Mostrando las entradas con la etiqueta oveja perdida. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta oveja perdida. Mostrar todas las entradas

lunes, 8 de marzo de 2021

ANÁLISIS DE LAS PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA

 ANÁLISIS DE LAS PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA




INTRODUCCIÓN-.

   Se le denomina Parábolas de la Misericordia a un conjunto de tres parábolas que aparecen en el Evangelio de Lucas, en el capítulo 15, constituido por la parábola de la oveja perdida, la de la moneda perdida, y la del hijo pródigo.

   Los Evangelios son cuatro libros que pertenecen al Nuevo Testamento. Evangelio significa “Buena nueva” o “Buena noticia”. Cada Evangelio lleva el nombre de quien lo escribió. Así, tenemos el Evangelio de Mateo, el de Marcos, el de Lucas y el de Juan. La buena noticia a la que se refiere es la llegada del Mesías, el hijo de Dios que viene a redimir los pecados del mundo, en cumplimiento de la promesa de Dios padre. Por esta razón, los Evangelios son libros biográficos y apologéticos, donde el protagonista es Jesús. En ellos se narra la vida, obra y muerte de Jesús, y se comunican sus enseñanzas, llevadas a cabo mediante ejemplos, sermones y parábolas.

   El evangelista Lucas no conoció directamente a Jesús, pero según la tradición, sí conoció a María su madre, y a algunos de sus discípulos o apóstoles, quienes le brindaron testimonios de los hechos acaecidos en torno al nacimiento, la vida y la muerte de Jesús, para que pudiera escribir su libro. Su acercamiento al cristianismo procede de su proximidad con Pablo de Tarso, conocido también como San Pablo, de quien fue discípulo y médico personal, y su acompañante hasta el final de sus días.

   Debido a que Lucas relata la vida de Jesús, pero también comunica sus parábolas, encontramos que en este caso hay dos narradores en el Evangelio: Lucas (o Mateo, o Marcos o Juan, según el Evangelio), y Jesús, como narrador de las parábolas.

 

DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE PARÁBOLA-.

  Una parábola es un relato breve que contiene un mensaje didáctico. Está constituido por una trama donde se narra una anécdota (plano literal), y una significación simbólica que se deduce de los hechos relatados (plano simbólico).

   En el caso de las parábolas relatadas por Jesús en los Evangelios, tienen además las siguientes características:

1-       En su origen constituyeron relatos orales. La manera de comunicarse de Jesús con quienes recibían su mensaje era mediante una conversación, por tanto se dirigía a oyentes; sólo fueron escritas muchos años después de su muerte, y pasaron a integrar el Nuevo Testamento. Por esta razón algunas de sus características se vinculan directamente con la circunstancia de la oralidad.

2-       Son breves y de lenguaje sencillo y accesible. Para facilitar la comprensión de sus oyentes, las parábolas son de muy corta extensión, y el vocabulario empleado era entendible por la comunidad sin necesidad de ser cultos o estar alfabetizados.

3-      Las anécdotas se vinculan con la vida cotidiana de sus oyentes. Los ejemplos eran reconocibles y comprensibles, pues Jesús los tomaba de la vida cotidiana de la comunidad; es otro rasgo que se vincula con la oralidad y la necesidad de facilitar la comprensión.

4-      La estructura general se basa en dos pasos: relato de la anécdota primero, y enunciado del mensaje moral/religioso o sentencia al final. El hecho de hacer explícita la enseñanza al final también se vincula con la intención didáctica del emisor. Pero el plano simbólico habilita a que haya distintos niveles de comprensión en quienes lo oyen, no sólo por nivel cultural, sino sobre todo por la sensibilidad de cada uno.

5-      Las enseñanzas que contienen estas parábolas son de naturaleza religiosa, pero involucrando también la moral.

 

CONTEXTO NARRATIVO-.

   Estas parábolas son relatadas por Jesús en un contexto determinado. Allí mismo el evangelista aclara: “Muchos publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Y por eso los fariseos y maestros de la ley murmuraban y criticaban: Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.

   Entonces, Jesús les dijo esta parábola:”

   Esta contextualización en la circunstancia del acto de narrar estas parábolas se explica por las costumbres de la sociedad de la época. Tanto fariseos como maestros de la ley eran personajes muy importantes dentro de la sociedad hebrea de ese tiempo. Eran príncipes, aristócratas, integraban el órgano rector religioso de los hebreos denominado Sanedrín, y gozaban de poder y prestigio. Estos personajes, que fueron históricos, consideraron a Jesús un enemigo, debido a que Jesús predicaba conceptos religiosos que ponían en tela de juicio la religión hebrea de ese momento, en la cual se asentaba el poder de fariseos y maestros de la ley.

   Estos personajes consideraban pecaminoso vincularse con pecadores, recibirlos, hablar con ellos, comer con ellos, tener trato, saludarlos, o sea, todo lo que Jesús estaba haciendo. Los publicanos eran hombres que trabajaban como cobradores de impuestos para los romanos, quienes en ese momento dominaban en esa región (expansión e invasión del imperio romano). Para los hebreos eran despreciables, porque consideraban que trabajaban para el invasor, o sea, eran traidores. De la misma manera, cualquier otro individuo que cometiera algún acto condenado por la comunidad y la religión de su tiempo, era considerado despreciable, y la recomendación era no vincularse con esas personas, ya que consideraban que quien lo hacía quedaba impuro.

   Estos conceptos epocales explican las parábolas de la misericordia, y es la razón por la cual las dirige a estos poderosos que juzgaban a otros, entre ellos, a Jesús.

 

LAS PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA COMO CONJUNTO-.

   Las tres parábolas que componen este conjunto no están reunidas al azar, sino porque tienen aspectos en común, en estructura, en tema y mensaje final. Si Jesús las narra juntas es porque son tres ejemplos distintos que ilustran sobre el mismo asunto.

   Yendo de lo externo a lo interno, podemos comenzar analizando la estructura. Uno de los rasgos que caracteriza a la literatura bíblica es el uso de repeticiones, ya que es algo típico de la literatura religiosa en general. Las repeticiones ayudan a fijar conceptos. En este caso las tres parábolas son paralelas entre sí, lo cual es un recurso por repetición.

   El primer paralelismo que encontramos es el que existe entre la parábola de la oveja perdida y la de la moneda perdida. Estas dos parábolas son paralelas sinonímicamente entre sí. El paralelismo sinonímico implica una equivalencia o semejanza entre al menos dos elementos (recordemos que sinónimo significa que dos o más palabras tienen el mismo significado). En este caso, tanto la estructura como el tema y mensaje son los mismos, al igual que la extensión, pero la anécdota o ejemplo es diferente. En eso consiste la sinonimia en estas dos parábolas. La estructura se organiza en cinco momentos: 1- pérdida de algo valioso; 2- búsqueda; 3- hallazgo; 4- festejo o celebración; 5- moraleja. 1- En la primera parábola el pastor pierde una oveja de 100 que tenía, y en la segunda, la mujer pierde una moneda de 10. 2- En la primera, el pastor sale a buscar la oveja perdida; del mismo modo, la mujer barre la casa hasta encontrar la moneda. 3- El pastor encuentra la oveja, y la mujer la moneda. 4- Ambos celebran, cada uno con su grupo. 5- Al final, aparece la enseñanza o moraleja, que refiere al sentido simbólico que tiene cada parábola.

   El siguiente paralelismo se da entre las dos primeras parábolas por un lado, y la tercera por otro. A ese paralelismo le denominamos sintético. El paralelismo sintético consiste en plantear primero una idea, y desarrollarla luego. La repetición se da porque es la misma idea, tanto en planteo como en desarrollo. El tema y mensaje simbólico de las dos primeras parábolas, son los mismos que en la del Hijo pródigo, pero debido a la brevedad de la Oveja perdida y la Moneda perdida, allí se presentan como planteo; en cambio la del Hijo pródigo es una parábola más extensa y desarrollada. A nivel estructural, la parábola del Hijo pródigo es muy similar a las dos anteriores parábolas, pero agrega un segmento entre la celebración y la moraleja, donde el hermano mayor cuestiona el recibimiento al hijo menor. Esto ocurre porque la situación conflictiva en este texto se da entre humanos y no entre un humano y un animal o un objeto.

   Otro lazo entre las tres parábolas es la gradación. La gradación es el ordenamiento de elementos desde el punto de vista de su importancia. Puede ser de menor a mayor, o de mayor a menor. En este caso encontramos una gradación ascendente en importancia, algo que se sustenta por la proporción entre lo perdido y lo poseído (cuantitativo) y por la importancia en sí de lo perdido (cualitativo). Concretamente, el pastor pierde una oveja de 100 que tiene, lo cual es menos relevante que perder una moneda de 10 que se poseen, o un hijo de dos (plano cuantitativo). Pero cualitativamente, es mucho más importante perder un hijo, que una oveja o una moneda. Por tanto en la primera parábola se pierde algo valioso, pero menos importante que en la segunda, y en  la segunda algo menos importante que en la tercera.

   Al mismo tiempo se da un vínculo inversamente proporcional, puesto que a más unidades poseídas, menor es el valor de lo perdido, y viceversa, cuanto menos se tiene de algo, más valiosa es la pérdida (1 de 100, 1 de 10, y 1 de 2, y la pérdida cada vez es más valiosa).

  

   La temática es la misma en las tres parábolas, y gira en torno a cuatro ejes: el arrepentimiento luego de cometer una falta y la capacidad del ser humano de redimirse, por un lado, y por otro, la misericordia y el perdón que se asumen como una virtud divina, y que el ser humano debería practicar frente a la caída moral del prójimo. Por eso las tres parábolas tratan de algo o alguien que se pierde, y de cómo es perdonado compasivamente por la divinidad. En la parábola del Hijo pródigo se sugiere que el perdón ocurre luego del arrepentimiento del pecador.

 

   El mensaje final o moraleja, aunque no es exactamente la misma frase, es el mismo en las tres parábolas: 1- “Yo les declaro que de igual modo habrá más alegría en el cielo por cada pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.”, 2- “Les declaro que de la misma manera hay gozo entre los ángeles de Dios por un solo pecador que cambie su corazón y su vida.”, y 3- “El padre le respondió: Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.”


LA OVEJA PERDIDA Y LA MONEDA PERDIDA-.

   Las dos primeras parábolas, que ya se explicó son paralelas sinonímicamente entre sí, o sea que tienen la misma estructura, mismo tema y moraleja, también tienen el mismo significado simbólico. Las anécdotas son muy sencillas.

   Jesús toma en la primera un ejemplo de la vida cotidiana de la comunidad hebrea de ese tiempo, donde el pastor es una figura central debido a que era un pueblo nómade que pastoreaba animales, fundamentalmente ovejas y cabras. Para involucrar a su público, comienza diciendo: “Si uno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene”. Eso implica que cualquiera de quienes lo oían podría haber estado en esa situación. Así, la anécdota de la primera parábola se presenta como algo conocido y lógico dentro de la vida cotidiana de esa comunidad. Por otra parte, el pastor aparece muchas veces como representación simbólica de Dios y del Mesías, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En definitiva, el pastor representa simbólicamente a Dios, el del Nuevo Testamento, quien actúa como un padre o protector compasivo y sale a buscar a la oveja perdida, que representa al ser humano que perdió el rumbo, y al encontrarla, la lleva de vuelta con las que ya estaban resguardadas. Por eso sobreviene el festejo, porque recuperó a quien se había perdido.

   Esta parábola tiene conexión con el Salmo 23 del Antiguo Testamento (“1 El Señor es mi pastor: nada me falta;

2 en verdes pastos él me hace reposar.

2 A las aguas de descanso me conduce,

3 y reconforta mi alma.

3 Por el camino del bueno me dirige,

3 por amor de su nombre.

4 Aunque pase por quebradas oscuras,

4 no temo ningún mal,

4 porque tú estás conmigo

4 con tu vara y tu bastón,

4 y al verlas voy sin miedo.”), donde podemos observar un anticipo de la visión paternalista y protectora de Dios que aparece en el Nuevo Testamento.

 

   En cuanto a la parábola de la moneda perdida, la anécdota se centra en una mujer que pierde una de las diez monedas que posee. Esta cifra, que puede parecer pequeña a ojos de nuestros contemporáneos, debe entenderse a la luz de la época en que la parábola fue creada, ya que las monedas eran muy valiosas, hechas de plata. En varias traducciones se nos menciona que la moneda que perdió la mujer era una dracma, una moneda griega que había circulado entre los hebreos cuando los griegos los habían conquistado. Al parecer, en ese tiempo era costumbre que cuando una joven hebrea se casaba, prendía 10 dracmas en su velo nupcial, para lo cual en general había estado años ahorrando. Esto permite entender mejor el valor de la pérdida y de por qué barrió toda la casa para hallarla. Esta anécdota, por tanto, también tiene una base consuetudinaria, ya que refiere a costumbres de esa comunidad a la cual pertenecía Jesús y que se constituía en la receptora de sus parábolas y enseñanzas. Obviamente también en este caso quien pierde algo valioso representa a Dios, y la búsqueda alude a la compasión y perdón de la divinidad, que intenta que el ser humano regrese a la senda del bien.

 

   En la primera parábola Jesús refiere a un hombre, y en la segunda, a una mujer; en la primera menciona una tarea en el exterior, en la segunda, algo doméstico, del hogar. Esto señala el deseo de involucrar a todos quienes le oían: todos pueden sentirse identificados y reconocerse en esas dos anécdotas, y de esa manera, interiorizar el mensaje de ambas parábolas.

  

   Ambas parábolas son muy breves, presentan una anécdota reconocible por su cotidianeidad, poseen un lenguaje muy sencillo, y finalizan con la moraleja, que contiene una sentencia de temática religiosa. Ambas son el preludio de la más extensa parábola del Hijo pródigo.

 

EL HIJO PRÓDIGO-.

 

   El hijo pródigo es el corolario de este conjunto. Es más extensa que las dos anteriores, narra más detalles y tiene más fuerza porque el ejemplo refiere a la situación de un padre y sus dos hijos, lo cual lo hace más próximo y emocional.

 

   Respecto a la estructura, ya se explicó que conforma un paralelismo sintético respecto a las dos parábolas que la preceden. Internamente es similar a la de la Oveja y Moneda perdidas, pero agrega un pasaje más al esquema pérdida - búsqueda –hallazgo –celebración y moraleja, ya que luego de la celebración y antes de la moraleja, se da un debate entre dos de los personajes, lo cual añade otro elemento, el punto de vista de un tercero sobre la acción de quien estaba perdido.

 

   La trama se centra en una situación familiar donde un padre de buena posición económica tiene dos hijos, y el menor de ellos decide alejarse de las tierras paternas, pedir su herencia y vivir su propia aventura de vida. Despilfarra su dinero en placeres terrenales efímeros (fiestas, mujeres, bebida, etc) y termina perdiéndolo todo. Cuando en esa tierra lejana sobreviene una crisis, cae en extrema pobreza, y pasa de ser hijo de un señor opulento a ser un esclavo al servicio de un amo que ni siquiera lo alimenta. Su necesidad es tal que desea la comida de los cerdos a los cuales cuida, pero ni siquiera eso recibe. Para la comunidad hebrea el cerdo era un animal impuro, por tanto la degradación del hijo menor es total. Cuando está hundido en la miseria y la depresión, se genera una reacción en este personaje: reflexiona, y arrepentido de sus acciones anteriores, toma una nueva decisión, que es volver a la casa del padre, pedirle perdón, y decirle humildemente que lo reciba como trabajador y no como hijo, porque considera que ha perdido sus derechos. Así como lo piensa lo hace, y ya a lo lejos, el padre lo ve y se compadece, y sale a buscarlo de brazos abiertos. Lo recibe con la alegría de recuperar a un hijo que creía perdido y hasta muerto, le brinda ropa limpia, le devuelve su anillo, y realiza una fiesta para celebrar su regreso. Hasta aquí la estructura es idéntica a las dos primeras parábolas de la Misericordia, pero aparece la diferencia cuando el hijo mayor, que estaba trabajando en el campo, llega y nota que hay una fiesta, y al averiguar la razón, se ofende. El padre sale de la fiesta a buscarlo, y el hijo mayor le reprocha que él siempre estuvo a su servicio como un hijo obediente, pero nunca le dio siquiera un cabrito para celebrar con sus amigos. En ese punto el padre expresa la moraleja de la parábola, indicándole que todo lo suyo también le pertenece, pero que en este caso, había que hacer fiesta porque el hijo perdido había sido encontrado.

 

   Es evidente el significado simbólico de la parábola. Hay símbolos que abarcan toda la parábola y que le dan sentido en torno al mensaje y tema. Por ejemplo, es obvio que el hijo menor representa a los humanos pecadores que se apartan del camino del bien y de Dios (recordemos que estos textos tienen un mensaje religioso, además de moral). El padre representa a Dios, y esto se encuadra dentro de la visión del Nuevo Testamento, donde Dios aparece mucho más como padre compasivo que como juez. Y el hermano mayor representa a ciertos seres humanos que se consideran justos, y que siguen el camino del bien sin apartarse, pero tampoco son perfectos.

   El hijo menor cometió un error grave, pero las consecuencias de sus acciones le sirvieron de aprendizaje, y vuelve arrepentido. En esta situación está uno de los temas más importantes de la parábola, que expresa que el arrepentimiento genuino, verdadero, hace merecedor al pecador del perdón divino. ¿Cómo notamos que el arrepentimiento es verdadero? Porque no se queda en proyectos ni palabras, sino que hubo acciones que lo respaldaron. El arrepentimiento exige un cambio de conducta, y esto lo demuestra el hijo menor cuando regresa con el padre. Además, al encontrarse con su padre y ver que éste lo recibía de brazos abiertos, pudo callar su planteo de que lo reciba como trabajador y no como hijo, pero no lo hizo, demostrando sinceridad.

   Por otro lado, el hijo mayor parece representar al justo, al que sigue el camino del bien. Sin embargo, cuando ve el regreso de su hermano menor, no muestra compasión ni alegría de que volviese sano y salvo. Esa frialdad del corazón (“ese hijo tuyo”, le dice al padre), y el reproche por no recibir un premio por hacer lo correcto (¿es sincera su corrección, entonces, o lo hace para recibir algo a cambio?) ponen en tela de juicio su bondad y justicia. Finalmente, el padre entiende que debe darle una lección al hijo que parecía hacer el bien, pero quizás no por las razones correctas. El hijo mayor representa a los fariseos y maestros de la ley a los cuales dirigía Jesús estas parábolas, porque se consideraban perfectos y justos, y juzgaban sin compasión a todos los demás, sin brindarles ayuda para cambiar y mejorar. En esta parábola Jesús les señala simbólicamente que ellos también están pecando al no compadecerse ni ayudar a sus semejantes. Es por esto que en otro momento Jesús define a estos personajes integrantes del Sanedrín como “sepulcros blanqueados”, dando a entender que por fuera parecen justos y bondadosos, pero en su interior sólo hay podredumbre. En definitiva, Jesús exhorta a hacer el bien de corazón, no porque haya un mandato que provoque temor al castigo en caso de no cumplir.

   En cuanto al padre, es la imagen de Dios del Nuevo Testamento. No aparece como un Dios severo y vengativo, que juzga a los humanos, sino como un padre afectuoso que desea el bien de sus hijos y se compadece con sus padecimientos.


Partida y arrepentimiento del hijo menor:

   Otros símbolos que aparecen en la parábola tienen que ver con la trama. Al inicio la parábola señala que el hijo menor le dice al padre: “Dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y el padre así lo hizo. Más allá del análisis que podemos hacer acerca del personaje joven que busca su libertad y seguir una visión personal, está claro que los bienes a los que se refiere el texto son los espirituales. Cuando este hijo se va “a un país lejano”, y malgasta su dinero “llevando una vida desordenada”, el texto alude a que se aleja del camino del bien y de Dios, pero además sugiere el concepto de libre albedrío. El libre albedrío existe porque el individuo elige libremente su accionar, su padre no le impide irse, ni lo obliga a nada, sino que sus acciones son producto de sus decisiones. Este concepto refiere a la visión del Cristianismo que sostiene que el ser humano posee la capacidad de discernir entre el bien y el mal, y que lo que elija es su responsabilidad. Es lo opuesto a otras religiones que afirman que existe un destino fijado por las divinidades.

   La escasez que afronta la región, y que sume al hijo menor en la miseria, refiere a la pobreza espiritual, pues se dedicó a satisfacer deseos terrenales, se dedicó al placer efímero, pero no pensó en el bienestar de su alma. Cuando el sabor de esos placeres se termina, comienza la amargura, pues despilfarró todo lo que tenía. Aquí se explica el título, puesto que “pródigo” significa que derrocha, malgasta. Por eso las consecuencias son la insatisfacción, el hambre y la sed, pues no alimentó su alma, sino sólo a su cuerpo.

   El hecho de que pase de ser señor e hijo de un señor a ser esclavo, demuestra la degradación moral del hijo menor. Termina siendo esclavo de sus errores y de los placeres que pagó. Pero el símbolo más claro de la degradación para los hebreos era que tuviera que cuidar cerdos, al cual los hebreos consideraban un animal impuro (por esa razón los judíos no comen su carne). Podemos imaginarlo en la suciedad, cuidando animales que en su comunidad consideraban despreciables, y por tanto, convirtiéndose él en alguien despreciable para su gente, y deseando alimentarse de la comida de esos animales, porque nadie le da de comer.

   Cuando parecía que se hundía sin remedio, logra hacer una pausa y recapacitar. Reflexiona. Esa reflexión le permite cambiar el rumbo de sus acciones. Al arrepentirse toma nuevamente las riendas de su vida y vuelve a ser un hombre libre, simbolizándose esto en “Se levantó, pues, y se fue donde su padre”.  El levantarse no refiere a una acción física real, sino que es un símbolo de su capacidad interior de cambiar su conducta y volver al camino del bien, dignificarse.

 

El recibimiento del padre:

   Si bien el padre no salió a esa tierra lejana a buscar a su hijo perdido, sí estaba atento a su retorno, por eso nos indica el narrador que lo vio cuando “Aún estaba lejos”. Esto nos revela una actitud emocional asociada a la imagen divina del Nuevo Testamento, y no del Antiguo. Está pendiente de que quien se perdió, vuelva. El decaimiento y miseria de su hijo, su evidente sufrimiento, le provocan compasión. En este punto Jesús nos está mostrando un prototipo de padre que quizás en ese tiempo no fuera el más usual. La fuerza de penetración del mensaje de la parábola radica en mezclar conceptos cotidianos, familiares a la comunidad, con el mensaje que se pretende aportar. Muchos padres podrían sentirse identificados en esta acción, otros quizás reflexionaran y se cuestionaran su conducta.

   El padre ordena a sus servidores que le pongan la mejor ropa, que le coloquen un anillo en el dedo, y traigan calzado para sus pies. Estos símbolos tienen mucho que ver no sólo con esta parábola en concreto, sino con las ideas transmitidas en todos los evangelios. La ropa le devuelve al que viene en harapos su dignidad. El centro sigue siendo lo espiritual. O sea que el ejemplo es material, pero el significado es espiritual. Sin embargo, debemos considerar también que el significado literal tiene valor. La pobreza material tampoco debe ser tolerada, y quienes la padecen deben ser ayudados para salir de esa situación. No ayudar, sugiere el texto, indica dureza de corazón. El anillo es un símbolo muy importante, pues representa la reconstrucción de la alianza que se había roto entre el pecador y Dios. Recordemos que en el Nuevo Testamento Jesús habla de una alianza entre Dios y la humanidad, y ese acuerdo requiere el cumplimiento de ciertos códigos. Cuando el ser humano se aleja de Dios, esa alianza se rompe. Pero cuando se arrepiente y regresa, se restituye, simbolizando esta acción mediante el anillo. Este gesto representa también el perdón de Dios, así como lo representa el que fuera a buscarlo de brazos abiertos. En cuanto al calzado, simboliza la liberación, ya que los esclavos debían andar descalzos en la sociedad de ese tiempo, sólo el individuo libre usaba calzado. Así, el padre reconoce que el hijo menor vuelve a ser un hombre digno, espiritualmente libre, y que en ese libre albedrío se restituyó la alianza que los unía.

   Otro símbolo vinculado al recibimiento del padre es el del ternero gordo. Como dueño de las tierras y los animales, le pide a sus servidores que sacrifiquen al mejor ternero que tiene, el que estaba engordando, para celebrar la recuperación de su hijo perdido. Esto demuestra la magnitud de su alegría por el regreso del hijo, pues considera ese momento como lo suficientemente importante como para comer al ternero que debía estar reservando para venderlo y ganar mucho dinero, o para celebrar algo muy especial. Eso especial e importante termina siendo el retorno de su hijo menor.

   Finalmente, expresa que la ocasión amerita una fiesta. Y explica: “porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Es evidente que la muerte de la que habla no es física, sino espiritual y moral, lo mismo que la pérdida.

 

Reproches del hijo mayor y respuesta del padre:

   “El hijo mayor estaba en el campo”. Esto significa que estaba trabajando. A primera vista, parece razonable el enojo del hijo mayor. Mientras él trabajaba, los demás estaban de fiesta. Luego le reclama a su padre que ese hijo que se fue y malgastó su fortuna por conductas disipadas, recibe una fiesta como recibimiento, mientras él, que estuvo allí siempre, obedeciendo al padre y trabajando, no recibió siquiera un cabrito. Podemos pensar incluso que el padre lo trata injustamente. Sin embargo, la significación de esta situación pasa por otro lado. Lo primero que debe alertarnos es que nunca demuestra alegría por el regreso con salud de su hermano menor. Antes de cualquier enojo o reproche, el corazón debió alegrársele, sentir alivio de que su hermano perdido estaba sano y salvo, felicidad porque había vuelto. Pero el hijo mayor, que parece tan correcto, no siente nada de esto. Ni siquiera le llama hermano, sino que mostrando su distanciamiento emocional y resentimiento, le dice a su padre “ese hijo tuyo”.  Estas actitudes revelan que este hijo mayor que representa a los fariseos y a la visión antigua de la ley y la religión, que Jesús llega para cambiar, no actúa de corazón, sino que sus acciones correctas son para cumplir con las reglas y nada más. También se sugiere esto cuando le reclama un premio por su buena conducta. Este personaje representa el concepto de moral externa del Antiguo Testamento, donde lo que importaba era cumplir de manera visible con ciertas reglas; sin embargo Jesús pone en evidencia que esa corrección es superficial, y reclama una moral interior, donde se actúe bien por un tema de conciencia, y no para esperar un premio en vez de un castigo. Se expone la falta de amor y compasión por el que está en desgracia. Toda la conducta del hijo mayor representa estas carencias que Jesús achaca a los fariseos, que juzgaban a sus semejantes, pero no los ayudaban a cambiar y salir de la miseria. No olvidemos que los fariseos y maestros de la ley acusan a Jesús de comer con pecadores, y por tanto de contaminarse de su impureza, y de ahí surgen estas parábolas.

   La lección del padre aclara todo: el justo no necesita reclamar nada, porque ya lo tiene todo. La abundancia espiritual está allí para quien desee tomarla. Que el hijo mayor no consiga ver algo tan simple revela su apego a las normas externas y su ceguera interior. No debe pedir permiso para disfrutar de lo que ya posee. En cambio sí es lógico celebrar cuando alguien que estaba perdido, regresa al camino correcto.

 

 Otros aspectos de los personajes:

 

El hijo menor: Se lo presenta como un personaje joven, lo cual se deduce de sus conductas, y se supone también por ser el menor. Su ímpetu juvenil lo empuja a seguir una visión personal, a buscar su propio camino. En ejercicio de su libre albedrío, comete errores y se siente derrotado. Tiene la capacidad y la entereza para levantarse de su propia miseria, reconocer que se equivocó y arrepentirse de sus decisiones anteriores. Su regreso revela valentía, porque deberá reconocer que se equivocó frente a su padre, cuando antes con soberbia le pidió su parte de la herencia, creyendo que podía desenvolverse solo con éxito. Lejos de sentirse humillado, regresa en actitud humilde y asumiendo que debería recibir un castigo por su error. Al volver es otro, sufrió y aprendió, cambió. Su experiencia dolorosa puede servirle para ser mejor persona, más maduro y considerado. Representa a la humanidad falible, vulnerable, pero resiliente, capaz de cambiar a partir de una instancia de introspección profunda y sincera.

 

El hijo mayor: Se lo presenta como un personaje más maduro, centrado en el cumplimiento del deber, pero también más rígido que su hermano menor. No vive sus aventuras, no comete sus errores, no se va, pero tampoco parece tan capaz de reinventarse a sí mismo, asumiendo sus fallos y cambiando. Está convencido de que hace lo correcto, y por eso tampoco se cuestiona. Su corrección es superficial, le falta el empuje interior emocional que lo mantenga de forma genuina en el camino del bien. Sus reproches a su padre muestran dureza de corazón, incapacidad de sentir empatía por el sufrimiento de sus semejantes, y la soberbia de creer que es perfecto o infalible y nunca le pasará lo que a su hermano menor. El padre le aporta una lección porque el hijo menor ya la recibió de la vida misma como consecuencia de sus actos, pero el hijo mayor se aferra a sus fallos, aunque necesite cambiar. De ambos, quien más aprendió fue el que más se equivocó en apariencia. En la parábola se nos muestra que el hijo menor se mueve, aprende, pero el hijo mayor está todavía en la puerta de inicio sin cuestionarse ni aprender, por eso el padre dialoga con él intentando que reflexione.

 

El padre: Aparece como un personaje sabio, que no obliga ni fuerza, sino que tiene la paciencia de esperar a que cada uno aprenda a su ritmo. Sus dos hijos son muy diferentes, y sin embargo se nota que a ambos los ama, y con ambos tiene paciencia. Esperó el regreso del hijo menor, a pesar de la ofensa de pedirle su parte de la herencia estando su padre vivo, e irse; sale de la fiesta para hablar con su hijo mayor y convencerlo que participe de la alegría del regreso de su hermano, a pesar de los reproches y el berrinche, y la falta de respeto. No es violento, ni atemoriza, sólo guía, se compadece y perdona. Es presentado como ejemplo de conducta para sus hijos, ya que si el padre perdona, ¿cómo no perdonará el hermano mayor a su hermano menor? El padre tiene la madurez y sabiduría necesarias como para no sentirse atacado de manera personal por los errores de sus hijos, sino que por el contrario, siente compasión por el sufrimiento que estos errores les causa. Perdona sin humillar, pero por las situaciones de la parábola se hace evidente que el que se equivoca debe arrepentirse sinceramente para ser perdonado.