. Por esto, si bien en el final Creonte desea morir (lo expresa al menos tres veces: “¿No habrá alguien que empuñe espada de doble filo y me atraviese la frente?”; “Sacadme de aquí, oh siervos, cuanto antes; sacadme fuera; mi vida es ya de los muertos”; “Venga, venga la que es para mí la más venturosa de las suertes, la que me traiga el término de mis días, el final; venga, y no amanezca para mí otro día.”, el poeta no le concede lo que para el héroe en desgracia sería un alivio o descanso: debe vivir para contemplar su propia desgracia y padecer el cumplimiento de su justo castigo. Creonte es retirado de escena por sus sirvientes, pero está vivo, y si muere (en algún momento ocurrirá, porque es mortal), será más adelante, por fuera de la obra, y no como parte del castigo.

   Antígona en cambio muere antes de finalizar la obra por su propia mano, no llega al final mismo con lo cual tampoco cumple este requisito necesario para ser quien protagonice la tragedia.

7-      EL MENSAJE FINAL DEL CORO SE REFIERE A CREONTE, Y NO A ANTÍGONA. Todo el Éxodo está dedicado a Creonte y su sufrimiento. Esto también lo revela como el héroe trágico de la obra. Es el centro, es de quien se habla y quien expresa su arrepentimiento y dolor. Es con él con quien debe empatizar el espectador, compadeciéndose de su desgracia. Antígona sólo se menciona al principio del Éxodo cuando un Mensajero relata la situación de su muerte y de la de Hemón, pero todo ello tiene valor y fuerza dramática en tanto pesa sobre la suerte del héroe trágico, del mismo modo que Eurídice aparece un momento nada más para enfatizar la derrota, la pérdida de todo, la culpa que abruma a Creonte. Y para coronar todo este proceso, el mensaje final del Coro al retirarse, se refiere a Creonte inequívocamente, no a Antígona: “Es con mucho la sensatez el primer fundamento de la felicidad. Contra los dioses jamás se ha de ser impío. Las palabras altaneras atraen hacia los soberbios, castigos atroces, y a la vejez, por fin aprenden a ser cuerdos.”. Antígona era joven, y si bien era orgullosa y desmesurada, murió intentando cumplir con las leyes sagradas, por tanto no se la podía acusar de impía. Creonte en cambio sí está en su vejez, y fue impío al no respetar las normas divinas acerca de los rituales que deben realizarse a los muertos. La moraleja es clara: la sofrosine, el estado de equilibrio conseguido gracias a conductas y discursos prudentes, es la cualidad a la cual debe tender todo ser humano, y es la manera de lograr la felicidad y alejarse de la desgracia. Creonte aprendió la lección pero después de haber sufrido la peor desgracia de su vida, como castigo a sus errores.