ANÁLISIS DEL CANTO V
DEL INFIERNO DE LA DIVINA COMEDIA
El Canto V del Infierno forma parte de la
Cántica del Infierno. La Divina Comedia
(poema épico –lírico de contenido alegórico) está dividida en tres cánticas: la
del Infierno, la del Purgatorio, y la del Paraíso. Este orden tiene que ver con
la trama de la obra, ya que el protagonista realiza un viaje por los reinos de
ultratumba, comenzando por el reino del Infierno, continuando por el reino del
Purgatorio, y finalizando en el reino del Paraíso. Este viaje, simbólicamente,
alude al intento del ser humano de salvar su alma, saliendo de la oscuridad y
el vicio mediante la fe y la razón, expiando sus culpas, para trascender en un
lugar de luz con la presencia de Dios. Estos conceptos proceden de la
concepción religiosa de Dante Alighieri, que era cristiano católico.
En el Canto V Dante narra su pasaje por el
segundo círculo del reino del Infierno, sitio donde son castigados los lujuriosos.
Recordemos que el Infierno tiene la forma de un cono invertido que posee una
puerta, un vestíbulo, y nueve círculos, y que está dividido en dos grandes
partes: el Alto y el Bajo Infierno. La parte superior del cono corresponde al
Alto Infierno, donde se castigan los pecados por incontinencia, y la inferior,
al Bajo Infierno, donde son castigados los pecados por bestialidad (herejía y
violencia) y por malicia. El segundo
círculo forma parte del Alto Infierno; Dante considera a la lujuria como un pecado
por incontinencia, pues entiende que la lujuria o pecado carnal implica falta de
control sobre el deseo sexual por asociarse a lo pasional, y define a los
lujuriosos como los pecadores carnales que “someten la razón al sentimiento”.
Para llegar a este círculo, el protagonista
primero debió salir de la “selva oscura”,
y trepar por una colina, siendo perturbado por la aparición de tres fieras
(guepardo / pantera dependiendo de la traducción, un león, y una loba) que
representan tres pecados capitales: la lujuria, la soberbia, y la avaricia o
concupiscencia. Cuando Dante ya se consideraba perdido, aparece la sombra de
quien alguna vez fue un hombre y que luego se descubre que se trata de Virgilio,
poeta que Dante admira profundamente, quien le servirá de guía por el reino del
Infierno y el del Purgatorio, pero no podrá acompañarlo al Paraíso porque su
alma estaba condenada en el Limbo, que es el primer círculo del Infierno. Una
vez que se decide que Dante hará ese sobrenatural viaje por los reinos de
ultratumba, con el objetivo de salvar su alma y ayudar a otros a salvarla
(Dante personaje representa a la humanidad) emprenden camino al Infierno, donde
deben atravesar la puerta, de la cual no se brinda una descripción, pero el
narrador transcribe una inscripción que informa a las almas de los condenados
que la enfrentan, del tormento eterno que les espera (“Por mí se va a la ciudad doliente,/por mí se va al eterno dolor,/por
mí se va con la perdida gente./La justicia movió a mi Alto Creador:/me hizo la
Divina Potestad,/la Suma Sabiduría y el primer Amor./En edad sólo puede
aventajarme/lo eterno, y eternamente duro./Dejad toda esperanza, ustedes que
entran.”). Luego de cruzar la puerta se encuentran en un Vestíbulo, donde
Dante se entera por Virgilio que allí son atormentados los indiferentes. Para
seguir adelante por el Reino del Infierno deben cruzar el río Aqueronte, en la
barca de Carón. Al desembarcar se encuentran en el primer círculo, denominado
el Limbo, donde reside habitualmente el alma condenada de Virgilio, que se
encuentra allí junto con escritores y filósofos de la Antigüedad por no haber
sido creyentes del dios que es para Dante el verdadero (el de los cristianos
católicos). También ubica allí a los que murieron sin ser bautizados, incluso
bebés. Es el único lugar con cierta belleza del Infierno, porque quienes
padecen allí no son malvados, sino que no fueron bautizados ni adoraron a Dios,
por lo cual su castigo, a diferencia del resto del Infierno, consiste
simplemente en sentir la tristeza y melancolía de tener que permanecer en ese
lugar eternamente sin poder ver a Dios. Desde el Limbo descienden al segundo
círculo, que como ya dijimos, corresponde al lugar de tormento de los
lujuriosos. Y aquí comienza realmente la estructura típica del Infierno.
A partir de la manera en que Dante presenta
los hechos (Dante cumple tres roles en esta obra: es el autor, el protagonista,
y también el narrador en primera persona) podemos estructurar el canto V en
tres momentos: 1) Llegada de Dante y Virgilio al segundo círculo del Infierno;
la presencia de Minos; 2) Descripción del ambiente y del castigo; mención de
condenados; y 3) Diálogo de Dante con Paolo y Francesca.
Primer
momento-.
Es la parte más breve de las tres en que se
divide el canto. El narrador comienza informando al lector acerca de un dato
estructural del Infierno: debido al formato de cono invertido (la parte más
ancha corresponde a la entrada contra la superficie de la Tierra, y la más estrecha
al vértice contra el centro del planeta), a medida que se va descendiendo en el
reino, el espacio se estrecha y los tormentos son cada vez peores porque los
pecados castigados son más graves,
según el ordenamiento que realiza el autor. Por eso expresa que “menor trecho ceñía más dolor”.
Continúa con la presentación de un
personaje, Minos, de quien dice que gruñía horriblemente (“Stavvi Minòs orribilmente, e ringhia”). En La Divina Comedia, este
personaje es el juez de las almas condenadas. Según se nos relata, cada alma se
presenta frente a él (Dante consigna que son una multitud), y no puede evitar
confesar todas sus culpas. Una vez que esto ocurre, Minos dicta la sentencia de
una manera extraña: “tantas veces el rabo
al cuerpo envuelve/cual grados bajará por su mandato”. O sea que según
cuántas veces enrosca la cola, es el círculo al que el condenado irá; si su
cola da dos vueltas, irá al segundo círculo, si da tres, al tercero, etc. Pero
¿quién es Minos? Es el segundo personaje que Dante toma de la antigua mitología
griega en La Divina Comedia; el primero fue el barquero Carón, en cuya barca
atravesaron el río Aqueronte. En la mitología, Minos era un rey cretense, que
en textos greco latinos aparece luego de su muerte como juez del inframundo,
pero porque se lo considera respetable y sabio. Dante en cambio lo condena al
Infierno, donde tiene la obligación de ser juez de las almas y demonio guardián
del segundo círculo. Los motivos de la condena de Dante, según críticos
literarios, podrían provenir de dos situaciones distintas. La primera tiene que
ver con la siguiente historia: Minos prometió a Poseidón, dios del mar, que sacrificaría
lo primero que surgiera del océano. Poseidón hizo salir un toro, pero a Minos
le pareció tan hermoso, que en lugar de sacrificarlo se lo apropió. En castigo
por haber roto esa promesa, el dios hizo que la reina Pasifae, esposa de Minos,
se enamorara del toro. Ésta le ordenó a Dédalo, arquitecto y hábil artesano,
que construyera en madera un símil de una vaca, con la cual el toro se apareó,
estando Pasifae dentro, y cuenta el mito que ella quedó encinta y luego dio a
luz un hijo monstruoso mitad humano y mitad toro, a quien se le llamó
Minotauro. Minos ordenó a Dédalo que construyera el laberinto de Creta, donde
encerró al Minotauro, al cual se le brindaba un tributo sangriento cada año:
siete hombres jóvenes y siete doncellas que vagaban perdidos en el laberinto,
hasta que el monstruo los hallaba, y los mataba y devoraba. Esto persistió
durante años, hasta que el héroe Teseo consiguió darle muerte. En este caso la
condena que realiza Dante sería consecuencia de la inacción punitiva de Minos
sobre la actitud lujuriosa de Pasifae, permitiendo incluso que el Minotauro
viva y realizando sacrificios humanos para complacerlo. La segunda opción que
puede explicar la condena para Dante, es que el propio Minos era lujurioso e
infiel con su esposa, teniendo múltiples amantes, según algunas versiones
míticas.
El procedimiento que emplea Dante con
personajes mitológicos en el Infierno es juzgarlos con su visión cristiana
católica. A Minos no solamente lo castiga ubicándolo en el Infierno, poniéndolo
en el rol de juez y guardián del círculo de manera irónica, pues en la
mitología griega era juez porque era respetado, y aquí en realidad es un
condenado que además de permanecer en el Infierno, está obligado a trabajar, lo
desee o no, sino que además lo animaliza o bestializa. Por eso nos indica que
gruñía (apoyando auditivamente esa sensación empleando el recurso de la
aliteración, que es la repetición de un sonido, en este caso la repetición de
la erre “orribilmente, e ringhia”,
que se traduce “horriblemente, y gruñía”)
y que tiene cola o rabo.
Su presencia no impone respeto, pero sí
temor. Suponemos que es desagradable a la vista, monstruoso, y tiene una
actitud atemorizante, gruñendo y gritando. Cuando ve a Dante y Virgilio, se
dirige a Dante intentando intimidarlo. Debemos ubicarnos en los ojos y sentir
del protagonista para entender el impacto de esta situación. Dante está
entrando a un lugar horrible, pleno de sensaciones desagradables, oscuro y
cruel, donde acontecen tormentos duros de ver y escuchar para cualquier ser
humano sensible. Y al llegar al segundo círculo, el juez del Infierno, con su
espeluznante apariencia, le grita a él (“¡Oh
tú que vienes al doloroso hospicio[…]mira cómo entras y de quién tú te fías;/no
te engañe la amplitud de la entrada!”).
¿Por qué se dirige a Dante, y no a Virgilio?
Es que Dante está vivo, y Virgilio no, por tanto, quien cumple el rol de juez y
guardián, alerta de que transita el Infierno alguien que no debería estar allí.
Aquí se nota por qué se clasifica esta obra como poema épico lírico.
Centrándonos en lo épico, hay críticos que la definen como epopeya cristiana.
Esto implica que es el relato de las hazañas de un héroe. Y aquí Dante como
protagonista, debe superar desafíos, peligros y obstáculos a lo largo de todo
su viaje por el Infierno, no sólo por ser un ámbito horrendo, sino porque habrá
personajes que intentarán impedir que cumpla su trayecto. Atravesar el Infierno
será una hazaña.
¿Minos amenaza o aconseja? Parece ser una
mezcla de ambas cosas. Pero al interpelar al grito a Dante, y a partir de la
respuesta posterior de Virgilio, sumado a que si está allí no es porque el
autor lo considerase buena persona, hace pensar que es más amenaza que consejo
de buena voluntad. Lo paradójico es que el supuesto consejo que le da, se lo
brinda desde su condición de condenado que ya ha perdido la esperanza, porque
la situación de las almas cuyo destino final es el Infierno, es irreversible y
eterna. Esto también explica la actitud iracunda de Minos. Quienes padecen en este
reino sufren también por sus propios sentimientos negativos: tristeza, dolor,
ira, impotencia, rencor, desesperación.
Centrándonos en sus palabras, lo primero a
lo que refiere es a que ése es un lugar de dolor, y lo define como “hospicio”,
lo cual nos sugiere el abandono a que son sometidos los condenados: a nadie le
importa de ellos, están perdidos. Precisamente por eso es que le recomienda que
no se fíe de nadie. Todos quienes allí están fueron condenados, todos poseen
algún grado de maldad. Indirectamente le sugiere que no confíe siquiera en su
guía, Virgilio. Finalmente, alude a un pasaje del evangelio de Mateo, capítulo
7:13, en que Jesús expresa: “Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la
puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por
ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y
son pocos los que la encuentran.” En otras palabras, es muy fácil tomar el
camino del vicio y de la perdición, lo difícil es sustraerse a la tentación,
sacrificarse y hacer el bien.
Pero Virgilio no está allí solamente para
guiar al protagonista, sino también para colaborar con el designio divino:
Dante debe realizar ese trayecto porque tiene una misión que cumplir, debe
testimoniar sobre su viaje para ayudar a reflexionar a los demás humanos para
que salven su alma. Por tanto, toda vez que hay un obstáculo, Virgilio
intercede, lo protege y defiende. Por esa razón increpa a Minos, poniéndolo en
su lugar: “¿Por qué así gritas?, replicó
mi guía;/no quieras impedir su fatal andar:/así se quiso allá donde se puede/lo
que se quiere, y no preguntes más.” Analizando estas expresiones, Virgilio
insinúa en primera instancia que Minos no es más que un servidor obligado de
Dios; no decide por sí mismo, no tiene poder más que el que Dios desea que
tenga, por tanto, por más que alborote gritando, Dante continuará su trayecto.
Si se observan las palabras de Virgilio, notamos que no aparece la palabra
“Dios” en su vocabulario. Y esto ocurre porque los condenados en el Infierno
tienen prohibido mencionarlo, no pueden pronunciar siquiera la palabra. Por
este motivo, para aludir a la divinidad, el poeta latino se ve forzado a
emplear un recurso denominado perífrasis o circunloquio, que consiste en
emplear más palabras de las necesarias para mencionar algún concepto. En este
caso, por más que haya sido un poeta en vida, no es elección de Virgilio
emplear este recurso literario, sino que está obligado a hacerlo al no poder
mencionar a Dios. Es decir que quien puede lo que quiere, es la divinidad. Esta
perífrasis alusiva a la omnipotencia de Dios, resalta por oposición la
situación de los condenados en el Infierno,
que han perdido la posibilidad de elegir y decidir, perdieron su
libertad (el libre albedrío), y sólo pueden actuar obligadamente, incluso
cuando se estén dañando a sí mismos.
Luego de esta intervención de Virgilio, no
se menciona que Minos le responda, ese silencio es la mejor manera de
mostrarnos su verdadera condición: por más temor que provoque en los condenados,
los demonios guardianes de círculos son también almas que están siendo
castigadas. Dante le quitó a este personaje mitológico toda solemnidad y
honorabilidad, es juez, pero no autoridad.
Segundo
momento-.
En
esta parte del canto Dante describe el ambiente y el castigo de los condenados,
y al preguntarle a Virgilio quiénes son las víctimas del castigo, habilita a
que su guía mencione a algunos personajes célebres que están padeciendo
tormento eterno allí. Es un poco más extensa que el primer momento, algo lógico
ya que se centra en tres aspectos diferentes (ambiente, castigo, mención de
personajes famosos).
Comienza expresando: “Ahora empieza mi oído a ser sensible/a las dolientes notas, ahora
llego/donde me golpea un llanto incontenible.” El momento se inicia
aludiendo a sensaciones auditivas. Tiene sentido, ya que el Infierno es un
lugar oscuro, sin sol ni estrellas, refiriéndose simbólicamente a la ausencia
de Dios, la ausencia de bondad, por tanto, lo primero que percibe Dante al
llegar a este espacio, son los sonidos. Primero escucha, y luego ve. Debemos
comprender la impresión de escuchar gritos de dolor y desesperación, llantos,
insultos, en medio de la oscuridad, sin poder ver, en un sitio hasta ese
momento desconocido para el personaje, un sitio que él sabe es de horror. El
desconcierto, el miedo, la angustia, son los sentimientos naturales frente a
esa situación. Por eso el narrador en primera persona (y protagonista) emplea
el verbo golpear. El llanto, expresión de dolor, lo golpea, no solamente porque
pueda sentir compasión, sino también porque ese lugar de dolor puede ser el
destino de las almas descarriadas, y Dante como representante de la humanidad,
no está exento de caer en él. Por esto Beatriz lo protege y espera de él que
testimonie para ayudar a otras almas.
Dante registra que entra en un lugar “de toda luz mudo”. En este fragmento el
autor aplica un recurso denominado sinestesia, que es una expresión donde una
sensación propia de un sentido se aplica a otra (en este caso, se aplica la
sensación auditiva sobre la visual al referirse a un sitio mudo de luz, cuando
lo que quiere señalar es la ausencia de luz, la oscuridad, algo que se percibe
con la vista, no con el oído). Esa mudez de luz contrasta con el fragor
auditivo “que mugía cual mar
tempestuosa/si es combatida por vientos contrarios”, resaltando por un lado
la carencia (la profunda oscuridad) y por otro el exceso (el sonido similar al
de un mar tormentoso exacerbado por el viento). Hallamos aquí una comparación
que emplea el nexo “cual” o “que”, y una animación. Ésta última implica dotar
de cualidades de un ser vivo, a lo que es inanimado; en este caso, se dice de
ese sitio que muge, como si fuera un animal. En estos dos versos, por tanto, se
acumulan varios recursos retóricos típicos de la lírica (sinestesia, contraste,
comparación y animación), lo cual nos recuerda que el género de la Divina
Comedia reúne lo épico y lo lírico.
¿De dónde procede ese sonido atemorizante?
Dante, respetando aspectos realistas, nos da a entender que el protagonista
habitúa sus ojos a la oscuridad y comienza a ver, y es así como nota que existe
una especie de borrasca o tormenta de viento que nunca cesa, y que empuja a las
almas condenadas para un lado y para otro, golpeándolas entre sí y contra las
paredes, subiéndolas y bajándolas, y entiende que esta tormenta de viento que
provoca el dolor, la ira y la impotencia de las almas condenadas, constituye el
tormento de quienes están siendo castigados en este círculo, que son los
lujuriosos. Dante los define como los “pecadores
que, carnales/someten la razón al sentimiento”. La falta del lujurioso, que
es incapaz de contener sus apetitos sexuales, es la incontinencia, que implica
su incapacidad para controlar el impulso instintivo mediante el uso de la
razón. Dante considera que la razón es la herramienta que Dios otorgó al ser
humano para discernir entre el bien y el mal, y que nos brinda el libre
albedrío. Al acallar la razón, el ser humano es menos humano, más animal, y se
aleja del camino del bien y la virtud. Constituye un pecado, y es por esta
causa que los lujuriosos merecen castigo, además de que prefieren el placer
carnal al alimento del espíritu, anteponiendo lo físico y terrenal, a lo eterno
espiritual.
El castigo de los lujuriosos es un claro ejemplo
del correlato por semejanza entre el pecado cometido y el castigo recibido (en
otros castigos Dante emplea el contrapaso, que es el correlato por oposición).
El viento huracanado que empuja a las almas de los lujuriosos no es más que una
representación simbólica de la pasión que los empujó y movió en vida, anulando
su voluntad y raciocinio. Así como este viento los lleva y trae en el tormento
infernal, el deseo y la búsqueda de placer los empujó en vida.
Para que el lector capte visualmente lo que
el protagonista ve, Dante autor emplea el recurso del símil, que es una
comparación donde el elemento imaginario es extenso y desarrollado, de tal
manera que toma un sentido completo aunque se separe de su contexto. En este
fragmento nos encontramos con dos símiles: el de los estorninos y el de las
grullas. Ambos se basan en la descripción de las acciones de estas aves. En el
caso de los estorninos, el autor recrea su vuelo desordenado para que nos
imaginemos el movimiento caótico que el viento obliga a sostener a las almas
condenadas, que además parecen ir en bandada. Igualmente menciona los gritos
lastimeros de las grullas para que nos hagamos una idea de cómo se lamentan los
condenados. En medio, desliza la idea de que no tienen esperanza de que el
castigo cese o disminuya, y revela que la cantidad de almas castigadas es
numerosa. El motivo de la comparación con aves es obvia: las almas parecen
estar volando por el empuje del viento.
Dante pregunta a su guía quiénes son las
víctimas de la borrasca, empleando el recurso narrativo de establecer un
diálogo entre personajes para dotar de mayor dinamismo a la lectura y
comprensión de los hechos narrados. Al preguntar Dante, Virgilio cumple su rol
de guía y en tanto informa al personaje en la ficción, también es informado el
lector acerca de quiénes están siendo castigados en ese círculo. Otro recurso
que emplea el autor (no debemos olvidar que este texto tiene una intención
didáctica, o sea que pretende dejar una enseñanza) es que en ocasiones no
informa la totalidad, sino que aporta los datos suficientes como para que un
lector atento y culto descubra por sí mismo lo que el texto sugiere. Por
ejemplo, el primer personaje que menciona Virgilio es Semíramis, de la cual,
antes de mencionar su nombre, se nos realiza una detallada explicación de por
qué su alma ha sido condenada en este círculo, contrastando con el siguiente
personaje, al cual se alude, pero no se nos indica su nombre, pero podemos
deducir que se trata de Dido (esposa de Siqueo, quien se suicidó por amor a
Eneas, traicionando así las cenizas de su esposo). En esta enumeración,
Virgilio también menciona a Cleopatra, Helena, Aquiles, Paris y Tristán, y
Dante da a entender que hay muchos más, pero él sólo nos comunica los nombres
de algunos, seguramente para dar a un tiempo la sensación de multitud, pero no
apabullar al lector con información. Se habla de antiguas damas y caballeros, y
notamos que Dante toma personajes históricos, pero también de la ficción, sean
míticos, legendarios o salidos de algún texto literario concreto. Este
ejercicio de conocimiento intelectual nos marca la faceta transicional de Dante
Alighieri de la Edad Media al Renacimiento, ya que se manifiesta medieval en su
concepción religiosa del mundo y el universo, pero humanista por la diversidad
de sus conocimientos, valoración de la cultura greco latina, sentido crítico,
etc.
La mención de los sentimientos del personaje
frente al sufrimiento de todos esos célebres personajes apunta a dar espacio a
la reflexión del lector acerca de la circunstancia de que si estos individuos
famosos y aún trascendentes para la historia han sido condenados, ¿qué le
espera a personas comunes y corrientes que no se han destacado? Por más
cualidades y relevancia histórica que ostente un personaje, de nada le servirá
si comete faltas y no se arrepiente de ello en vida: terminará padeciendo dolor
eterno luego de su muerte física.
Tercer
momento-.
a) Dos
almas juntas y ligeras al viento. El símil de las palomas.
He
aquí el núcleo sustancial de este canto, para el cual los dos momentos
anteriores preparan el terreno. Una vez que Virgilio menciona a algunos de los
condenados, Dante siente curiosidad por dos sombras en particular, y manifiesta
el deseo de dialogar con ellos. Lo primero que le llama la atención a Dante de
estas dos almas condenadas es que van juntas, y parecen livianas al viento: “Poeta, desearía/ hablarle a esos dos que
juntos van,/y parecen ser al viento tan ligeros.” Aún no conocemos la
identidad de estos personajes, y Dante mismo como personaje parece
desconocerlo, pero Virgilio sugiere, por su respuesta, que sí sabe quiénes son,
y que conoce su historia, ya que lo invita a que los llame “en nombre del amor que así los guía”. De esto el lector puede
deducir que estas almas fueron pareja en la vida terrenal, pero al mismo tiempo
se instala la intriga de quiénes son. Este recurso narrativo de ir soslayando
información puede tener más de un
objetivo por parte del autor: provocar el interés a los lectores curiosos y que
gusten de los desafíos; preservar la identidad de los personajes, etc. La
ligereza o liviandad de estas almas puede interpretarse de variadas maneras,
una de ellas sería que a pesar de estar condenadas, su “peso” es menor al de
otras almas que allí padecen tormento, y por tanto son más gráciles y
agradables a la vista; otra interpretación contraria a la primera sería que son
especialmente vulnerables al castigo impuesto, pues al ser más livianas, más
las sacude el viento.
Finalmente Dante no las llama directamente
en nombre del amor como le sugirió Virgilio, sin embargo al adjetivarlas como “almas afanadas”, indirectamente alude a
la pasión que los unió, ya que afán es sinónimo de deseo, un término muy
empleado en los poemas amatorios de ese tiempo, en particular en los poemas de
amor cortés, donde esa ansia de la persona amada suele aparecer como un
tormento debido al amor no correspondido.
Vuelve a mencionar el deseo en el símil de
las palomas: “Como palomas, del deseo
llamadas”. Es el tercer símil con aves; los dos primeros (el de los
estorninos y el de las grullas) describían la situación y actitud de los
condenados en general; el de las palomas es exclusivo para presentar a esta
pareja. Más allá de que todas las almas condenadas por lujuria parecen estar en
vuelo como aves por el empuje del viento, las palomas además aportan otros
contenidos. Para comenzar el símil es muy poético y evoca una bella imagen en
medio de lo horrendo, resaltando nuevamente a esa pareja entre todos los demás
condenados. Pero debemos considerar también que durante la Edad Media eran muy
célebres los Bestiarios, que eran libros donde se presentaban tanto animales
reales como fantásticos y mitológicos, adjudicando a cada uno alguna cualidad o
defecto, y dejando alguna enseñanza moralizante en cada presentación del animal.
Por esto también debemos ver el significado simbólico de la paloma. Como
podemos hallar más de un significado, definimos a la paloma como símbolo
polisemántico. Si bien desde el punto de vista bíblico la paloma aparece como
mensajera de buenas noticias y de la paz, y también como representación del
Espíritu Santo, en algunos textos literarios medievales se asocia a la paloma
con el deseo sexual y la lujuria, debido a que estas aves formaban parte de los
rituales de los antiguos griegos a Afrodita, la diosa del amor. Es evidente que
los condenados no están vinculados con el Espíritu Santo, y si se asociaran con
el concepto de paz, sería sólo por oposición, ya que en el Infierno no hay
felicidad ni reposo. Por tanto, queda sólo el significado de aves lujuriosas
como lógico en este fragmento. En el símil, se compara a ambas almas en su
actitud de acercarse a Dante, con dos palomas que planean hasta el nido, llamadas
por el deseo: “Como palomas, del deseo
llamadas,/ con las alas levantadas y firmes que al dulce nido/vienen por el
aire que las quiere traer;/así salieron del tropel de Dido,/hacia nosotros
viniendo por el aire maligno,/tan fuerte fue el afectuoso grito.” Estas
almas están siendo atormentadas en el Infierno, aun así, no pueden dejar de ser
quienes fueron en vida, ni pueden dejar de sentir lo que sentían: lo único que
las mueve es el amor. El deseo las empuja, y les llama la atención un grito
afectuoso. El adjetivo “dulce”, además de aludir al placer, se vincula al
movimiento literario al que Dante perteneció, que es el Dolce Stil Nuovo, y
sobre el cual volveremos luego, al analizar los tercetos del Amor. Hay dos
menciones al aire: una vinculada con el viento que constituye el castigo de los
lujuriosos (“el aire que las quiere
traer”), otra con el concepto de maldad que domina al Infierno (“aire maligno”), pues en ese reino sólo
hay almas que fueron condenadas por no arrepentirse de sus vicios y pecados.
Aparece en esta expresión un tropo por traslación, en este caso con una
relación de comprensión o inclusión, que es la sinécdoque, ya que no es el aire
el maligno, sino las almas que en él circulan o habitan.
b) Comienza
a responder la pareja: agradecimiento a Dante; presentación.
Comienza la respuesta de las sombras a las
que Dante invocó. ¿Por qué el autor decide darle voz a estos condenados? La
primera explicación tiene que ver con la intención de la obra: para enseñar.
Tiene un objetivo didáctico, el autor quiere que los lectores aprendan del
error ajeno para evitar caer en el tormento eterno. Pero en la Edad Media se
sostenía que se enseñaba más y mejor si de la lectura se desprendía un placer,
y es evidente que la lectura se torna más dinámica e interesante si los mismos
condenados se expresan y testimonian, pudiendo impactar y conmover al lector
con sus vivencias y sufrimiento. De hecho, en cada canto hay algún personaje
protagónico circunstancial, o sea, el protagonista de la obra es Dante, pero en
cada canto emerge alguna figura central, ejemplo de algún pecado o virtud,
dependiendo del Reino. Luego, ¿por qué escoge a estos personajes que al parecer
no son célebres como otros que mencionó Virgilio antes? Apenas descubramos la
identidad de esta pareja, sabremos que para el autor fue relevante la
proximidad cronológica con el lector de su tiempo: la pareja era contemporánea
de Dante, y aún más, él los conocía. Este recurso acentúa el pathos, o sea, el
uso de los sentimientos del lector con el objetivo de conmover y generar
interés, ya que es más fuerte la sensación si esas almas condenadas
pertenecieron a alguien conocido, próximo, que a personajes de la Antigüedad.
Pasan tres estrofas y recién en la cuarta
obtendremos algún dato concreto que nos permita suponer quiénes pueden ser los
integrantes de esa pareja, y de hecho, ni siquiera se nos aclara quién está
hablando, alternando frases con sujeto en primera persona singular (yo) con
otras en primera persona plural (nosotros). Esto refuerza algo que sugiere la primera alusión de Dante a esta
pareja, y es que van juntos, no pueden separarse, y en ciertos momentos esa
conciencia se vuelve plural, como si ambos fuesen una sola persona. Por eso al
final de este primer parlamento de los condenados, el narrador enuncia: “Ambos me respondieron de esta suerte.”.
En
estas siete estrofas, las tres primeras son de bienvenida al viajero y muestra
de buena voluntad para responder a sus inquietudes, la cuarta es una breve
presentación biográfica señalando el lugar de nacimiento de quien habla, y las
tres últimas constituyen lo que se conoce como “Los tercetos del Amor”, donde
se rememora la pasión que los alentó en vida, y la tragedia que los condujo a
este terrible destino final.
“Oh
animal gracioso y benigno/que visitando vas por el aire perso/a los que al
mundo en sangre hemos teñido,/si fuese amigo el rey del universo/por tu paz le
podríamos rogar,/ya que te apiada nuestro mal perverso.”. Las palabras
dirigidas a Dante protagonista revelan agrado, buenos deseos, algo que escasea
en ese lugar. Esto nos habla de la personalidad y cualidades de quien se
expresa, que en la cuarta estrofa se descubrirá como Francesca. La palabra
“animal” apunta a que Dante es un ser vivo (animal procede de animalis, que significa ser vivo, ser
animado, y ánima es sinónimo de alma), lo cual es un atributo para quienes ya
murieron y cuya situación es irreversible, porque en tanto Dante viva, tiene
esperanza de arrepentirse de sus errores y salvar su alma. Los adjetivos
resaltan que posee la gracia divina (“gracioso”)
y buenos sentimientos, bondad (“benigno”).
Estos buenos sentimientos se deducen del trato que Dante brinda a esta pareja,
ya que el Infierno es un sitio de castigo y donde nadie trata bien a los
condenados, sino todo lo contrario, allí están para ser atormentados,
humillados, despreciados, agredidos e insultados. Por esa razón -la manera
compasiva en que el protagonista se dirige a ellos- es que Francesca muestra
agradecimiento y expresa buenos deseos, señalando que le rogarían por su paz al
rey del universo si fuesen amigos. Nuevamente notamos que los condenados no
pueden mencionar a Dios en el Infierno, les está prohibido, por esa razón
Francesca debe emplear una perífrasis para aludirlo (“rey del universo”), tal como lo hizo Virgilio al inicio del canto.
Rogarían por él (condicional), pero saben que no serán escuchados, porque
forman parte de las almas perversas (asume su pecado). Esta amabilidad de
Francesca nos dice mucho de ella como persona, puesto que sumida en el dolor y
la desesperación, y sin nada que perder, puesto que su condena es eterna y con
nadie debe quedar bien, sólo tiene buenos sentimientos hacia Dante, deseándole
lo que ella ya no podrá sentir jamás (“paz”).
En este fragmento se alude en dos ocasiones
a lo cromático: en primer lugar, cuando expresa “aire perso”. Dante explica en su Convivio, que “el perso es un
color mixto de púrpura y de negro, pero vence el negro”. Para Boccaccio, perso
es “oscuro”, sin más. Este tono oscuro, más allá del matiz simbólico del mismo
y de las características del Infierno, conceptos ya explicados, parece estar
ligado también al color del mundo teñido en sangre al que se refiere Francesca,
que con una hipérbole (la hipérbole es un recurso literario que consiste en
exagerar) resalta la magnitud del mal en el mundo. La sangre puede simbolizar
el vicio y el pecado, pero también puede aludir a la muerte violenta que tanto
ella como Paolo sufrieron.
En el siguiente terceto, Francesca continúa
hablando por los dos, expresando que hablarán y oirán sobre lo que Dante desee,
“mientras que el viento aún quiera
callar”. Aquí se revela el mandato divino, puesto que los castigos
infernales no cesan nunca, y sin embargo, de manera excepcional, como Dante
requiere dialogar con estos personajes para cumplir su misión, el viento se ha
suavizado, permitiendo a Paolo y Francesca acercarse a él, escucharlo y hablar.
En el cuarto terceto de su respuesta,
Francesca finalmente se presenta y se expresa en primera persona singular: “Tiene asiento la tierra en que he
nacido/sobre la costa a la que el Po desciende/a buscar paz allí con sus
seguidores”. Lo primero a destacar es el acento nostálgico que sugiere este
terceto, la añoranza por lo perdido y que jamás volverá a poder disfrutar, el
dolor resumido en unas pocas palabras de quien tuvo un pasado feliz y ahora
está padeciendo, sin la esperanza de que el dolor termine. El contraste que se
genera entre su situación actual y su vida pasada y perdida se concentra en el
concepto de paz que busca y encuentra el río Po. Esto nos recuerda la
inscripción de la puerta, en el canto III: “Perded
toda esperanza ustedes que entran”. Ningún condenado tiene derecho a tener
esperanza, es un concepto perimido en el Infierno, al igual que el de la paz.
Esa sensación agobiante vuelve más trágica esta situación.
Lo siguiente es preguntarnos, a partir de la
información aportada por la sombra, quién es. El dato del lugar de nacimiento
permitía a los contemporáneos de Dante suponer una identidad, pues ubica al
personaje en la región de Ravena, en la costa adriática. Allí es donde nació
Francesca, y por eso podemos saber que era ella quien hablaba, y no Paolo,
aunque en ciertos pasajes se exprese en plural. Francesca era hija de Guido da
Polenta, señor de Ravena. Luego de una guerra con los Malatesta, los jefes de
ambas familias decidieron realizar una boda para sellar su reconciliación. En
ese tiempo los matrimonios acordados con fines económicos y políticos eran
usuales en las clases altas. A Francesca la desposan con Giovanni, denominado
Gianciotto (Juan el rengo), hijo mayor de los Malatesta. Gianciotto era un
condotiero, o sea, un jefe de ejércitos mercenarios, que combatían por quien
les pagara mejor. Su habilidad como militar y
su carácter violento, además de su deformidad física, le crearon la fama
de ser un individuo vengativo y sanguinario. Por otra parte su hermano menor,
Paolo, a quien apodaban El bello, si bien también tenía ciertas habilidades
militares, se destacó en el campo de la diplomacia y antes de morir, estaba en
una ascendente carrera. Le interesaban además las artes y la literatura. Según
cuenta la historia surgió una pasión entre los cuñados Francesca y Paolo, pero
Gianciotto en algún momento los descubrió, y asesinó a ambos a la misma vez. Al
parecer el doble crimen ocurrió en el año 1285. Dante conoció a ambas familias,
pero tuvo un vínculo más estrecho con la familia de Francesca, habiendo incluso
trabajado para su padre. Esto también puede explicar la manera respetuosa y
hasta afectuosa en el trato de Dante a Francesca, a quien si bien condena al Infierno,
en ningún momento la presenta como depravada o abominable ni digna de
desprecio, como sí hace con otras figuras en otros cantos.
c) Los
tercetos del Amor.
Ahora encontramos los tres tercetos más
famosos e importantes de este canto, los denominados tercetos del Amor, debido
a que los tres comienzan con la palabra Amor. Dicen así: “Amor, que en gentil corazón pronto se prende,/prendó a éste de la
bella persona/que me fue arrebatada; y el modo aún me ofende./Amor, que a nadie
amado amar perdona,/prendió en mí por él placer tan fuerte,/que, como ves,
todavía no me abandona./Amor nos procuró la misma muerte:/Caína al matador está
esperando./Ambos me respondieron de esta suerte.”
Comencemos viendo la estructura. Los tres
tercetos están unidos por la anáfora “Amor” (anáfora es un recurso por
repetición que consiste en la reiteración de una palabra o expresión al inicio
de dos o más versos) y por el tema tratado. Francesca rememora su pasión con
Paolo, y su trágica muerte. Las repeticiones no solamente apuntan al aspecto
musical y rítmico de un poema, sino que desde el punto de vista de lo
semántico, destacan algún concepto. En este caso, la anáfora resalta el
sentimiento pasional que los condujo a este fatal destino, lo que los une aún
después de muertos. Podemos definir que en el primer terceto, Francesca
menciona y explica la pasión de Paolo, en el segundo expone sus propios
sentimientos pasionales, y en el último realiza una conclusión que abarca la
mención de sus muertes y el destino que le aguarda a Gianciotto, el asesino de
ambos.
La invocación al Amor, que es mencionado con
mayúscula como si fuese un nombre propio (algo que Dante refrenda algunas
estrofas después cuando al preguntarle a Francesca respecto al descubrimiento
de la pasión, le dice “Amor”, y no “el amor”) requiere algunas explicaciones.
En estas estrofas se habla del amor como si fuese un ser con voluntad, una
persona, o tal vez un dios. Amor realiza acciones, como prenderse, apasionar,
obligar a amar, provocar deseo y placer. Esta deificación del amor responde a
un ideal de la poesía trovadoresca provenzal, donde aparece el concepto de amor
cortés. Este concepto de amor es
aristocrático (cortés viene de la corte de los nobles). Como surge en una
sociedad feudal, el trovador escribe sus canciones estableciendo una
equivalencia entre el enamorado que sirve a la dama o señora, y el vasallo que
sirve al señor feudal. La dama, por tanto, pertenece en general a un grupo
social más elevado que el enamorado, y sea por esa razón, o porque en muchas
ocasiones era casada y se trata de un amor adúltero, el amor cortés suele
celebrar un amor idealizado e imposible, porque la amada es inalcanzable. Por
esta razón muchas de esas canciones de amor expresan un deseo insatisfecho,
describiendo los atributos físicos de la dama, su belleza y el placer que de su
contemplación se desprende.
Sin embargo en su parlamento Francesca no
dice corazón noble, dice corazón gentil. Y esto no es casual. El corazón gentil
es un concepto propio del Dolce Stil Novo, dentro del cual encuadramos la obra
de Dante. Los stilnovistas realizan una
adaptación del concepto de amor cortés, y hablan de amor gentil. Mientras el
amor cortés es propio de un grupo social determinado (la aristocracia) y la
nobleza se asocia a la nobleza de sangre, la palabra gentil no sólo refiere a
ciertas cualidades morales y espirituales, sino que proviene de “gente”,
resaltando que la nobleza no es de sangre, sino del corazón. En los poemas
stilnovistas, el enamorado no manifiesta deseo físico como en el amor cortés,
sino un amor platónico y sublimado donde la dama aparece como un modelo de
perfección moral, intermediaria entre el enamorado y Dios. Por este motivo se
la denomina “donna angelicata”, como Dante con Beatriz.
¿Cómo podemos aplicar todo esto a los
tercetos del Amor? Es evidente que el autor maneja todos estos conceptos, y
pone en boca de Francesca su propia visión del asunto. De hecho, el primer
verso de estos tres tercetos son una alusión a un famoso poema de Guido
Guinizelli, considerado una especie de himno del Dolce Stil, y del cual transcribo
la primera estrofa: “Al corazón gentil
retorna siempre amor/como el pájaro de la selva a la espesura/no fue amor antes
que gentil corazón/ni corazón gentil antes que amor, su natura”. Y si vemos
en italiano, el primer verso de los tercetos del Amor de Dante dice: “Amor, ch’al cor gentil ratto s’apprende”,
y el primer verso del poema de Guinizelli expresa: “Al cor gentil rempaira sempre amore”. También Dante realiza juegos
de palabras en su composición, tal como lo hizo Guinizelli. Tenemos aquí a un
personaje, que es Francesca, representación de la que fue históricamente como
persona real, y Dante nos la presenta como una joven mujer perteneciente a una
familia importante de la época, culta y de sentimientos delicados, y que sin
duda había leído lo que era moda en ese tiempo, como los poemas amatorios de la
poesía provenzal, algunas novelas célebres que también respondían al amor
cortés, y los poemas stilnovistas. Esta influencia se nota cuando Francesca
presenta la situación amorosa entre Paolo y ella, pues emplea conceptos típicos
del amor cortés, como el que veíamos al principio: ver al Amor como una especie
de dios pagano que se apodera de la voluntad de los amantes y los obliga a
amar. Pero este concepto de amor cortés está mezclado con el de amor gentil,
señalado claramente en la expresión “corazón
gentil”. Francesca justifica el apasionamiento de Paolo en el primer
terceto, restándole responsabilidad sobre el mismo, achacándole al Amor como
divinidad el surgimiento de ese sentimiento (y hay un juego de palabras con los
verbos prendar y prenderse, dando a entender que una vez que la pasión aparece,
no puede ser arrancada del corazón). Pero además nos sugiere que quizás al
principio, todo se trataba de un amor espiritual, elevado y platónico, ya que
habla de corazón gentil. Sin embargo, sabemos que no estaría en el Infierno si
ese amor gentil se hubiese mantenido dentro de sus límites (admiración
espiritual, sublimación del deseo, la mujer como intermediaria entre lo divino
y lo humano).
En definitiva, esta mezcla de conceptos
señala la necesidad del personaje de justificar la acción de su amado y de no
ensombrecer su imagen. Porque así como se presenta la situación, podemos decir
que primero en Paolo y luego en Francesca, existe debilidad, no depravación, ya
que Amor los obliga, y el corazón gentil es sensible y vulnerable. Podemos
sospechar que el vínculo entre ambos surgió como un amor gentil (afinidad,
admiración espiritual), se transformó en amor cortés (el deseo físico existe,
el amor es adúltero, pero no se concreta), y terminó siendo lo que los
medievales conocían como loco amor, donde la lujuria se desborda y se consuma
el contacto físico.
Francesca no dice su nombre; tampoco el de
Paolo. Se refiere a su amante como “éste”,
revelando esa proximidad que tendrán durante toda la eternidad. Pues el castigo
de esta pareja no reside solamente en soportar los embates del viento, también
quiso la sutileza del autor marcarnos el tormento de estas almas apasionadas de
tener que permanecer juntos para siempre, viéndose, deseándose, pero sin poder
satisfacer sus deseos. Por eso estar juntos es hermoso pero también motivo de
sufrimiento.
Coherentemente con su condena, Francesca no
se muestra arrepentida, ni dice que Paolo lo esté. Lo notamos cuando expresa
que aún la ofende la manera en que perdió su bello cuerpo. Esto no sólo implica
una condena al marido celoso que le dio muerte tanto a ella como a Paolo, y la
evocación de la muerte violenta que padecieron, sino que también enfatiza su
pena por no poseer ya su cuerpo, imprescindible para sentir placer con su
amante. Y si esta pena existe, es porque no hay arrepentimiento. Más bien
podemos suponer que desearía volver a los tiempos en que podía disfrutar de su
cuerpo y del de Paolo.
Por más que habla de los sentimientos de
Paolo (él se enamora primero, por lo que da a entender el orden de los
tercetos), se filtran también los sentimientos de Francesca cuando evoca su
tiempo de vida. Lo cual nos conduce a preguntarnos por qué Francesca es la que
habla y no su amante, por qué Dante eligió darle mayor estatura a ella como
personaje. Las razones posibles son varias. La primera, que Dante conoció más a
la familia de Francesca que a la de Paolo. A los Polenta lo unía amistad e
incluso lazos laborales, pues hasta trabajó para el padre de Francesca. Por
tanto esa tragedia le tocó de cerca al autor, y su proximidad con Francesca era
mayor que con Paolo. Esto también explica que,
si bien la condena, intenta no mancillar su imagen. No se la muestra
como un ser depravado y ruin, sino como una mujer frágil caída en desgracia. La
segunda, porque sin duda para tocar estos temas delicados y considerados tabú
en ese tiempo, como el sexo, el deseo, el placer, era más oportuno dejarlo en
boca de una dama contenida y culta como Francesca, pues todo lo que Dante
escribe lo hace desde el límite del pudor de ella.
En el segundo terceto nos encontramos con un
juego de palabras que constituye un recurso denominado repetición etimológica,
ya que aparecen al menos tres palabras de la misma familia en un mismo verso
(Amor, amado, amar). Allí Dante pone en
boca de Francesca un concepto importante: nadie que es amado puede no amar. Si
lo vemos desde otro ángulo, nos preguntamos si entonces no existe el amor no
correspondido. Dante sugiere que si el amor es verdadero, es imposible no
corresponderle. Así como Francesca justifica a Paolo en el primer terceto, en
el segundo se justifica a ella misma. Paolo la amó, ella no pudo evitar amarlo
también. Si bien es cierto que esto lo expresa Francesca, en ningún momento
Dante le retruca o discute sus afirmaciones, cosa que sí hace en otros cantos
con otros personajes. Esto nos hace pensar que Dante elige presentar a
Francesca, y también a su amante, como víctimas. Como autor, racional, los
condena al Infierno por lujuria; como personaje aflora su parte emocional,
influído por lo literario, y los siente como personajes trágicos, culpables sí,
pero no malvados, caídos frente a una fuerza mayor que ellos mismos. Francesca
confirma la ausencia de arrepentimiento (arrepentirse hubiera significado negar
el amor que siente por Paolo) cuando confiesa que el placer que siente es tan
fuerte, que todavía no la abandona. Es decir, nunca dejará de sentir lo que
siente por su cuñado.
El último de los tercetos del Amor enuncia
la conclusión de esta tragedia: “Amor nos
condujo a una muerte” (o “la misma
muerte”, dependiendo de la traducción), aludiendo a la manera violenta en
que ambos murieron al mismo tiempo, en su último encuentro íntimo. Están unidos
por un destino cruel, primero por el placer, y ahora por la muerte. Y esto
requiere también explicación. Dante era cristiano católico. Su religión afirma
que no existe un destino marcado, sino el libre albedrío (la posibilidad del
ser humano de discernir entre el bien y el mal, y de actuar libremente en base
a su conciencia, y por tanto ser artífice de su propio destino). Pero en estos
tercetos se sugiere en varias ocasiones que quizás estos enamorados estaban
destinados a amarse, que no fue por su propia voluntad sino porque una fuerza
externa a ellos los empujó a amarse y pecar.
Destino y predestinación por un lado, y libre albedrío por otro, son
conceptos opuestos. En el primero el ser humano no elige, en el segundo sí. Si
Dante admite que existió una fuerza fatal que hizo a Paolo y Francesca amarse,
estaría contrariando el dogma cristiano. Tal vez pueda saldarse considerando
que el amor pudo ser inevitable, lo evitable eran las acciones de ellos. Sin
embargo, no es lo que trasunta el texto. Si el Dolce Stil sostiene el concepto
de destino a través de la idea de amor y corazón gentil, entonces Dante, protagonista de la obra, revela una
contradicción interna importante: lo teológico versus lo literario. Dante era
profundamente creyente, pero también era un poeta. Por eso este canto es tan
importante para mostrarnos aspectos de Dante personaje. No olvidemos que si
bien se resaltan las figuras de Paolo y Francesca en este canto (sobre todo
Francesca) ellos son personajes circunstanciales dentro de la Divina Comedia
completa. Él es el personaje más importante de la obra, por eso detrás de la
tragedia de Paolo y Francesca, es importante captar qué está pasando con Dante
como protagonista de esta epopeya cristiana.
La
herramienta del violento destino final de los amantes fue el esposo de
Francesca y hermano de Paolo, Gianciotto Malatesta, que asesinó a ambos a un
tiempo. Francesca tampoco dice su nombre. Esto puede tener una explicación
poética, pero también muy pragmática: las familias Polenta y Malatesta eran
contemporáneas de Dante, y Gianciotto aún vivía en el momento en que Dante
escribió su obra. Sin duda que no hubiese sido demasiado fácil evitar
represalias en caso de que las suposiciones se convirtieran en algo explícito
con nombre y apellido. Dante, por otra parte, es muy estricto con Gianciotto.
Cuando Francesca expresa que Caína lo está esperando, se refiere al noveno
círculo, el peor de todos, el círculo de los traidores, en el sector de los
traidores a su propia sangre (recordemos que Caín es un personaje bíblico del
Antiguo Testamento, el primer asesino consignado en la Biblia, que por envidia
mató a su propio hermano, Abel). O sea que Dante considera que el pecado de
Gianciotto fue mucho peor que el de su esposa y el de su hermano. También es
evidente que Dante pensaba que Gianciotto premeditó su crimen, tuvo tiempo de
pensarlo, y aun así, decidió asesinar. La conducta del Gianciotto histórico se
encuadra dentro de los criterios patriarcales de época. El matrimonio con
Francesca era arreglado, y tal vez él ni siquiera la amara, pero era su esposa,
la consideraba su posesión, y el violento asesinato era una manera de limpiar
su honra frente a los demás. Seguramente había quienes justificaban su actitud
sanguinaria y violenta. Si el crimen de Francesca era para limpiar su honor, el
de su hermano constituía una venganza. Francesca no sólo había mantenido
relaciones sexuales con su hermano, también lo amaba. Paolo había conseguido
algo que él no: el amor de Francesca. Lo interesante es que Dante no lo ubica
con los violentos contra el prójimo (primer recinto del séptimo círculo) sino
con los traidores (primer recinto del noveno círculo). O sea que a su entender
prima el acto de traicionar por sobre el del asesinato. A los amantes, sin
embargo, no los considera traidores,
supone que actuaron movidos por la pasión lujuriosa, por incontinencia.
Gianciotto, en cambio, sería condenado por malicia, y por traición. Francesca
no lo insulta ni maldice, revelando otro de sus atributos morales, pero en la
construcción del verso se nota un tono de sentencia que podría indicar cierta
satisfacción de que se haga justicia con el asesino a sangre fría.
Un aspecto a considerar también es que una
de las versiones que nos llegan de la historia de Paolo y Francesca, afirma que
Paolo y Francesca se sentían atraídos entre sí antes de que ambos se casaran
(ella con Gianciotto y él con una mujer de otra familia importante) por acuerdos
familiares. Esto junto con otros aspectos, pondría en tela de juicio los
matrimonios por conveniencia, que desconocen los sentimientos de los que deben
casarse forzosamente por mandato familiar para satisfacer necesidades
económicas o sociales. Se plantea el conflicto entre la realización personal y
el beneficio familiar e intereses sociales; los sentimientos versus los
criterios y valores sociales. El amor entre Paolo y Francesca, y su consumación
íntima, rompieron los esquemas de esa época; fue un amor prohibido, adúltero,
condenado por la sociedad, disfrutado en secreto. Cuando fueron descubiertos
sufrieron un castigo extremo. Al condenar a Gianciotto al noveno círculo, Dante
no se suma a la visión de la sociedad de su tiempo que justificaba la acción
del marido celoso que se siente traicionado por su esposa y su hermano, sino
que lo señala como un pecador peor que los amantes malogrados. Por ellos Dante
personaje manifiesta compasión; por Gianciotto no.
Los tres tercetos finalizan con un
comentario del narrador destacando lo que simbólicamente alude a la
inseparabilidad de estos dos enamorados: “Ambos
me respondieron de esta suerte”.
d) La
historia de Lancelot y Ginebra.
El
protagonista relata que inclina el rostro, conmovido, dándose un espacio para
la reflexión. Se produce un impasse en el avance de la narración. Cuando
Virgilio le pregunta en qué está pensando, él le comunica: “¡Ay de mí,/cuánto deseo y dulce pensamiento/a estas dolientes almas
trajo aquí.” En estos versos muestra su empatía con la pareja condenada. Y
también el reconocimiento de Dante, como representante de la humanidad, de su
vulnerabilidad al vicio y el error (“Ay de mí”), y por ello la posibilidad
cierta de terminar en el “doloroso paso”,
al igual que Paolo y Francesca. Nuevamente se menciona la palabra “dulce” como adjetivo (ya había
aparecido en el “dulce nido”), y es
inevitable asociarlo con el Dolce Stil. ¿Es el camino estético -literario que
eligió Dante, a pesar de su vínculo con lo religioso y místico, camino de perdición?
¿Es posible sostener una relación amorosa sin sentir ni expresar deseo físico,
como propone el amor gentil? ¿Cómo evitar que el amor que comienza como
espiritual y platónico, se convierta en una pasión sexual? Son preguntas que
surgen a partir del desarrollo del tercer momento del Canto V. En el caso de
esta pareja, el amor gentil fue el punto de partida de un trayecto que finalizó
en una muerte violenta y la condena eterna.
Luego de esa pausa narrativa, Dante se
dirige a Francesca, expresándole su compasión: “Francesca, tus martirios/me hacen llorar con triste sentimiento”.
Esta es la única ocasión en que el autor menciona el nombre del alma con la
cual hablaba. Anteriormente aportó datos para que los lectores dedujeran quién
era, pero para asegurarse, y que su misión didáctica se cumpliese, lo explicita
en este pasaje, aunque sin incluir el apellido o familia a la que pertenecía.
El nombre de Paolo no es mencionado en ningún momento, al igual que el de
Gianciotto.
Si bien la palabra “martiri” puede traducirse también como tormento o tortura, en lo
primero que se piensa es en martirio, que para un cristiano como Dante, tan
empapado en todo lo bíblico y religioso, remite a los mártires cristianos que
padecieron tormento y muerte por defender su fe. Estos cristianos perseguidos
por una autoridad terrenal de mucho poder, fueron beatificados por la Iglesia;
esto significa que se les considera dignos de ser tomados como ejemplo moral y
religioso. Viendo que las almas de Paolo y Francesca fueron arrojadas al
Infierno por ser lujuriosos, parece incongruente que Dante emplee el término “martirios” para describir la magnitud
de su dolor, pero esto ocurre porque si bien los condena, siente que hay
situaciones y actitudes que de alguna manera los excusan, o al menos matizan la
calidad moral de ambos. El hecho de resaltar sus sentimientos de pena y
compasión también apunta a presentarlos como víctimas.
Dante procura profundizar en el nacimiento de esa
pasión prohibida no sólo porque puede darle mayor interés a su relato, sino
porque no olvida que el objetivo final es enseñar, y para eso debe mostrar
ejemplos. Así que luego de mostrar un acercamiento afectivo nombrando a
Francesca y manifestando su compasión, creando un clima propicio para las
confesiones íntimas de los condenados, le pregunta: “Mas di: en el tiempo de los dulces suspiros,/¿cómo y por qué te
concedió Amor/conocer los dudosos deseos?”. Tercera mención de lo dulce y
alusión al Dolce Stil. El tiempo de los dulces suspiros retrotrae al momento de
la ilusión y el enamoramiento, el inicio de todo, cuando ambos comienzan a
descubrir lo que siente el uno por el otro, y debieron surgir las preguntas
interiores, y el conflicto entre el deber y el deseo (“dudosos deseos”).
La respuesta de Francesca contiene una sabia
sentencia: “No hay dolor mayor/que
recordar el tiempo de la dicha/en desgracia; y eso lo sabe tu doctor.” El
sufrimiento de los condenados no procede solamente del tormento actual, sino de
saber que lo perdido jamás se recuperará, y el tiempo pasado de felicidad y
placer es irrecuperable. Recordar en medio del dolor actual ese pasado en que
estaban vivos y gozaban juntos, no alivia el castigo, sino que lo multiplica.
El doctor al que hace referencia Francesca alude al guía de Dante, Virgilio,
que puede entender cabalmente ese sentimiento puesto que también está condenado
en el Infierno. Sutilmente, se sostiene que es difícil comprender algo si no se
lo ha experimentado, lo cual nos conduce a suponer que Dante ha experimentado
la lujuria, ya que siente tanta pena y compasión y no mancha la imagen de la
pareja central del Canto V.
Francesca le aclara a Dante que evocar el
pasado le hace mucho daño, al igual que a Paolo, pero su agradecimiento a Dante
es tal, que a pesar de eso, si él quiere conocer “la raíz primera” de ese amor, se lo dirá “como quien llora y habla”. Las cualidades intelectuales de
Francesca, su delicadeza interior, resaltan nuevamente con esta metáfora (“raíz primera” del amor) y los verbos
pareados (“llora y habla”). Estos dos
verbos representan a la pareja actuando como una unidad, y acentúan la idea del
sufrimiento que padecen, pues en realidad lo que está ocurriendo, y nos lo
aclara Dante al final del canto, es que mientras Francesca habla, Paolo,
desesperado, llora.
Francesca relata, entonces, cómo fue que
ella y Paolo descubrieron la mutua pasión: “Leíamos
un día por deleite/cómo herido de amor Lancelot fuera:/soledad sin sospechas la
nuestra era./Palidecimos, y nos suspendía/nuestra lectura, a veces, la
mirada;/pero un pasaje, por fin, nos vencería./Al leer que la risa
deseada/besada fue por el fogoso amante,/éste, que nunca más de mí será
apartado/la boca me besó todo anhelante./Galeoto fue el libro y quien lo
hiciera:/no leímos ya más desde ese instante.”
Es
sugerente que la “caída” de los cuñados fuera por causa de una lectura. No
sabemos si esta anécdota es real o creada por el autor de la Divina Comedia
para darle un giro más poético al asunto, pero está claro que Dante escribía su
obra confiando en el peso e influencia de la literatura sobre el ánimo del
lector, pues pretendía enseñar con ella, algo que se nota también cuando
presenta a Virgilio en el Canto I (“¿Eres
tú aquel Virgilio y aquella fuente/ de quien mana tal río de elocuencia?[…]Eres
tú mi modelo y mi maestro”), dando cuenta de la influencia de Virgilio como
poeta sobre su estilo, y además refuerza la valoración de la literatura como
formadora de opiniones y moldeo de sentimientos al arrogarle a una novela la
capacidad de permitir descubrir/descubrirse al lector. La lectura por deleite
formaba parte de los recursos considerados apropiados por los medievales para
intensificar la función didáctica de los textos. Una lectura interesante y
placentera permitía aprender más, pero debe recordarse que el placer en sí no
era el objetivo, sino un medio para facilitar el aprendizaje. En esta
circunstancia concreta está claro que Paolo y Francesca no leían para informarse
o formarse, sino solamente por placer. Esto evoca el otro placer que terminó
ocupando todo su tiempo, el sexual, dejando de lado la lectura. Así, se sugiere
que la literatura también podría empujar al pecado, y que los cuñados tenían un
temperamento vulnerable a la seducción de los placeres terrenales, algo mal
visto en la Edad Media, donde se resalta el sacrificio y la sobriedad a nivel
corporal, y la búsqueda de la riqueza espiritual. No en vano Dante ingresó al
Infierno a todos los que consideró se habían abandonado al placer de los
sentidos (como la gula y la lujuria).
La lectura de los cuñados era de las que
estaban de moda en su época: una novela caballeresca donde se consagra el amor
cortés. La historia de Lancelot se desarrolla dentro de lo que se conoce como
ciclo de leyendas Artúricas (por el rey Arturo, de Camelot), siendo Lancelot el
mejor caballero del rey Arturo. Los conflictos comienzan cuando el rey Arturo
encomienda a su vasallo Lancelot una importante misión: escoltar a su futura
esposa, Ginebra, hasta Camelot, ya que durante el trayecto Lancelot se enamora
de Ginebra, y ella finalmente le corresponde. Esto le genera a Lancelot un
conflicto interno entre su deber con el rey, y sus sentimientos por Ginebra,
dándose la circunstancia de un amor adúltero, prohibido. Recordemos que en el
amor cortés existe el deseo físico, pero en general no se da la consumación,
sea porque la dama es indiferente, por su condición de casada, o por su rango
social, más elevado que el del enamorado.
Lo que hace el autor es emplear un recurso
denominado intertextualidad, en el que se vincula a un texto con otro, en
general estructurado como las cajas chinas (uno dentro de otro, o sea que
dentro de la historia de Paolo y Francesca, aparecen referencias a la historia
de Lancelot y Ginebra). Es evidente que existe cierto paralelismo entre el amor
prohibido del caballero y su reina, con el amor adúltero de los cuñados. En
ambos casos se crea un triángulo amoroso con un marido despechado, en ambos
casos la sociedad condena a los enamorados, en ambos el final no es feliz.
El proceso que Francesca relata se inicia
con una actividad inocente y sin conciencia de actuar mal: el disfrute de una
lectura compartida “sin sospechas”.
Pero al compenetrarse de la lectura, los cuñados terminan descubriendo que esa
pasión relatada en la novela, se corresponde a lo que ellos mismos sienten el
uno por el otro, abriendo así la puerta a su riesgosa aventura. En el primer
momento la relación se podría encuadrar dentro del concepto de amor gentil,
pero una vez que comienzan a tomar conciencia de sus verdaderos deseos,
manifestado a través del palidecer y las miradas, se encuadra en el amor
cortés. Finalmente, cuando se produzca la consumación del acto sexual, será
loco amor. El momento del clímax de esta evocación de Francesca (momento de
mayor intensidad en un relato o drama) se produce cuando Lancelot pierde el
control y ante la risa de Ginebra, la besa, y Paolo, llevado por sus propios
deseos desbordados, besa en la boca a Francesca. Se da una simultaneidad en el
beso que aúna las dos historias de amor. Este paralelismo complejiza el texto,
le aporta nuevos matices y enmarca la historia trágica de los enamorados de
Rímini en una larga lista de relatos de amores desdichados y con finales
funestos (Hero y Leandro, Píramo y Tisbe, Tristán e Isolda, Romeo y Julieta,
etc).
La mención a Galeoto (o Galahad) procede de
la historia de Lancelot, ya que Galeoto era su amigo y escudero, y cuando
comienza la historia de amor secreta, actúa de intermediario y mensajero. Por
esa razón Francesca realiza un juego de palabras aludiendo a la condición de
intermediario del libro y de su autor (“Galeoto
fue el libro y quien lo hiciera”), ya que fue gracias al libro que ambos se
comunicaron su amor y lo consumaron. Esta expresión constituye un recurso por
traslación, la metonimia, ya que menciona a una persona para representar a una
acción, por haberla realizado (en lugar de decir que el libro y su autor fueron
intermediarios, menciona a Galeoto como símbolo de la acción de intermediar).
Concluye con una reticencia: “no leímos ya más desde ese instante”.
Esta delicadeza puesta en boca de Francesca es una delicadeza del autor, en
realidad. Dice muy poco, pero lo sugiere todo, permitiendo, detrás del velo de
lo no dicho, que el lector imagine y suponga la pasión de los amantes. La obra
en todo momento nos muestra una Francesca pudorosa, capaz de experimentar y
manifestar sentimientos elevados y sutiles, algo que parece contradictorio con
el motivo por el cual se encuentra en el Infierno. Pero precisamente ocurre que
los condenados que Dante ubicó en este círculo, están allí por variadas
razones: en algunos la lujuria se manifestó mediante la promiscuidad y la
impudicia, como por ejemplo Semíramis, a la que el autor acusa de promulgar
leyes para legitimar sus conductas desenfrenadas, pero en otros, está ligada
indisolublemente a la pasión por una persona determinada. Así, Francesca no es
impúdica, sino que el amor apasionado la conduce a pecar, tal como ella misma
da a entender en los tercetos del Amor. Por eso no resulta chocante su recato
al relatar su historia adúltera. Y estas son las últimas palabras que oiremos
de ella en el canto, así se despide el personaje, dejando una aureola de sutil
delicadeza, como en cada una de sus intervenciones, tanto al dirigirse a Dante,
como al hablar del marido violento que la asesinó, o de su amante y su goce y
tormento simultáneos. Es muy evidente que a Dante lo mueve un afán reivindicativo
de la figura de Francesca, y esto nos hace suponer que debían estar
desprestigiándola duramente sus contemporáneos, en una época donde la sociedad
patriarcal exigía pudor y castidad a las mujeres, pero justificaba la
promiscuidad sexual masculina. Por esta razón, y además porque a Dante lo unía
la amistad con la familia de Francesca, es que centra en ella y no en él ese
lavado de imagen.
Apenas se apagan las palabras de Francesca,
el narrador informa que “Mientras un alma
hablaba, la otra era/presa del llanto; entonces, apiadado,/lo mismo me sentí
que si muriera;/y caí como un cuerpo muerto cae.” El canto comienza con la
impresión de Dante personaje, y así también finaliza, recordándonos que el
protagonista es él, y que Paolo y Francesca, por más que lo conmuevan, sólo son
personajes circunstanciales en la obra total.
Lo primero es comunicar qué ocurre con estas
almas, y es que en tanto Francesca hablaba, Paolo llora todo el tiempo con
desesperación. Esta imagen posee gran fuerza, sobre todo para los lectores
contemporáneos de Dante, que se movían con los valores de una sociedad donde la
masculinidad iba unida a la sobriedad en la expresión del dolor, la fortaleza
física y emocional y la impasibilidad. Por tanto, leer en esa época que el
hombre de la pareja se deshace en lágrimas, provoca mucha mayor impresión que
si se dijera que ella es quien solloza, porque a la mujer sí se la asociaba con
la debilidad y fragilidad tanto física como emocional, y con las expresiones
emocionales, como el llanto. Esto significa que Dante invirtió los roles
esperados para la sociedad de su tiempo, provocando que el lector se sorprenda
o preste mayor atención. Por tanto, es un recurso narrativo que el autor emplea
a conciencia. También es una manera de enfatizar la magnitud del sufrimiento:
si el hombre llora, ese dolor debe ser inmenso, descomunal. Y esto forma parte
de sus recursos para atemorizar al lector y que atienda la lección y modifique
su conducta pecaminosa para salvar su alma, evitando este tormento. La enseñanza
incluía incitar a hacer lo correcto por temor al castigo.
El canto termina abruptamente, no sólo
porque se interrumpe el relato sino porque el personaje padece de un desmayo y
allí se trunca la situación, no hay un cierre o despedida respecto a los
personajes con los que dialogó. Por un
lado, vemos que se refuerza la sensación de empatía del protagonista con Paolo
y Francesca. En otros momentos de este canto ya había manifestado compasión,
turbación y pena. Ahora su identificación con los condenados es tal, que pierde
el sentido y cae. Es una respuesta emocional extrema a lo extremo que estaba
viendo y escuchando. Esta empatía no surge solamente por la piedad que le
provocan las almas condenadas, sino también por identificación, ya que Dante se
asume como lujurioso, y el personaje puede sentirse en riesgo al ver qué
destino le cupo a otros lujuriosos que no se arrepintieron.
En dos versos, dos menciones a la muerte: se
sintió como si muriera, y cayó como un cuerpo muerto. Esto es paradójico,
puesto que el único ser vivo que está transitando el Infierno, dice sentirse
como si estuviera muerto. Pero se explica porque este viaje es una oportunidad
para cambiar el rumbo de su vida y salvar su alma. Al sentirse tocado
íntimamente por lo que se le está mostrando, la conmoción es tal que parece
morir, y tiene la chance de recomenzar con más conciencia y rectitud.
Otro aspecto a considerar es que al
finalizar el canto con el desmayo del protagonista, se exacerba la necesidad de
continuar leyendo: deberemos al menos comenzar con el Canto VI para quitarnos
la duda de qué ocurrió con Dante. Así, el autor enlaza el final del Canto V con
el inicio del Canto VI, incitando al lector a no abandonar la lectura. Y es en
el Canto VI donde finaliza la situación del canto anterior, y se nos dice qué
ocurrió con Dante.