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jueves, 11 de marzo de 2021

ANÁLISIS DEL SALMO 23

 

SALMO 23



El Señor es mi pastor, nada me falta.

En verdes pastos él me hace reposar

y adonde brota agua fresca me conduce.

 

Fortalece mi alma,

por el camino del bueno me dirige

por amor de su nombre.

 

Aunque pase por quebradas muy oscuras

no temo ningún mal,

porque tú estás conmigo,

tu bastón y tu vara me protegen.

 

Me sirves a la mesa

frente a mis adversarios,

con aceites tú perfumas mi cabeza

y rellenas mi copa.

 

Me acompañan tu bondad y tu favor

mientras dura mi vida,

mi mansión será la casa del Señor

por largo, largo tiempo.

 

(de Ediciones Paulinas de la Biblia)

 

1-   Información, ubicación.

   El Libro de los Salmos integra el Antiguo Testamento de la Biblia. Contiene 150 salmos. Literariamente, podemos definir al salmo como una composición poética breve, de género lírico, cuyo tema es religioso. Este tipo de composición no es exclusiva de la literatura hebrea, sino que también aparece en otras culturas antiguas, como la egipcia y la mesopotámica.

   La denominación “salmo” proviene del griego (psalmos) y significa “oración cantada, acompañada por instrumentos musicales”. Este instrumento musical era el salterio, parecido al arpa. Por esta razón al libro de los salmos también se lo conoce como Salterio. Los salmos, por tanto, fueron creados originalmente con la intención de ser cantados, o al menos recitados con acompañamiento musical, lo cual les otorga ciertas cualidades formales vinculadas con la sonoridad, como el uso de las repeticiones, el ritmo, etc. Por eso se trató inicialmente de literatura oral, que luego se adaptó a versiones escritas.

   El tema de la autoría es complejo. Hay diferentes versiones respecto a quién creó los salmos; algunos mencionan a David, otros a Salomón, etc. Existía en la antigüedad la costumbre de adjudicar a un personaje famoso la autoría de algún libro o texto muy reconocido. Esto pudo ocurrir en este caso, porque no existen pruebas respecto a quiénes pueden ser los autores del libro. Lo que sí se sabe es que no pudo ser un único autor, porque se calcula que existe un lapso de más de 800 años entre la creación de los primeros y de los últimos (aproximadamente 1010 AC los primeros, y 160 AC los últimos). Los manuscritos más antiguos que se hallaron son del siglo I DC, o sea que existe una considerable distancia entre la composición de los primeros y su traslación a la escritura.

   El libro de los Salmos fue escrito originalmente en hebreo antiguo. Su título en esta lengua es Tehilim, que significa Alabanza o Cánticos de Alabanza. Pero los temas de los salmos son variados, y no sólo existen los de alabanza. Esto genera que se proponga una clasificación de los salmos por temas. Muchos investigadores han clasificado los salmos de diversas maneras. La clasificación más usual los divide en cinco familias, y dentro de éstas, en 14 tipos.

1. LOS HIMNOS. Son de tres tipos:

1.1.Himnos de alabanza: Son veinte [8; 19; 29; 33; 100; 103; 104; (105); 111; 113; 114; 117;135; 136; 145; 146; 147; 148; 149]. Su característica principal es la alabanza a Dios por su intervención en la historia, creando, liberando y acompañando al pueblo de Israel.

1.2. Salmos de la realeza del Señor que son seis [47; 93; 96; 97; 98; 99]. Afirman o proclaman insistentemente la expresión «el Señor es Rey».

1.3. Cánticos de Sión. Son siete [46; 48; 76; 84; 87; 122; (132)]. Tienen como tema central la ciudad de Jerusalén, también llamada Sión.

2. LOS SALMOS INDIVIDUALES. Son de tres tipos:

2.1. Súplica individual. Son los más numerosos. 39 en total [5; 6; 7; 10; 13;17; 22; 25; 26; 28; 31; 35; 36; 38; 39; 42; 43; 51; 54; 55; 56; 57; 59; 61; 63; 64; 69; 70; 71; 86; 88; 102; 109; 120; 130; 140; 141; 142; 143]. En ellos alguien clama a Dios a causa de la injusticia.

2.2. Salmos de acción de gracias individual. Son once [9; 30; 32; 34; 40; 41; 92; 107; 116; 138]. Tras haber expuesto su queja y haber sido escuchada, el autor da gracias a Dios.

2.3. Salmos de confianza individual. Son nueve [3; 4; 11; 16; 23; 27; 62; 121; 131]. En ellos, una persona expresa su absoluta confianza en Dios.

3. LOS SALMOS COLECTIVOS. Parecidos a los anteriores, son de tres tipos:

3.1. Súplica colectiva. Son dieciocho [12; 44; 58; 60; 74; 77; 79; 80; 82; 83; 85; 90; 94; (106); 108; 123; 126; 137]. Se trata del clamor de un grupo ante las injusticias.

3.2. Acción de gracias colectiva. Son seis. [65; 66; 67; 68; 118; 124]. Un grupo da gracias a Dios por la superación de un conflicto o por un don recibido.

3.3. Salmos de Confianza colectiva. Son tres [115; 125; 129]. En ellos, un grupo de personas confiesa su total confianza en Dios.

4. LOS SALMOS REALES. Su personaje central es la persona del rey en acción. Tratan de mostrar la monarquía como institución divina. Más aún, el rey es presentado como hijo de Dios (2, 7). En total, los salmos reales son once [2; 18; 20; 21.45; 72; 89; 101; 110; 132; 144].

5. LOS SALMOS DIDÁCTICOS. Pretenden educar la fe. Son de cuatro tipos:

5.1. Litúrgicos: fragmentos de antiguas liturgias [15; 24; 134].

1.1. Denuncias proféticas [14; 50; 52; 53; 75; 81; 95]. Son salmos con un lenguaje duro, cuya preocupación principal era denunciar las injusticias.

1.1. Históricos [78; 105; 106]. Se llaman así porque cuentan la historia del pueblo de Dios.

1.1. Sapienciales [1; 37; 49; 73; 91; 112; 119; 127; 128; 133; 139]. Se ocupan de las cuestiones existenciales: el sentido de la vida, la felicidad, la vanidad de las riquezas, la vida que pasa, el más allá.

 

2-   Análisis del salmo 23

   El salmo 23 es uno de los más leídos y recitados por quienes profesan la religión cristiana. Su origen, como ya se aclaró, es hebreo, y por tanto procede de la religión judía. Algunos cristianos asocian la figura del pastor con Jesús, pero desde el punto de vista estrictamente de la investigación literaria, esta asociación resulta anacrónica, puesto que el texto fue escrito antes del nacimiento de Jesús, y es producto de la antigua civilización hebrea, cuya religión no considera a Jesús como Mesías, por tanto, no alude a Jesús, sino a Dios (Yaveh para los antiguos hebreos).

   Está compuesto por 6 versículos. Un versículo es un verso largo, sin métrica ni rima, que se apoya más en su significado que en su forma fónica, por esta razón puede equivaler a más de un verso de los que se suelen emplear en textos líricos que no pertenecen a la Biblia. No debemos olvidar tampoco que los salmos nacen como literatura oral, y que sólo mucho tiempo después se fijaron por escrito, lo cual provocó variaciones en su composición.

   En cuanto a su estructura interna, podemos definir al salmo 23 como paralelismo sintético. El paralelismo, al ser un recurso por repetición, se emplea mucho en la literatura bíblica, ya que tiene relación con la necesidad de fijación conceptual (intención didáctica, de dejar un mensaje, en este caso religioso). Pero además, al ser un texto de origen oral, se emplean recursos que facilitan la memorización, y al ser musicalizado, las repeticiones favorecen la sonoridad y musicalización. Predominan tres tipos de paralelismo en la literatura bíblica: el paralelismo sinonímico, el paralelismo antitético o por oposición, y el paralelismo sintético. Éste último se define como un paralelismo donde en principio se plantea una idea, y luego, en el resto del texto, se desarrolla. En este caso el primer versículo plantea la idea principal del salmo (“El Señor es mi pastor, nada me falta”), y todo el resto desarrolla la idea, brindando ejemplos y explicaciones.

   Otro aspecto de la estructura interna es que el salmo se constituye mediante dos alegorías: la del pastor (versículos 1 a 4), y la del anfitrión (versículos 5 y 6), siendo la del pastor la más extensa. Una alegoría es un encadenamiento de símbolos en torno a una imagen central. La alegoría del pastor (imagen central) está rodeada por otros símbolos (verdes pastos, agua fresca, el camino del bueno, quebradas muy oscuras, tu bastón y tu vara, que son explícitos, en tanto la oveja, el rebaño, son implícitos), y todos los significados están entrelazados. La alegoría del anfitrión (imagen central, donde se alude a Dios, y no se lo llama anfitrión aunque está implícito), abarca también otros símbolos (la mesa que se sirve frente a los adversarios, el aceite que perfuma la cabeza, la copa que se llena, la mansión, como explícitos, y el huésped como implícito). El empleo de un lenguaje simbólico es típico de toda literatura religiosa.

Versículo 1: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. La imagen del pastor aparece en muchos textos del antiguo Oriente, simbolizando a la divinidad, o a algún dirigente político o religioso (rey, sacerdote). En el contexto de los antiguos hebreos, y contrariamente a la significación posterior que le da Occidente a la figura del pastor, vinculándola con lo simple y tosco, es un referente importante en una cultura que era nómade y pastoril. El pastor era fundamental para una economía basada en el trabajo efectivo para conducir los rebaños, en éstos radicaba la prosperidad y la alimentación del pueblo. Su labor podía constituir la diferencia entre la supervivencia o no de los hebreos, que históricamente fueron hostigados por los pueblos vecinos. Explicado el contexto cultural, se puede entender mejor el sentido del símbolo del pastor: representa a un líder, alguien que guía y protege, un conductor. Visto así, el símbolo que no se menciona pero está implícito (el rebaño, la oveja) es el creyente que espera y confía en Dios, quien está representado por el pastor, según señala el versículo 1. A lo largo de toda la Biblia, tanto Antiguo como Nuevo Testamento, aparecen alusiones metafóricas donde el pastor representa a Dios.

   El versículo 1, por otra parte, nos ubica en una religión monoteísta y patriarcal, donde la figura divina es única, y ese referente principal (dios) es masculino. También nos recuerda que es una religión que cree en una alianza entre Dios (Yaveh, el pastor) y el pueblo hebreo, ya que en esa antigua alianza se suponía que Dios se comprometía a proteger, guiar, dar prosperidad y abundante descendencia al pueblo hebreo, en tanto éste sólo adorara a Yaveh y lo obedeciera y respetara su palabra. La otra promesa fundamental de Yaveh era entregar una tierra al pueblo nómade que no la poseía, una tierra fértil donde sus integrantes pudiesen prosperar, algo a lo que se alude en el versículo 2.

   La segunda frase del versículo es consecuencia de la primera, donde se expresa la confianza en el buen pastor (“nada me falta”), y permite suponer que esa satisfacción o plenitud no refiere solamente a lo material, sino también a lo espiritual (por oposición a “nada”, entendemos que el pastor le brinda todo). Esto explica el tipo de salmo dentro del cual se clasifica al 23 (salmo de confianza individual, pues hay un yo lírico que expresa que confía en Dios).

   Luego de plantear la idea principal del texto, a partir del versículo 2 comienza el desarrollo del tema, lo cual corrobora que se trata de un paralelismo sintético, por definición.

Versículo 2: “En verdes pastos él me hace reposar / y adonde brota agua fresca me conduce”. El yo lírico comienza a desarrollar las bondades del pastor. Si lo asociamos a la acción real de un pastor, tiene mucho sentido, porque su tarea precisamente es cuidar del rebaño, lo cual no sólo implica protegerlo de potenciales peligros, sino también conducirlo a sitios donde pueda alimentarse, beber agua y prosperar. El yo lírico toma entonces el lugar metafórico de la oveja que es pastoreada, conducida, alimentada y protegida. Como ya se había aclarado, este versículo alude a la antigua alianza, la que se efectúa entre Yaveh y el pueblo hebreo. Este lugar idílico, perfecto, donde todas las necesidades son satisfechas, se puede asociar al concepto de tierra prometida que aparece en ese acuerdo. El lugar perfecto, además, nos recuerda por su descripción a una especie de oasis, sitio fértil y de descanso, y es lógico que un pueblo nómade acostumbrado a vagar por tierras desérticas buscando un lugar donde asentarse, tenga en alta estima un territorio con las características descriptas aquí: sombra, agua, pastos, naturaleza viva.

   Atendiendo a los adjetivos (“verdes” y “fresca”), podemos notar que están implícitos sus opuestos. Los pastos son verdes, no marchitos ni amarillentos, y el agua brota y es fresca, no es sucia ni estancada. Ambos adjetivos apuntan hacia la misma significación: algo vivo, sano, puro. De hecho, ambos versos presentan un tipo de paralelismo entre sí, el sinonímico, pues mediante dos ejemplos diferentes, expresan el mismo concepto bajo una estructura semejante. En otras traducciones se califica a las aguas como calmas o de reposo. En cualquier caso, todo apunta a la presentación de un lugar ideal, hermoso. Tanto los pastos (alimento para saciar el apetito) como el agua (para saciar la sed) son necesidades básicas que el pastor se encarga de satisfacer, guiando a su oveja al lugar fértil. Pero simbólicamente pueden representar el alimento espiritual, porque no sólo el cuerpo tiene necesidades para el creyente. La idea de reposo, por otra parte, conecta con la paz espiritual, el estado de bienestar interior por hacer lo correcto y dejarse guiar por el pastor adecuado. Se sugiere el concepto de plenitud y satisfacción, una forma de felicidad que va más allá de lo terrenal. Incluso esta imagen puede aludir al jardín del Edén, donde según la religión judía reposan por un tiempo las almas después de la muerte física.

Versículo 3: “Fortalece mi alma, /por el camino del bueno me dirige /por amor de su nombre.” En este versículo se aplica la significación del segundo pero aludiendo de manera directa a lo espiritual, a través de la mención del alma que es fortalecida. Esto implica la fuerza para resistirse al mal y enfrentar el sufrimiento sin perder la esperanza. La metáfora del camino para representar la vida es muy usual, sobre todo en la literatura religiosa. Incluye la idea del movimiento, el camino se anda, y esto refleja la idea del paso del tiempo y de las experiencias vividas. En este caso el pastor lo conduce por el camino del bien, de lo moralmente correcto, respetando los mandamientos de Yaveh, lo cual honraría a la alianza. Pero el yo lírico (la oveja) no podría conseguirlo sola, requiere que el pastor la conduzca. Por tanto es una responsabilidad compartida.

   La oveja se deja conducir, muestra absoluta confianza en el buen trabajo de quien la guía. Y el pastor la conduce, según el texto “por amor de su nombre”. Esto explica qué es lo que mueve al pastor: lo hace porque es él, para honrar su palabra, porque estableció un compromiso y se jacta de cumplirlo, más allá de las posibles debilidades del ser humano. Para las religiones antiguas las palabras tenían un valor trascendente, casi mágico. El Dios de los hebreos, por ejemplo, es mencionado de muchas maneras a lo largo de los textos bíblicos. Sólo algún ejemplo: Elohim (Dios creador, todopoderoso y fuerte), Adonai (El Señor), El Shaddai (Dios todopoderoso), y por supuesto, Yaveh (que según la traducción aparece escrito con diversas grafías). En el salmo 23 sería la combinación Yaveh Rohi (El Señor es mi pastor). Por tanto, el nombre representa la esencia o ser de Dios, y el amor a su nombre es el amor a sí mismo. No debemos olvidar que la religión hebrea tuvo etapas, y la alianza surge por consecuencia del pasaje y evolución del politeísmo al monoteísmo. Esa etapa intermedia es lo que se conoce como monolatría (creían que existían varios dioses, pero sólo adoraban a uno, Yaveh, quien se convierte en el dios del pueblo hebreo, y a esto se le llama enolatría). Yaveh debe mostrar y reafirmar su poder, es una forma de señalarse como el mejor entre todas las divinidades posibles. La frase “por amor de su nombre” aparece repetidamente a lo largo de los textos bíblicos y son un testimonio de esa etapa monolátrica. A este recurso de repetir una misma expresión en distintos textos se le conoce como fórmula.

Versículo 4: “Aunque pase por quebradas muy oscuras /no temo ningún mal, /porque tú estás conmigo, /tu bastón y tu vara me protegen.” Este versículo comienza con un adversativo (“Aunque”), lo cual informa que habrá dos ideas opuestas o al menos una restricción, y se trata de que a pesar de atravesar las mayores dificultades o peligros no teme porque el pastor (Yaveh) lo acompaña. A partir de este versículo cambia la persona lírica a la cual se dirige el yo lírico. Hasta ahora el pastor apareció como una tercera persona a la cual se describe y alaba por su buena labor, como si se lo anunciara a la comunidad, pero ahora directamente se dirige al pastor como a un tú (tú lírico), como si fuese su interlocutor.

   La quebrada es un paisaje que por sus características (desfiladero, lugar estrecho, hundido entre alturas que lo encajonan) representa simbólicamente una etapa difícil de la vida, un pasaje por momentos difíciles, lo cual aparece reforzado por la adjetivación “muy oscuras”. En el lenguaje bíblico, así como la luz se asocia con la figura divina y el bien, la oscuridad alude al mal y lo negativo. Son símbolos muy antiguos que surgen de épocas primitivas de la humanidad en que la noche provocaba temor a las personas por la falta o disminución de la visión, y la presencia de depredadores, y la luz (sea solar o por el fuego encendido) se asociaban con la seguridad o la salvación. La luz, además, tiene relación con la claridad mental y espiritual y la oscuridad con su opuesto, con la confusión y el error. Forma parte del acuerdo entre Yaveh y el pueblo hebreo que la divinidad proteja y conforte. De hecho, está comprobado históricamente que la religión fue un motivo fundamental en la capacidad de resiliencia de un pueblo que fue muy hostigado a lo largo de toda su historia por los pueblos vecinos. En ese sentido aparecen las imágenes del bastón y la vara. Al mencionar a dos elementos unidos por la conjunción “y”, nos encontramos con un recurso llamado geminación, que implica nombrar los elementos de a pares. El bastón y la vara aluden al mismo elemento, el cayado del pastor, pero al emplear dos términos para mencionarlo, remarca la doble función de ese cayado: el bastón subraya la función de sostén, en tanto la vara sirve para golpear, sea a la oveja que está descarriada y se sale del camino, o al depredador que pretenda atacar. El pastor protege a la oveja de sus enemigos, pero también sirve de sostén o apoyo espiritual. Hay que destacar también que el versículo no afirma que la voz lírica no tendrá problemas por estar acompañado por Yaveh, sino que las situaciones difíciles ocurrirán, pero no sentirá temor de afrontarlas. Lo cual refuerza el concepto de la contención emocional y espiritual.

Versículo 5: “Me sirves a la mesa /frente a mis adversarios, /con aceites tú perfumas mi cabeza /y rellenas mi copa.” Es en este versículo que comienza a desarrollarse la alegoría del anfitrión y la casa. La idea principal de este pasaje aparece también en otros textos del Antiguo Testamento, y tiene origen en la base conceptual de la antigua alianza. El pueblo hebreo cree en un dios que se compromete a protegerlo, darle numerosa descendencia, y entregarle una tierra fértil donde prosperar, pero también se compromete a ubicar a su pueblo elegido por encima de todos los demás, en la cima del poder. Esta imagen es clara representando esa idea, puesto que Dios privilegia al yo lírico a la vista de sus enemigos. En esta enumeración de acciones, el anfitrión sirve al huésped, mostrando deferencia, honrándolo. Suponemos la situación de un banquete donde hay comensales, y el anfitrión sirve especialmente al yo lírico. La acción de ungir con aceite perfumado era una costumbre de los antiguos hebreos y es una señal de hospitalidad y cortesía. Es una manera de honrar a ese huésped, y si consideramos que quien lo hace es Yaveh, se resalta el valor que Dios le da al creyente fiel. Esto deja el mensaje de que quien confía en Yaveh y cumple con su parte de la alianza, sólo recibirá beneficios y satisfacciones, será honrado y privilegiado por él.

   Servir a la mesa y llenar la copa son imágenes que vuelven sobre los símbolos iniciales del salmo: el alimento y la bebida (antes eran los verdes pastos y el agua fresca). Ambos ejemplos representan la satisfacción y el contento. Nuevamente se apunta a la idea de que Yaveh brinda bienestar, satisfacción de todas las necesidades, etc. La imagen de la copa que se llena, en particular, también tiene una significación a nivel espiritual, como el alma que se llena de lo divino, de lo bueno. En el inicio del salmo el ambiente es agreste, rural, exterior, acorde a la alegoría del pastor y la oveja, y en el versículo 5 todo transcurre dentro de una casa, en lo poblado, desarrollando la alegoría del anfitrión y el huésped. En ambas alegorías siempre es Dios el “dueño”, quien tiene el poder y realiza las acciones (pastor, anfitrión), y el yo lírico (oveja, huésped) quien resulta receptor de las mismas. Se resalta cómo todos esos dones los recibe el yo lírico a través del uso del pronombre personal “Me” y los posesivos “mis” y “mi”, confirmando todo el tiempo que se trata de un salmo de confianza individual. El yo confía en Yaveh, y éste último se compromete a brindar una ayuda “personalizada”. Sin embargo, el salmo como expresión lírica dentro de un libro religioso, siempre contempla el dar voz o representar a muchas otras personas. De hecho, en otros libros de la Biblia, sobre todo del Antiguo Testamento, se emplea a una persona como símbolo de la comunidad (caso Abraham, Moisés).

Versículo 6: “Me acompañan tu bondad y tu favor /mientras dura mi vida, /mi mansión será la casa del Señor /por largo, largo tiempo.” El versículo final comienza con el pronombre personal “Me”, otorgándole unidad al texto, puesto que reitera recursos que empleó en el versículo anterior (luego aparece el posesivo “mi” en dos ocasiones). También resalta un concepto que integra la visión religiosa judía: lo que ocurre en este mundo (“mientras dura mi vida”) es fundamental para el mundo venidero (el más allá). Por eso este salmo se centra en este mundo, el terrenal.

   Aparece por segunda vez en este salmo el recurso de geminación, nuevamente asociado a la figura divina: si antes era “tu bastón y tu vara”, ahora es “tu bondad y tu favor”. Se destacan dos cualidades de Yaveh que tienen efecto sobre el creyente fiel. Más allá de que a lo largo del Antiguo Testamento la figura de Dios es presentada como estricta, exigente y en algunas ocasiones, terrible, en este salmo hay una gran proximidad con la imagen de Dios que aparece en el Nuevo Testamento, mucho más suavizada, más paternal y compasiva. De cualquier manera, no sólo se habla de bondad sino también de favor, y el favor de Dios se consigue cumpliendo con sus expectativas, acorde a lo que plantea la Antigua Alianza; adoración sólo a Yaveh, respeto y obediencia por su palabra. Por tanto, si el yo lírico consiguió el favor de Yaveh es porque a su vez ha cumplido con su parte del contrato.

   El salmo concluye apuntando al futuro (“será”). Es un final optimista, que muestra certezas y ninguna duda. La palabra “mansión” puede sonarnos a sitio lujoso, pero sobre todo refiere a la idea de vivir o morar en un lugar, y ese lugar es “la casa del Señor”. Evidentemente alude a su alma experimentando la gracia divina. Finalmente expresa una noción de tiempo mediante el recurso de reduplicación, que consiste en la repetición de la misma palabra en la misma frase o verso (“largo, largo tiempo”). Si bien es una frase hecha, no pierde por ello expresividad, dando sensación de algo prolongado, extenso, y del paso lento del tiempo, asociándose con la mirada humana, ya que se supone que Yaveh es eterno y su noción de tiempo sería diferente. El acuerdo entre el Señor y su fiel es tan firme, que produce este efecto duradero considerando el corto lapso de vida de un mortal.