ANÁLISIS DE LAS PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA
INTRODUCCIÓN-.
Se le denomina Parábolas de la Misericordia a un
conjunto de tres parábolas que aparecen en el Evangelio de Lucas, en el capítulo
15, constituido por la parábola de la oveja perdida, la de la moneda perdida, y
la del hijo pródigo.
Los Evangelios son cuatro libros que
pertenecen al Nuevo Testamento.
Evangelio significa “Buena nueva” o “Buena noticia”. Cada Evangelio lleva el
nombre de quien lo escribió. Así, tenemos el Evangelio de Mateo, el de Marcos,
el de Lucas y el de Juan. La buena noticia a la que se refiere es la llegada
del Mesías, el hijo de Dios que viene a redimir los pecados del mundo, en cumplimiento
de la promesa de Dios padre. Por esta razón, los Evangelios son libros
biográficos y apologéticos, donde el protagonista es Jesús. En ellos se narra
la vida, obra y muerte de Jesús, y se comunican sus enseñanzas, llevadas a cabo
mediante ejemplos, sermones y parábolas.
El evangelista Lucas no conoció directamente
a Jesús, pero según la tradición, sí conoció a María su madre, y a algunos de
sus discípulos o apóstoles, quienes le brindaron testimonios de los hechos
acaecidos en torno al nacimiento, la vida y la muerte de Jesús, para que
pudiera escribir su libro. Su acercamiento al cristianismo procede de su
proximidad con Pablo de Tarso, conocido también como San Pablo, de quien fue
discípulo y médico personal, y su acompañante hasta el final de sus días.
Debido a que Lucas relata la vida de Jesús,
pero también comunica sus parábolas, encontramos que en este caso hay dos
narradores en el Evangelio: Lucas (o Mateo, o Marcos o Juan, según el
Evangelio), y Jesús, como narrador de las parábolas.
DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE PARÁBOLA-.
Una parábola es un relato breve que contiene
un mensaje didáctico. Está constituido por una trama donde se narra una
anécdota (plano literal), y una significación simbólica que se deduce de los
hechos relatados (plano simbólico).
En el caso de las parábolas relatadas por
Jesús en los Evangelios, tienen además las siguientes características:
1- En su origen constituyeron relatos orales. La
manera de comunicarse de Jesús con quienes recibían su mensaje era mediante una
conversación, por tanto se dirigía a oyentes; sólo fueron escritas muchos años
después de su muerte, y pasaron a integrar el Nuevo Testamento. Por esta razón
algunas de sus características se vinculan directamente con la circunstancia de
la oralidad.
2- Son breves y de lenguaje sencillo y accesible.
Para facilitar la comprensión de sus oyentes, las parábolas son de muy corta
extensión, y el vocabulario empleado era entendible por la comunidad sin
necesidad de ser cultos o estar alfabetizados.
3- Las anécdotas se vinculan con la vida cotidiana
de sus oyentes. Los ejemplos eran reconocibles y comprensibles, pues Jesús los
tomaba de la vida cotidiana de la comunidad; es otro rasgo que se vincula con
la oralidad y la necesidad de facilitar la comprensión.
4- La estructura general se basa en dos pasos:
relato de la anécdota primero, y enunciado del mensaje moral/religioso o
sentencia al final. El hecho de hacer explícita la enseñanza al final también
se vincula con la intención didáctica del emisor. Pero el plano simbólico
habilita a que haya distintos niveles de comprensión en quienes lo oyen, no
sólo por nivel cultural, sino sobre todo por la sensibilidad de cada uno.
5- Las enseñanzas que contienen estas parábolas son
de naturaleza religiosa, pero involucrando también la moral.
CONTEXTO NARRATIVO-.
Estas
parábolas son relatadas por Jesús en un contexto determinado. Allí mismo el
evangelista aclara: “Muchos publicanos y
pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Y por eso los fariseos y
maestros de la ley murmuraban y criticaban: Este hombre recibe a los pecadores
y come con ellos.
Entonces, Jesús les dijo esta parábola:”
Esta
contextualización en la circunstancia del acto de narrar estas parábolas se
explica por las costumbres de la sociedad de la época. Tanto fariseos como
maestros de la ley eran personajes muy importantes dentro de la sociedad hebrea
de ese tiempo. Eran príncipes, aristócratas, integraban el órgano rector
religioso de los hebreos denominado Sanedrín, y gozaban de poder y prestigio.
Estos personajes, que fueron históricos, consideraron a Jesús un enemigo,
debido a que Jesús predicaba conceptos religiosos que ponían en tela de juicio
la religión hebrea de ese momento, en la cual se asentaba el poder de fariseos
y maestros de la ley.
Estos personajes consideraban pecaminoso
vincularse con pecadores, recibirlos, hablar con ellos, comer con ellos, tener
trato, saludarlos, o sea, todo lo que Jesús estaba haciendo. Los publicanos
eran hombres que trabajaban como cobradores de impuestos para los romanos,
quienes en ese momento dominaban en esa región (expansión e invasión del
imperio romano). Para los hebreos eran despreciables, porque consideraban que
trabajaban para el invasor, o sea, eran traidores. De la misma manera,
cualquier otro individuo que cometiera algún acto condenado por la comunidad y
la religión de su tiempo, era considerado despreciable, y la recomendación era
no vincularse con esas personas, ya que consideraban que quien lo hacía quedaba
impuro.
Estos
conceptos epocales explican las parábolas de la misericordia, y es la razón por
la cual las dirige a estos poderosos que juzgaban a otros, entre ellos, a
Jesús.
LAS PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA COMO CONJUNTO-.
Las tres parábolas que componen este conjunto no están reunidas al azar, sino porque tienen aspectos en común, en estructura, en tema y mensaje final. Si Jesús las narra juntas es porque son tres ejemplos distintos que ilustran sobre el mismo asunto.
Yendo de
lo externo a lo interno, podemos comenzar analizando la estructura. Uno
de los rasgos que caracteriza a la literatura bíblica es el uso de
repeticiones, ya que es algo típico de la literatura religiosa en general. Las
repeticiones ayudan a fijar conceptos. En este caso las tres parábolas son
paralelas entre sí, lo cual es un recurso por repetición.
El
primer paralelismo que encontramos es el que existe entre la parábola de la
oveja perdida y la de la moneda perdida. Estas dos parábolas son paralelas
sinonímicamente entre sí. El paralelismo sinonímico implica una equivalencia o
semejanza entre al menos dos elementos (recordemos que sinónimo significa que
dos o más palabras tienen el mismo significado). En este caso, tanto la
estructura como el tema y mensaje son los mismos, al igual que la extensión,
pero la anécdota o ejemplo es diferente. En eso consiste la sinonimia en estas
dos parábolas. La estructura se organiza en cinco momentos: 1- pérdida de algo
valioso; 2- búsqueda; 3- hallazgo; 4- festejo o celebración; 5- moraleja. 1- En
la primera parábola el pastor pierde una oveja de 100 que tenía, y en la
segunda, la mujer pierde una moneda de 10. 2- En la primera, el pastor sale a
buscar la oveja perdida; del mismo modo, la mujer barre la casa hasta encontrar
la moneda. 3- El pastor encuentra la oveja, y la mujer la moneda. 4- Ambos
celebran, cada uno con su grupo. 5- Al final, aparece la enseñanza o moraleja,
que refiere al sentido simbólico que tiene cada parábola.
El
siguiente paralelismo se da entre las dos primeras parábolas por un lado, y la
tercera por otro. A ese paralelismo le denominamos sintético. El paralelismo
sintético consiste en plantear primero una idea, y desarrollarla luego. La
repetición se da porque es la misma idea, tanto en planteo como en desarrollo.
El tema y mensaje simbólico de las dos primeras parábolas, son los mismos que
en la del Hijo pródigo, pero debido a la brevedad de la Oveja perdida y la
Moneda perdida, allí se presentan como planteo; en cambio la del Hijo pródigo
es una parábola más extensa y desarrollada. A nivel estructural, la parábola
del Hijo pródigo es muy similar a las dos anteriores parábolas, pero agrega un
segmento entre la celebración y la moraleja, donde el hermano mayor cuestiona
el recibimiento al hijo menor. Esto ocurre porque la situación conflictiva en
este texto se da entre humanos y no entre un humano y un animal o un objeto.
Otro
lazo entre las tres parábolas es la gradación. La gradación es el ordenamiento
de elementos desde el punto de vista de su importancia. Puede ser de menor a
mayor, o de mayor a menor. En este caso encontramos una gradación ascendente en
importancia, algo que se sustenta por la proporción entre lo perdido y lo
poseído (cuantitativo) y por la importancia en sí de lo perdido (cualitativo).
Concretamente, el pastor pierde una oveja de 100 que tiene, lo cual es menos
relevante que perder una moneda de 10 que se poseen, o un hijo de dos (plano
cuantitativo). Pero cualitativamente, es mucho más importante perder un hijo,
que una oveja o una moneda. Por tanto en la primera parábola se pierde algo
valioso, pero menos importante que en la segunda, y en la segunda algo menos importante que en la
tercera.
Al mismo
tiempo se da un vínculo inversamente proporcional, puesto que a más unidades
poseídas, menor es el valor de lo perdido, y viceversa, cuanto menos se tiene
de algo, más valiosa es la pérdida (1 de 100, 1 de 10, y 1 de 2, y la pérdida
cada vez es más valiosa).
La
temática es la misma en las tres parábolas, y gira en torno a cuatro ejes: el
arrepentimiento luego de cometer una falta y la capacidad del ser humano de
redimirse, por un lado, y por otro, la misericordia y el perdón que se asumen
como una virtud divina, y que el ser humano debería practicar frente a la caída
moral del prójimo. Por eso las tres parábolas tratan de algo o alguien que se
pierde, y de cómo es perdonado compasivamente por la divinidad. En la parábola
del Hijo pródigo se sugiere que el perdón ocurre luego del arrepentimiento del
pecador.
El
mensaje final o moraleja, aunque no es exactamente la misma frase, es el mismo
en las tres parábolas: 1- “Yo les declaro
que de igual modo habrá más alegría en el cielo por cada pecador que vuelve a
Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.”,
2- “Les declaro que de la misma manera hay gozo entre los ángeles de Dios por
un solo pecador que cambie su corazón y su vida.”, y 3- “El padre le respondió:
Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero había que hacer
fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y ha sido encontrado.”
LA OVEJA PERDIDA Y LA MONEDA PERDIDA-.
Las
dos primeras parábolas, que ya se explicó son paralelas sinonímicamente entre
sí, o sea que tienen la misma estructura, mismo tema y moraleja, también tienen
el mismo significado simbólico. Las anécdotas son muy sencillas.
Jesús
toma en la primera un ejemplo de la vida cotidiana de la comunidad hebrea de
ese tiempo, donde el pastor es una figura central debido a que era un pueblo
nómade que pastoreaba animales, fundamentalmente ovejas y cabras. Para
involucrar a su público, comienza diciendo: “Si
uno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene”. Eso implica que
cualquiera de quienes lo oían podría haber estado en esa situación. Así, la
anécdota de la primera parábola se presenta como algo conocido y lógico dentro
de la vida cotidiana de esa comunidad. Por otra parte, el pastor aparece muchas
veces como representación simbólica de Dios y del Mesías, tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento. En definitiva, el pastor representa simbólicamente
a Dios, el del Nuevo Testamento, quien actúa como un padre o protector
compasivo y sale a buscar a la oveja perdida, que representa al ser humano que
perdió el rumbo, y al encontrarla, la lleva de vuelta con las que ya estaban
resguardadas. Por eso sobreviene el festejo, porque recuperó a quien se había
perdido.
Esta
parábola tiene conexión con el Salmo 23 del Antiguo Testamento (“1 El Señor es mi pastor: nada me falta;
2
en verdes pastos él me hace reposar.
2
A las aguas de descanso me conduce,
3
y reconforta mi alma.
3
Por el camino del bueno me dirige,
3
por amor de su nombre.
4
Aunque pase por quebradas oscuras,
4
no temo ningún mal,
4
porque tú estás conmigo
4
con tu vara y tu bastón,
4
y al verlas voy sin miedo.”),
donde podemos observar un anticipo de la visión paternalista y protectora de
Dios que aparece en el Nuevo Testamento.
En
cuanto a la parábola de la moneda perdida, la anécdota se centra en una mujer
que pierde una de las diez monedas que posee. Esta cifra, que puede parecer
pequeña a ojos de nuestros contemporáneos, debe entenderse a la luz de la época
en que la parábola fue creada, ya que las monedas eran muy valiosas, hechas de
plata. En varias traducciones se nos menciona que la moneda que perdió la mujer
era una dracma, una moneda griega que había circulado entre los hebreos cuando
los griegos los habían conquistado. Al parecer, en ese tiempo era costumbre que
cuando una joven hebrea se casaba, prendía 10 dracmas en su velo nupcial, para
lo cual en general había estado años ahorrando. Esto permite entender mejor el
valor de la pérdida y de por qué barrió toda la casa para hallarla. Esta
anécdota, por tanto, también tiene una base consuetudinaria, ya que refiere a
costumbres de esa comunidad a la cual pertenecía Jesús y que se constituía en
la receptora de sus parábolas y enseñanzas. Obviamente también en este caso
quien pierde algo valioso representa a Dios, y la búsqueda alude a la compasión
y perdón de la divinidad, que intenta que el ser humano regrese a la senda del
bien.
En la
primera parábola Jesús refiere a un hombre, y en la segunda, a una mujer; en la
primera menciona una tarea en el exterior, en la segunda, algo doméstico, del
hogar. Esto señala el deseo de involucrar a todos quienes le oían: todos pueden
sentirse identificados y reconocerse en esas dos anécdotas, y de esa manera,
interiorizar el mensaje de ambas parábolas.
Ambas
parábolas son muy breves, presentan una anécdota reconocible por su
cotidianeidad, poseen un lenguaje muy sencillo, y finalizan con la moraleja,
que contiene una sentencia de temática religiosa. Ambas son el preludio de la
más extensa parábola del Hijo pródigo.
EL HIJO PRÓDIGO-.
El hijo
pródigo es el corolario de este conjunto. Es más extensa que las dos
anteriores, narra más detalles y tiene más fuerza porque el ejemplo refiere a
la situación de un padre y sus dos hijos, lo cual lo hace más próximo y
emocional.
Respecto
a la estructura, ya se explicó que conforma un paralelismo sintético
respecto a las dos parábolas que la preceden. Internamente es similar a la de
la Oveja y Moneda perdidas, pero agrega un pasaje más al esquema pérdida -
búsqueda –hallazgo –celebración y moraleja, ya que luego de la celebración y
antes de la moraleja, se da un debate entre dos de los personajes, lo cual
añade otro elemento, el punto de vista de un tercero sobre la acción de quien
estaba perdido.
La
trama se centra en una situación familiar donde un padre de buena posición
económica tiene dos hijos, y el menor de ellos decide alejarse de las tierras
paternas, pedir su herencia y vivir su propia aventura de vida. Despilfarra su
dinero en placeres terrenales efímeros (fiestas, mujeres, bebida, etc) y
termina perdiéndolo todo. Cuando en esa tierra lejana sobreviene una crisis,
cae en extrema pobreza, y pasa de ser hijo de un señor opulento a ser un
esclavo al servicio de un amo que ni siquiera lo alimenta. Su necesidad es tal
que desea la comida de los cerdos a los cuales cuida, pero ni siquiera eso
recibe. Para la comunidad hebrea el cerdo era un animal impuro, por tanto la
degradación del hijo menor es total. Cuando está hundido en la miseria y la
depresión, se genera una reacción en este personaje: reflexiona, y arrepentido
de sus acciones anteriores, toma una nueva decisión, que es volver a la casa
del padre, pedirle perdón, y decirle humildemente que lo reciba como trabajador
y no como hijo, porque considera que ha perdido sus derechos. Así como lo
piensa lo hace, y ya a lo lejos, el padre lo ve y se compadece, y sale a
buscarlo de brazos abiertos. Lo recibe con la alegría de recuperar a un hijo
que creía perdido y hasta muerto, le brinda ropa limpia, le devuelve su anillo,
y realiza una fiesta para celebrar su regreso. Hasta aquí la estructura es
idéntica a las dos primeras parábolas de la Misericordia, pero aparece la
diferencia cuando el hijo mayor, que estaba trabajando en el campo, llega y
nota que hay una fiesta, y al averiguar la razón, se ofende. El padre sale de
la fiesta a buscarlo, y el hijo mayor le reprocha que él siempre estuvo a su
servicio como un hijo obediente, pero nunca le dio siquiera un cabrito para
celebrar con sus amigos. En ese punto el padre expresa la moraleja de la
parábola, indicándole que todo lo suyo también le pertenece, pero que en este
caso, había que hacer fiesta porque el hijo perdido había sido encontrado.
Es
evidente el significado simbólico de la parábola. Hay símbolos que
abarcan toda la parábola y que le dan sentido en torno al mensaje y tema. Por
ejemplo, es obvio que el hijo menor representa a los humanos pecadores que se
apartan del camino del bien y de Dios (recordemos que estos textos tienen un
mensaje religioso, además de moral). El padre representa a Dios, y esto se
encuadra dentro de la visión del Nuevo Testamento, donde Dios aparece mucho más
como padre compasivo que como juez. Y el hermano mayor representa a ciertos
seres humanos que se consideran justos, y que siguen el camino del bien sin apartarse,
pero tampoco son perfectos.
El hijo
menor cometió un error grave, pero las consecuencias de sus acciones le
sirvieron de aprendizaje, y vuelve arrepentido. En esta situación está uno de
los temas más importantes de la parábola, que expresa que el arrepentimiento
genuino, verdadero, hace merecedor al pecador del perdón divino. ¿Cómo notamos
que el arrepentimiento es verdadero? Porque no se queda en proyectos ni
palabras, sino que hubo acciones que lo respaldaron. El arrepentimiento exige
un cambio de conducta, y esto lo demuestra el hijo menor cuando regresa con el
padre. Además, al encontrarse con su padre y ver que éste lo recibía de brazos
abiertos, pudo callar su planteo de que lo reciba como trabajador y no como
hijo, pero no lo hizo, demostrando sinceridad.
Por otro
lado, el hijo mayor parece representar al justo, al que sigue el camino del
bien. Sin embargo, cuando ve el regreso de su hermano menor, no muestra
compasión ni alegría de que volviese sano y salvo. Esa frialdad del corazón (“ese hijo tuyo”, le dice al padre), y el
reproche por no recibir un premio por hacer lo correcto (¿es sincera su
corrección, entonces, o lo hace para recibir algo a cambio?) ponen en tela de
juicio su bondad y justicia. Finalmente, el padre entiende que debe darle una
lección al hijo que parecía hacer el bien, pero quizás no por las razones
correctas. El hijo mayor representa a los fariseos y maestros de la ley a los
cuales dirigía Jesús estas parábolas, porque se consideraban perfectos y
justos, y juzgaban sin compasión a todos los demás, sin brindarles ayuda para
cambiar y mejorar. En esta parábola Jesús les señala simbólicamente que ellos
también están pecando al no compadecerse ni ayudar a sus semejantes. Es por
esto que en otro momento Jesús define a estos personajes integrantes del
Sanedrín como “sepulcros blanqueados”,
dando a entender que por fuera parecen justos y bondadosos, pero en su interior
sólo hay podredumbre. En definitiva, Jesús exhorta a hacer el bien de corazón,
no porque haya un mandato que provoque temor al castigo en caso de no cumplir.
En cuanto al padre, es la imagen de Dios del Nuevo Testamento. No aparece como un Dios severo y vengativo, que juzga a los humanos, sino como un padre afectuoso que desea el bien de sus hijos y se compadece con sus padecimientos.
Partida y arrepentimiento del hijo menor:
Otros
símbolos que aparecen en la parábola tienen que ver con la trama. Al inicio la
parábola señala que el hijo menor le dice al padre: “Dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y el padre así
lo hizo. Más allá del análisis que podemos hacer acerca del personaje joven que
busca su libertad y seguir una visión personal, está claro que los bienes a los
que se refiere el texto son los espirituales. Cuando este hijo se va “a un país lejano”, y malgasta su dinero
“llevando una vida desordenada”, el
texto alude a que se aleja del camino del bien y de Dios, pero además sugiere
el concepto de libre albedrío. El libre albedrío existe porque el individuo
elige libremente su accionar, su padre no le impide irse, ni lo obliga a nada,
sino que sus acciones son producto de sus decisiones. Este concepto refiere a
la visión del Cristianismo que sostiene que el ser humano posee la capacidad de
discernir entre el bien y el mal, y que lo que elija es su responsabilidad. Es
lo opuesto a otras religiones que afirman que existe un destino fijado por las
divinidades.
La
escasez que afronta la región, y que sume al hijo menor en la miseria, refiere
a la pobreza espiritual, pues se dedicó a satisfacer deseos terrenales, se
dedicó al placer efímero, pero no pensó en el bienestar de su alma. Cuando el
sabor de esos placeres se termina, comienza la amargura, pues despilfarró todo
lo que tenía. Aquí se explica el título, puesto que “pródigo” significa que derrocha, malgasta. Por eso las
consecuencias son la insatisfacción, el hambre y la sed, pues no alimentó su
alma, sino sólo a su cuerpo.
El hecho
de que pase de ser señor e hijo de un señor a ser esclavo, demuestra la
degradación moral del hijo menor. Termina siendo esclavo de sus errores y de
los placeres que pagó. Pero el símbolo más claro de la degradación para los
hebreos era que tuviera que cuidar cerdos, al cual los hebreos consideraban un
animal impuro (por esa razón los judíos no comen su carne). Podemos imaginarlo
en la suciedad, cuidando animales que en su comunidad consideraban
despreciables, y por tanto, convirtiéndose él en alguien despreciable para su
gente, y deseando alimentarse de la comida de esos animales, porque nadie le da
de comer.
Cuando
parecía que se hundía sin remedio, logra hacer una pausa y recapacitar.
Reflexiona. Esa reflexión le permite cambiar el rumbo de sus acciones. Al
arrepentirse toma nuevamente las riendas de su vida y vuelve a ser un hombre
libre, simbolizándose esto en “Se
levantó, pues, y se fue donde su padre”. El levantarse no refiere a una acción física
real, sino que es un símbolo de su capacidad interior de cambiar su conducta y
volver al camino del bien, dignificarse.
El recibimiento del padre:
Si bien
el padre no salió a esa tierra lejana a buscar a su hijo perdido, sí estaba
atento a su retorno, por eso nos indica el narrador que lo vio cuando “Aún estaba lejos”. Esto nos revela una
actitud emocional asociada a la imagen divina del Nuevo Testamento, y no del
Antiguo. Está pendiente de que quien se perdió, vuelva. El decaimiento y
miseria de su hijo, su evidente sufrimiento, le provocan compasión. En este
punto Jesús nos está mostrando un prototipo de padre que quizás en ese tiempo
no fuera el más usual. La fuerza de penetración del mensaje de la parábola
radica en mezclar conceptos cotidianos, familiares a la comunidad, con el
mensaje que se pretende aportar. Muchos padres podrían sentirse identificados
en esta acción, otros quizás reflexionaran y se cuestionaran su conducta.
El padre
ordena a sus servidores que le pongan la mejor ropa, que le coloquen un anillo
en el dedo, y traigan calzado para sus pies. Estos símbolos tienen mucho que
ver no sólo con esta parábola en concreto, sino con las ideas transmitidas en
todos los evangelios. La ropa le devuelve al que viene en harapos su dignidad.
El centro sigue siendo lo espiritual. O sea que el ejemplo es material, pero el
significado es espiritual. Sin embargo, debemos considerar también que el significado
literal tiene valor. La pobreza material tampoco debe ser tolerada, y quienes
la padecen deben ser ayudados para salir de esa situación. No ayudar, sugiere
el texto, indica dureza de corazón. El anillo es un símbolo muy importante,
pues representa la reconstrucción de la alianza que se había roto entre el
pecador y Dios. Recordemos que en el Nuevo Testamento Jesús habla de una
alianza entre Dios y la humanidad, y ese acuerdo requiere el cumplimiento de
ciertos códigos. Cuando el ser humano se aleja de Dios, esa alianza se rompe. Pero
cuando se arrepiente y regresa, se restituye, simbolizando esta acción mediante
el anillo. Este gesto representa también el perdón de Dios, así como lo
representa el que fuera a buscarlo de brazos abiertos. En cuanto al calzado,
simboliza la liberación, ya que los esclavos debían andar descalzos en la
sociedad de ese tiempo, sólo el individuo libre usaba calzado. Así, el padre
reconoce que el hijo menor vuelve a ser un hombre digno, espiritualmente libre,
y que en ese libre albedrío se restituyó la alianza que los unía.
Otro
símbolo vinculado al recibimiento del padre es el del ternero gordo. Como dueño
de las tierras y los animales, le pide a sus servidores que sacrifiquen al
mejor ternero que tiene, el que estaba engordando, para celebrar la
recuperación de su hijo perdido. Esto demuestra la magnitud de su alegría por
el regreso del hijo, pues considera ese momento como lo suficientemente
importante como para comer al ternero que debía estar reservando para venderlo y
ganar mucho dinero, o para celebrar algo muy especial. Eso especial e
importante termina siendo el retorno de su hijo menor.
Finalmente, expresa que la ocasión amerita una fiesta. Y explica: “porque este hijo mío estaba muerto y ha
vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Es evidente que la
muerte de la que habla no es física, sino espiritual y moral, lo mismo que la
pérdida.
Reproches
del hijo mayor y respuesta del padre:
“El hijo mayor estaba en el campo”. Esto
significa que estaba trabajando. A primera vista, parece razonable el enojo del
hijo mayor. Mientras él trabajaba, los demás estaban de fiesta. Luego le
reclama a su padre que ese hijo que se fue y malgastó su fortuna por conductas
disipadas, recibe una fiesta como recibimiento, mientras él, que estuvo allí
siempre, obedeciendo al padre y trabajando, no recibió siquiera un cabrito.
Podemos pensar incluso que el padre lo trata injustamente. Sin embargo, la
significación de esta situación pasa por otro lado. Lo primero que debe
alertarnos es que nunca demuestra alegría por el regreso con salud de su
hermano menor. Antes de cualquier enojo o reproche, el corazón debió
alegrársele, sentir alivio de que su hermano perdido estaba sano y salvo,
felicidad porque había vuelto. Pero el hijo mayor, que parece tan correcto, no
siente nada de esto. Ni siquiera le llama hermano, sino que mostrando su
distanciamiento emocional y resentimiento, le dice a su padre “ese hijo tuyo”. Estas actitudes revelan que este hijo mayor
que representa a los fariseos y a la visión antigua de la ley y la religión,
que Jesús llega para cambiar, no actúa de corazón, sino que sus acciones
correctas son para cumplir con las reglas y nada más. También se sugiere esto
cuando le reclama un premio por su buena conducta. Este personaje representa el
concepto de moral externa del Antiguo Testamento, donde lo que importaba era
cumplir de manera visible con ciertas reglas; sin embargo Jesús pone en
evidencia que esa corrección es superficial, y reclama una moral interior,
donde se actúe bien por un tema de conciencia, y no para esperar un premio en
vez de un castigo. Se expone la falta de amor y compasión por el que está en
desgracia. Toda la conducta del hijo mayor representa estas carencias que Jesús
achaca a los fariseos, que juzgaban a sus semejantes, pero no los ayudaban a
cambiar y salir de la miseria. No olvidemos que los fariseos y maestros de la
ley acusan a Jesús de comer con pecadores, y por tanto de contaminarse de su
impureza, y de ahí surgen estas parábolas.
La
lección del padre aclara todo: el justo no necesita reclamar nada, porque ya lo
tiene todo. La abundancia espiritual está allí para quien desee tomarla. Que el
hijo mayor no consiga ver algo tan simple revela su apego a las normas externas
y su ceguera interior. No debe pedir permiso para disfrutar de lo que ya posee.
En cambio sí es lógico celebrar cuando alguien que estaba perdido, regresa al
camino correcto.
Otros aspectos de los personajes:
El hijo menor: Se
lo presenta como un personaje joven, lo cual se deduce de sus conductas, y se
supone también por ser el menor. Su ímpetu juvenil lo empuja a seguir una
visión personal, a buscar su propio camino. En ejercicio de su libre albedrío,
comete errores y se siente derrotado. Tiene la capacidad y la entereza para
levantarse de su propia miseria, reconocer que se equivocó y arrepentirse de
sus decisiones anteriores. Su regreso revela valentía, porque deberá reconocer
que se equivocó frente a su padre, cuando antes con soberbia le pidió su parte
de la herencia, creyendo que podía desenvolverse solo con éxito. Lejos de
sentirse humillado, regresa en actitud humilde y asumiendo que debería recibir
un castigo por su error. Al volver es otro, sufrió y aprendió, cambió. Su
experiencia dolorosa puede servirle para ser mejor persona, más maduro y
considerado. Representa a la humanidad falible, vulnerable, pero resiliente,
capaz de cambiar a partir de una instancia de introspección profunda y sincera.
El hijo mayor: Se
lo presenta como un personaje más maduro, centrado en el cumplimiento del
deber, pero también más rígido que su hermano menor. No vive sus aventuras, no
comete sus errores, no se va, pero tampoco parece tan capaz de reinventarse a
sí mismo, asumiendo sus fallos y cambiando. Está convencido de que hace lo
correcto, y por eso tampoco se cuestiona. Su corrección es superficial, le
falta el empuje interior emocional que lo mantenga de forma genuina en el
camino del bien. Sus reproches a su padre muestran dureza de corazón, incapacidad
de sentir empatía por el sufrimiento de sus semejantes, y la soberbia de creer
que es perfecto o infalible y nunca le pasará lo que a su hermano menor. El
padre le aporta una lección porque el hijo menor ya la recibió de la vida misma
como consecuencia de sus actos, pero el hijo mayor se aferra a sus fallos,
aunque necesite cambiar. De ambos, quien más aprendió fue el que más se
equivocó en apariencia. En la parábola se nos muestra que el hijo menor se
mueve, aprende, pero el hijo mayor está todavía en la puerta de inicio sin
cuestionarse ni aprender, por eso el padre dialoga con él intentando que
reflexione.
El padre:
Aparece como un personaje sabio, que no obliga ni fuerza, sino que tiene la
paciencia de esperar a que cada uno aprenda a su ritmo. Sus dos hijos son muy
diferentes, y sin embargo se nota que a ambos los ama, y con ambos tiene
paciencia. Esperó el regreso del hijo menor, a pesar de la ofensa de pedirle su
parte de la herencia estando su padre vivo, e irse; sale de la fiesta para hablar
con su hijo mayor y convencerlo que participe de la alegría del regreso de su
hermano, a pesar de los reproches y el berrinche, y la falta de respeto. No es
violento, ni atemoriza, sólo guía, se compadece y perdona. Es presentado como
ejemplo de conducta para sus hijos, ya que si el padre perdona, ¿cómo no
perdonará el hermano mayor a su hermano menor? El padre tiene la madurez y
sabiduría necesarias como para no sentirse atacado de manera personal por los
errores de sus hijos, sino que por el contrario, siente compasión por el
sufrimiento que estos errores les causa. Perdona sin humillar, pero por las
situaciones de la parábola se hace evidente que el que se equivoca debe
arrepentirse sinceramente para ser perdonado.
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