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martes, 9 de marzo de 2021

ANÁLISIS DEL CANTO V DE LA DIVINA COMEDIA, DE DANTE ALIGHIERI

 

ANÁLISIS DEL CANTO V DEL INFIERNO DE LA DIVINA COMEDIA





   El Canto V del Infierno forma parte de la Cántica del Infierno.  La Divina Comedia (poema épico –lírico de contenido alegórico) está dividida en tres cánticas: la del Infierno, la del Purgatorio, y la del Paraíso. Este orden tiene que ver con la trama de la obra, ya que el protagonista realiza un viaje por los reinos de ultratumba, comenzando por el reino del Infierno, continuando por el reino del Purgatorio, y finalizando en el reino del Paraíso. Este viaje, simbólicamente, alude al intento del ser humano de salvar su alma, saliendo de la oscuridad y el vicio mediante la fe y la razón, expiando sus culpas, para trascender en un lugar de luz con la presencia de Dios. Estos conceptos proceden de la concepción religiosa de Dante Alighieri, que era cristiano católico.

   En el Canto V Dante narra su pasaje por el segundo círculo del reino del Infierno, sitio donde son castigados los lujuriosos. Recordemos que el Infierno tiene la forma de un cono invertido que posee una puerta, un vestíbulo, y nueve círculos, y que está dividido en dos grandes partes: el Alto y el Bajo Infierno. La parte superior del cono corresponde al Alto Infierno, donde se castigan los pecados por incontinencia, y la inferior, al Bajo Infierno, donde son castigados los pecados por bestialidad (herejía y violencia) y por malicia.  El segundo círculo forma parte del Alto Infierno; Dante considera a la lujuria como un pecado por incontinencia, pues entiende que la lujuria o pecado carnal implica falta de control sobre el deseo sexual por asociarse a lo pasional, y define a los lujuriosos como los pecadores carnales que “someten la razón al sentimiento”.

   Para llegar a este círculo, el protagonista primero debió salir de la “selva oscura”, y trepar por una colina, siendo perturbado por la aparición de tres fieras (guepardo / pantera dependiendo de la traducción, un león, y una loba) que representan tres pecados capitales: la lujuria, la soberbia, y la avaricia o concupiscencia. Cuando Dante ya se consideraba perdido, aparece la sombra de quien alguna vez fue un hombre y que luego se descubre que se trata de Virgilio, poeta que Dante admira profundamente, quien le servirá de guía por el reino del Infierno y el del Purgatorio, pero no podrá acompañarlo al Paraíso porque su alma estaba condenada en el Limbo, que es el primer círculo del Infierno. Una vez que se decide que Dante hará ese sobrenatural viaje por los reinos de ultratumba, con el objetivo de salvar su alma y ayudar a otros a salvarla (Dante personaje representa a la humanidad) emprenden camino al Infierno, donde deben atravesar la puerta, de la cual no se brinda una descripción, pero el narrador transcribe una inscripción que informa a las almas de los condenados que la enfrentan, del tormento eterno que les espera (“Por mí se va a la ciudad doliente,/por mí se va al eterno dolor,/por mí se va con la perdida gente./La justicia movió a mi Alto Creador:/me hizo la Divina Potestad,/la Suma Sabiduría y el primer Amor./En edad sólo puede aventajarme/lo eterno, y eternamente duro./Dejad toda esperanza, ustedes que entran.”). Luego de cruzar la puerta se encuentran en un Vestíbulo, donde Dante se entera por Virgilio que allí son atormentados los indiferentes. Para seguir adelante por el Reino del Infierno deben cruzar el río Aqueronte, en la barca de Carón. Al desembarcar se encuentran en el primer círculo, denominado el Limbo, donde reside habitualmente el alma condenada de Virgilio, que se encuentra allí junto con escritores y filósofos de la Antigüedad por no haber sido creyentes del dios que es para Dante el verdadero (el de los cristianos católicos). También ubica allí a los que murieron sin ser bautizados, incluso bebés. Es el único lugar con cierta belleza del Infierno, porque quienes padecen allí no son malvados, sino que no fueron bautizados ni adoraron a Dios, por lo cual su castigo, a diferencia del resto del Infierno, consiste simplemente en sentir la tristeza y melancolía de tener que permanecer en ese lugar eternamente sin poder ver a Dios. Desde el Limbo descienden al segundo círculo, que como ya dijimos, corresponde al lugar de tormento de los lujuriosos. Y aquí comienza realmente la estructura típica del Infierno.

   A partir de la manera en que Dante presenta los hechos (Dante cumple tres roles en esta obra: es el autor, el protagonista, y también el narrador en primera persona) podemos estructurar el canto V en tres momentos: 1) Llegada de Dante y Virgilio al segundo círculo del Infierno; la presencia de Minos; 2) Descripción del ambiente y del castigo; mención de condenados; y 3) Diálogo de Dante con Paolo y Francesca.

 

Primer momento-.

    Es la parte más breve de las tres en que se divide el canto. El narrador comienza informando al lector acerca de un dato estructural del Infierno: debido al formato de cono invertido (la parte más ancha corresponde a la entrada contra la superficie de la Tierra, y la más estrecha al vértice contra el centro del planeta), a medida que se va descendiendo en el reino, el espacio se estrecha y los tormentos son cada vez peores porque los pecados castigados son más graves, según el ordenamiento que realiza el autor. Por eso expresa que “menor trecho ceñía más dolor”.

   Continúa con la presentación de un personaje, Minos, de quien dice que gruñía horriblemente (“Stavvi Minòs orribilmente, e ringhia”). En La Divina Comedia, este personaje es el juez de las almas condenadas. Según se nos relata, cada alma se presenta frente a él (Dante consigna que son una multitud), y no puede evitar confesar todas sus culpas. Una vez que esto ocurre, Minos dicta la sentencia de una manera extraña: “tantas veces el rabo al cuerpo envuelve/cual grados bajará por su mandato”. O sea que según cuántas veces enrosca la cola, es el círculo al que el condenado irá; si su cola da dos vueltas, irá al segundo círculo, si da tres, al tercero, etc. Pero ¿quién es Minos? Es el segundo personaje que Dante toma de la antigua mitología griega en La Divina Comedia; el primero fue el barquero Carón, en cuya barca atravesaron el río Aqueronte. En la mitología, Minos era un rey cretense, que en textos greco latinos aparece luego de su muerte como juez del inframundo, pero porque se lo considera respetable y sabio. Dante en cambio lo condena al Infierno, donde tiene la obligación de ser juez de las almas y demonio guardián del segundo círculo. Los motivos de la condena de Dante, según críticos literarios, podrían provenir de dos situaciones distintas. La primera tiene que ver con la siguiente historia: Minos prometió a Poseidón, dios del mar, que sacrificaría lo primero que surgiera del océano. Poseidón hizo salir un toro, pero a Minos le pareció tan hermoso, que en lugar de sacrificarlo se lo apropió. En castigo por haber roto esa promesa, el dios hizo que la reina Pasifae, esposa de Minos, se enamorara del toro. Ésta le ordenó a Dédalo, arquitecto y hábil artesano, que construyera en madera un símil de una vaca, con la cual el toro se apareó, estando Pasifae dentro, y cuenta el mito que ella quedó encinta y luego dio a luz un hijo monstruoso mitad humano y mitad toro, a quien se le llamó Minotauro. Minos ordenó a Dédalo que construyera el laberinto de Creta, donde encerró al Minotauro, al cual se le brindaba un tributo sangriento cada año: siete hombres jóvenes y siete doncellas que vagaban perdidos en el laberinto, hasta que el monstruo los hallaba, y los mataba y devoraba. Esto persistió durante años, hasta que el héroe Teseo consiguió darle muerte. En este caso la condena que realiza Dante sería consecuencia de la inacción punitiva de Minos sobre la actitud lujuriosa de Pasifae, permitiendo incluso que el Minotauro viva y realizando sacrificios humanos para complacerlo. La segunda opción que puede explicar la condena para Dante, es que el propio Minos era lujurioso e infiel con su esposa, teniendo múltiples amantes, según algunas versiones míticas.

   El procedimiento que emplea Dante con personajes mitológicos en el Infierno es juzgarlos con su visión cristiana católica. A Minos no solamente lo castiga ubicándolo en el Infierno, poniéndolo en el rol de juez y guardián del círculo de manera irónica, pues en la mitología griega era juez porque era respetado, y aquí en realidad es un condenado que además de permanecer en el Infierno, está obligado a trabajar, lo desee o no, sino que además lo animaliza o bestializa. Por eso nos indica que gruñía (apoyando auditivamente esa sensación empleando el recurso de la aliteración, que es la repetición de un sonido, en este caso la repetición de la erre “orribilmente, e ringhia”, que se traduce “horriblemente, y gruñía”) y que tiene cola o rabo.

   Su presencia no impone respeto, pero sí temor. Suponemos que es desagradable a la vista, monstruoso, y tiene una actitud atemorizante, gruñendo y gritando. Cuando ve a Dante y Virgilio, se dirige a Dante intentando intimidarlo. Debemos ubicarnos en los ojos y sentir del protagonista para entender el impacto de esta situación. Dante está entrando a un lugar horrible, pleno de sensaciones desagradables, oscuro y cruel, donde acontecen tormentos duros de ver y escuchar para cualquier ser humano sensible. Y al llegar al segundo círculo, el juez del Infierno, con su espeluznante apariencia, le grita a él (“¡Oh tú que vienes al doloroso hospicio[…]mira cómo entras y de quién tú te fías;/no te engañe la amplitud de la entrada!”).

   ¿Por qué se dirige a Dante, y no a Virgilio? Es que Dante está vivo, y Virgilio no, por tanto, quien cumple el rol de juez y guardián, alerta de que transita el Infierno alguien que no debería estar allí. Aquí se nota por qué se clasifica esta obra como poema épico lírico. Centrándonos en lo épico, hay críticos que la definen como epopeya cristiana. Esto implica que es el relato de las hazañas de un héroe. Y aquí Dante como protagonista, debe superar desafíos, peligros y obstáculos a lo largo de todo su viaje por el Infierno, no sólo por ser un ámbito horrendo, sino porque habrá personajes que intentarán impedir que cumpla su trayecto. Atravesar el Infierno será una hazaña.

   ¿Minos amenaza o aconseja? Parece ser una mezcla de ambas cosas. Pero al interpelar al grito a Dante, y a partir de la respuesta posterior de Virgilio, sumado a que si está allí no es porque el autor lo considerase buena persona, hace pensar que es más amenaza que consejo de buena voluntad. Lo paradójico es que el supuesto consejo que le da, se lo brinda desde su condición de condenado que ya ha perdido la esperanza, porque la situación de las almas cuyo destino final es el Infierno, es irreversible y eterna. Esto también explica la actitud iracunda de Minos. Quienes padecen en este reino sufren también por sus propios sentimientos negativos: tristeza, dolor, ira, impotencia, rencor, desesperación.

   Centrándonos en sus palabras, lo primero a lo que refiere es a que ése es un lugar de dolor, y lo define como “hospicio”, lo cual nos sugiere el abandono a que son sometidos los condenados: a nadie le importa de ellos, están perdidos. Precisamente por eso es que le recomienda que no se fíe de nadie. Todos quienes allí están fueron condenados, todos poseen algún grado de maldad. Indirectamente le sugiere que no confíe siquiera en su guía, Virgilio. Finalmente, alude a un pasaje del evangelio de Mateo, capítulo 7:13, en que Jesús expresa: “Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.” En otras palabras, es muy fácil tomar el camino del vicio y de la perdición, lo difícil es sustraerse a la tentación, sacrificarse y hacer el bien.

   Pero Virgilio no está allí solamente para guiar al protagonista, sino también para colaborar con el designio divino: Dante debe realizar ese trayecto porque tiene una misión que cumplir, debe testimoniar sobre su viaje para ayudar a reflexionar a los demás humanos para que salven su alma. Por tanto, toda vez que hay un obstáculo, Virgilio intercede, lo protege y defiende. Por esa razón increpa a Minos, poniéndolo en su lugar: “¿Por qué así gritas?, replicó mi guía;/no quieras impedir su fatal andar:/así se quiso allá donde se puede/lo que se quiere, y no preguntes más.” Analizando estas expresiones, Virgilio insinúa en primera instancia que Minos no es más que un servidor obligado de Dios; no decide por sí mismo, no tiene poder más que el que Dios desea que tenga, por tanto, por más que alborote gritando, Dante continuará su trayecto. Si se observan las palabras de Virgilio, notamos que no aparece la palabra “Dios” en su vocabulario. Y esto ocurre porque los condenados en el Infierno tienen prohibido mencionarlo, no pueden pronunciar siquiera la palabra. Por este motivo, para aludir a la divinidad, el poeta latino se ve forzado a emplear un recurso denominado perífrasis o circunloquio, que consiste en emplear más palabras de las necesarias para mencionar algún concepto. En este caso, por más que haya sido un poeta en vida, no es elección de Virgilio emplear este recurso literario, sino que está obligado a hacerlo al no poder mencionar a Dios. Es decir que quien puede lo que quiere, es la divinidad. Esta perífrasis alusiva a la omnipotencia de Dios, resalta por oposición la situación de los condenados en el Infierno,  que han perdido la posibilidad de elegir y decidir, perdieron su libertad (el libre albedrío), y sólo pueden actuar obligadamente, incluso cuando se estén dañando a sí mismos.

   Luego de esta intervención de Virgilio, no se menciona que Minos le responda, ese silencio es la mejor manera de mostrarnos su verdadera condición: por más temor que provoque en los condenados, los demonios guardianes de círculos son también almas que están siendo castigadas. Dante le quitó a este personaje mitológico toda solemnidad y honorabilidad, es juez, pero no autoridad.

 

Segundo momento-.

   En esta parte del canto Dante describe el ambiente y el castigo de los condenados, y al preguntarle a Virgilio quiénes son las víctimas del castigo, habilita a que su guía mencione a algunos personajes célebres que están padeciendo tormento eterno allí. Es un poco más extensa que el primer momento, algo lógico ya que se centra en tres aspectos diferentes (ambiente, castigo, mención de personajes famosos).

   Comienza expresando: “Ahora empieza mi oído a ser sensible/a las dolientes notas, ahora llego/donde me golpea un llanto incontenible.” El momento se inicia aludiendo a sensaciones auditivas. Tiene sentido, ya que el Infierno es un lugar oscuro, sin sol ni estrellas, refiriéndose simbólicamente a la ausencia de Dios, la ausencia de bondad, por tanto, lo primero que percibe Dante al llegar a este espacio, son los sonidos. Primero escucha, y luego ve. Debemos comprender la impresión de escuchar gritos de dolor y desesperación, llantos, insultos, en medio de la oscuridad, sin poder ver, en un sitio hasta ese momento desconocido para el personaje, un sitio que él sabe es de horror. El desconcierto, el miedo, la angustia, son los sentimientos naturales frente a esa situación. Por eso el narrador en primera persona (y protagonista) emplea el verbo golpear. El llanto, expresión de dolor, lo golpea, no solamente porque pueda sentir compasión, sino también porque ese lugar de dolor puede ser el destino de las almas descarriadas, y Dante como representante de la humanidad, no está exento de caer en él. Por esto Beatriz lo protege y espera de él que testimonie para ayudar a otras almas.

   Dante registra que entra en un lugar “de toda luz mudo”. En este fragmento el autor aplica un recurso denominado sinestesia, que es una expresión donde una sensación propia de un sentido se aplica a otra (en este caso, se aplica la sensación auditiva sobre la visual al referirse a un sitio mudo de luz, cuando lo que quiere señalar es la ausencia de luz, la oscuridad, algo que se percibe con la vista, no con el oído). Esa mudez de luz contrasta con el fragor auditivo “que mugía cual mar tempestuosa/si es combatida por vientos contrarios”, resaltando por un lado la carencia (la profunda oscuridad) y por otro el exceso (el sonido similar al de un mar tormentoso exacerbado por el viento). Hallamos aquí una comparación que emplea el nexo “cual” o “que”, y una animación. Ésta última implica dotar de cualidades de un ser vivo, a lo que es inanimado; en este caso, se dice de ese sitio que muge, como si fuera un animal. En estos dos versos, por tanto, se acumulan varios recursos retóricos típicos de la lírica (sinestesia, contraste, comparación y animación), lo cual nos recuerda que el género de la Divina Comedia reúne lo épico y lo lírico.

   ¿De dónde procede ese sonido atemorizante? Dante, respetando aspectos realistas, nos da a entender que el protagonista habitúa sus ojos a la oscuridad y comienza a ver, y es así como nota que existe una especie de borrasca o tormenta de viento que nunca cesa, y que empuja a las almas condenadas para un lado y para otro, golpeándolas entre sí y contra las paredes, subiéndolas y bajándolas, y entiende que esta tormenta de viento que provoca el dolor, la ira y la impotencia de las almas condenadas, constituye el tormento de quienes están siendo castigados en este círculo, que son los lujuriosos. Dante los define como los “pecadores que, carnales/someten la razón al sentimiento”. La falta del lujurioso, que es incapaz de contener sus apetitos sexuales, es la incontinencia, que implica su incapacidad para controlar el impulso instintivo mediante el uso de la razón. Dante considera que la razón es la herramienta que Dios otorgó al ser humano para discernir entre el bien y el mal, y que nos brinda el libre albedrío. Al acallar la razón, el ser humano es menos humano, más animal, y se aleja del camino del bien y la virtud. Constituye un pecado, y es por esta causa que los lujuriosos merecen castigo, además de que prefieren el placer carnal al alimento del espíritu, anteponiendo lo físico y terrenal, a lo eterno espiritual.

   El castigo de los lujuriosos es un claro ejemplo del correlato por semejanza entre el pecado cometido y el castigo recibido (en otros castigos Dante emplea el contrapaso, que es el correlato por oposición). El viento huracanado que empuja a las almas de los lujuriosos no es más que una representación simbólica de la pasión que los empujó y movió en vida, anulando su voluntad y raciocinio. Así como este viento los lleva y trae en el tormento infernal, el deseo y la búsqueda de placer los empujó en vida.

   Para que el lector capte visualmente lo que el protagonista ve, Dante autor emplea el recurso del símil, que es una comparación donde el elemento imaginario es extenso y desarrollado, de tal manera que toma un sentido completo aunque se separe de su contexto. En este fragmento nos encontramos con dos símiles: el de los estorninos y el de las grullas. Ambos se basan en la descripción de las acciones de estas aves. En el caso de los estorninos, el autor recrea su vuelo desordenado para que nos imaginemos el movimiento caótico que el viento obliga a sostener a las almas condenadas, que además parecen ir en bandada. Igualmente menciona los gritos lastimeros de las grullas para que nos hagamos una idea de cómo se lamentan los condenados. En medio, desliza la idea de que no tienen esperanza de que el castigo cese o disminuya, y revela que la cantidad de almas castigadas es numerosa. El motivo de la comparación con aves es obvia: las almas parecen estar volando por el empuje del viento.

   Dante pregunta a su guía quiénes son las víctimas de la borrasca, empleando el recurso narrativo de establecer un diálogo entre personajes para dotar de mayor dinamismo a la lectura y comprensión de los hechos narrados. Al preguntar Dante, Virgilio cumple su rol de guía y en tanto informa al personaje en la ficción, también es informado el lector acerca de quiénes están siendo castigados en ese círculo. Otro recurso que emplea el autor (no debemos olvidar que este texto tiene una intención didáctica, o sea que pretende dejar una enseñanza) es que en ocasiones no informa la totalidad, sino que aporta los datos suficientes como para que un lector atento y culto descubra por sí mismo lo que el texto sugiere. Por ejemplo, el primer personaje que menciona Virgilio es Semíramis, de la cual, antes de mencionar su nombre, se nos realiza una detallada explicación de por qué su alma ha sido condenada en este círculo, contrastando con el siguiente personaje, al cual se alude, pero no se nos indica su nombre, pero podemos deducir que se trata de Dido (esposa de Siqueo, quien se suicidó por amor a Eneas, traicionando así las cenizas de su esposo). En esta enumeración, Virgilio también menciona a Cleopatra, Helena, Aquiles, Paris y Tristán, y Dante da a entender que hay muchos más, pero él sólo nos comunica los nombres de algunos, seguramente para dar a un tiempo la sensación de multitud, pero no apabullar al lector con información. Se habla de antiguas damas y caballeros, y notamos que Dante toma personajes históricos, pero también de la ficción, sean míticos, legendarios o salidos de algún texto literario concreto. Este ejercicio de conocimiento intelectual nos marca la faceta transicional de Dante Alighieri de la Edad Media al Renacimiento, ya que se manifiesta medieval en su concepción religiosa del mundo y el universo, pero humanista por la diversidad de sus conocimientos, valoración de la cultura greco latina, sentido crítico, etc.

   La mención de los sentimientos del personaje frente al sufrimiento de todos esos célebres personajes apunta a dar espacio a la reflexión del lector acerca de la circunstancia de que si estos individuos famosos y aún trascendentes para la historia han sido condenados, ¿qué le espera a personas comunes y corrientes que no se han destacado? Por más cualidades y relevancia histórica que ostente un personaje, de nada le servirá si comete faltas y no se arrepiente de ello en vida: terminará padeciendo dolor eterno luego de su muerte física.

 

Tercer momento-.

 

a)     Dos almas juntas y ligeras al viento. El símil de las palomas.

   He aquí el núcleo sustancial de este canto, para el cual los dos momentos anteriores preparan el terreno. Una vez que Virgilio menciona a algunos de los condenados, Dante siente curiosidad por dos sombras en particular, y manifiesta el deseo de dialogar con ellos. Lo primero que le llama la atención a Dante de estas dos almas condenadas es que van juntas, y parecen livianas al viento: “Poeta, desearía/ hablarle a esos dos que juntos van,/y parecen ser al viento tan ligeros.” Aún no conocemos la identidad de estos personajes, y Dante mismo como personaje parece desconocerlo, pero Virgilio sugiere, por su respuesta, que sí sabe quiénes son, y que conoce su historia, ya que lo invita a que los llame “en nombre del amor que así los guía”. De esto el lector puede deducir que estas almas fueron pareja en la vida terrenal, pero al mismo tiempo se instala la intriga de quiénes son. Este recurso narrativo de ir soslayando información  puede tener más de un objetivo por parte del autor: provocar el interés a los lectores curiosos y que gusten de los desafíos; preservar la identidad de los personajes, etc. La ligereza o liviandad de estas almas puede interpretarse de variadas maneras, una de ellas sería que a pesar de estar condenadas, su “peso” es menor al de otras almas que allí padecen tormento, y por tanto son más gráciles y agradables a la vista; otra interpretación contraria a la primera sería que son especialmente vulnerables al castigo impuesto, pues al ser más livianas, más las sacude el viento.

   Finalmente Dante no las llama directamente en nombre del amor como le sugirió Virgilio, sin embargo al adjetivarlas como “almas afanadas”, indirectamente alude a la pasión que los unió, ya que afán es sinónimo de deseo, un término muy empleado en los poemas amatorios de ese tiempo, en particular en los poemas de amor cortés, donde esa ansia de la persona amada suele aparecer como un tormento debido al amor no correspondido.

   Vuelve a mencionar el deseo en el símil de las palomas: “Como palomas, del deseo llamadas”. Es el tercer símil con aves; los dos primeros (el de los estorninos y el de las grullas) describían la situación y actitud de los condenados en general; el de las palomas es exclusivo para presentar a esta pareja. Más allá de que todas las almas condenadas por lujuria parecen estar en vuelo como aves por el empuje del viento, las palomas además aportan otros contenidos. Para comenzar el símil es muy poético y evoca una bella imagen en medio de lo horrendo, resaltando nuevamente a esa pareja entre todos los demás condenados. Pero debemos considerar también que durante la Edad Media eran muy célebres los Bestiarios, que eran libros donde se presentaban tanto animales reales como fantásticos y mitológicos, adjudicando a cada uno alguna cualidad o defecto, y dejando alguna enseñanza moralizante en cada presentación del animal. Por esto también debemos ver el significado simbólico de la paloma. Como podemos hallar más de un significado, definimos a la paloma como símbolo polisemántico. Si bien desde el punto de vista bíblico la paloma aparece como mensajera de buenas noticias y de la paz, y también como representación del Espíritu Santo, en algunos textos literarios medievales se asocia a la paloma con el deseo sexual y la lujuria, debido a que estas aves formaban parte de los rituales de los antiguos griegos a Afrodita, la diosa del amor. Es evidente que los condenados no están vinculados con el Espíritu Santo, y si se asociaran con el concepto de paz, sería sólo por oposición, ya que en el Infierno no hay felicidad ni reposo. Por tanto, queda sólo el significado de aves lujuriosas como lógico en este fragmento. En el símil, se compara a ambas almas en su actitud de acercarse a Dante, con dos palomas que planean hasta el nido, llamadas por el deseo: “Como palomas, del deseo llamadas,/ con las alas levantadas y firmes que al dulce nido/vienen por el aire que las quiere traer;/así salieron del tropel de Dido,/hacia nosotros viniendo por el aire maligno,/tan fuerte fue el afectuoso grito.” Estas almas están siendo atormentadas en el Infierno, aun así, no pueden dejar de ser quienes fueron en vida, ni pueden dejar de sentir lo que sentían: lo único que las mueve es el amor. El deseo las empuja, y les llama la atención un grito afectuoso. El adjetivo “dulce”, además de aludir al placer, se vincula al movimiento literario al que Dante perteneció, que es el Dolce Stil Nuovo, y sobre el cual volveremos luego, al analizar los tercetos del Amor. Hay dos menciones al aire: una vinculada con el viento que constituye el castigo de los lujuriosos (“el aire que las quiere traer”), otra con el concepto de maldad que domina al Infierno (“aire maligno”), pues en ese reino sólo hay almas que fueron condenadas por no arrepentirse de sus vicios y pecados. Aparece en esta expresión un tropo por traslación, en este caso con una relación de comprensión o inclusión, que es la sinécdoque, ya que no es el aire el maligno, sino las almas que en él circulan o habitan.

 

b)     Comienza a responder la pareja: agradecimiento a Dante; presentación.

   Comienza la respuesta de las sombras a las que Dante invocó. ¿Por qué el autor decide darle voz a estos condenados? La primera explicación tiene que ver con la intención de la obra: para enseñar. Tiene un objetivo didáctico, el autor quiere que los lectores aprendan del error ajeno para evitar caer en el tormento eterno. Pero en la Edad Media se sostenía que se enseñaba más y mejor si de la lectura se desprendía un placer, y es evidente que la lectura se torna más dinámica e interesante si los mismos condenados se expresan y testimonian, pudiendo impactar y conmover al lector con sus vivencias y sufrimiento. De hecho, en cada canto hay algún personaje protagónico circunstancial, o sea, el protagonista de la obra es Dante, pero en cada canto emerge alguna figura central, ejemplo de algún pecado o virtud, dependiendo del Reino. Luego, ¿por qué escoge a estos personajes que al parecer no son célebres como otros que mencionó Virgilio antes? Apenas descubramos la identidad de esta pareja, sabremos que para el autor fue relevante la proximidad cronológica con el lector de su tiempo: la pareja era contemporánea de Dante, y aún más, él los conocía. Este recurso acentúa el pathos, o sea, el uso de los sentimientos del lector con el objetivo de conmover y generar interés, ya que es más fuerte la sensación si esas almas condenadas pertenecieron a alguien conocido, próximo, que a personajes de la Antigüedad.

   Pasan tres estrofas y recién en la cuarta obtendremos algún dato concreto que nos permita suponer quiénes pueden ser los integrantes de esa pareja, y de hecho, ni siquiera se nos aclara quién está hablando, alternando frases con sujeto en primera persona singular (yo) con otras en primera persona plural (nosotros). Esto refuerza algo que  sugiere la primera alusión de Dante a esta pareja, y es que van juntos, no pueden separarse, y en ciertos momentos esa conciencia se vuelve plural, como si ambos fuesen una sola persona. Por eso al final de este primer parlamento de los condenados, el narrador enuncia: “Ambos me respondieron de esta suerte.”.

   En estas siete estrofas, las tres primeras son de bienvenida al viajero y muestra de buena voluntad para responder a sus inquietudes, la cuarta es una breve presentación biográfica señalando el lugar de nacimiento de quien habla, y las tres últimas constituyen lo que se conoce como “Los tercetos del Amor”, donde se rememora la pasión que los alentó en vida, y la tragedia que los condujo a este terrible destino final.

   “Oh animal gracioso y benigno/que visitando vas por el aire perso/a los que al mundo en sangre hemos teñido,/si fuese amigo el rey del universo/por tu paz le podríamos rogar,/ya que te apiada nuestro mal perverso.”. Las palabras dirigidas a Dante protagonista revelan agrado, buenos deseos, algo que escasea en ese lugar. Esto nos habla de la personalidad y cualidades de quien se expresa, que en la cuarta estrofa se descubrirá como Francesca. La palabra “animal” apunta a que Dante es un ser vivo (animal procede de animalis, que significa ser vivo, ser animado, y ánima es sinónimo de alma), lo cual es un atributo para quienes ya murieron y cuya situación es irreversible, porque en tanto Dante viva, tiene esperanza de arrepentirse de sus errores y salvar su alma. Los adjetivos resaltan que posee la gracia divina (“gracioso”) y buenos sentimientos, bondad (“benigno”). Estos buenos sentimientos se deducen del trato que Dante brinda a esta pareja, ya que el Infierno es un sitio de castigo y donde nadie trata bien a los condenados, sino todo lo contrario, allí están para ser atormentados, humillados, despreciados, agredidos e insultados. Por esa razón -la manera compasiva en que el protagonista se dirige a ellos- es que Francesca muestra agradecimiento y expresa buenos deseos, señalando que le rogarían por su paz al rey del universo si fuesen amigos. Nuevamente notamos que los condenados no pueden mencionar a Dios en el Infierno, les está prohibido, por esa razón Francesca debe emplear una perífrasis para aludirlo (“rey del universo”), tal como lo hizo Virgilio al inicio del canto. Rogarían por él (condicional), pero saben que no serán escuchados, porque forman parte de las almas perversas (asume su pecado). Esta amabilidad de Francesca nos dice mucho de ella como persona, puesto que sumida en el dolor y la desesperación, y sin nada que perder, puesto que su condena es eterna y con nadie debe quedar bien, sólo tiene buenos sentimientos hacia Dante, deseándole lo que ella ya no podrá sentir jamás (“paz”).

   En este fragmento se alude en dos ocasiones a lo cromático: en primer lugar, cuando expresa “aire perso”. Dante explica en su Convivio, que “el perso es un color mixto de púrpura y de negro, pero vence el negro”. Para Boccaccio, perso es “oscuro”, sin más. Este tono oscuro, más allá del matiz simbólico del mismo y de las características del Infierno, conceptos ya explicados, parece estar ligado también al color del mundo teñido en sangre al que se refiere Francesca, que con una hipérbole (la hipérbole es un recurso literario que consiste en exagerar) resalta la magnitud del mal en el mundo. La sangre puede simbolizar el vicio y el pecado, pero también puede aludir a la muerte violenta que tanto ella como Paolo sufrieron.

   En el siguiente terceto, Francesca continúa hablando por los dos, expresando que hablarán y oirán sobre lo que Dante desee, “mientras que el viento aún quiera callar”. Aquí se revela el mandato divino, puesto que los castigos infernales no cesan nunca, y sin embargo, de manera excepcional, como Dante requiere dialogar con estos personajes para cumplir su misión, el viento se ha suavizado, permitiendo a Paolo y Francesca acercarse a él, escucharlo y hablar.

   En el cuarto terceto de su respuesta, Francesca finalmente se presenta y se expresa en primera persona singular: “Tiene asiento la tierra en que he nacido/sobre la costa a la que el Po desciende/a buscar paz allí con sus seguidores”. Lo primero a destacar es el acento nostálgico que sugiere este terceto, la añoranza por lo perdido y que jamás volverá a poder disfrutar, el dolor resumido en unas pocas palabras de quien tuvo un pasado feliz y ahora está padeciendo, sin la esperanza de que el dolor termine. El contraste que se genera entre su situación actual y su vida pasada y perdida se concentra en el concepto de paz que busca y encuentra el río Po. Esto nos recuerda la inscripción de la puerta, en el canto III: “Perded toda esperanza ustedes que entran”. Ningún condenado tiene derecho a tener esperanza, es un concepto perimido en el Infierno, al igual que el de la paz. Esa sensación agobiante vuelve más trágica esta situación.

   Lo siguiente es preguntarnos, a partir de la información aportada por la sombra, quién es. El dato del lugar de nacimiento permitía a los contemporáneos de Dante suponer una identidad, pues ubica al personaje en la región de Ravena, en la costa adriática. Allí es donde nació Francesca, y por eso podemos saber que era ella quien hablaba, y no Paolo, aunque en ciertos pasajes se exprese en plural. Francesca era hija de Guido da Polenta, señor de Ravena. Luego de una guerra con los Malatesta, los jefes de ambas familias decidieron realizar una boda para sellar su reconciliación. En ese tiempo los matrimonios acordados con fines económicos y políticos eran usuales en las clases altas. A Francesca la desposan con Giovanni, denominado Gianciotto (Juan el rengo), hijo mayor de los Malatesta. Gianciotto era un condotiero, o sea, un jefe de ejércitos mercenarios, que combatían por quien les pagara mejor. Su habilidad como militar y  su carácter violento, además de su deformidad física, le crearon la fama de ser un individuo vengativo y sanguinario. Por otra parte su hermano menor, Paolo, a quien apodaban El bello, si bien también tenía ciertas habilidades militares, se destacó en el campo de la diplomacia y antes de morir, estaba en una ascendente carrera. Le interesaban además las artes y la literatura. Según cuenta la historia surgió una pasión entre los cuñados Francesca y Paolo, pero Gianciotto en algún momento los descubrió, y asesinó a ambos a la misma vez. Al parecer el doble crimen ocurrió en el año 1285. Dante conoció a ambas familias, pero tuvo un vínculo más estrecho con la familia de Francesca, habiendo incluso trabajado para su padre. Esto también puede explicar la manera respetuosa y hasta afectuosa en el trato de Dante a Francesca, a quien si bien condena al Infierno, en ningún momento la presenta como depravada o abominable ni digna de desprecio, como sí hace con otras figuras en otros cantos.

 

c)      Los tercetos del Amor.

   Ahora encontramos los tres tercetos más famosos e importantes de este canto, los denominados tercetos del Amor, debido a que los tres comienzan con la palabra Amor. Dicen así: “Amor, que en gentil corazón pronto se prende,/prendó a éste de la bella persona/que me fue arrebatada; y el modo aún me ofende./Amor, que a nadie amado amar perdona,/prendió en mí por él placer tan fuerte,/que, como ves, todavía no me abandona./Amor nos procuró la misma muerte:/Caína al matador está esperando./Ambos me respondieron de esta suerte.”

   Comencemos viendo la estructura. Los tres tercetos están unidos por la anáfora “Amor” (anáfora es un recurso por repetición que consiste en la reiteración de una palabra o expresión al inicio de dos o más versos) y por el tema tratado. Francesca rememora su pasión con Paolo, y su trágica muerte. Las repeticiones no solamente apuntan al aspecto musical y rítmico de un poema, sino que desde el punto de vista de lo semántico, destacan algún concepto. En este caso, la anáfora resalta el sentimiento pasional que los condujo a este fatal destino, lo que los une aún después de muertos. Podemos definir que en el primer terceto, Francesca menciona y explica la pasión de Paolo, en el segundo expone sus propios sentimientos pasionales, y en el último realiza una conclusión que abarca la mención de sus muertes y el destino que le aguarda a Gianciotto, el asesino de ambos.

   La invocación al Amor, que es mencionado con mayúscula como si fuese un nombre propio (algo que Dante refrenda algunas estrofas después cuando al preguntarle a Francesca respecto al descubrimiento de la pasión, le dice “Amor”, y no “el amor”) requiere algunas explicaciones. En estas estrofas se habla del amor como si fuese un ser con voluntad, una persona, o tal vez un dios. Amor realiza acciones, como prenderse, apasionar, obligar a amar, provocar deseo y placer. Esta deificación del amor responde a un ideal de la poesía trovadoresca provenzal, donde aparece el concepto de amor cortés.  Este concepto de amor es aristocrático (cortés viene de la corte de los nobles). Como surge en una sociedad feudal, el trovador escribe sus canciones estableciendo una equivalencia entre el enamorado que sirve a la dama o señora, y el vasallo que sirve al señor feudal. La dama, por tanto, pertenece en general a un grupo social más elevado que el enamorado, y sea por esa razón, o porque en muchas ocasiones era casada y se trata de un amor adúltero, el amor cortés suele celebrar un amor idealizado e imposible, porque la amada es inalcanzable. Por esta razón muchas de esas canciones de amor expresan un deseo insatisfecho, describiendo los atributos físicos de la dama, su belleza y el placer que de su contemplación se desprende.

   Sin embargo en su parlamento Francesca no dice corazón noble, dice corazón gentil. Y esto no es casual. El corazón gentil es un concepto propio del Dolce Stil Novo, dentro del cual encuadramos la obra de Dante.  Los stilnovistas realizan una adaptación del concepto de amor cortés, y hablan de amor gentil. Mientras el amor cortés es propio de un grupo social determinado (la aristocracia) y la nobleza se asocia a la nobleza de sangre, la palabra gentil no sólo refiere a ciertas cualidades morales y espirituales, sino que proviene de “gente”, resaltando que la nobleza no es de sangre, sino del corazón. En los poemas stilnovistas, el enamorado no manifiesta deseo físico como en el amor cortés, sino un amor platónico y sublimado donde la dama aparece como un modelo de perfección moral, intermediaria entre el enamorado y Dios. Por este motivo se la denomina “donna angelicata”, como Dante con Beatriz. 

   ¿Cómo podemos aplicar todo esto a los tercetos del Amor? Es evidente que el autor maneja todos estos conceptos, y pone en boca de Francesca su propia visión del asunto. De hecho, el primer verso de estos tres tercetos son una alusión a un famoso poema de Guido Guinizelli, considerado una especie de himno del Dolce Stil, y del cual transcribo la primera estrofa: “Al corazón gentil retorna siempre amor/como el pájaro de la selva a la espesura/no fue amor antes que gentil corazón/ni corazón gentil antes que amor, su natura”. Y si vemos en italiano, el primer verso de los tercetos del Amor de Dante dice: “Amor, ch’al cor gentil ratto s’apprende”, y el primer verso del poema de Guinizelli expresa: “Al cor gentil rempaira sempre amore”. También Dante realiza juegos de palabras en su composición, tal como lo hizo Guinizelli. Tenemos aquí a un personaje, que es Francesca, representación de la que fue históricamente como persona real, y Dante nos la presenta como una joven mujer perteneciente a una familia importante de la época, culta y de sentimientos delicados, y que sin duda había leído lo que era moda en ese tiempo, como los poemas amatorios de la poesía provenzal, algunas novelas célebres que también respondían al amor cortés, y los poemas stilnovistas. Esta influencia se nota cuando Francesca presenta la situación amorosa entre Paolo y ella, pues emplea conceptos típicos del amor cortés, como el que veíamos al principio: ver al Amor como una especie de dios pagano que se apodera de la voluntad de los amantes y los obliga a amar. Pero este concepto de amor cortés está mezclado con el de amor gentil, señalado claramente en la expresión “corazón gentil”. Francesca justifica el apasionamiento de Paolo en el primer terceto, restándole responsabilidad sobre el mismo, achacándole al Amor como divinidad el surgimiento de ese sentimiento (y hay un juego de palabras con los verbos prendar y prenderse, dando a entender que una vez que la pasión aparece, no puede ser arrancada del corazón). Pero además nos sugiere que quizás al principio, todo se trataba de un amor espiritual, elevado y platónico, ya que habla de corazón gentil. Sin embargo, sabemos que no estaría en el Infierno si ese amor gentil se hubiese mantenido dentro de sus límites (admiración espiritual, sublimación del deseo, la mujer como intermediaria entre lo divino y lo humano).

   En definitiva, esta mezcla de conceptos señala la necesidad del personaje de justificar la acción de su amado y de no ensombrecer su imagen. Porque así como se presenta la situación, podemos decir que primero en Paolo y luego en Francesca, existe debilidad, no depravación, ya que Amor los obliga, y el corazón gentil es sensible y vulnerable. Podemos sospechar que el vínculo entre ambos surgió como un amor gentil (afinidad, admiración espiritual), se transformó en amor cortés (el deseo físico existe, el amor es adúltero, pero no se concreta), y terminó siendo lo que los medievales conocían como loco amor, donde la lujuria se desborda y se consuma el contacto físico.

   Francesca no dice su nombre; tampoco el de Paolo. Se refiere a su amante como “éste”, revelando esa proximidad que tendrán durante toda la eternidad. Pues el castigo de esta pareja no reside solamente en soportar los embates del viento, también quiso la sutileza del autor marcarnos el tormento de estas almas apasionadas de tener que permanecer juntos para siempre, viéndose, deseándose, pero sin poder satisfacer sus deseos. Por eso estar juntos es hermoso pero también motivo de sufrimiento.

   Coherentemente con su condena, Francesca no se muestra arrepentida, ni dice que Paolo lo esté. Lo notamos cuando expresa que aún la ofende la manera en que perdió su bello cuerpo. Esto no sólo implica una condena al marido celoso que le dio muerte tanto a ella como a Paolo, y la evocación de la muerte violenta que padecieron, sino que también enfatiza su pena por no poseer ya su cuerpo, imprescindible para sentir placer con su amante. Y si esta pena existe, es porque no hay arrepentimiento. Más bien podemos suponer que desearía volver a los tiempos en que podía disfrutar de su cuerpo y del de Paolo.

   Por más que habla de los sentimientos de Paolo (él se enamora primero, por lo que da a entender el orden de los tercetos), se filtran también los sentimientos de Francesca cuando evoca su tiempo de vida. Lo cual nos conduce a preguntarnos por qué Francesca es la que habla y no su amante, por qué Dante eligió darle mayor estatura a ella como personaje. Las razones posibles son varias. La primera, que Dante conoció más a la familia de Francesca que a la de Paolo. A los Polenta lo unía amistad e incluso lazos laborales, pues hasta trabajó para el padre de Francesca. Por tanto esa tragedia le tocó de cerca al autor, y su proximidad con Francesca era mayor que con Paolo. Esto también explica que,  si bien la condena, intenta no mancillar su imagen. No se la muestra como un ser depravado y ruin, sino como una mujer frágil caída en desgracia. La segunda, porque sin duda para tocar estos temas delicados y considerados tabú en ese tiempo, como el sexo, el deseo, el placer, era más oportuno dejarlo en boca de una dama contenida y culta como Francesca, pues todo lo que Dante escribe lo hace desde el límite del pudor de ella.

   En el segundo terceto nos encontramos con un juego de palabras que constituye un recurso denominado repetición etimológica, ya que aparecen al menos tres palabras de la misma familia en un mismo verso (Amor, amado, amar).  Allí Dante pone en boca de Francesca un concepto importante: nadie que es amado puede no amar. Si lo vemos desde otro ángulo, nos preguntamos si entonces no existe el amor no correspondido. Dante sugiere que si el amor es verdadero, es imposible no corresponderle. Así como Francesca justifica a Paolo en el primer terceto, en el segundo se justifica a ella misma. Paolo la amó, ella no pudo evitar amarlo también. Si bien es cierto que esto lo expresa Francesca, en ningún momento Dante le retruca o discute sus afirmaciones, cosa que sí hace en otros cantos con otros personajes. Esto nos hace pensar que Dante elige presentar a Francesca, y también a su amante, como víctimas. Como autor, racional, los condena al Infierno por lujuria; como personaje aflora su parte emocional, influído por lo literario, y los siente como personajes trágicos, culpables sí, pero no malvados, caídos frente a una fuerza mayor que ellos mismos. Francesca confirma la ausencia de arrepentimiento (arrepentirse hubiera significado negar el amor que siente por Paolo) cuando confiesa que el placer que siente es tan fuerte, que todavía no la abandona. Es decir, nunca dejará de sentir lo que siente por su cuñado.

   El último de los tercetos del Amor enuncia la conclusión de esta tragedia: “Amor nos condujo a una muerte” (o “la misma muerte”, dependiendo de la traducción), aludiendo a la manera violenta en que ambos murieron al mismo tiempo, en su último encuentro íntimo. Están unidos por un destino cruel, primero por el placer, y ahora por la muerte. Y esto requiere también explicación. Dante era cristiano católico. Su religión afirma que no existe un destino marcado, sino el libre albedrío (la posibilidad del ser humano de discernir entre el bien y el mal, y de actuar libremente en base a su conciencia, y por tanto ser artífice de su propio destino). Pero en estos tercetos se sugiere en varias ocasiones que quizás estos enamorados estaban destinados a amarse, que no fue por su propia voluntad sino porque una fuerza externa a ellos los empujó a amarse y pecar.  Destino y predestinación por un lado, y libre albedrío por otro, son conceptos opuestos. En el primero el ser humano no elige, en el segundo sí. Si Dante admite que existió una fuerza fatal que hizo a Paolo y Francesca amarse, estaría contrariando el dogma cristiano. Tal vez pueda saldarse considerando que el amor pudo ser inevitable, lo evitable eran las acciones de ellos. Sin embargo, no es lo que trasunta el texto. Si el Dolce Stil sostiene el concepto de destino a través de la idea de amor y corazón gentil, entonces  Dante, protagonista de la obra, revela una contradicción interna importante: lo teológico versus lo literario. Dante era profundamente creyente, pero también era un poeta. Por eso este canto es tan importante para mostrarnos aspectos de Dante personaje. No olvidemos que si bien se resaltan las figuras de Paolo y Francesca en este canto (sobre todo Francesca) ellos son personajes circunstanciales dentro de la Divina Comedia completa. Él es el personaje más importante de la obra, por eso detrás de la tragedia de Paolo y Francesca, es importante captar qué está pasando con Dante como protagonista de esta epopeya cristiana.

   La herramienta del violento destino final de los amantes fue el esposo de Francesca y hermano de Paolo, Gianciotto Malatesta, que asesinó a ambos a un tiempo. Francesca tampoco dice su nombre. Esto puede tener una explicación poética, pero también muy pragmática: las familias Polenta y Malatesta eran contemporáneas de Dante, y Gianciotto aún vivía en el momento en que Dante escribió su obra. Sin duda que no hubiese sido demasiado fácil evitar represalias en caso de que las suposiciones se convirtieran en algo explícito con nombre y apellido. Dante, por otra parte, es muy estricto con Gianciotto. Cuando Francesca expresa que Caína lo está esperando, se refiere al noveno círculo, el peor de todos, el círculo de los traidores, en el sector de los traidores a su propia sangre (recordemos que Caín es un personaje bíblico del Antiguo Testamento, el primer asesino consignado en la Biblia, que por envidia mató a su propio hermano, Abel). O sea que Dante considera que el pecado de Gianciotto fue mucho peor que el de su esposa y el de su hermano. También es evidente que Dante pensaba que Gianciotto premeditó su crimen, tuvo tiempo de pensarlo, y aun así, decidió asesinar. La conducta del Gianciotto histórico se encuadra dentro de los criterios patriarcales de época. El matrimonio con Francesca era arreglado, y tal vez él ni siquiera la amara, pero era su esposa, la consideraba su posesión, y el violento asesinato era una manera de limpiar su honra frente a los demás. Seguramente había quienes justificaban su actitud sanguinaria y violenta. Si el crimen de Francesca era para limpiar su honor, el de su hermano constituía una venganza. Francesca no sólo había mantenido relaciones sexuales con su hermano, también lo amaba. Paolo había conseguido algo que él no: el amor de Francesca. Lo interesante es que Dante no lo ubica con los violentos contra el prójimo (primer recinto del séptimo círculo) sino con los traidores (primer recinto del noveno círculo). O sea que a su entender prima el acto de traicionar por sobre el del asesinato. A los amantes, sin embargo,  no los considera traidores, supone que actuaron movidos por la pasión lujuriosa, por incontinencia. Gianciotto, en cambio, sería condenado por malicia, y por traición. Francesca no lo insulta ni maldice, revelando otro de sus atributos morales, pero en la construcción del verso se nota un tono de sentencia que podría indicar cierta satisfacción de que se haga justicia con el asesino a sangre fría.

   Un aspecto a considerar también es que una de las versiones que nos llegan de la historia de Paolo y Francesca, afirma que Paolo y Francesca se sentían atraídos entre sí antes de que ambos se casaran (ella con Gianciotto y él con una mujer de otra familia importante) por acuerdos familiares. Esto junto con otros aspectos, pondría en tela de juicio los matrimonios por conveniencia, que desconocen los sentimientos de los que deben casarse forzosamente por mandato familiar para satisfacer necesidades económicas o sociales. Se plantea el conflicto entre la realización personal y el beneficio familiar e intereses sociales; los sentimientos versus los criterios y valores sociales. El amor entre Paolo y Francesca, y su consumación íntima, rompieron los esquemas de esa época; fue un amor prohibido, adúltero, condenado por la sociedad, disfrutado en secreto. Cuando fueron descubiertos sufrieron un castigo extremo. Al condenar a Gianciotto al noveno círculo, Dante no se suma a la visión de la sociedad de su tiempo que justificaba la acción del marido celoso que se siente traicionado por su esposa y su hermano, sino que lo señala como un pecador peor que los amantes malogrados. Por ellos Dante personaje manifiesta compasión; por Gianciotto no.

   Los tres tercetos finalizan con un comentario del narrador destacando lo que simbólicamente alude a la inseparabilidad de estos dos enamorados: “Ambos me respondieron de esta suerte”.

 

d)     La historia de Lancelot y Ginebra.

   El protagonista relata que inclina el rostro, conmovido, dándose un espacio para la reflexión. Se produce un impasse en el avance de la narración. Cuando Virgilio le pregunta en qué está pensando, él le comunica: “¡Ay de mí,/cuánto deseo y dulce pensamiento/a estas dolientes almas trajo aquí.” En estos versos muestra su empatía con la pareja condenada. Y también el reconocimiento de Dante, como representante de la humanidad, de su vulnerabilidad al vicio y el error (“Ay de mí”), y por ello la posibilidad cierta de terminar en el “doloroso paso”, al igual que Paolo y Francesca. Nuevamente se menciona la palabra “dulce” como adjetivo (ya había aparecido en el “dulce nido”), y es inevitable asociarlo con el Dolce Stil. ¿Es el camino estético -literario que eligió Dante, a pesar de su vínculo con lo religioso y místico, camino de perdición? ¿Es posible sostener una relación amorosa sin sentir ni expresar deseo físico, como propone el amor gentil? ¿Cómo evitar que el amor que comienza como espiritual y platónico, se convierta en una pasión sexual? Son preguntas que surgen a partir del desarrollo del tercer momento del Canto V. En el caso de esta pareja, el amor gentil fue el punto de partida de un trayecto que finalizó en una muerte violenta y la condena eterna.

   Luego de esa pausa narrativa, Dante se dirige a Francesca, expresándole su compasión: “Francesca, tus martirios/me hacen llorar con triste sentimiento”. Esta es la única ocasión en que el autor menciona el nombre del alma con la cual hablaba. Anteriormente aportó datos para que los lectores dedujeran quién era, pero para asegurarse, y que su misión didáctica se cumpliese, lo explicita en este pasaje, aunque sin incluir el apellido o familia a la que pertenecía. El nombre de Paolo no es mencionado en ningún momento, al igual que el de Gianciotto.  

   Si bien la palabra “martiri” puede traducirse también como tormento o tortura, en lo primero que se piensa es en martirio, que para un cristiano como Dante, tan empapado en todo lo bíblico y religioso, remite a los mártires cristianos que padecieron tormento y muerte por defender su fe. Estos cristianos perseguidos por una autoridad terrenal de mucho poder, fueron beatificados por la Iglesia; esto significa que se les considera dignos de ser tomados como ejemplo moral y religioso. Viendo que las almas de Paolo y Francesca fueron arrojadas al Infierno por ser lujuriosos, parece incongruente que Dante emplee el término “martirios” para describir la magnitud de su dolor, pero esto ocurre porque si bien los condena, siente que hay situaciones y actitudes que de alguna manera los excusan, o al menos matizan la calidad moral de ambos. El hecho de resaltar sus sentimientos de pena y compasión también apunta a presentarlos como víctimas.

   Dante  procura profundizar en el nacimiento de esa pasión prohibida no sólo porque puede darle mayor interés a su relato, sino porque no olvida que el objetivo final es enseñar, y para eso debe mostrar ejemplos. Así que luego de mostrar un acercamiento afectivo nombrando a Francesca y manifestando su compasión, creando un clima propicio para las confesiones íntimas de los condenados, le pregunta: “Mas di: en el tiempo de los dulces suspiros,/¿cómo y por qué te concedió Amor/conocer los dudosos deseos?”. Tercera mención de lo dulce y alusión al Dolce Stil. El tiempo de los dulces suspiros retrotrae al momento de la ilusión y el enamoramiento, el inicio de todo, cuando ambos comienzan a descubrir lo que siente el uno por el otro, y debieron surgir las preguntas interiores, y el conflicto entre el deber y el deseo (“dudosos deseos”).

   La respuesta de Francesca contiene una sabia sentencia: “No hay dolor mayor/que recordar el tiempo de la dicha/en desgracia; y eso lo sabe tu doctor.” El sufrimiento de los condenados no procede solamente del tormento actual, sino de saber que lo perdido jamás se recuperará, y el tiempo pasado de felicidad y placer es irrecuperable. Recordar en medio del dolor actual ese pasado en que estaban vivos y gozaban juntos, no alivia el castigo, sino que lo multiplica. El doctor al que hace referencia Francesca alude al guía de Dante, Virgilio, que puede entender cabalmente ese sentimiento puesto que también está condenado en el Infierno. Sutilmente, se sostiene que es difícil comprender algo si no se lo ha experimentado, lo cual nos conduce a suponer que Dante ha experimentado la lujuria, ya que siente tanta pena y compasión y no mancha la imagen de la pareja central del Canto V.

   Francesca le aclara a Dante que evocar el pasado le hace mucho daño, al igual que a Paolo, pero su agradecimiento a Dante es tal, que a pesar de eso, si él quiere conocer “la raíz primera” de ese amor, se lo dirá “como quien llora y habla”. Las cualidades intelectuales de Francesca, su delicadeza interior, resaltan nuevamente con esta metáfora (“raíz primera” del amor) y los verbos pareados (“llora y habla”). Estos dos verbos representan a la pareja actuando como una unidad, y acentúan la idea del sufrimiento que padecen, pues en realidad lo que está ocurriendo, y nos lo aclara Dante al final del canto, es que mientras Francesca habla, Paolo, desesperado, llora.

   Francesca relata, entonces, cómo fue que ella y Paolo descubrieron la mutua pasión: “Leíamos un día por deleite/cómo herido de amor Lancelot fuera:/soledad sin sospechas la nuestra era./Palidecimos, y nos suspendía/nuestra lectura, a veces, la mirada;/pero un pasaje, por fin, nos vencería./Al leer que la risa deseada/besada fue por el fogoso amante,/éste, que nunca más de mí será apartado/la boca me besó todo anhelante./Galeoto fue el libro y quien lo hiciera:/no leímos ya más desde ese instante.”

   Es sugerente que la “caída” de los cuñados fuera por causa de una lectura. No sabemos si esta anécdota es real o creada por el autor de la Divina Comedia para darle un giro más poético al asunto, pero está claro que Dante escribía su obra confiando en el peso e influencia de la literatura sobre el ánimo del lector, pues pretendía enseñar con ella, algo que se nota también cuando presenta a Virgilio en el Canto I (“¿Eres tú aquel Virgilio y aquella fuente/ de quien mana tal río de elocuencia?[…]Eres tú mi modelo y mi maestro”), dando cuenta de la influencia de Virgilio como poeta sobre su estilo, y además refuerza la valoración de la literatura como formadora de opiniones y moldeo de sentimientos al arrogarle a una novela la capacidad de permitir descubrir/descubrirse al lector. La lectura por deleite formaba parte de los recursos considerados apropiados por los medievales para intensificar la función didáctica de los textos. Una lectura interesante y placentera permitía aprender más, pero debe recordarse que el placer en sí no era el objetivo, sino un medio para facilitar el aprendizaje. En esta circunstancia concreta está claro que Paolo y Francesca no leían para informarse o formarse, sino solamente por placer. Esto evoca el otro placer que terminó ocupando todo su tiempo, el sexual, dejando de lado la lectura. Así, se sugiere que la literatura también podría empujar al pecado, y que los cuñados tenían un temperamento vulnerable a la seducción de los placeres terrenales, algo mal visto en la Edad Media, donde se resalta el sacrificio y la sobriedad a nivel corporal, y la búsqueda de la riqueza espiritual. No en vano Dante ingresó al Infierno a todos los que consideró se habían abandonado al placer de los sentidos (como la gula y la lujuria).

   La lectura de los cuñados era de las que estaban de moda en su época: una novela caballeresca donde se consagra el amor cortés. La historia de Lancelot se desarrolla dentro de lo que se conoce como ciclo de leyendas Artúricas (por el rey Arturo, de Camelot), siendo Lancelot el mejor caballero del rey Arturo. Los conflictos comienzan cuando el rey Arturo encomienda a su vasallo Lancelot una importante misión: escoltar a su futura esposa, Ginebra, hasta Camelot, ya que durante el trayecto Lancelot se enamora de Ginebra, y ella finalmente le corresponde. Esto le genera a Lancelot un conflicto interno entre su deber con el rey, y sus sentimientos por Ginebra, dándose la circunstancia de un amor adúltero, prohibido. Recordemos que en el amor cortés existe el deseo físico, pero en general no se da la consumación, sea porque la dama es indiferente, por su condición de casada, o por su rango social, más elevado que el del enamorado.

   Lo que hace el autor es emplear un recurso denominado intertextualidad, en el que se vincula a un texto con otro, en general estructurado como las cajas chinas (uno dentro de otro, o sea que dentro de la historia de Paolo y Francesca, aparecen referencias a la historia de Lancelot y Ginebra). Es evidente que existe cierto paralelismo entre el amor prohibido del caballero y su reina, con el amor adúltero de los cuñados. En ambos casos se crea un triángulo amoroso con un marido despechado, en ambos casos la sociedad condena a los enamorados, en ambos el final no es feliz.

   El proceso que Francesca relata se inicia con una actividad inocente y sin conciencia de actuar mal: el disfrute de una lectura compartida “sin sospechas”. Pero al compenetrarse de la lectura, los cuñados terminan descubriendo que esa pasión relatada en la novela, se corresponde a lo que ellos mismos sienten el uno por el otro, abriendo así la puerta a su riesgosa aventura. En el primer momento la relación se podría encuadrar dentro del concepto de amor gentil, pero una vez que comienzan a tomar conciencia de sus verdaderos deseos, manifestado a través del palidecer y las miradas, se encuadra en el amor cortés. Finalmente, cuando se produzca la consumación del acto sexual, será loco amor. El momento del clímax de esta evocación de Francesca (momento de mayor intensidad en un relato o drama) se produce cuando Lancelot pierde el control y ante la risa de Ginebra, la besa, y Paolo, llevado por sus propios deseos desbordados, besa en la boca a Francesca. Se da una simultaneidad en el beso que aúna las dos historias de amor. Este paralelismo complejiza el texto, le aporta nuevos matices y enmarca la historia trágica de los enamorados de Rímini en una larga lista de relatos de amores desdichados y con finales funestos (Hero y Leandro, Píramo y Tisbe, Tristán e Isolda, Romeo y Julieta, etc).

   La mención a Galeoto (o Galahad) procede de la historia de Lancelot, ya que Galeoto era su amigo y escudero, y cuando comienza la historia de amor secreta, actúa de intermediario y mensajero. Por esa razón Francesca realiza un juego de palabras aludiendo a la condición de intermediario del libro y de su autor (“Galeoto fue el libro y quien lo hiciera”), ya que fue gracias al libro que ambos se comunicaron su amor y lo consumaron. Esta expresión constituye un recurso por traslación, la metonimia, ya que menciona a una persona para representar a una acción, por haberla realizado (en lugar de decir que el libro y su autor fueron intermediarios, menciona a Galeoto como símbolo de la acción de intermediar).

   Concluye con una reticencia: “no leímos ya más desde ese instante”. Esta delicadeza puesta en boca de Francesca es una delicadeza del autor, en realidad. Dice muy poco, pero lo sugiere todo, permitiendo, detrás del velo de lo no dicho, que el lector imagine y suponga la pasión de los amantes. La obra en todo momento nos muestra una Francesca pudorosa, capaz de experimentar y manifestar sentimientos elevados y sutiles, algo que parece contradictorio con el motivo por el cual se encuentra en el Infierno. Pero precisamente ocurre que los condenados que Dante ubicó en este círculo, están allí por variadas razones: en algunos la lujuria se manifestó mediante la promiscuidad y la impudicia, como por ejemplo Semíramis, a la que el autor acusa de promulgar leyes para legitimar sus conductas desenfrenadas, pero en otros, está ligada indisolublemente a la pasión por una persona determinada. Así, Francesca no es impúdica, sino que el amor apasionado la conduce a pecar, tal como ella misma da a entender en los tercetos del Amor. Por eso no resulta chocante su recato al relatar su historia adúltera. Y estas son las últimas palabras que oiremos de ella en el canto, así se despide el personaje, dejando una aureola de sutil delicadeza, como en cada una de sus intervenciones, tanto al dirigirse a Dante, como al hablar del marido violento que la asesinó, o de su amante y su goce y tormento simultáneos. Es muy evidente que a Dante lo mueve un afán reivindicativo de la figura de Francesca, y esto nos hace suponer que debían estar desprestigiándola duramente sus contemporáneos, en una época donde la sociedad patriarcal exigía pudor y castidad a las mujeres, pero justificaba la promiscuidad sexual masculina. Por esta razón, y además porque a Dante lo unía la amistad con la familia de Francesca, es que centra en ella y no en él ese lavado de imagen.

   Apenas se apagan las palabras de Francesca, el narrador informa que “Mientras un alma hablaba, la otra era/presa del llanto; entonces, apiadado,/lo mismo me sentí que si muriera;/y caí como un cuerpo muerto cae.” El canto comienza con la impresión de Dante personaje, y así también finaliza, recordándonos que el protagonista es él, y que Paolo y Francesca, por más que lo conmuevan, sólo son personajes circunstanciales en la obra total.

   Lo primero es comunicar qué ocurre con estas almas, y es que en tanto Francesca hablaba, Paolo llora todo el tiempo con desesperación. Esta imagen posee gran fuerza, sobre todo para los lectores contemporáneos de Dante, que se movían con los valores de una sociedad donde la masculinidad iba unida a la sobriedad en la expresión del dolor, la fortaleza física y emocional y la impasibilidad. Por tanto, leer en esa época que el hombre de la pareja se deshace en lágrimas, provoca mucha mayor impresión que si se dijera que ella es quien solloza, porque a la mujer sí se la asociaba con la debilidad y fragilidad tanto física como emocional, y con las expresiones emocionales, como el llanto. Esto significa que Dante invirtió los roles esperados para la sociedad de su tiempo, provocando que el lector se sorprenda o preste mayor atención. Por tanto, es un recurso narrativo que el autor emplea a conciencia. También es una manera de enfatizar la magnitud del sufrimiento: si el hombre llora, ese dolor debe ser inmenso, descomunal. Y esto forma parte de sus recursos para atemorizar al lector y que atienda la lección y modifique su conducta pecaminosa para salvar su alma, evitando este tormento. La enseñanza incluía incitar a hacer lo correcto por temor al castigo.

   El canto termina abruptamente, no sólo porque se interrumpe el relato sino porque el personaje padece de un desmayo y allí se trunca la situación, no hay un cierre o despedida respecto a los personajes con los que dialogó.  Por un lado, vemos que se refuerza la sensación de empatía del protagonista con Paolo y Francesca. En otros momentos de este canto ya había manifestado compasión, turbación y pena. Ahora su identificación con los condenados es tal, que pierde el sentido y cae. Es una respuesta emocional extrema a lo extremo que estaba viendo y escuchando. Esta empatía no surge solamente por la piedad que le provocan las almas condenadas, sino también por identificación, ya que Dante se asume como lujurioso, y el personaje puede sentirse en riesgo al ver qué destino le cupo a otros lujuriosos que no se arrepintieron.

   En dos versos, dos menciones a la muerte: se sintió como si muriera, y cayó como un cuerpo muerto. Esto es paradójico, puesto que el único ser vivo que está transitando el Infierno, dice sentirse como si estuviera muerto. Pero se explica porque este viaje es una oportunidad para cambiar el rumbo de su vida y salvar su alma. Al sentirse tocado íntimamente por lo que se le está mostrando, la conmoción es tal que parece morir, y tiene la chance de recomenzar con más conciencia y rectitud.

   Otro aspecto a considerar es que al finalizar el canto con el desmayo del protagonista, se exacerba la necesidad de continuar leyendo: deberemos al menos comenzar con el Canto VI para quitarnos la duda de qué ocurrió con Dante. Así, el autor enlaza el final del Canto V con el inicio del Canto VI, incitando al lector a no abandonar la lectura. Y es en el Canto VI donde finaliza la situación del canto anterior, y se nos dice qué ocurrió con Dante.

 

  

  

 

viernes, 15 de enero de 2021

ANÁLISIS DEL CANTO I DE LA DIVINA COMEDIA

 ANÁLISIS DEL CANTO I DE LA DIVINA COMEDIA-.



INTRODUCCIÓN.-

   La Divina Comedia, de Dante Alighieri (1265, Florencia -1321, Rávena) fue creada entre 1307 y 1321, y constituye la obra cumbre de Dante. Poema épico lírico de contenido alegórico, su trama se centra en un viaje imaginario de Dante por los reinos de ultratumba, realizado con la intención de salvar su alma del castigo eterno, y testimoniar acerca de lo que vio para que sus lectores se arrepientan de los pecados cometidos y retomen el camino del bien y la redención. Como la mayoría de la literatura medieval, esta obra cumple una función didáctica, moralizante.

   En cuanto al Canto I, se constituye en la Introducción a toda la obra, no sólo porque en él se anuncia el recorrido que hará Dante (su pasaje por el reino del Infierno, luego por el Purgatorio y finalmente por el Paraíso), sino también porque se anticipa que su guía por Infierno y Purgatorio será Virgilio, y que Beatriz, además de ser su guía en el Paraíso, es el alma bienaventurada que desde su lugar eterno, se compadece de Dante y vela por él. A ella le adjudica Dante la idea de la realización de su fantástico viaje y ser la inspiración de su creación en su rol de donna angelicata. A esta función introductoria del Canto I se le agrega la creación de una atmósfera oscura y atemorizante que anticipa el recorrido de Dante por el Infierno.


TRAMA Y ESTRUCTURA DEL CANTO. SIGNIFICADO ALEGÓRICO GENERAL.-

   El Canto I comienza con el protagonista (Dante) narrando en primera persona su experiencia de estar perdido en una selva oscura y áspera, a la cual no puede recordar sin temor. Cuando finalmente consigue salir de allí, inicia el dificultoso ascenso de una colina, en cuya cumbre veía los rayos del sol. Pero cuando ya pensaba que llegaría a la cima, se le cruzan tres fieras, una más peligrosa que la otra: una pantera (o leopardo, dependiendo de las traducciones), un león y una loba. En ese momento Dante pierde la confianza y el temor lo empuja a retroceder hacia la selva nuevamente. Sin embargo, cuando ya parecía todo perdido, vislumbra a alguien a quien denomina sombra, y le pide ayuda. La sombra se presenta: es Virgilio, poeta latino admirado por Dante, quien le anuncia que por su bien será su guía por dos reinos, el del Infierno y el del Purgatorio, y que un alma más pura que él (alude a Beatriz) lo guiará por el Paraíso, ya que al ser Virgilio un alma condenada en el Infierno (cumple condena en el primer círculo del Infierno, en el Limbo), tiene prohibido acceder al reino de los bienaventurados. Dante accede y el canto finaliza con Virgilio conduciendo a Dante, quien camina detrás de él.

   Podemos dividir a este canto en tres momentos:

  1. Alegorías de la selva y de la colina;
  2. Alegoría de las tres fieras;
  3. Encuentro y diálogo de Dante con Virgilio.
Como se puede apreciar leyendo el ítem de la estructura, cada situación transcurrida y cada paisaje que Dante describe es un elemento simbólico que forma parte de esa gran alegoría que es La Divina Comedia, considerando que alegoría es un encadenamiento de símbolos que giran en torno a una idea principal. La selva, la colina, las fieras, incluso cada personaje (Dante, Virgilio, Beatriz) no sólo valen por sí, literalmente e integrados a la trama, sino que además aportan un componente simbólico partícipe de la alegoría total de la obra. Así, Dante representa a la humanidad pecadora, Virgilio, según algunos críticos, a la razón, y Beatriz representa la fe (para salvarse, la razón no basta, es necesaria la fe).En este canto introductorio, también mediante la alegoría se nos anticipa el recorrido que hará Dante, representando la selva oscura el reino del Infierno que Dante recorrerá primero, la colina al Purgatorio, segundo reino visitado por Dante, y el sol en la cumbre, al Paraíso, donde finaliza el recorrido del protagonista en la obra. El viaje, a su vez, representa los distintos estados del alma que busca su salvación, siendo el Infierno la caída en el pecado al apartarse del camino correcto, el Purgatorio el arrepentimiento y purificación, buscando la redención a través del sacrificio, y el Paraíso la salvación y premio eterno. Además del contenido didáctico de la obra, propio de su época (pretende enseñar conceptos morales y religiosos), Dante desarrolla un lenguaje simbólico típico de los textos religiosos, como por ejemplo la Biblia. La base conceptual se explica a partir de lo que señala Emile Mâle: en la Edad Media el mundo es percibido como un conjunto de símbolos, por eso en toda realidad natural (como ser los animales, las plantas y accidentes geográficos) se esconde un significado espiritual, mensaje divino que  el ser humano debe descubrir para hallar el camino del bien.
   Cabe consignar que diversos críticos e investigadores literarios han sostenido una interpretación de naturaleza política de La Divina Comedia. Si bien es verdad que a Dante lo político le importó muchísimo, al punto de estar involucrado en situaciones de riesgo, y hasta ser desterrado por ello, no deja de ser un elemento secundario en la simbología de la obra, aunque sin duda debió tener mucho valor para el contemporáneo de Dante. Para el lector universal que lee la obra siglos después, tiene mucho más sentido la interpretación filosófico -religiosa que la política.


ANÁLISIS DEL PRIMER MOMENTO.-


   El Canto I comienza con uno de los tercetos más famosos de la obra:

"Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai pero una selva oscura
che la diritta via era smarrita."
("En el medio del camino de nuestra vida
me encontré en una selva oscura
pues la recta vía estaba perdida.")

   El poema presenta el relato en primera persona singular ("me encontré"), pero incluye también al lector al expresar "nuestra vida". Este recurso procura involucrarnos para llamar nuestra atención y que el lector se sienta identificado con Dante personaje, ya que como se dijo, la intención del autor es enseñar y provocar una modificación de conducta en el caso de que quien lee no esté en el camino correcto. El narrador en primera persona singular se explica porque es el protagonista quien cuenta su aventura. Así, Dante es autor, protagonista y narrador. La expresión "nuestra vida" reúne al protagonista, que es el héroe que realiza la hazaña, con el lector: todos somos humanos, nuestra vida es un camino de redención, Dante nos representa al ser un individuo falible, que comete errores pero al mismo tiempo tiende hacia el bien, procurando salvar su alma.
   El primer dato aportado en el relato, es la edad aproximada del protagonista cuando  comienza su aventura. No lo expresa de manera directa, sino como corresponde a un texto alegórico, mediante un símbolo ("En el medio del camino de nuestra vida"). ¿Y a qué edad aludía Dante al referirse a la mitad de la vida de un ser humano? Considerando las expectativas de vida de la clase alta de esa época, Dante estaría hablando de los 35 años, una edad donde la persona ya alcanza cierta madurez, pero aún es joven, lo que le permite mirar hacia atrás (asumiendo y juzgando su pasado), pero también tener expectativas de futuro y posibilidades de arrepentirse y cambiar su conducta. Es interesante considerar que a esta edad de ficción, se corresponde la edad real aproximada del autor al realizar su viaje imaginario, ya que los investigadores fijan la fecha 8 de abril de 1300 (viernes santo ese año) como fecha de inicio del mismo, habiendo nacido Dante Alighieri en 1265. Esto, entre otros aspectos, demuestra que Dante buscó que existiera un correlato entre la realidad y la ficción que creó.
   La metáfora de la vida como camino es muy usual en la Edad Media. Podemos mencionar como ejemplo, al poeta español Manrique, medieval pero posterior a Dante, que en las Coplas a la muerte de su padre, expresa: "Este mundo es el camino/ para el otro, que es morada/ sin pesar". Pero también aparece en literaturas anteriores. Dante pudo haberse inspirado en los textos bíblicos, como el Libro de los Proverbios 2:12 a 2:15: "Así que no te perderás en el mal camino ni te juntarás con los hombres perversos que han abandonado la senda recta y andan por veredas tenebrosas, que gozan en el mal que han hecho y hacen alarde de sus fechorías, cuyos caminos son torcidos, e infames todos sus pasos". En el célebre salmo 23 se habla del "camino del bueno", y de pasar "por quebradas muy oscuras". También podemos leer en Isaías 38 una expresión muy similar al inicio de la Divina Comedia: "En el medio de mis días voy a penetrar por las puertas del lugar adonde van los muertos". Es evidente que siendo Dante cristiano católico, la Biblia sería uno de sus libros de cabecera y fuente de inspiración para su epopeya cristiana.
   Pero en definitiva, ¿por qué se vincula a la vida con un camino? Está claro que esa metáfora alude al transcurrir, el trayecto vital, la idea de que existe un tiempo lineal y que en él nos movemos, teniendo un punto de partida y al final una meta. Nacemos, vivimos, morimos. Para Dante, lo que ocurre en ese trayecto define el destino final del alma. Por eso acude a la alegoría de la selva oscura para representar el hundimiento en el vicio y la confusión espiritual, la ausencia de luz divina. Dante es creyente, pero pecador, por eso puede representar a la humanidad, no se erige en modelo de perfección, sino en individuo perfectible. Reconoce haberse perdido en el mal al bajar la guardia de la conciencia y la fe. Perdió  "la recta vía", o sea, el camino correcto y virtuoso que conduce a la salvación, al premio eterno. Encontramos en estos dos elementos una oposición: selva oscura ≠ recta vía, que contrapone el vicio y la virtud, la oscuridad y la luz, la condena y la salvación. El ser humano tiene opciones, puede elegir, de eso se trata el libre albedrío. En la visión cristiana católica, Dios le brinda al humano intelecto (la razón, la inteligencia) y fe (cualidad teológica y espiritual imprescindible), y empleando bien ambos dones, en libre ejercicio de su voluntad, puede alcanzar la salvación. Pero también existe la chance de perderse en la selva oscura. De ese concepto de libre albedrío se desprende que el estado del alma depende del individuo, es su responsabilidad, y como cada acción conlleva una consecuencia, cada uno obtendrá castigo o premio. Esto es lo que Dante nos muestra en su viaje por los reinos de ultratumba, y nos anticipa a través de las alegorías del Canto I.

   Tres tercetos más dedica Dante a la alegoría de la selva, donde se explaya en una descripción simbólica y en los sentimientos que le despierta recordar ese duro trance, al punto de que le renueva el miedo. La selva es "selvaggia e aspra e forte" ("salvaje, y áspera y fuerte"). Los tres adjetivos unidos por el polisíndeton "y" tienen fuerza acumulativa, provocando en el lector múltiples asociaciones, en primer término con su significado literal, y en segundo, con el simbolismo. Si bien en la traducción al español no es tan evidente, en su idioma original (el toscano), notamos el juego de sonidos entre "selva" y "selvaggia". Lo salvaje apunta a los peligros que en ese lugar se encuentran, el riesgo que corre el ser humano en un hábitat donde predomina lo opuesto a la civilización, ajeno a la voluntad racional del individuo y la sociedad. Consideremos que en la Edad Media se insistía en la idea de una superioridad humana sobre los animales, considerando al humano capaz de conciencia y raciocinio, e identificándose a los animales con el mero instinto. El ser humano, enseñaba la Iglesia, debe elevarse y sobreponerse a su instinto mediante la fe y la razón. La selva es el hábitat de "animales salvajes", que es en lo que se convierte el humano cuando se deja vencer por sus instintos. La aspereza hiere, lastima, genera dolor e incomodidad, y lo fuerte revela la intensidad y se añade a la dificultad para poder salir de allí. Estos adjetivos, junto a la oscuridad que antes había mencionado, aportan a la comprensión del sentido de la alegoría, pues Dante habla de cómo el pecado, la tentación y el vicio lastiman al alma y lo difícil que es salir de esa situación. El protagonista siente temor y angustia porque está convencido de que está en riesgo su alma, pero no debemos olvidar que él representa en esta obra a la humanidad en su lucha entre el bien y el mal, por tanto, su relato no sólo presenta el conflicto de un individuo, sino de la humanidad en general. Vemos también que Dante define su rol desde el comienzo de la obra cuando expresa que a pesar de la amargura que le provoca el recuerdo de esos momentos (anticipa, por tanto, que logró sortear el peligro) "por tratar del bien que allí encontré / diré las cosas que allí vi". El bien es un concepto amplio pero entendible. Por un lado, alude a Virgilio, enviado por Beatriz, el hecho de estar bajo la protección y guía de los más sabios, idea muy apreciada por los medievales. Por otro,  sugiere la lección de vida que Dante recibió al caer y luego levantarse, y cómo su misión es transmitir a otros su experiencia para ayudarlos también a elevarse como él hizo en el pasado. Por eso debe comunicar lo que vio, para que su prójimo aprenda.
   Cuando Dante asume su angustia y su temor (menciona el pavor que le provoca recordar esa circunstancia, y que la selva, así como su recuerdo, es amarga, casi como la muerte), significa que ya tomó conciencia de sus errores. En la mirada del cristiano medieval, el pecado y el vicio provocan placer a los sentidos (por eso la selva es "fuerte" y se hace tan difícil salir de ella), y cuando se vive la situación, el individuo se abandona a los placeres mundanos sin hacer uso de la barrera de la razón. Pero una vez que comienza a reflexionar, a veces con el paso del tiempo y la maduración, el sentimiento de culpa aparece, junto con el temor a las consecuencias, tales como condenarse (la muerte del alma). Este planteo es típico de la visión religiosa de la Edad Media, que contrapone el mundo físico y terrenal con el mundo espiritual, afirmando que lo físico y terrenal no perduran, y el placer es efímero; en cambio el alma, lo espiritual, tienen la cualidad de la eternidad, y es preferible el sacrificio y buenas obras en este mundo transitorio, para lograr el premio en la vida eterna. El placer encanta a los sentidos y adormece la conciencia, por esa razón Dante informa que no sabe decir bien cómo entró, "tanto sueño tenía en el momento / en que abandoné el camino verdadero". La acción de estar adormecido refleja metafóricamente la falta de conciencia y de contención de los apetitos sensuales, acercándose más al animal instintivo que al ser humano lúcido, capaz de sentimientos elevados. En definitiva, la selva oscura, salvaje, áspera y fuerte es la alegoría del mal y la perdición del alma, y Dante se asume como pecador arrepentido que desea cambiar el rumbo de su vida y volver al camino recto.
   Es importante notar cómo se nota la conjunción de géneros desde el principio de la obra, pues si bien nos encontramos con un relato, aparece una multiplicidad de recursos retóricos asociados más bien a la lírica, como la metáfora, el polisíndeton, las imágenes poéticas, la sinestesia, etc.

   La veta poética es notoria cuando describe la colina y la luz que resplandece en su cima:
"Mas al llegar al pie de una colina,
allí donde aquel valle terminaba
que el corazón de pavor me compungiera,

miré a lo alto y vislumbré su espalda
vestida de los rayos del planeta
que el buen camino a todos señalaba."
  La descripción resalta el contraste oscuridad -luz al pasar de la selva a la colina, y también se contrapone lo bajo o hundido (el valle, la selva) con lo elevado (la colina y su cima). Estos símbolos son de uso recurrente a lo largo de los siglos, vinculando al mal con lo oscuro y bajo, y al bien con lo luminoso y elevado. Por tanto deducimos que la colina constituye una alegoría de la salvación, el bien y la virtud.
   En la metáfora "su espalda / vestida de los rayos del planeta", Dante nos muestra el nivel de conocimientos astronómicos de su época. Los medievales se basaban en la teoría de Claudio Ptolomeo, que afirmaba que el universo era geocéntrico, la Tierra estaba inmóvil, y los astros giraban a su alrededor. Suponía además que el sol y la luna eran planetas. Por esta razón Dante alude al sol denominándolo planeta. A propósito de los conocimientos que poseía Dante, debemos recordar que si bien nuestro autor era medieval en su concepción religiosa del mundo, también es considerado un precursor del Humanismo renacentista. El Humanismo fue un movimiento intelectual, cultural y filosófico propio del Renacimiento, que se inspira en el modelo cultural grecolatino, y que exalta el antropocentrismo (el ser humano, y no Dios, es el centro de todo) y el paradigma de intelectual que domina el conocimiento en múltiples áreas. Dante, por ejemplo, dominaba idiomas, sabía de literatura, mitología, historia, filosofía y teología, y además había leído los manuales científicos usuales en su tiempo, y admiraba la cultura greco latina. De hecho, esto último se hace evidente cuando vemos que elige a Virgilio (poeta latino) como guía en el reino del Infierno y el del Purgatorio, y por los personajes mitológicos y literarios que aparecen en los distintos cantos.
   Esta visión del sol iluminando todo, aludiendo alegóricamente al bien y la gracia divina, aquieta el temor que le duraba "en el lago del corazón". Esta metáfora es muy sugerente, más allá de ser un tópico la afirmación de que los sentimientos, las pasiones, residen en el corazón, así como la asociación del agua con lo emocional. Podemos visualizar ese lago, que habitualmente tiene aguas calmas, agitadas por el temor. Y esta metáfora se entrelaza con el símil del náufrago, donde también aparece el agua, pero esta vez se trata de un mar agitado y peligroso:
"Y como quien con afanoso aliento,
saliendo al fin del piélago a la orilla,
se vuelve al agua peligrosa y mira,

así mi alma, que aún estaba fugitiva,
se volvió atrás para mirar el paso
del que jamás salió persona viva."
   Esta imagen que abarca dos tercetos, en la cual Dante se visualiza como un náufrago que consigue salir del mar dificultosamente, y ya desde la orilla mira hacia atrás el peligro que corrió, es un símil. Símil es una comparación más extensa que la comparación común, y que debido a su detallismo se constituye en una imagen completa, que aún siendo apartada de su contexto, puede ser entendida. Este recurso fue empleado por Virgilio, a quien Dante reconoce como maestro, y Virgilio a su vez lo había leído en Homero, aeda griego a quien se le atribuye La Ilíada y La Odisea.
   Es entendible que un hombre medieval otorgue al mar la cualidad de peligroso ("acqua perigliosa" escribió Dante), ya que en ese tiempo, por un lado, existía una amenaza real debido al dominio marítimo de los musulmanes y la piratería, y por otro, había una multitud de leyendas y mitos respecto al océano que provocaban temor supersticioso. La falta de conocimiento también habilitaba a teorías que luego se comprobó no eran certeras, como por ejemplo suponer que la superficie de la Tierra era recta, y que llegando al horizonte, había un abismo por donde los barcos caerían y los marineros perecerían.
   Dentro del formato alegórico que nos propone Dante autor, es evidente que el náufrago es Dante personaje, el mar atemorizante es la vida viciosa, alejada de la gracia divina, y la orilla representa la salvación. Afirma que de ese paso "jamás salió persona viva" porque alude al concepto de pecado mortal para el alma. El símil del náufrago representa un momento de reflexión, en que el individuo, habiendo salido de un terrible riesgo, lo rememora y toma conciencia de lo grave que fue. De esas instancias de introspección y aprendizaje es que se va forjando la salvación del ser humano. Por esta razón también es que nos indica que al trepar la colina procuraba que el pie más firme fuera el que tenía más abajo, o sea que escalaba no sólo a impulso, sino con precaución, razonadamente.
   En cuanto al ritmo narrativo, nos encontramos en un pasaje de pausa, que nos prepara para el siguiente impacto.


ANÁLISIS DEL SEGUNDO MOMENTO.-


Luego de la pausa ya mencionada, el autor nos expone al siguiente impacto: la aparición de tres fieras que aterrorizan al protagonista, al punto de que lo empujan a retroceder. Dentro de lo que es la trama, las fieras aparecen en la colina, o sea que formarían parte de la alegoría de la colina, pero Dante se detiene en ellas con tanta extensión y detallismo, que deben ser analizadas aparte, como un segundo momento del Canto I.
   Recordemos que existen dos definiciones posibles de alegoría que son aplicables en esta obra. La primera: encadenamiento de símbolos en torno a una idea principal, que cabe para la obra al completo, donde el Canto I anticipa el trayecto del protagonista, y cada reino, a su vez, refiere simbólicamente a un estado del alma (pecado -purgación -virtud). Pero dentro de la obra, existen alegorías más pequeñas, como la de la selva y de la colina, que también están constituidas por una serie de símbolos interrelacionados por su significación. En cuanto a la segunda definición, también cabe tanto en la selva, como en la colina y las tres fieras, pues refiere a la representación plástica o sensorial de un concepto: la selva representa el pecado, la colina la expiación tendiente a la salvación,  y en este caso, cada fiera representa un pecado determinado. 
   Durante la Baja Edad Media tuvieron mucha popularidad los denominados "bestiarios", inspirados en los que ya existían en la cultura grecolatina, pero con el toque cristiano propio de la Europa medieval. Consistían en recopilaciones de animales, con ilustraciones y relatos. Había bestiarios realistas (basados en animales comunes y reales) y fantásticos (en estos últimos aparecían seres fabulosos, como los dragones, las sirenas, etc.). A cada animal se lo vinculaba con alguna cualidad o defecto moral, aportando una significación simbólica y didáctica en cada relato.
   Dante incluye en la trama a tres fieras, representativa cada una de un pecado: la pantera (onza o leopardo según otras traducciones), el león y la loba. Es obvio que una fiera es un animal peligroso, así como es peligroso para el alma cada pecado que representan. Conforman además una anticipación de lo horrible que hallará Dante en el Infierno, donde en varios círculos aparecen animales salvajes crueles, que muerden, desgarran y devoran. El orden en que aparecen no es casual, sino que el autor las ubicó en una progresión de menor a mayor gravedad, como lo hizo en el Reino del Infierno. Así, comienza con la lujuria, prosigue con la soberbia, y finaliza con la avaricia, o, según algunos, la concupiscencia. Desde otro punto de vista, Dorothy Sayers analiza que cada pecado podría corresponder a una etapa de la vida: la lujuria es más común en la juventud, la soberbia (auto exaltación) en la edad mediana, y la avaricia en la vejez. 
   Por su parte, Hyalmar Blixen señala que la explicación tradicional de las tres fieras se basa en un pasaje del Evangelio de San Juan, que establece tres pecados fundamentales: el apetito de la carne (lujuria), la soberbia, y la concupiscencia de los ojos (la avaricia).
   Para Santo Tomás, esos tres eran los pecados básicos, el origen de todos los demás. La lujuria se vincula no sólo a los placeres carnales, sino a todos los placeres que pueda apetecer la sensualidad humana, es decir que representaría a los pecados por incontinencia, a los cuales Dante ubica en los primeros círculos del Infierno. La soberbia implica el avasallamiento y la humillación del otro, y Dante ubica a la tiranía y la violencia en la parte central de su Infierno, como pecados de loca bestialidad. La avaricia /codicia son los de mayor riesgo, y se asocian con otros pecados, como violencia, fraude y traición, ya que la insaciabilidad empuja a cometer otras faltas para conseguir lo deseado; a estos pecados por malicia Dante los ubica en los últimos y peores círculos del Infierno.
   El número 3 responde a la estructura general de la obra, basada en esta cifra y sus múltiplos. Es un número con un simbolismo importante, ya que alude a la Santísima Trinidad, misterio dogmático del cristianismo católico, en el que se define a Dios como Uno y Trino, o sea, es un único Dios constituido por tres personalidades: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Por esta razón, el poema está organizado en tres grandes cánticas, la versificación se apoya en tercetos con terza rima, y en general, el número 3 y sus múltiplos aparecen a lo largo de toda la obra (por ejemplo, el Infierno consta de 9 círculos, el Purgatorio de 9 terrazas, y el Paraíso de 9 cielos). Las fieras no son la excepción, y se aparecen con el número de 3.
"De pronto, casi al comenzar la cuesta,
a una pantera hallé, liviana y ágil,
que de manchado pelaje iba cubierta.

Ella no se apartaba de mi vista,
estorbando tanto en mi camino,
que por volverme estuve muchas veces.

Tiempo era del inicio de la mañana,
y el sol subía con aquellas estrellas
que estaban con él cuando el amor divino

movió al principio aquellas cosas bellas;
hora y estación tan dulces
me motivaron a augurar el bien

en el vistoso pelaje de esa fiera"
   Se considera a la pantera como una alegoría de la lujuria, quinto pecado capital para el cristianismo. La lujuria se define como el exceso en el deseo de placer sexual; ese apetito desordenado provoca conductas pecaminosas que se manifiestan en el desborde pasional, la obsesión con una persona deseada, o la promiscuidad. Se considera un pecado porque se antepone el deseo físico, lo material y terrenal, lo cual se considera efímero, al cuidado del alma, que es algo espiritual, inmaterial, y se considera eterna. En la Edad Media todo placer del cuerpo era considerado pecaminoso, porque existía la visión de que lo trascendente y eterno era lo espiritual, y dedicarse al placer físico no sólo distraía de lo verdaderamente importante, sino que ensuciaba al alma. El sacrificio físico era el camino de la salvación; el placer sensual de cosas materiales, la condena. Por esto se le atraviesa a Dante la pantera cuando está intentando llegar a la cima de la colina -la salvación-, porque representa una tentación importante. De hecho, Blixen informa que Dante autor "según muchos testimonios fue un pecador carnal, a pesar de su amor idealizado por Beatriz y de estar casado con Gemma Donati" (en un matrimonio arreglado, como era usual en esa época), con quien tuvo varios hijos.
   La descripción de la apariencia física de la pantera explica por qué Dante la toma como símbolo de la lujuria. La belleza de su piel, la sensualidad de su andar, todo esto la hace mucho más atractiva que temible, por eso el verso "Ella no se apartaba de mi vista", además de referir a la persistencia de la tentación y el pecado, indica lo difícil que se le hacía vencerlo, porque le atrae la mirada y provoca el deseo. De esta manera, Dante con su actitud representa al ser humano frente a la tentación de la lujuria, del placer, y muestra la tensión entre codiciar la belleza y el placer, y el impulso de redención del alma ("estorbando tanto en mi camino / que por volverme estuve muchas veces"). A su vez, esa apariencia atractiva a los sentidos oculta su peligrosidad espiritual.
   ¿Por qué el autor ubica a la lujuria como el menos grave de los tres pecados que se le presentan a través de las fieras? Sin duda, en esta concepción no sigue las ideas de la Iglesia Católica medieval, puesto que en ese tiempo a la lujuria se la consideraba como un elemento esencial para la perdición, y Dante en el Infierno ubica a estos pecadores en el segundo círculo, habiendo nueve dispuestos en progresión respecto a la gravedad del pecado y de su castigo, e incluso existe un sitio reservado para ellos en el Purgatorio, en la séptima terraza. Dos razones se menciona como explicación de este desacuerdo: la primera se resume en que Dante considera a la lujuria como el único pecado que es una forma de amor, desprendimiento del amor divino (caritas), pero sentido y manifestado de manera inadecuada (eros). La segunda es un motivo más personal, y es que según algunos investigadores, la lujuria era su mayor debilidad.
   Los versos siguientes muestran el refinamiento y la suavidad propios del Dolce Stil Novo (recordemos que con ese nombre Francesco de Sanctis denominó a un grupo de escritores italianos de la segunda mitad del siglo XIII, al cual perteneció Dante, que inspirados en la lírica trovadoresca y el concepto de amor cortés, pero modificado este concepto por la visión religiosa, escribieron textos líricos donde se habla del amor gentil y se emplea un lenguaje poético sutil y dulce). El ambiente que se describe tiene gran belleza, es el momento del amanecer de un día primaveral, cuando el sol sube y se aprecia la hermosura de la naturaleza que para Dante, Dios creó. Notemos que la primavera es una estación que se asocia con el amor y los enamorados, además de que la tradición cristiana considera que Dios llevó a cabo la Creación en esa estación del año. En la analogía estaciones -edad, la primavera representa la juventud del ser humano, así que puede considerarse un pecado de juventud. Por otra parte, la belleza fue símbolo del bien en los textos literarios durante mucho tiempo, así como la fealdad y deformidad física representaba el mal. Todo esto hizo, según justifica el narrador, que Dante personaje se confundiera y pensara que de esa fiera se desprendía el bien y que no era peligrosa, pero ya explicamos que el autor asume que detrás de lo atractivo se oculta la tentación por el placer sensual. 
"mas no sin que temor me produjese
el aspecto de un león que se me apareció

y parecía que contra mí venía,
alta la testa y con un hambre tan rabiosa,
que parecía que hasta el aire le temía."
   Nuevamente encontramos un correlato entre la apariencia física del animal, sus actitudes, y el simbolismo que contiene. Así como la pantera de andar ágil y sensual y pelaje llamativo representa el pecado carnal, el león, denominado por muchos como "el rey de la selva" (aunque habita la sabana), tiene un porte asociado con lo altivo. El león en los bestiarios medievales solía representar cualidades (valentía, fuerza, nobleza, incluso se lo asocia con la monarquía y con Cristo), pero como todo animal salvaje, tiene una naturaleza ambivalente, ya que su fuerza y potencial físico (colmillos, garras), son peligrosos para los humanos. Esta ambivalencia lo hace ideal para representar la soberbia, pues el orgullo suele proceder de alguna cualidad de la cual el soberbio se jacta. Así como la lujuria es un pecado por incontinencia (desborde pasional), en este caso lo que vemos es un exceso, un ser humano que cree que puede equipararse a Dios, ya que se considera perfecto, y excede los límites al no asumirse humildemente como una criatura. Este concepto de exceso visto como pecado ya estaba presente en la cultura ateniense de la Antigua Grecia, y se constituye en el tema principal de las tragedias, donde el héroe trágico se condena al fracaso al cometer el pecado de hybris (el exceso, asociado con la soberbia, precisamente), y para un lector sapiente como Dante, sin duda debió resultar una inspiración.
   De esto se desprende que el soberbio será humillado, y el que está muy alto y menosprecia a otros ("alta la testa y con un hambre tan rabiosa") terminará cayendo. El león es una fiera salvaje peligrosa de por sí, pero además está hambriento, lo cual aumenta esa peligrosidad. Padece un hambre "rabiosa", que puede impulsarlo a atacar y devorar. La hipérbole y animación ("parecía que hasta el aire le temía") refuerzan el miedo que le provoca a Dante este pecado, que si se le cruza en la alegórica colina, es porque en algún momento lo ha tentado. Recordemos que el recurso de la hipérbole implica una exageración (la idea de que el león es tan temible, que hasta el aire se asusta al verlo), y la animación es dotar de cualidades de los seres vivos a lo inanimado (o sea, dotarlo de "ánima" o alma: el aire no es un ser vivo que pueda sentir miedo). Con esta animación hiperbólica Dante refuerza la sensación que pretende provocar en el lector. 
   Algunos críticos sostienen que esta fiera podría también representar a la violencia por su actitud belicosa y atemorizante. Como todo símbolo, es polisemántico, o sea que admite más de una interpretación. 
"Y una loba, que todos los deseos
alojar semejaba en su magrura
y a mucha gente hizo vivir en la miseria,

me llenó de temor con la gravedad
que veía lucir en su mirada,
y perdí la esperanza de la altura."

"Y como aquel que atesora riquezas,
que cuando llega el momento de perderlas,
en todo su pensar se aflige y llora,

así me hizo la bestia sin paz,
que viniendo contra mí, poco a poco
me empujaba allá donde el sol calla."
   En la progresión de peligrosidad de las fieras, la loba es la peor, la de mayor fuerza dramática, la que atemoriza tanto a Dante, que éste pierde la esperanza de alcanzar la cima. A mayor peligrosidad, mayor temor, y todo responde al sentido alegórico, ya que cada pecado representado es peor que el anterior, según la visión dantesca. Así, la avaricia o concupiscencia es peor que la soberbia o violencia, y la soberbia o violencia, peor que la lujuria. 
   La imagen está presentada con gran plasticidad, al igual que hizo el autor con las dos fieras anteriores. De este modo, parece que tuviéramos al animal frente a nuestros ojos, y podemos imaginar a la loba extremadamente delgada, consumida por su necesidad voraz, mirando fijamente al protagonista, y abalanzándose sobre él. De las tres fieras que se le cruzan, la loba es la más desagradable, ya que la pantera, al menos, tiene belleza física, y el león, apariencia digna. Esto puede apuntar a que la avaricia le parezca a Dante el pecado más repulsivo de los que se le han aparecido. La descripción de la loba alude a características del pecado que representa, pues el avaro nunca está satisfecho, y cuanto más posee más desea, sintiéndose siempre pobre y carente, aunque sea rico en bienes materiales. Por esa razón es una masa de deseo pero siempre está flaca, y menciona la miseria al referirse a quienes caen en esta falta. Por otra parte, esa codicia por bienes materiales los convierte en pobres de espíritu. Luce Fabbri, refiriéndose a la avaricia tal como se entendía en la Edad Media, advierte que: "tenía un significado más amplio que en la actualidad, pues se refería más al deseo de adquirir que al afán de retener, y abarcaba la avidez de todos los bienes terrenales, riqueza y poder, en su aspecto más material (dominio sobre territorios)". Esa codicia lleva implícitos también el egoísmo y hasta la crueldad respecto a los demás, pues sólo se piensa en el propio beneficio y no en ayudar a otros.
   Hay quienes se preguntan por qué Dante elige una loba, y no un lobo. Una de las interpretaciones explica que Dante pretendió aludir a Roma, por la famosa leyenda de Rómulo y Remo, quienes supuestamente fueron dos gemelos que fueron amamantados por una loba, y de los cuales, al crecer, Rómulo se convertiría en el fundador y primer rey de la ciudad, actual capital de Italia. De ahí, la identificación de la loba con la ciudad. La imagen negativa de Roma debió ser fruto del largo conflicto que Dante sostuvo con el Papado (ya que la sede principal del Papado estaba en esta ciudad).
   Desde otro punto de vista, en algunas especies la hembra reviste mayor peligrosidad que los machos. Podría vincularse a la loba y su delgadez, además de la asociación con el pecado que representa, con una hembra que al alimentar y cuidar a sus hijos, siente con mayor apremio la necesidad de alimentarse y atacar, y es, en ese sentido, aún más peligrosa que el macho de su especie.
   En el final de la alegoría de la loba, Dante emplea un símil que se relaciona con su significación alegórica, ya que se visualiza como un individuo que disfrutó de atesorar riquezas y sufre cuando las pierde. Sin embargo, por oposición a las riquezas que atesora el avaro, en este caso alude a la pérdida de las riquezas espirituales, y el retroceso hacia la selva ("me empujaba allá donde el sol calla") implica exponer a su alma nuevamente al pecado y la perdición. 
   Este pasaje es un claro ejemplo del lenguaje lírico que el autor incluye en medio del relato. En él hallamos, además del símil, otros recursos retóricos que por su profusión, nos introducen en un clima poético, incluso onírico (las imágenes oníricas son las que aparecen en los sueños), como ser la perífrasis (en "la bestia sin paz" en vez de mencionar el término "loba", y en "allá donde el sol calla" en lugar de decir "la selva oscura"), que consiste en evitar mencionar una palabra, evocándola mediante una expresión más elaborada, o la sinestesia ("donde el sol calla"), que es un recurso que consiste en aplicar una sensación propia de un sentido a otro.


ANÁLISIS DEL TERCER MOMENTO.-


   El tercer y último momento del Canto I nos aporta información anticipada respecto al asunto y argumento de la obra total, pues introduce al personaje que será el guía de Dante en su trayecto por el Infierno y el Purgatorio, y nos informa que realizará ese viaje por los reinos de ultratumba, y cuál es el motivo.
"Mientras me deslizaba en la pendiente
ante los ojos se me apareció
quien por su prolongado silencio parecía mudo.

Cuando lo vi en aquel gran desierto,
"Miserere de mí", le grité,
ya seas sombra u hombre cierto."
  En más de una ocasión la técnica narrativa de presentación de personajes de Dante apunta a crear suspenso, ya que no nos informa desde un principio de quién se trata. Pero en este caso la primera incertidumbre es qué es lo que está viendo, si persona o fantasma ("sombra u hombre cierto"), y la duda se acrecienta porque el nuevo personaje "por su prolongado silencio parecía mudo". Esta presentación está acorde al ambiente pesadillesco que hasta ahora nos muestra este canto, y es anticipo de los horrores que el protagonista contemplará en el Infierno. El momento que experimenta Dante personaje es tan difícil, que a pesar de su duda acerca de si se trata de un hombre o de un fantasma, le pide piedad, empleando en el texto original la expresión "miserere", que es una palabra latina que se empleaba en actos y textos litúrgicos de la iglesia Católica. El pedido de piedad, aunque podría interpretarse como un gesto de temor frente a quien podría ser peligroso, más bien implica un llamado de auxilio: el verdadero peligro son las fieras, no la sombra que se le presenta.
"Me respondió: "Hombre no, hombre ya fui,
y mis padres fueron lombardos,
de la mantuana patria los dos.

Nací sub Julio aunque fuese tarde,
y viví en Roma bajo el buen Augusto,
en el tiempo de los dioses falsos y engañosos.

Poeta fui, y canté a aquel justo
hijo de Anquises, que vino de Troya,
después que la soberbia Ilión fue incendiada.

Pero tú, ¿por qué vuelves a tanta angustia?,
¿por qué no subes al delicioso monte,
que es principio y razón de todo goce?""
   Nuevamente la presentación no es directa, y Dante acude al conocimiento del lector contemporáneo, quien podría deducir que se trataba de Virgilio por los datos aportados. Aquí tenemos una mezcla del espíritu medieval con su intención didáctica, y lo renacentista que comenzaba a asomar, con su valoración del conocimiento y la cultura greco latina. 
   Lo primero que aclara el personaje es que ya no está vivo, para luego informar acerca del lugar de nacimiento de sus padres (Mantua), el lugar donde vivió (Roma), y el momento histórico en el que transcurrió su existencia (nació bajo el imperio de Julio César pero vivió bajo el de Augusto, entre el 70 y el 19 AC). 
   Es evidente que Virgilio creyó en los dioses paganos, los dioses de la cultura latina a la que perteneció, pero Dante hace hablar a sus personajes como si tuvieran conciencia cristiana, como si después de muertos hubiesen conocido la  que él considera la verdad, por eso alude a "los dioses falsos y engañosos". No debemos olvidar que su intención es dejar un mensaje cristiano.
   El dato más claro para concluir que se trata del poeta Virgilio es cuando menciona su obra. El "hijo de Anquises" refiere a Eneas, protagonista de su epopeya "La Eneida".
   El último terceto citado ya no forma parte de la presentación biográfica de Virgilio, sino que nos reintroduce en el tema del Canto: Dante atraviesa un difícil momento espiritual y está representando a la humanidad, que desea salvarse, pero a la vez, es pecadora. Ese conflicto, y por tanto el pecado, genera "angustia", y el único camino razonable parece ser subir "al delicioso monte", que evidentemente representa la salvación y la gracia de Dios. Es importante notar que a través del personaje de Virgilio, Dante afirma que el bien y el complacer a Dios es la fuente de "todo goce", sugiriendo indirectamente que el placer mundano es engañoso y efímero, y que es mejor sacrificarse para obtener el goce verdadero y eterno. 
""¿Eres tú aquel Virgilio, aquella fuente
que derrama de hablar tan ancho río?"
le respondí con vergonzosa frente.

"¡Oh luz y honor de los otros poetas,
válgame el largo estudio y el gran amor
que me hicieron buscar en tu volumen!

Tú eres mi maestro y mi autor;
tú solo de quien he tomado
el bello estilo que me ha dado honor.

Mira la bestia por la cual me vuelvo:
protégeme de ella, sabio famoso,
pues me hace temblar las venas y el pulso.""
   Aquí se demuestra la enorme admiración que sentía Dante por Virgilio, colmando tres tercetos de elogios dirigidos al poeta latino. Es necesario detenerse en estos parlamentos donde el autor revela sus emociones, porque tanto aquí como en la respuesta posterior de Virgilio personaje, podemos hallar la explicación de que lo haya elegido como guía para atravesar el reino del Infierno y el del Purgatorio.
   Comencemos recordando que muchos investigadores de la Divina Comedia opinan que Virgilio simboliza la Razón, y que junto con Beatriz, representando la fe y la gracia divina, formaría parte de lo que se requiere para obtener la salvación del alma. La Razón era considerada un don divino para los medievales, y la fe una virtud teologal. La Razón sin Fe no es suficiente para acceder a la salvación, por esto vemos que Virgilio es un alma que se encuentra en el Infierno, a pesar de no ser malvado, porque fue un gran hombre pero no creyó en el dios cristiano. En cambio Beatriz sí es un alma bienaventurada que disfruta del premio eterno en el Paraíso.
   Sin embargo, hay críticos que se cuestionan por qué Dante no eligió a Aristóteles, filósofo griego del siglo IV AC, que tuvo enorme influencia durante la Edad Media tanto en la escolástica cristiana como en la musulmana y judía. Las explicaciones son variadas.
   Para comenzar, Virgilio fue considerado el poeta nacional de comienzos del Imperio Romano, régimen con el cual Dante se sentía identificado no sólo por un tema ideológico sino también por nacionalidad, y en ese sentido, es entendible que eligiera a Virgilio por encima de Aristóteles. Pero lo más importante es que Aristóteles era filósofo, y Virgilio poeta, y esa admiración por el poeta se trasluce en estos tercetos. Comienza por la metáfora visual en la cual asocia a Virgilio con una fuente que mana un río de poesía, continúa por la metáfora de la luz, en la cual el poeta latino es definido como alguien que ilumina a otros poetas, y finalmente Dante lo reconoce como maestro, el autor del cual ha tomado "el bello estilo" que le ha dado honor. 
   Hay bastante por explicar respecto a esto. Es evidente que Dante tenía un claro concepto de su valor como creador, porque define su propio estilo como bello y asume que este estilo le ha dado honor (o sea, fama). Pero al mismo tiempo ese reconocimiento de la propia valía no quita su reconocimiento de que ha imitado a un maestro. Y es que en la Edad Media, imitar a un modelo prestigioso estaba bien visto. Se trata de una época de fuerte convicción religiosa y de una rígida estructura jerárquica; la imitación de una obra paradigmática era no sólo justificable, sino deseable. Por esa razón cuando Dante hace que Virgilio se presente, alude a La Eneida, ya que en la obra de Virgilio, Eneas es un héroe que debe realizar un viaje riesgoso e incluso debe descender al Infierno para lograr su hazaña. Las similitudes con La Divina Comedia son evidentes.
   Otro elemento que Dante estaría imitando de la obra de Virgilio es el planteo profético: en su Bucólica IV, Virgilio anunció el nacimiento de un niño que sería el salvador del mundo, y los medievales interpretaron que se refería al nacimiento de Jesús; del mismo modo, en más de un pasaje de La Divina Comedia Dante habla de hechos que supuestamente ocurrirían en el futuro.
   Dante considera a la poesía como una vía de conocimiento, y Virgilio, en las Geórgicas, se convierte en poeta didáctico.
   Pero debe quedar claro que si Dante considerara a Virgilio profeta o mago, tal como algunos de sus contemporáneos, le hubiera deparado otro destino a su alma. Dante lo ubica en el Limbo, el primer círculo del Infierno, donde se encuentran las almas de quienes no fueron malas personas, pero no creyeron en el dios que Dante consideraba el verdadero, o los bebés fallecidos no bautizados. Si Dante lo hubiese considerado realmente un profeta, no lo habría ubicado allí, o habría señalado que fue rescatado de ese lugar como ocurrió con otros profetas anteriores a Cristo; si lo hubiera considerado mago, le habría reservado un círculo mucho peor, el octavo (adivinos y magos se encuentran en este círculo, en la cuarta fosa). Esto nos centra en el punto: Dante lo admira por su calidad de poeta, y esto es lo que resalta, más allá de que lo valore en su calidad humana y tenga algunas coincidencias ideológicas con él. Al respecto, Luce Fabbri afirma: "Vio en él al poeta, no a un profeta, a un mago o a un gramático, como sus antecesores y aun sus contemporáneos". 
   En el último terceto citado, Dante le suplica ayuda y protección a Virgilio de la loba, invocándolo como "sabio famoso". Recordemos que para Dante la poesía era fuente de conocimiento.
   Además de los sentimientos de admiración por el poeta latino, Dante expresa vergüenza y temor. La vergüenza procede de su reconocimiento implícito de que alguien a quien admira lo halle en tal situación de vulnerabilidad, fruto de sus errores ("le respondí con vergonzosa frente"), y refleja además humildad frente a quien considera un modelo a imitar. El miedo ("me hace temblar las venas y el pulso"), descripto con sus reacciones físicas, haciéndolo más cercano, más humano, se manifiesta frente a la peligrosidad de la loba, la cual alegóricamente, como ya se dijo, representa uno de los pecados capitales, la avaricia. Dante es el representante de la humanidad, se equivoca, siente vergüenza y culpa, se tienta, siente miedo, pero también desea salvarse, y por eso, en un momento de crisis, pide ayuda.
   Hay que hacer notar que el sentimiento del miedo funciona como un leit motiv del canto I, ya que se alude a él directa o indirectamente en forma repetida a lo largo de todo el canto.
""Tú deberías emprender otro viaje",
respondió al verme lagrimear,
"si quieres escapar de este lugar salvaje;

porque esta bestia por la cual gritas,
no deja a otros pasar por su camino,
si no que lo impide al punto de matarlo;

y es su naturaleza tan malvada y cruel,
que nunca sacia su anhelante codicia,
y luego de comer tiene más hambre que antes.""
   Dante personaje estaba realizando un recorrido vital que lo había conducido a la oscuridad de la selva, luego con esfuerzo consiguió salir de allí y comenzó a trepar la colina dificultosamente, pero el encuentro con las fieras lo estaba obligando a retroceder, justo en el momento en que apareció Virgilio, como un "Deus ex macchina" de la antigua tragedia griega, resolviendo el conflicto con un toque sobrenatural en una circunstancia que parecía imposible de solucionar. Aquí se anuncia el viaje que será el centro narrativo de la obra, una anticipación sin detalles del recorrido por los reinos de ultratumba: "Tú deberías emprender otro viaje". Seguidamente, Virgilio realiza su propia descripción de la loba, denominándola bestia, advirtiéndole a Dante de su ferocidad, y calificándola como de naturaleza "malvada y cruel". Es obvio que los otros a los que se refiere es a los seres humanos en general, que al caer bajo el poder de la avaricia, les mata el alma. En estas estrofas hay varias sutilezas en la presentación de la loba, ya que se define a la avaricia como una bestia por motivos ya explicados, pero esta denominación también alude a en qué se convierte el ser humano cuando se deja llevar por este pecado. Por otro lado, así como la avaricia es insaciable, pues se trata del deseo desmedido de poseer y atesorar riquezas, Virgilio realiza la siguiente caracterización de la loba: "luego de comer tiene más hambre que antes", generando una analogía metafórica perfecta.

   Luego de este pasaje, Dante pone en boca de Virgilio una profecía que involucra uno de los símbolos más debatidos de la obra, pues alude a que la loba seguirá haciendo mucho daño, hasta que "venga el Lebrel, que la hará morir con dolor". El poeta aporta algunos rasgos caracterizadores de este Lebrel, como por ejemplo, que no se alimentará de tierra ni metal, sino de sabiduría, amor y virtud, que nacerá entre fieltro y fieltro, y que Italia verá entonces sus fuerzas resurgidas. Hay muchas versiones sobre la significación simbólica del lebrel (perro de caza de cuerpo delgado y muy veloz). Hay quienes consideran, por la alusión al resurgimiento de Italia, que se trata de un símbolo político y que el lebrel representa a algún personaje histórico en el cual Dante puso sus esperanzas. Otros piensan que es un símbolo más bien religioso y más amplio, quizás un Papa que purificara a Roma y a la humanidad.
   Cual sea el significado concreto, queda claro que sólo quien se alimente del espíritu será inmune al poder de la codicia. La situación vital de Dante en ese momento también podría explicar este planteo. Exiliado, traicionado, desengañado de toda esperanza política, Dante ve muy lejana la salvación de Florencia, acosada por Francia y el Papado. Lo mejor, entonces, es renunciar a todo poder temporal y orientarse a la salvación del alma, acorde con el ideal medieval.
   El lebrel perseguirá a la loba, la derrotará y la encerrará en el Infierno, de donde la hizo salir la envidia. Este pasaje tampoco es claro. ¿Se refiere a la envidia de Satanás por el hombre, quien vivía feliz en el Paraíso terrenal y por lo cual lo hizo pecar (Adán y Eva y el fruto prohibido)?
   En este punto Virgilio afirma su decisión de ser el guía de Dante:"por tu bien, pienso y discierno/que me sigas y yo seré tu guía/y te llevaré de aquí hacia el lugar eterno//donde oirás desesperada gritería,/verás los antiguos espíritus dolientes/pedir a gritos su segunda muerte;//verás también gente que es dichosa/en el fuego, porque esperan un día/tener un lugar entre las almas venturosas.//A las cuales, si aspiras a llegar/más que yo existe un alma digna;/con ella te dejaré en mi partida;/pues el emperador que arriba reina,/porque fui rebelde a su doctrina,/no quiere que nadie llegue por mí a su ciudad."
   Virgilio, poeta histórico, símbolo de la razón en la Divina Comedia, expresa que piensa, discierne. Desde su capacidad de raciocinio llega a la conclusión de que por el bien de Dante, éste debe llevar a cabo la experiencia del viaje, y él debe ser su guía. Mediante las perífrasis alude primero al reino del Infierno, y luego al Purgatorio. El rasgo caracterizador más importante del Infierno es el dolor eterno y la ausencia de esperanza (por algo Dante indica que en la inscripción de la puerta del Infierno dice: ""Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate", o sea "Perded toda esperanza ustedes que entran"); en cambio el Purgatorio se presenta como un sufrimiento transitorio y esperanzado, porque el tormento ayuda a limpiar a esas almas para que puedan finalmente acceder al Paraíso. Esta contraposición tiene que ver con el sistema de castigos y premios que Dante y la Iglesia Católica afirman que existe después de la muerte física. Por esta razón no podrá Virgilio acompañarlo en el Paraíso, se hizo la excepción para permitirle guiar a Dante por el Purgatorio, pero en el Paraíso sólo pueden ingresar las almas bienaventuradas, y como ya habíamos aclarado, el alma de Virgilio había caído en el Limbo, primer círculo del Infierno.
   El "alma digna" a la que se refiere es Beatriz, quien será la principal guía de Dante en el Paraíso. Beatriz fue su musa inspiradora tanto de La Vita Nuova como de la Divina Comedia. Los historiadores aún no han podido averiguar si esta dama tuvo existencia real (se dice que era hija de Folco Portinari, importante banquero contemporáneo a Dante), pero sí trascendió la historia como personaje literario en las obras de Dante. Así como dentro de los poemas de amor cortés se habla de la "señora", los stilnovistas como Dante dedicaban sus poemas de amor a su donna angelicata (mujer angelical). El adjetivo angelical responde a que esta dama era idealizada, el deseo físico se sublimaba y el sentimiento de amor se vinculaba a la admiración por las virtudes de la dama; ésta actuaba como una intermediaria entre Dios y el enamorado, y le permitía elevarse espiritual y moralmente. Supuestamente murió siendo aún muy joven, por eso Dante alude a su alma bienaventurada, habitante del Paraíso. En cambio en La Vita Nova, que es una obra anterior, Beatriz aparece viva.
   Otro aspecto interesante es cómo alude Virgilio a Dios. Debido a que es un alma condenada en el Infierno, se le prohíbe pronunciar el nombre de Dios, por esa razón siempre debe emplear alguna palabra sustitutiva, como en este caso la perífrasis "el emperador que arriba reina". Virgilio vivió durante la época de los emperadores romanos, y por eso ve como un emperador que reina en las alturas a Dios; es una muestra de respeto. 
   A pesar de que Virgilio nunca podrá disfrutar del goce del Paraíso ni ver a Dios, no muestra sentimientos de rencor ni de ira, pero sí expresa su melancolía por estar fuera de esa posibilidad: "¡feliz aquel a quien Él elige!".
   Ya finalizando el Canto, Dante le ruega a Virgilio, que para salvarse de estos males y otros, lo conduzca adonde le prometió.  En este punto el protagonista asume que solo no puede superar sus vicios y faltas, que necesita ayuda; descender guiado por su maestro al Infierno no significa otra cosa que la oportunidad de meditar acerca de la esencia y las consecuencias del pecado, con el objetivo de arrepentirse y salvar así su alma, presentando el testimonio para ayudar a otros a que se salven. 
"Entonces se echó a andar, y yo lo seguí."
   Las palabras finales del Canto aluden a la trama narrativa, pues literalmente Virgilio comienza a guiarlo, y por eso Dante lo sigue, va detrás de él. Pero también sugieren el seguimiento metafórico, que Virgilio es el maestro intelectual y lírico de Dante, el creador al que imita, y al que por tanto, le sigue los pasos.

   El Canto I funciona a la perfección como introducción de la obra completa, aportándonos el espíritu general de la obra, dando a entender las intenciones del autor, y anticipando elementos cruciales como el tema, el género y la trama; pero también es un excelente anticipo del ambiente del Infierno, manteniendo al lector atrapado en un ambiente terrorífico e intenso.