jueves, 11 de marzo de 2021

INFORMACIÓN SOBRE ERNEST HEMINGWAY

 INFORMACIÓN SOBRE ERNEST HEMINGWAY




Ubicación biográfica y literaria-.

   ERNEST HEMINGWAY  (Illinois 1899 – Idaho 1961) fue un narrador y periodista norteamericano que formó parte de la denominada GENERACIÓN PERDIDA. Hemingway fue célebre en su tiempo no solamente por la calidad de su escritura, sino también por su vida aventurera y extravagante.

   Participó de la Primera Guerra mundial como conductor de ambulancia siendo todavía casi un adolescente; allí fue gravemente herido y recibió una condecoración. Viajó por el mundo, viviendo por temporadas en París, capital de la cultura de ese entonces, Cuba con su ambiente caribeño, y en España durante la Guerra Civil, donde fue corresponsal. Incluso sobrevivió a dos accidentes aéreos en un viaje de safari en África (en el primer accidente sufrió una herida en la cabeza, y su esposa se rompió varias costillas; al otro día subieron a otro avión para recibir asistencia médica, pero éste explotó durante el despegue, sufriendo ambos heridas aún más serias; la prensa en ese momento lo dio por muerto por error).  A partir de ese momento comenzó a padecer diversos problemas de salud, cada vez más graves. También participó de la Segunda Guerra Mundial, pero esta vez en su rol de periodista. Su vida amorosa también fue agitada: se casó cuatro veces, aparte de otras historias amorosas vividas. En el año 1954 recibió el más alto premio que puede recibir un escritor: el Premio Nobel de Literatura. A fines de la década de los 50, Hemingway comienza a padecer, además de los problemas físicos, molestias emocionales y psiquiátricas. Se hunde en la depresión y tiene obsesiones paranoicas que lo atormentan. Una de sus obsesiones, sin embargo, muchos años después se confirmó como verdadera: afirmaba angustiado que el FBI lo vigilaba y ni siquiera sus más cercanos le creían, y veinte años después de su muerte, el FBI develó archivos que demostraron que los temores del autor habían sido certeros. Acosado por sus dolencias físicas y emocionales, en 1961 se suicidó de un escopetazo en la cabeza.

   Publicó cuentos y novelas, además de su labor periodística, de entre los cuales se destacan las colecciones de cuentos denominadas “Hombres sin mujeres” (1927), “Las nieves del Kilimanjaro” (1936), y las novelas “Adiós a las armas (1929), “Por quién doblan las campanas” (1940), “El viejo y el mar” (1952) y “París era una fiesta” (publicación póstuma, 1964).

   El estilo minimalista de Hemingway, que aprendió durante su primera experiencia como reportero (le recomendaron emplear frases y párrafos cortos y un lenguaje vigoroso para atraer la atención del lector)  tuvo mucha influencia en los escritores del siglo XX,  y formó parte de su “marca de fábrica”.

   Literariamente hablando, podemos ubicar a Hemingway dentro de los escritores sustanciales de la narrativa del siglo XX, que presentó una serie de innovaciones radicales respecto a la narrativa de siglos anteriores y dentro de la Generación Perdida. La obra de Hemingway fue tan irregular como su vida, ya que podemos encontrar obras perfectas y de alta calidad, y otras olvidables. Pero sus relatos más logrados pasaron a la historia y fueron inspiración y modelo de muchos otros narradores posteriores.

 

LA GENERACIÓN PERDIDA-.

   Generación Perdida es el nombre que recibió un grupo de escritores norteamericanos que vivieron en París y en otras ciudades europeas en el período que va desde el final de la Primera Guerra Mundial (1918, aproximadamente) hasta la Gran Depresión (que comenzó con el Crack del 29).  La expresión “Lost Generation” fue acuñada, según Hemingway, por Gertrude Stein (aunque ella lo negaba). Stein fue escritora y sobre todo mecenas: a su casa en Montparnasse de París acudieron jóvenes artistas tan importantes como Pablo Picasso, Joan Miró, Juan Gris, Ezra Pound, etc. Ella y sus hermanos no sólo fueron coleccionistas de arte, sino que apoyaron y difundieron la obra de muchos jóvenes artistas de ese momento que necesitaban ayuda para ser conocidos, e incluso para subsistir. Entre esos artistas estuvieron también los jóvenes escritores norteamericanos que formaron parte de la Generación Perdida, como Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald y John Dos Passos. Aunque no pertenecieron a este círculo de escritores, se suele incluir también a John Steinbeck y William Faulkner como representantes de la Generación, ya que comparten algunas de sus características.

   Hemingway decía que Stein le comentó en una ocasión: “You’re all a Lost Generation”, y él popularizó esa frase en sus novelas “Fiesta” (en inglés The sun also rises, 1924) y “París era una fiesta” (1964), donde recuerda los años 20, sus días de excesos, experimentación y vida bohemia en París: “éramos muy pobres, pero muy felices”. Según el autor, ella escuchó la expresión “generación perdida” a un mecánico refiriéndose a su aprendiz, quien había luchado en la Primera Guerra Mundial. Y luego Stein la trasladó y aplicó a aquellos escritores norteamericanos que se congregaron en París luego de esta guerra que marcó a todos, debido a que no respetaban nada y estaban dedicados a la vida desordenada y el exceso de alcohol.

   El título de la novela “París era una fiesta” sugiere la imagen libertaria y un poco dionisíaca que tenía para esa generación de escritores e intelectuales, la que en ese tiempo se consideraba la capital cultural del mundo. Estos expatriados sobrevivientes de la Gran Guerra se refugiaron allí buscando la libertad que no encontraban en EEUU con su mezcla contradictoria de puritanismo moral y violencia. Recordemos que en estos años en EEUU hubo una sumatoria de acontecimientos que expusieron a una sociedad extremista y violenta, sobre todo en algunas ciudades: la ley seca, la era de los gangsters y el contrabando, el crack del 29 y la Gran Depresión de los 30.

   Si bien los autores comprendidos en este grupo tienen diferencias entre sí, también tienen algunos rasgos comunes, como ser:

a)      Emplean técnicas narrativas innovadoras, como el contrapunto, desaparición del narrador omnisciente, flujo de conciencia, fragmentarismo, perspectivismo, etc, acordes con la tendencia general de la narrativa de la primera mitad del siglo XX, tratando de adecuar el lenguaje narrativo a los desafíos de su tiempo, y de mostrar una visión múltiple de la realidad.

b)     Presentan una actitud rebelde frente a 1) la realidad de su tiempo, marcada por la Primera Guerra Mundial; 2) la especulación y explosión capitalista de los años 20, el lujo exacerbado y la opulencia; 3) los valores tradicionales de la sociedad burguesa.

c)      Respecto a los temas, comparten una gama variada: el pesimismo y la perplejidad frente a los acontecimientos del mundo; sensación de inutilidad y crueldad de la guerra; análisis crítico de la sociedad norteamericana; conflictos ideológicos (progresismo/tradición, civilización/barbarie, igualitarismo social/capitalismo); la despreocupación y frivolidad en la era del jazz y los felices años 20, etc. Estos temas son el fruto del impacto que los terribles acontecimientos mundiales tuvieron sobre estos escritores.

   La Generación Perdida, más allá del origen de su nombre, fue constituida por narradores que fueron brillantes y que tuvieron muchísimo peso en el panorama cultural del mundo. Sus técnicas narrativas implicaron un antes y un después en la historia del relato universal. Fueron la inspiración, por ejemplo, de los famosos escritores latinoamericanos que entre 1970 y 80 formaron parte del Boom de la narrativa latinoamericana (Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, entre otros).

  

martes, 9 de marzo de 2021

ANÁLISIS DEL CANTO V DE LA DIVINA COMEDIA, DE DANTE ALIGHIERI

 

ANÁLISIS DEL CANTO V DEL INFIERNO DE LA DIVINA COMEDIA





   El Canto V del Infierno forma parte de la Cántica del Infierno.  La Divina Comedia (poema épico –lírico de contenido alegórico) está dividida en tres cánticas: la del Infierno, la del Purgatorio, y la del Paraíso. Este orden tiene que ver con la trama de la obra, ya que el protagonista realiza un viaje por los reinos de ultratumba, comenzando por el reino del Infierno, continuando por el reino del Purgatorio, y finalizando en el reino del Paraíso. Este viaje, simbólicamente, alude al intento del ser humano de salvar su alma, saliendo de la oscuridad y el vicio mediante la fe y la razón, expiando sus culpas, para trascender en un lugar de luz con la presencia de Dios. Estos conceptos proceden de la concepción religiosa de Dante Alighieri, que era cristiano católico.

   En el Canto V Dante narra su pasaje por el segundo círculo del reino del Infierno, sitio donde son castigados los lujuriosos. Recordemos que el Infierno tiene la forma de un cono invertido que posee una puerta, un vestíbulo, y nueve círculos, y que está dividido en dos grandes partes: el Alto y el Bajo Infierno. La parte superior del cono corresponde al Alto Infierno, donde se castigan los pecados por incontinencia, y la inferior, al Bajo Infierno, donde son castigados los pecados por bestialidad (herejía y violencia) y por malicia.  El segundo círculo forma parte del Alto Infierno; Dante considera a la lujuria como un pecado por incontinencia, pues entiende que la lujuria o pecado carnal implica falta de control sobre el deseo sexual por asociarse a lo pasional, y define a los lujuriosos como los pecadores carnales que “someten la razón al sentimiento”.

   Para llegar a este círculo, el protagonista primero debió salir de la “selva oscura”, y trepar por una colina, siendo perturbado por la aparición de tres fieras (guepardo / pantera dependiendo de la traducción, un león, y una loba) que representan tres pecados capitales: la lujuria, la soberbia, y la avaricia o concupiscencia. Cuando Dante ya se consideraba perdido, aparece la sombra de quien alguna vez fue un hombre y que luego se descubre que se trata de Virgilio, poeta que Dante admira profundamente, quien le servirá de guía por el reino del Infierno y el del Purgatorio, pero no podrá acompañarlo al Paraíso porque su alma estaba condenada en el Limbo, que es el primer círculo del Infierno. Una vez que se decide que Dante hará ese sobrenatural viaje por los reinos de ultratumba, con el objetivo de salvar su alma y ayudar a otros a salvarla (Dante personaje representa a la humanidad) emprenden camino al Infierno, donde deben atravesar la puerta, de la cual no se brinda una descripción, pero el narrador transcribe una inscripción que informa a las almas de los condenados que la enfrentan, del tormento eterno que les espera (“Por mí se va a la ciudad doliente,/por mí se va al eterno dolor,/por mí se va con la perdida gente./La justicia movió a mi Alto Creador:/me hizo la Divina Potestad,/la Suma Sabiduría y el primer Amor./En edad sólo puede aventajarme/lo eterno, y eternamente duro./Dejad toda esperanza, ustedes que entran.”). Luego de cruzar la puerta se encuentran en un Vestíbulo, donde Dante se entera por Virgilio que allí son atormentados los indiferentes. Para seguir adelante por el Reino del Infierno deben cruzar el río Aqueronte, en la barca de Carón. Al desembarcar se encuentran en el primer círculo, denominado el Limbo, donde reside habitualmente el alma condenada de Virgilio, que se encuentra allí junto con escritores y filósofos de la Antigüedad por no haber sido creyentes del dios que es para Dante el verdadero (el de los cristianos católicos). También ubica allí a los que murieron sin ser bautizados, incluso bebés. Es el único lugar con cierta belleza del Infierno, porque quienes padecen allí no son malvados, sino que no fueron bautizados ni adoraron a Dios, por lo cual su castigo, a diferencia del resto del Infierno, consiste simplemente en sentir la tristeza y melancolía de tener que permanecer en ese lugar eternamente sin poder ver a Dios. Desde el Limbo descienden al segundo círculo, que como ya dijimos, corresponde al lugar de tormento de los lujuriosos. Y aquí comienza realmente la estructura típica del Infierno.

   A partir de la manera en que Dante presenta los hechos (Dante cumple tres roles en esta obra: es el autor, el protagonista, y también el narrador en primera persona) podemos estructurar el canto V en tres momentos: 1) Llegada de Dante y Virgilio al segundo círculo del Infierno; la presencia de Minos; 2) Descripción del ambiente y del castigo; mención de condenados; y 3) Diálogo de Dante con Paolo y Francesca.

 

Primer momento-.

    Es la parte más breve de las tres en que se divide el canto. El narrador comienza informando al lector acerca de un dato estructural del Infierno: debido al formato de cono invertido (la parte más ancha corresponde a la entrada contra la superficie de la Tierra, y la más estrecha al vértice contra el centro del planeta), a medida que se va descendiendo en el reino, el espacio se estrecha y los tormentos son cada vez peores porque los pecados castigados son más graves, según el ordenamiento que realiza el autor. Por eso expresa que “menor trecho ceñía más dolor”.

   Continúa con la presentación de un personaje, Minos, de quien dice que gruñía horriblemente (“Stavvi Minòs orribilmente, e ringhia”). En La Divina Comedia, este personaje es el juez de las almas condenadas. Según se nos relata, cada alma se presenta frente a él (Dante consigna que son una multitud), y no puede evitar confesar todas sus culpas. Una vez que esto ocurre, Minos dicta la sentencia de una manera extraña: “tantas veces el rabo al cuerpo envuelve/cual grados bajará por su mandato”. O sea que según cuántas veces enrosca la cola, es el círculo al que el condenado irá; si su cola da dos vueltas, irá al segundo círculo, si da tres, al tercero, etc. Pero ¿quién es Minos? Es el segundo personaje que Dante toma de la antigua mitología griega en La Divina Comedia; el primero fue el barquero Carón, en cuya barca atravesaron el río Aqueronte. En la mitología, Minos era un rey cretense, que en textos greco latinos aparece luego de su muerte como juez del inframundo, pero porque se lo considera respetable y sabio. Dante en cambio lo condena al Infierno, donde tiene la obligación de ser juez de las almas y demonio guardián del segundo círculo. Los motivos de la condena de Dante, según críticos literarios, podrían provenir de dos situaciones distintas. La primera tiene que ver con la siguiente historia: Minos prometió a Poseidón, dios del mar, que sacrificaría lo primero que surgiera del océano. Poseidón hizo salir un toro, pero a Minos le pareció tan hermoso, que en lugar de sacrificarlo se lo apropió. En castigo por haber roto esa promesa, el dios hizo que la reina Pasifae, esposa de Minos, se enamorara del toro. Ésta le ordenó a Dédalo, arquitecto y hábil artesano, que construyera en madera un símil de una vaca, con la cual el toro se apareó, estando Pasifae dentro, y cuenta el mito que ella quedó encinta y luego dio a luz un hijo monstruoso mitad humano y mitad toro, a quien se le llamó Minotauro. Minos ordenó a Dédalo que construyera el laberinto de Creta, donde encerró al Minotauro, al cual se le brindaba un tributo sangriento cada año: siete hombres jóvenes y siete doncellas que vagaban perdidos en el laberinto, hasta que el monstruo los hallaba, y los mataba y devoraba. Esto persistió durante años, hasta que el héroe Teseo consiguió darle muerte. En este caso la condena que realiza Dante sería consecuencia de la inacción punitiva de Minos sobre la actitud lujuriosa de Pasifae, permitiendo incluso que el Minotauro viva y realizando sacrificios humanos para complacerlo. La segunda opción que puede explicar la condena para Dante, es que el propio Minos era lujurioso e infiel con su esposa, teniendo múltiples amantes, según algunas versiones míticas.

   El procedimiento que emplea Dante con personajes mitológicos en el Infierno es juzgarlos con su visión cristiana católica. A Minos no solamente lo castiga ubicándolo en el Infierno, poniéndolo en el rol de juez y guardián del círculo de manera irónica, pues en la mitología griega era juez porque era respetado, y aquí en realidad es un condenado que además de permanecer en el Infierno, está obligado a trabajar, lo desee o no, sino que además lo animaliza o bestializa. Por eso nos indica que gruñía (apoyando auditivamente esa sensación empleando el recurso de la aliteración, que es la repetición de un sonido, en este caso la repetición de la erre “orribilmente, e ringhia”, que se traduce “horriblemente, y gruñía”) y que tiene cola o rabo.

   Su presencia no impone respeto, pero sí temor. Suponemos que es desagradable a la vista, monstruoso, y tiene una actitud atemorizante, gruñendo y gritando. Cuando ve a Dante y Virgilio, se dirige a Dante intentando intimidarlo. Debemos ubicarnos en los ojos y sentir del protagonista para entender el impacto de esta situación. Dante está entrando a un lugar horrible, pleno de sensaciones desagradables, oscuro y cruel, donde acontecen tormentos duros de ver y escuchar para cualquier ser humano sensible. Y al llegar al segundo círculo, el juez del Infierno, con su espeluznante apariencia, le grita a él (“¡Oh tú que vienes al doloroso hospicio[…]mira cómo entras y de quién tú te fías;/no te engañe la amplitud de la entrada!”).

   ¿Por qué se dirige a Dante, y no a Virgilio? Es que Dante está vivo, y Virgilio no, por tanto, quien cumple el rol de juez y guardián, alerta de que transita el Infierno alguien que no debería estar allí. Aquí se nota por qué se clasifica esta obra como poema épico lírico. Centrándonos en lo épico, hay críticos que la definen como epopeya cristiana. Esto implica que es el relato de las hazañas de un héroe. Y aquí Dante como protagonista, debe superar desafíos, peligros y obstáculos a lo largo de todo su viaje por el Infierno, no sólo por ser un ámbito horrendo, sino porque habrá personajes que intentarán impedir que cumpla su trayecto. Atravesar el Infierno será una hazaña.

   ¿Minos amenaza o aconseja? Parece ser una mezcla de ambas cosas. Pero al interpelar al grito a Dante, y a partir de la respuesta posterior de Virgilio, sumado a que si está allí no es porque el autor lo considerase buena persona, hace pensar que es más amenaza que consejo de buena voluntad. Lo paradójico es que el supuesto consejo que le da, se lo brinda desde su condición de condenado que ya ha perdido la esperanza, porque la situación de las almas cuyo destino final es el Infierno, es irreversible y eterna. Esto también explica la actitud iracunda de Minos. Quienes padecen en este reino sufren también por sus propios sentimientos negativos: tristeza, dolor, ira, impotencia, rencor, desesperación.

   Centrándonos en sus palabras, lo primero a lo que refiere es a que ése es un lugar de dolor, y lo define como “hospicio”, lo cual nos sugiere el abandono a que son sometidos los condenados: a nadie le importa de ellos, están perdidos. Precisamente por eso es que le recomienda que no se fíe de nadie. Todos quienes allí están fueron condenados, todos poseen algún grado de maldad. Indirectamente le sugiere que no confíe siquiera en su guía, Virgilio. Finalmente, alude a un pasaje del evangelio de Mateo, capítulo 7:13, en que Jesús expresa: “Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.” En otras palabras, es muy fácil tomar el camino del vicio y de la perdición, lo difícil es sustraerse a la tentación, sacrificarse y hacer el bien.

   Pero Virgilio no está allí solamente para guiar al protagonista, sino también para colaborar con el designio divino: Dante debe realizar ese trayecto porque tiene una misión que cumplir, debe testimoniar sobre su viaje para ayudar a reflexionar a los demás humanos para que salven su alma. Por tanto, toda vez que hay un obstáculo, Virgilio intercede, lo protege y defiende. Por esa razón increpa a Minos, poniéndolo en su lugar: “¿Por qué así gritas?, replicó mi guía;/no quieras impedir su fatal andar:/así se quiso allá donde se puede/lo que se quiere, y no preguntes más.” Analizando estas expresiones, Virgilio insinúa en primera instancia que Minos no es más que un servidor obligado de Dios; no decide por sí mismo, no tiene poder más que el que Dios desea que tenga, por tanto, por más que alborote gritando, Dante continuará su trayecto. Si se observan las palabras de Virgilio, notamos que no aparece la palabra “Dios” en su vocabulario. Y esto ocurre porque los condenados en el Infierno tienen prohibido mencionarlo, no pueden pronunciar siquiera la palabra. Por este motivo, para aludir a la divinidad, el poeta latino se ve forzado a emplear un recurso denominado perífrasis o circunloquio, que consiste en emplear más palabras de las necesarias para mencionar algún concepto. En este caso, por más que haya sido un poeta en vida, no es elección de Virgilio emplear este recurso literario, sino que está obligado a hacerlo al no poder mencionar a Dios. Es decir que quien puede lo que quiere, es la divinidad. Esta perífrasis alusiva a la omnipotencia de Dios, resalta por oposición la situación de los condenados en el Infierno,  que han perdido la posibilidad de elegir y decidir, perdieron su libertad (el libre albedrío), y sólo pueden actuar obligadamente, incluso cuando se estén dañando a sí mismos.

   Luego de esta intervención de Virgilio, no se menciona que Minos le responda, ese silencio es la mejor manera de mostrarnos su verdadera condición: por más temor que provoque en los condenados, los demonios guardianes de círculos son también almas que están siendo castigadas. Dante le quitó a este personaje mitológico toda solemnidad y honorabilidad, es juez, pero no autoridad.

 

Segundo momento-.

   En esta parte del canto Dante describe el ambiente y el castigo de los condenados, y al preguntarle a Virgilio quiénes son las víctimas del castigo, habilita a que su guía mencione a algunos personajes célebres que están padeciendo tormento eterno allí. Es un poco más extensa que el primer momento, algo lógico ya que se centra en tres aspectos diferentes (ambiente, castigo, mención de personajes famosos).

   Comienza expresando: “Ahora empieza mi oído a ser sensible/a las dolientes notas, ahora llego/donde me golpea un llanto incontenible.” El momento se inicia aludiendo a sensaciones auditivas. Tiene sentido, ya que el Infierno es un lugar oscuro, sin sol ni estrellas, refiriéndose simbólicamente a la ausencia de Dios, la ausencia de bondad, por tanto, lo primero que percibe Dante al llegar a este espacio, son los sonidos. Primero escucha, y luego ve. Debemos comprender la impresión de escuchar gritos de dolor y desesperación, llantos, insultos, en medio de la oscuridad, sin poder ver, en un sitio hasta ese momento desconocido para el personaje, un sitio que él sabe es de horror. El desconcierto, el miedo, la angustia, son los sentimientos naturales frente a esa situación. Por eso el narrador en primera persona (y protagonista) emplea el verbo golpear. El llanto, expresión de dolor, lo golpea, no solamente porque pueda sentir compasión, sino también porque ese lugar de dolor puede ser el destino de las almas descarriadas, y Dante como representante de la humanidad, no está exento de caer en él. Por esto Beatriz lo protege y espera de él que testimonie para ayudar a otras almas.

   Dante registra que entra en un lugar “de toda luz mudo”. En este fragmento el autor aplica un recurso denominado sinestesia, que es una expresión donde una sensación propia de un sentido se aplica a otra (en este caso, se aplica la sensación auditiva sobre la visual al referirse a un sitio mudo de luz, cuando lo que quiere señalar es la ausencia de luz, la oscuridad, algo que se percibe con la vista, no con el oído). Esa mudez de luz contrasta con el fragor auditivo “que mugía cual mar tempestuosa/si es combatida por vientos contrarios”, resaltando por un lado la carencia (la profunda oscuridad) y por otro el exceso (el sonido similar al de un mar tormentoso exacerbado por el viento). Hallamos aquí una comparación que emplea el nexo “cual” o “que”, y una animación. Ésta última implica dotar de cualidades de un ser vivo, a lo que es inanimado; en este caso, se dice de ese sitio que muge, como si fuera un animal. En estos dos versos, por tanto, se acumulan varios recursos retóricos típicos de la lírica (sinestesia, contraste, comparación y animación), lo cual nos recuerda que el género de la Divina Comedia reúne lo épico y lo lírico.

   ¿De dónde procede ese sonido atemorizante? Dante, respetando aspectos realistas, nos da a entender que el protagonista habitúa sus ojos a la oscuridad y comienza a ver, y es así como nota que existe una especie de borrasca o tormenta de viento que nunca cesa, y que empuja a las almas condenadas para un lado y para otro, golpeándolas entre sí y contra las paredes, subiéndolas y bajándolas, y entiende que esta tormenta de viento que provoca el dolor, la ira y la impotencia de las almas condenadas, constituye el tormento de quienes están siendo castigados en este círculo, que son los lujuriosos. Dante los define como los “pecadores que, carnales/someten la razón al sentimiento”. La falta del lujurioso, que es incapaz de contener sus apetitos sexuales, es la incontinencia, que implica su incapacidad para controlar el impulso instintivo mediante el uso de la razón. Dante considera que la razón es la herramienta que Dios otorgó al ser humano para discernir entre el bien y el mal, y que nos brinda el libre albedrío. Al acallar la razón, el ser humano es menos humano, más animal, y se aleja del camino del bien y la virtud. Constituye un pecado, y es por esta causa que los lujuriosos merecen castigo, además de que prefieren el placer carnal al alimento del espíritu, anteponiendo lo físico y terrenal, a lo eterno espiritual.

   El castigo de los lujuriosos es un claro ejemplo del correlato por semejanza entre el pecado cometido y el castigo recibido (en otros castigos Dante emplea el contrapaso, que es el correlato por oposición). El viento huracanado que empuja a las almas de los lujuriosos no es más que una representación simbólica de la pasión que los empujó y movió en vida, anulando su voluntad y raciocinio. Así como este viento los lleva y trae en el tormento infernal, el deseo y la búsqueda de placer los empujó en vida.

   Para que el lector capte visualmente lo que el protagonista ve, Dante autor emplea el recurso del símil, que es una comparación donde el elemento imaginario es extenso y desarrollado, de tal manera que toma un sentido completo aunque se separe de su contexto. En este fragmento nos encontramos con dos símiles: el de los estorninos y el de las grullas. Ambos se basan en la descripción de las acciones de estas aves. En el caso de los estorninos, el autor recrea su vuelo desordenado para que nos imaginemos el movimiento caótico que el viento obliga a sostener a las almas condenadas, que además parecen ir en bandada. Igualmente menciona los gritos lastimeros de las grullas para que nos hagamos una idea de cómo se lamentan los condenados. En medio, desliza la idea de que no tienen esperanza de que el castigo cese o disminuya, y revela que la cantidad de almas castigadas es numerosa. El motivo de la comparación con aves es obvia: las almas parecen estar volando por el empuje del viento.

   Dante pregunta a su guía quiénes son las víctimas de la borrasca, empleando el recurso narrativo de establecer un diálogo entre personajes para dotar de mayor dinamismo a la lectura y comprensión de los hechos narrados. Al preguntar Dante, Virgilio cumple su rol de guía y en tanto informa al personaje en la ficción, también es informado el lector acerca de quiénes están siendo castigados en ese círculo. Otro recurso que emplea el autor (no debemos olvidar que este texto tiene una intención didáctica, o sea que pretende dejar una enseñanza) es que en ocasiones no informa la totalidad, sino que aporta los datos suficientes como para que un lector atento y culto descubra por sí mismo lo que el texto sugiere. Por ejemplo, el primer personaje que menciona Virgilio es Semíramis, de la cual, antes de mencionar su nombre, se nos realiza una detallada explicación de por qué su alma ha sido condenada en este círculo, contrastando con el siguiente personaje, al cual se alude, pero no se nos indica su nombre, pero podemos deducir que se trata de Dido (esposa de Siqueo, quien se suicidó por amor a Eneas, traicionando así las cenizas de su esposo). En esta enumeración, Virgilio también menciona a Cleopatra, Helena, Aquiles, Paris y Tristán, y Dante da a entender que hay muchos más, pero él sólo nos comunica los nombres de algunos, seguramente para dar a un tiempo la sensación de multitud, pero no apabullar al lector con información. Se habla de antiguas damas y caballeros, y notamos que Dante toma personajes históricos, pero también de la ficción, sean míticos, legendarios o salidos de algún texto literario concreto. Este ejercicio de conocimiento intelectual nos marca la faceta transicional de Dante Alighieri de la Edad Media al Renacimiento, ya que se manifiesta medieval en su concepción religiosa del mundo y el universo, pero humanista por la diversidad de sus conocimientos, valoración de la cultura greco latina, sentido crítico, etc.

   La mención de los sentimientos del personaje frente al sufrimiento de todos esos célebres personajes apunta a dar espacio a la reflexión del lector acerca de la circunstancia de que si estos individuos famosos y aún trascendentes para la historia han sido condenados, ¿qué le espera a personas comunes y corrientes que no se han destacado? Por más cualidades y relevancia histórica que ostente un personaje, de nada le servirá si comete faltas y no se arrepiente de ello en vida: terminará padeciendo dolor eterno luego de su muerte física.

 

Tercer momento-.

 

a)     Dos almas juntas y ligeras al viento. El símil de las palomas.

   He aquí el núcleo sustancial de este canto, para el cual los dos momentos anteriores preparan el terreno. Una vez que Virgilio menciona a algunos de los condenados, Dante siente curiosidad por dos sombras en particular, y manifiesta el deseo de dialogar con ellos. Lo primero que le llama la atención a Dante de estas dos almas condenadas es que van juntas, y parecen livianas al viento: “Poeta, desearía/ hablarle a esos dos que juntos van,/y parecen ser al viento tan ligeros.” Aún no conocemos la identidad de estos personajes, y Dante mismo como personaje parece desconocerlo, pero Virgilio sugiere, por su respuesta, que sí sabe quiénes son, y que conoce su historia, ya que lo invita a que los llame “en nombre del amor que así los guía”. De esto el lector puede deducir que estas almas fueron pareja en la vida terrenal, pero al mismo tiempo se instala la intriga de quiénes son. Este recurso narrativo de ir soslayando información  puede tener más de un objetivo por parte del autor: provocar el interés a los lectores curiosos y que gusten de los desafíos; preservar la identidad de los personajes, etc. La ligereza o liviandad de estas almas puede interpretarse de variadas maneras, una de ellas sería que a pesar de estar condenadas, su “peso” es menor al de otras almas que allí padecen tormento, y por tanto son más gráciles y agradables a la vista; otra interpretación contraria a la primera sería que son especialmente vulnerables al castigo impuesto, pues al ser más livianas, más las sacude el viento.

   Finalmente Dante no las llama directamente en nombre del amor como le sugirió Virgilio, sin embargo al adjetivarlas como “almas afanadas”, indirectamente alude a la pasión que los unió, ya que afán es sinónimo de deseo, un término muy empleado en los poemas amatorios de ese tiempo, en particular en los poemas de amor cortés, donde esa ansia de la persona amada suele aparecer como un tormento debido al amor no correspondido.

   Vuelve a mencionar el deseo en el símil de las palomas: “Como palomas, del deseo llamadas”. Es el tercer símil con aves; los dos primeros (el de los estorninos y el de las grullas) describían la situación y actitud de los condenados en general; el de las palomas es exclusivo para presentar a esta pareja. Más allá de que todas las almas condenadas por lujuria parecen estar en vuelo como aves por el empuje del viento, las palomas además aportan otros contenidos. Para comenzar el símil es muy poético y evoca una bella imagen en medio de lo horrendo, resaltando nuevamente a esa pareja entre todos los demás condenados. Pero debemos considerar también que durante la Edad Media eran muy célebres los Bestiarios, que eran libros donde se presentaban tanto animales reales como fantásticos y mitológicos, adjudicando a cada uno alguna cualidad o defecto, y dejando alguna enseñanza moralizante en cada presentación del animal. Por esto también debemos ver el significado simbólico de la paloma. Como podemos hallar más de un significado, definimos a la paloma como símbolo polisemántico. Si bien desde el punto de vista bíblico la paloma aparece como mensajera de buenas noticias y de la paz, y también como representación del Espíritu Santo, en algunos textos literarios medievales se asocia a la paloma con el deseo sexual y la lujuria, debido a que estas aves formaban parte de los rituales de los antiguos griegos a Afrodita, la diosa del amor. Es evidente que los condenados no están vinculados con el Espíritu Santo, y si se asociaran con el concepto de paz, sería sólo por oposición, ya que en el Infierno no hay felicidad ni reposo. Por tanto, queda sólo el significado de aves lujuriosas como lógico en este fragmento. En el símil, se compara a ambas almas en su actitud de acercarse a Dante, con dos palomas que planean hasta el nido, llamadas por el deseo: “Como palomas, del deseo llamadas,/ con las alas levantadas y firmes que al dulce nido/vienen por el aire que las quiere traer;/así salieron del tropel de Dido,/hacia nosotros viniendo por el aire maligno,/tan fuerte fue el afectuoso grito.” Estas almas están siendo atormentadas en el Infierno, aun así, no pueden dejar de ser quienes fueron en vida, ni pueden dejar de sentir lo que sentían: lo único que las mueve es el amor. El deseo las empuja, y les llama la atención un grito afectuoso. El adjetivo “dulce”, además de aludir al placer, se vincula al movimiento literario al que Dante perteneció, que es el Dolce Stil Nuovo, y sobre el cual volveremos luego, al analizar los tercetos del Amor. Hay dos menciones al aire: una vinculada con el viento que constituye el castigo de los lujuriosos (“el aire que las quiere traer”), otra con el concepto de maldad que domina al Infierno (“aire maligno”), pues en ese reino sólo hay almas que fueron condenadas por no arrepentirse de sus vicios y pecados. Aparece en esta expresión un tropo por traslación, en este caso con una relación de comprensión o inclusión, que es la sinécdoque, ya que no es el aire el maligno, sino las almas que en él circulan o habitan.

 

b)     Comienza a responder la pareja: agradecimiento a Dante; presentación.

   Comienza la respuesta de las sombras a las que Dante invocó. ¿Por qué el autor decide darle voz a estos condenados? La primera explicación tiene que ver con la intención de la obra: para enseñar. Tiene un objetivo didáctico, el autor quiere que los lectores aprendan del error ajeno para evitar caer en el tormento eterno. Pero en la Edad Media se sostenía que se enseñaba más y mejor si de la lectura se desprendía un placer, y es evidente que la lectura se torna más dinámica e interesante si los mismos condenados se expresan y testimonian, pudiendo impactar y conmover al lector con sus vivencias y sufrimiento. De hecho, en cada canto hay algún personaje protagónico circunstancial, o sea, el protagonista de la obra es Dante, pero en cada canto emerge alguna figura central, ejemplo de algún pecado o virtud, dependiendo del Reino. Luego, ¿por qué escoge a estos personajes que al parecer no son célebres como otros que mencionó Virgilio antes? Apenas descubramos la identidad de esta pareja, sabremos que para el autor fue relevante la proximidad cronológica con el lector de su tiempo: la pareja era contemporánea de Dante, y aún más, él los conocía. Este recurso acentúa el pathos, o sea, el uso de los sentimientos del lector con el objetivo de conmover y generar interés, ya que es más fuerte la sensación si esas almas condenadas pertenecieron a alguien conocido, próximo, que a personajes de la Antigüedad.

   Pasan tres estrofas y recién en la cuarta obtendremos algún dato concreto que nos permita suponer quiénes pueden ser los integrantes de esa pareja, y de hecho, ni siquiera se nos aclara quién está hablando, alternando frases con sujeto en primera persona singular (yo) con otras en primera persona plural (nosotros). Esto refuerza algo que  sugiere la primera alusión de Dante a esta pareja, y es que van juntos, no pueden separarse, y en ciertos momentos esa conciencia se vuelve plural, como si ambos fuesen una sola persona. Por eso al final de este primer parlamento de los condenados, el narrador enuncia: “Ambos me respondieron de esta suerte.”.

   En estas siete estrofas, las tres primeras son de bienvenida al viajero y muestra de buena voluntad para responder a sus inquietudes, la cuarta es una breve presentación biográfica señalando el lugar de nacimiento de quien habla, y las tres últimas constituyen lo que se conoce como “Los tercetos del Amor”, donde se rememora la pasión que los alentó en vida, y la tragedia que los condujo a este terrible destino final.

   “Oh animal gracioso y benigno/que visitando vas por el aire perso/a los que al mundo en sangre hemos teñido,/si fuese amigo el rey del universo/por tu paz le podríamos rogar,/ya que te apiada nuestro mal perverso.”. Las palabras dirigidas a Dante protagonista revelan agrado, buenos deseos, algo que escasea en ese lugar. Esto nos habla de la personalidad y cualidades de quien se expresa, que en la cuarta estrofa se descubrirá como Francesca. La palabra “animal” apunta a que Dante es un ser vivo (animal procede de animalis, que significa ser vivo, ser animado, y ánima es sinónimo de alma), lo cual es un atributo para quienes ya murieron y cuya situación es irreversible, porque en tanto Dante viva, tiene esperanza de arrepentirse de sus errores y salvar su alma. Los adjetivos resaltan que posee la gracia divina (“gracioso”) y buenos sentimientos, bondad (“benigno”). Estos buenos sentimientos se deducen del trato que Dante brinda a esta pareja, ya que el Infierno es un sitio de castigo y donde nadie trata bien a los condenados, sino todo lo contrario, allí están para ser atormentados, humillados, despreciados, agredidos e insultados. Por esa razón -la manera compasiva en que el protagonista se dirige a ellos- es que Francesca muestra agradecimiento y expresa buenos deseos, señalando que le rogarían por su paz al rey del universo si fuesen amigos. Nuevamente notamos que los condenados no pueden mencionar a Dios en el Infierno, les está prohibido, por esa razón Francesca debe emplear una perífrasis para aludirlo (“rey del universo”), tal como lo hizo Virgilio al inicio del canto. Rogarían por él (condicional), pero saben que no serán escuchados, porque forman parte de las almas perversas (asume su pecado). Esta amabilidad de Francesca nos dice mucho de ella como persona, puesto que sumida en el dolor y la desesperación, y sin nada que perder, puesto que su condena es eterna y con nadie debe quedar bien, sólo tiene buenos sentimientos hacia Dante, deseándole lo que ella ya no podrá sentir jamás (“paz”).

   En este fragmento se alude en dos ocasiones a lo cromático: en primer lugar, cuando expresa “aire perso”. Dante explica en su Convivio, que “el perso es un color mixto de púrpura y de negro, pero vence el negro”. Para Boccaccio, perso es “oscuro”, sin más. Este tono oscuro, más allá del matiz simbólico del mismo y de las características del Infierno, conceptos ya explicados, parece estar ligado también al color del mundo teñido en sangre al que se refiere Francesca, que con una hipérbole (la hipérbole es un recurso literario que consiste en exagerar) resalta la magnitud del mal en el mundo. La sangre puede simbolizar el vicio y el pecado, pero también puede aludir a la muerte violenta que tanto ella como Paolo sufrieron.

   En el siguiente terceto, Francesca continúa hablando por los dos, expresando que hablarán y oirán sobre lo que Dante desee, “mientras que el viento aún quiera callar”. Aquí se revela el mandato divino, puesto que los castigos infernales no cesan nunca, y sin embargo, de manera excepcional, como Dante requiere dialogar con estos personajes para cumplir su misión, el viento se ha suavizado, permitiendo a Paolo y Francesca acercarse a él, escucharlo y hablar.

   En el cuarto terceto de su respuesta, Francesca finalmente se presenta y se expresa en primera persona singular: “Tiene asiento la tierra en que he nacido/sobre la costa a la que el Po desciende/a buscar paz allí con sus seguidores”. Lo primero a destacar es el acento nostálgico que sugiere este terceto, la añoranza por lo perdido y que jamás volverá a poder disfrutar, el dolor resumido en unas pocas palabras de quien tuvo un pasado feliz y ahora está padeciendo, sin la esperanza de que el dolor termine. El contraste que se genera entre su situación actual y su vida pasada y perdida se concentra en el concepto de paz que busca y encuentra el río Po. Esto nos recuerda la inscripción de la puerta, en el canto III: “Perded toda esperanza ustedes que entran”. Ningún condenado tiene derecho a tener esperanza, es un concepto perimido en el Infierno, al igual que el de la paz. Esa sensación agobiante vuelve más trágica esta situación.

   Lo siguiente es preguntarnos, a partir de la información aportada por la sombra, quién es. El dato del lugar de nacimiento permitía a los contemporáneos de Dante suponer una identidad, pues ubica al personaje en la región de Ravena, en la costa adriática. Allí es donde nació Francesca, y por eso podemos saber que era ella quien hablaba, y no Paolo, aunque en ciertos pasajes se exprese en plural. Francesca era hija de Guido da Polenta, señor de Ravena. Luego de una guerra con los Malatesta, los jefes de ambas familias decidieron realizar una boda para sellar su reconciliación. En ese tiempo los matrimonios acordados con fines económicos y políticos eran usuales en las clases altas. A Francesca la desposan con Giovanni, denominado Gianciotto (Juan el rengo), hijo mayor de los Malatesta. Gianciotto era un condotiero, o sea, un jefe de ejércitos mercenarios, que combatían por quien les pagara mejor. Su habilidad como militar y  su carácter violento, además de su deformidad física, le crearon la fama de ser un individuo vengativo y sanguinario. Por otra parte su hermano menor, Paolo, a quien apodaban El bello, si bien también tenía ciertas habilidades militares, se destacó en el campo de la diplomacia y antes de morir, estaba en una ascendente carrera. Le interesaban además las artes y la literatura. Según cuenta la historia surgió una pasión entre los cuñados Francesca y Paolo, pero Gianciotto en algún momento los descubrió, y asesinó a ambos a la misma vez. Al parecer el doble crimen ocurrió en el año 1285. Dante conoció a ambas familias, pero tuvo un vínculo más estrecho con la familia de Francesca, habiendo incluso trabajado para su padre. Esto también puede explicar la manera respetuosa y hasta afectuosa en el trato de Dante a Francesca, a quien si bien condena al Infierno, en ningún momento la presenta como depravada o abominable ni digna de desprecio, como sí hace con otras figuras en otros cantos.

 

c)      Los tercetos del Amor.

   Ahora encontramos los tres tercetos más famosos e importantes de este canto, los denominados tercetos del Amor, debido a que los tres comienzan con la palabra Amor. Dicen así: “Amor, que en gentil corazón pronto se prende,/prendó a éste de la bella persona/que me fue arrebatada; y el modo aún me ofende./Amor, que a nadie amado amar perdona,/prendió en mí por él placer tan fuerte,/que, como ves, todavía no me abandona./Amor nos procuró la misma muerte:/Caína al matador está esperando./Ambos me respondieron de esta suerte.”

   Comencemos viendo la estructura. Los tres tercetos están unidos por la anáfora “Amor” (anáfora es un recurso por repetición que consiste en la reiteración de una palabra o expresión al inicio de dos o más versos) y por el tema tratado. Francesca rememora su pasión con Paolo, y su trágica muerte. Las repeticiones no solamente apuntan al aspecto musical y rítmico de un poema, sino que desde el punto de vista de lo semántico, destacan algún concepto. En este caso, la anáfora resalta el sentimiento pasional que los condujo a este fatal destino, lo que los une aún después de muertos. Podemos definir que en el primer terceto, Francesca menciona y explica la pasión de Paolo, en el segundo expone sus propios sentimientos pasionales, y en el último realiza una conclusión que abarca la mención de sus muertes y el destino que le aguarda a Gianciotto, el asesino de ambos.

   La invocación al Amor, que es mencionado con mayúscula como si fuese un nombre propio (algo que Dante refrenda algunas estrofas después cuando al preguntarle a Francesca respecto al descubrimiento de la pasión, le dice “Amor”, y no “el amor”) requiere algunas explicaciones. En estas estrofas se habla del amor como si fuese un ser con voluntad, una persona, o tal vez un dios. Amor realiza acciones, como prenderse, apasionar, obligar a amar, provocar deseo y placer. Esta deificación del amor responde a un ideal de la poesía trovadoresca provenzal, donde aparece el concepto de amor cortés.  Este concepto de amor es aristocrático (cortés viene de la corte de los nobles). Como surge en una sociedad feudal, el trovador escribe sus canciones estableciendo una equivalencia entre el enamorado que sirve a la dama o señora, y el vasallo que sirve al señor feudal. La dama, por tanto, pertenece en general a un grupo social más elevado que el enamorado, y sea por esa razón, o porque en muchas ocasiones era casada y se trata de un amor adúltero, el amor cortés suele celebrar un amor idealizado e imposible, porque la amada es inalcanzable. Por esta razón muchas de esas canciones de amor expresan un deseo insatisfecho, describiendo los atributos físicos de la dama, su belleza y el placer que de su contemplación se desprende.

   Sin embargo en su parlamento Francesca no dice corazón noble, dice corazón gentil. Y esto no es casual. El corazón gentil es un concepto propio del Dolce Stil Novo, dentro del cual encuadramos la obra de Dante.  Los stilnovistas realizan una adaptación del concepto de amor cortés, y hablan de amor gentil. Mientras el amor cortés es propio de un grupo social determinado (la aristocracia) y la nobleza se asocia a la nobleza de sangre, la palabra gentil no sólo refiere a ciertas cualidades morales y espirituales, sino que proviene de “gente”, resaltando que la nobleza no es de sangre, sino del corazón. En los poemas stilnovistas, el enamorado no manifiesta deseo físico como en el amor cortés, sino un amor platónico y sublimado donde la dama aparece como un modelo de perfección moral, intermediaria entre el enamorado y Dios. Por este motivo se la denomina “donna angelicata”, como Dante con Beatriz. 

   ¿Cómo podemos aplicar todo esto a los tercetos del Amor? Es evidente que el autor maneja todos estos conceptos, y pone en boca de Francesca su propia visión del asunto. De hecho, el primer verso de estos tres tercetos son una alusión a un famoso poema de Guido Guinizelli, considerado una especie de himno del Dolce Stil, y del cual transcribo la primera estrofa: “Al corazón gentil retorna siempre amor/como el pájaro de la selva a la espesura/no fue amor antes que gentil corazón/ni corazón gentil antes que amor, su natura”. Y si vemos en italiano, el primer verso de los tercetos del Amor de Dante dice: “Amor, ch’al cor gentil ratto s’apprende”, y el primer verso del poema de Guinizelli expresa: “Al cor gentil rempaira sempre amore”. También Dante realiza juegos de palabras en su composición, tal como lo hizo Guinizelli. Tenemos aquí a un personaje, que es Francesca, representación de la que fue históricamente como persona real, y Dante nos la presenta como una joven mujer perteneciente a una familia importante de la época, culta y de sentimientos delicados, y que sin duda había leído lo que era moda en ese tiempo, como los poemas amatorios de la poesía provenzal, algunas novelas célebres que también respondían al amor cortés, y los poemas stilnovistas. Esta influencia se nota cuando Francesca presenta la situación amorosa entre Paolo y ella, pues emplea conceptos típicos del amor cortés, como el que veíamos al principio: ver al Amor como una especie de dios pagano que se apodera de la voluntad de los amantes y los obliga a amar. Pero este concepto de amor cortés está mezclado con el de amor gentil, señalado claramente en la expresión “corazón gentil”. Francesca justifica el apasionamiento de Paolo en el primer terceto, restándole responsabilidad sobre el mismo, achacándole al Amor como divinidad el surgimiento de ese sentimiento (y hay un juego de palabras con los verbos prendar y prenderse, dando a entender que una vez que la pasión aparece, no puede ser arrancada del corazón). Pero además nos sugiere que quizás al principio, todo se trataba de un amor espiritual, elevado y platónico, ya que habla de corazón gentil. Sin embargo, sabemos que no estaría en el Infierno si ese amor gentil se hubiese mantenido dentro de sus límites (admiración espiritual, sublimación del deseo, la mujer como intermediaria entre lo divino y lo humano).

   En definitiva, esta mezcla de conceptos señala la necesidad del personaje de justificar la acción de su amado y de no ensombrecer su imagen. Porque así como se presenta la situación, podemos decir que primero en Paolo y luego en Francesca, existe debilidad, no depravación, ya que Amor los obliga, y el corazón gentil es sensible y vulnerable. Podemos sospechar que el vínculo entre ambos surgió como un amor gentil (afinidad, admiración espiritual), se transformó en amor cortés (el deseo físico existe, el amor es adúltero, pero no se concreta), y terminó siendo lo que los medievales conocían como loco amor, donde la lujuria se desborda y se consuma el contacto físico.

   Francesca no dice su nombre; tampoco el de Paolo. Se refiere a su amante como “éste”, revelando esa proximidad que tendrán durante toda la eternidad. Pues el castigo de esta pareja no reside solamente en soportar los embates del viento, también quiso la sutileza del autor marcarnos el tormento de estas almas apasionadas de tener que permanecer juntos para siempre, viéndose, deseándose, pero sin poder satisfacer sus deseos. Por eso estar juntos es hermoso pero también motivo de sufrimiento.

   Coherentemente con su condena, Francesca no se muestra arrepentida, ni dice que Paolo lo esté. Lo notamos cuando expresa que aún la ofende la manera en que perdió su bello cuerpo. Esto no sólo implica una condena al marido celoso que le dio muerte tanto a ella como a Paolo, y la evocación de la muerte violenta que padecieron, sino que también enfatiza su pena por no poseer ya su cuerpo, imprescindible para sentir placer con su amante. Y si esta pena existe, es porque no hay arrepentimiento. Más bien podemos suponer que desearía volver a los tiempos en que podía disfrutar de su cuerpo y del de Paolo.

   Por más que habla de los sentimientos de Paolo (él se enamora primero, por lo que da a entender el orden de los tercetos), se filtran también los sentimientos de Francesca cuando evoca su tiempo de vida. Lo cual nos conduce a preguntarnos por qué Francesca es la que habla y no su amante, por qué Dante eligió darle mayor estatura a ella como personaje. Las razones posibles son varias. La primera, que Dante conoció más a la familia de Francesca que a la de Paolo. A los Polenta lo unía amistad e incluso lazos laborales, pues hasta trabajó para el padre de Francesca. Por tanto esa tragedia le tocó de cerca al autor, y su proximidad con Francesca era mayor que con Paolo. Esto también explica que,  si bien la condena, intenta no mancillar su imagen. No se la muestra como un ser depravado y ruin, sino como una mujer frágil caída en desgracia. La segunda, porque sin duda para tocar estos temas delicados y considerados tabú en ese tiempo, como el sexo, el deseo, el placer, era más oportuno dejarlo en boca de una dama contenida y culta como Francesca, pues todo lo que Dante escribe lo hace desde el límite del pudor de ella.

   En el segundo terceto nos encontramos con un juego de palabras que constituye un recurso denominado repetición etimológica, ya que aparecen al menos tres palabras de la misma familia en un mismo verso (Amor, amado, amar).  Allí Dante pone en boca de Francesca un concepto importante: nadie que es amado puede no amar. Si lo vemos desde otro ángulo, nos preguntamos si entonces no existe el amor no correspondido. Dante sugiere que si el amor es verdadero, es imposible no corresponderle. Así como Francesca justifica a Paolo en el primer terceto, en el segundo se justifica a ella misma. Paolo la amó, ella no pudo evitar amarlo también. Si bien es cierto que esto lo expresa Francesca, en ningún momento Dante le retruca o discute sus afirmaciones, cosa que sí hace en otros cantos con otros personajes. Esto nos hace pensar que Dante elige presentar a Francesca, y también a su amante, como víctimas. Como autor, racional, los condena al Infierno por lujuria; como personaje aflora su parte emocional, influído por lo literario, y los siente como personajes trágicos, culpables sí, pero no malvados, caídos frente a una fuerza mayor que ellos mismos. Francesca confirma la ausencia de arrepentimiento (arrepentirse hubiera significado negar el amor que siente por Paolo) cuando confiesa que el placer que siente es tan fuerte, que todavía no la abandona. Es decir, nunca dejará de sentir lo que siente por su cuñado.

   El último de los tercetos del Amor enuncia la conclusión de esta tragedia: “Amor nos condujo a una muerte” (o “la misma muerte”, dependiendo de la traducción), aludiendo a la manera violenta en que ambos murieron al mismo tiempo, en su último encuentro íntimo. Están unidos por un destino cruel, primero por el placer, y ahora por la muerte. Y esto requiere también explicación. Dante era cristiano católico. Su religión afirma que no existe un destino marcado, sino el libre albedrío (la posibilidad del ser humano de discernir entre el bien y el mal, y de actuar libremente en base a su conciencia, y por tanto ser artífice de su propio destino). Pero en estos tercetos se sugiere en varias ocasiones que quizás estos enamorados estaban destinados a amarse, que no fue por su propia voluntad sino porque una fuerza externa a ellos los empujó a amarse y pecar.  Destino y predestinación por un lado, y libre albedrío por otro, son conceptos opuestos. En el primero el ser humano no elige, en el segundo sí. Si Dante admite que existió una fuerza fatal que hizo a Paolo y Francesca amarse, estaría contrariando el dogma cristiano. Tal vez pueda saldarse considerando que el amor pudo ser inevitable, lo evitable eran las acciones de ellos. Sin embargo, no es lo que trasunta el texto. Si el Dolce Stil sostiene el concepto de destino a través de la idea de amor y corazón gentil, entonces  Dante, protagonista de la obra, revela una contradicción interna importante: lo teológico versus lo literario. Dante era profundamente creyente, pero también era un poeta. Por eso este canto es tan importante para mostrarnos aspectos de Dante personaje. No olvidemos que si bien se resaltan las figuras de Paolo y Francesca en este canto (sobre todo Francesca) ellos son personajes circunstanciales dentro de la Divina Comedia completa. Él es el personaje más importante de la obra, por eso detrás de la tragedia de Paolo y Francesca, es importante captar qué está pasando con Dante como protagonista de esta epopeya cristiana.

   La herramienta del violento destino final de los amantes fue el esposo de Francesca y hermano de Paolo, Gianciotto Malatesta, que asesinó a ambos a un tiempo. Francesca tampoco dice su nombre. Esto puede tener una explicación poética, pero también muy pragmática: las familias Polenta y Malatesta eran contemporáneas de Dante, y Gianciotto aún vivía en el momento en que Dante escribió su obra. Sin duda que no hubiese sido demasiado fácil evitar represalias en caso de que las suposiciones se convirtieran en algo explícito con nombre y apellido. Dante, por otra parte, es muy estricto con Gianciotto. Cuando Francesca expresa que Caína lo está esperando, se refiere al noveno círculo, el peor de todos, el círculo de los traidores, en el sector de los traidores a su propia sangre (recordemos que Caín es un personaje bíblico del Antiguo Testamento, el primer asesino consignado en la Biblia, que por envidia mató a su propio hermano, Abel). O sea que Dante considera que el pecado de Gianciotto fue mucho peor que el de su esposa y el de su hermano. También es evidente que Dante pensaba que Gianciotto premeditó su crimen, tuvo tiempo de pensarlo, y aun así, decidió asesinar. La conducta del Gianciotto histórico se encuadra dentro de los criterios patriarcales de época. El matrimonio con Francesca era arreglado, y tal vez él ni siquiera la amara, pero era su esposa, la consideraba su posesión, y el violento asesinato era una manera de limpiar su honra frente a los demás. Seguramente había quienes justificaban su actitud sanguinaria y violenta. Si el crimen de Francesca era para limpiar su honor, el de su hermano constituía una venganza. Francesca no sólo había mantenido relaciones sexuales con su hermano, también lo amaba. Paolo había conseguido algo que él no: el amor de Francesca. Lo interesante es que Dante no lo ubica con los violentos contra el prójimo (primer recinto del séptimo círculo) sino con los traidores (primer recinto del noveno círculo). O sea que a su entender prima el acto de traicionar por sobre el del asesinato. A los amantes, sin embargo,  no los considera traidores, supone que actuaron movidos por la pasión lujuriosa, por incontinencia. Gianciotto, en cambio, sería condenado por malicia, y por traición. Francesca no lo insulta ni maldice, revelando otro de sus atributos morales, pero en la construcción del verso se nota un tono de sentencia que podría indicar cierta satisfacción de que se haga justicia con el asesino a sangre fría.

   Un aspecto a considerar también es que una de las versiones que nos llegan de la historia de Paolo y Francesca, afirma que Paolo y Francesca se sentían atraídos entre sí antes de que ambos se casaran (ella con Gianciotto y él con una mujer de otra familia importante) por acuerdos familiares. Esto junto con otros aspectos, pondría en tela de juicio los matrimonios por conveniencia, que desconocen los sentimientos de los que deben casarse forzosamente por mandato familiar para satisfacer necesidades económicas o sociales. Se plantea el conflicto entre la realización personal y el beneficio familiar e intereses sociales; los sentimientos versus los criterios y valores sociales. El amor entre Paolo y Francesca, y su consumación íntima, rompieron los esquemas de esa época; fue un amor prohibido, adúltero, condenado por la sociedad, disfrutado en secreto. Cuando fueron descubiertos sufrieron un castigo extremo. Al condenar a Gianciotto al noveno círculo, Dante no se suma a la visión de la sociedad de su tiempo que justificaba la acción del marido celoso que se siente traicionado por su esposa y su hermano, sino que lo señala como un pecador peor que los amantes malogrados. Por ellos Dante personaje manifiesta compasión; por Gianciotto no.

   Los tres tercetos finalizan con un comentario del narrador destacando lo que simbólicamente alude a la inseparabilidad de estos dos enamorados: “Ambos me respondieron de esta suerte”.

 

d)     La historia de Lancelot y Ginebra.

   El protagonista relata que inclina el rostro, conmovido, dándose un espacio para la reflexión. Se produce un impasse en el avance de la narración. Cuando Virgilio le pregunta en qué está pensando, él le comunica: “¡Ay de mí,/cuánto deseo y dulce pensamiento/a estas dolientes almas trajo aquí.” En estos versos muestra su empatía con la pareja condenada. Y también el reconocimiento de Dante, como representante de la humanidad, de su vulnerabilidad al vicio y el error (“Ay de mí”), y por ello la posibilidad cierta de terminar en el “doloroso paso”, al igual que Paolo y Francesca. Nuevamente se menciona la palabra “dulce” como adjetivo (ya había aparecido en el “dulce nido”), y es inevitable asociarlo con el Dolce Stil. ¿Es el camino estético -literario que eligió Dante, a pesar de su vínculo con lo religioso y místico, camino de perdición? ¿Es posible sostener una relación amorosa sin sentir ni expresar deseo físico, como propone el amor gentil? ¿Cómo evitar que el amor que comienza como espiritual y platónico, se convierta en una pasión sexual? Son preguntas que surgen a partir del desarrollo del tercer momento del Canto V. En el caso de esta pareja, el amor gentil fue el punto de partida de un trayecto que finalizó en una muerte violenta y la condena eterna.

   Luego de esa pausa narrativa, Dante se dirige a Francesca, expresándole su compasión: “Francesca, tus martirios/me hacen llorar con triste sentimiento”. Esta es la única ocasión en que el autor menciona el nombre del alma con la cual hablaba. Anteriormente aportó datos para que los lectores dedujeran quién era, pero para asegurarse, y que su misión didáctica se cumpliese, lo explicita en este pasaje, aunque sin incluir el apellido o familia a la que pertenecía. El nombre de Paolo no es mencionado en ningún momento, al igual que el de Gianciotto.  

   Si bien la palabra “martiri” puede traducirse también como tormento o tortura, en lo primero que se piensa es en martirio, que para un cristiano como Dante, tan empapado en todo lo bíblico y religioso, remite a los mártires cristianos que padecieron tormento y muerte por defender su fe. Estos cristianos perseguidos por una autoridad terrenal de mucho poder, fueron beatificados por la Iglesia; esto significa que se les considera dignos de ser tomados como ejemplo moral y religioso. Viendo que las almas de Paolo y Francesca fueron arrojadas al Infierno por ser lujuriosos, parece incongruente que Dante emplee el término “martirios” para describir la magnitud de su dolor, pero esto ocurre porque si bien los condena, siente que hay situaciones y actitudes que de alguna manera los excusan, o al menos matizan la calidad moral de ambos. El hecho de resaltar sus sentimientos de pena y compasión también apunta a presentarlos como víctimas.

   Dante  procura profundizar en el nacimiento de esa pasión prohibida no sólo porque puede darle mayor interés a su relato, sino porque no olvida que el objetivo final es enseñar, y para eso debe mostrar ejemplos. Así que luego de mostrar un acercamiento afectivo nombrando a Francesca y manifestando su compasión, creando un clima propicio para las confesiones íntimas de los condenados, le pregunta: “Mas di: en el tiempo de los dulces suspiros,/¿cómo y por qué te concedió Amor/conocer los dudosos deseos?”. Tercera mención de lo dulce y alusión al Dolce Stil. El tiempo de los dulces suspiros retrotrae al momento de la ilusión y el enamoramiento, el inicio de todo, cuando ambos comienzan a descubrir lo que siente el uno por el otro, y debieron surgir las preguntas interiores, y el conflicto entre el deber y el deseo (“dudosos deseos”).

   La respuesta de Francesca contiene una sabia sentencia: “No hay dolor mayor/que recordar el tiempo de la dicha/en desgracia; y eso lo sabe tu doctor.” El sufrimiento de los condenados no procede solamente del tormento actual, sino de saber que lo perdido jamás se recuperará, y el tiempo pasado de felicidad y placer es irrecuperable. Recordar en medio del dolor actual ese pasado en que estaban vivos y gozaban juntos, no alivia el castigo, sino que lo multiplica. El doctor al que hace referencia Francesca alude al guía de Dante, Virgilio, que puede entender cabalmente ese sentimiento puesto que también está condenado en el Infierno. Sutilmente, se sostiene que es difícil comprender algo si no se lo ha experimentado, lo cual nos conduce a suponer que Dante ha experimentado la lujuria, ya que siente tanta pena y compasión y no mancha la imagen de la pareja central del Canto V.

   Francesca le aclara a Dante que evocar el pasado le hace mucho daño, al igual que a Paolo, pero su agradecimiento a Dante es tal, que a pesar de eso, si él quiere conocer “la raíz primera” de ese amor, se lo dirá “como quien llora y habla”. Las cualidades intelectuales de Francesca, su delicadeza interior, resaltan nuevamente con esta metáfora (“raíz primera” del amor) y los verbos pareados (“llora y habla”). Estos dos verbos representan a la pareja actuando como una unidad, y acentúan la idea del sufrimiento que padecen, pues en realidad lo que está ocurriendo, y nos lo aclara Dante al final del canto, es que mientras Francesca habla, Paolo, desesperado, llora.

   Francesca relata, entonces, cómo fue que ella y Paolo descubrieron la mutua pasión: “Leíamos un día por deleite/cómo herido de amor Lancelot fuera:/soledad sin sospechas la nuestra era./Palidecimos, y nos suspendía/nuestra lectura, a veces, la mirada;/pero un pasaje, por fin, nos vencería./Al leer que la risa deseada/besada fue por el fogoso amante,/éste, que nunca más de mí será apartado/la boca me besó todo anhelante./Galeoto fue el libro y quien lo hiciera:/no leímos ya más desde ese instante.”

   Es sugerente que la “caída” de los cuñados fuera por causa de una lectura. No sabemos si esta anécdota es real o creada por el autor de la Divina Comedia para darle un giro más poético al asunto, pero está claro que Dante escribía su obra confiando en el peso e influencia de la literatura sobre el ánimo del lector, pues pretendía enseñar con ella, algo que se nota también cuando presenta a Virgilio en el Canto I (“¿Eres tú aquel Virgilio y aquella fuente/ de quien mana tal río de elocuencia?[…]Eres tú mi modelo y mi maestro”), dando cuenta de la influencia de Virgilio como poeta sobre su estilo, y además refuerza la valoración de la literatura como formadora de opiniones y moldeo de sentimientos al arrogarle a una novela la capacidad de permitir descubrir/descubrirse al lector. La lectura por deleite formaba parte de los recursos considerados apropiados por los medievales para intensificar la función didáctica de los textos. Una lectura interesante y placentera permitía aprender más, pero debe recordarse que el placer en sí no era el objetivo, sino un medio para facilitar el aprendizaje. En esta circunstancia concreta está claro que Paolo y Francesca no leían para informarse o formarse, sino solamente por placer. Esto evoca el otro placer que terminó ocupando todo su tiempo, el sexual, dejando de lado la lectura. Así, se sugiere que la literatura también podría empujar al pecado, y que los cuñados tenían un temperamento vulnerable a la seducción de los placeres terrenales, algo mal visto en la Edad Media, donde se resalta el sacrificio y la sobriedad a nivel corporal, y la búsqueda de la riqueza espiritual. No en vano Dante ingresó al Infierno a todos los que consideró se habían abandonado al placer de los sentidos (como la gula y la lujuria).

   La lectura de los cuñados era de las que estaban de moda en su época: una novela caballeresca donde se consagra el amor cortés. La historia de Lancelot se desarrolla dentro de lo que se conoce como ciclo de leyendas Artúricas (por el rey Arturo, de Camelot), siendo Lancelot el mejor caballero del rey Arturo. Los conflictos comienzan cuando el rey Arturo encomienda a su vasallo Lancelot una importante misión: escoltar a su futura esposa, Ginebra, hasta Camelot, ya que durante el trayecto Lancelot se enamora de Ginebra, y ella finalmente le corresponde. Esto le genera a Lancelot un conflicto interno entre su deber con el rey, y sus sentimientos por Ginebra, dándose la circunstancia de un amor adúltero, prohibido. Recordemos que en el amor cortés existe el deseo físico, pero en general no se da la consumación, sea porque la dama es indiferente, por su condición de casada, o por su rango social, más elevado que el del enamorado.

   Lo que hace el autor es emplear un recurso denominado intertextualidad, en el que se vincula a un texto con otro, en general estructurado como las cajas chinas (uno dentro de otro, o sea que dentro de la historia de Paolo y Francesca, aparecen referencias a la historia de Lancelot y Ginebra). Es evidente que existe cierto paralelismo entre el amor prohibido del caballero y su reina, con el amor adúltero de los cuñados. En ambos casos se crea un triángulo amoroso con un marido despechado, en ambos casos la sociedad condena a los enamorados, en ambos el final no es feliz.

   El proceso que Francesca relata se inicia con una actividad inocente y sin conciencia de actuar mal: el disfrute de una lectura compartida “sin sospechas”. Pero al compenetrarse de la lectura, los cuñados terminan descubriendo que esa pasión relatada en la novela, se corresponde a lo que ellos mismos sienten el uno por el otro, abriendo así la puerta a su riesgosa aventura. En el primer momento la relación se podría encuadrar dentro del concepto de amor gentil, pero una vez que comienzan a tomar conciencia de sus verdaderos deseos, manifestado a través del palidecer y las miradas, se encuadra en el amor cortés. Finalmente, cuando se produzca la consumación del acto sexual, será loco amor. El momento del clímax de esta evocación de Francesca (momento de mayor intensidad en un relato o drama) se produce cuando Lancelot pierde el control y ante la risa de Ginebra, la besa, y Paolo, llevado por sus propios deseos desbordados, besa en la boca a Francesca. Se da una simultaneidad en el beso que aúna las dos historias de amor. Este paralelismo complejiza el texto, le aporta nuevos matices y enmarca la historia trágica de los enamorados de Rímini en una larga lista de relatos de amores desdichados y con finales funestos (Hero y Leandro, Píramo y Tisbe, Tristán e Isolda, Romeo y Julieta, etc).

   La mención a Galeoto (o Galahad) procede de la historia de Lancelot, ya que Galeoto era su amigo y escudero, y cuando comienza la historia de amor secreta, actúa de intermediario y mensajero. Por esa razón Francesca realiza un juego de palabras aludiendo a la condición de intermediario del libro y de su autor (“Galeoto fue el libro y quien lo hiciera”), ya que fue gracias al libro que ambos se comunicaron su amor y lo consumaron. Esta expresión constituye un recurso por traslación, la metonimia, ya que menciona a una persona para representar a una acción, por haberla realizado (en lugar de decir que el libro y su autor fueron intermediarios, menciona a Galeoto como símbolo de la acción de intermediar).

   Concluye con una reticencia: “no leímos ya más desde ese instante”. Esta delicadeza puesta en boca de Francesca es una delicadeza del autor, en realidad. Dice muy poco, pero lo sugiere todo, permitiendo, detrás del velo de lo no dicho, que el lector imagine y suponga la pasión de los amantes. La obra en todo momento nos muestra una Francesca pudorosa, capaz de experimentar y manifestar sentimientos elevados y sutiles, algo que parece contradictorio con el motivo por el cual se encuentra en el Infierno. Pero precisamente ocurre que los condenados que Dante ubicó en este círculo, están allí por variadas razones: en algunos la lujuria se manifestó mediante la promiscuidad y la impudicia, como por ejemplo Semíramis, a la que el autor acusa de promulgar leyes para legitimar sus conductas desenfrenadas, pero en otros, está ligada indisolublemente a la pasión por una persona determinada. Así, Francesca no es impúdica, sino que el amor apasionado la conduce a pecar, tal como ella misma da a entender en los tercetos del Amor. Por eso no resulta chocante su recato al relatar su historia adúltera. Y estas son las últimas palabras que oiremos de ella en el canto, así se despide el personaje, dejando una aureola de sutil delicadeza, como en cada una de sus intervenciones, tanto al dirigirse a Dante, como al hablar del marido violento que la asesinó, o de su amante y su goce y tormento simultáneos. Es muy evidente que a Dante lo mueve un afán reivindicativo de la figura de Francesca, y esto nos hace suponer que debían estar desprestigiándola duramente sus contemporáneos, en una época donde la sociedad patriarcal exigía pudor y castidad a las mujeres, pero justificaba la promiscuidad sexual masculina. Por esta razón, y además porque a Dante lo unía la amistad con la familia de Francesca, es que centra en ella y no en él ese lavado de imagen.

   Apenas se apagan las palabras de Francesca, el narrador informa que “Mientras un alma hablaba, la otra era/presa del llanto; entonces, apiadado,/lo mismo me sentí que si muriera;/y caí como un cuerpo muerto cae.” El canto comienza con la impresión de Dante personaje, y así también finaliza, recordándonos que el protagonista es él, y que Paolo y Francesca, por más que lo conmuevan, sólo son personajes circunstanciales en la obra total.

   Lo primero es comunicar qué ocurre con estas almas, y es que en tanto Francesca hablaba, Paolo llora todo el tiempo con desesperación. Esta imagen posee gran fuerza, sobre todo para los lectores contemporáneos de Dante, que se movían con los valores de una sociedad donde la masculinidad iba unida a la sobriedad en la expresión del dolor, la fortaleza física y emocional y la impasibilidad. Por tanto, leer en esa época que el hombre de la pareja se deshace en lágrimas, provoca mucha mayor impresión que si se dijera que ella es quien solloza, porque a la mujer sí se la asociaba con la debilidad y fragilidad tanto física como emocional, y con las expresiones emocionales, como el llanto. Esto significa que Dante invirtió los roles esperados para la sociedad de su tiempo, provocando que el lector se sorprenda o preste mayor atención. Por tanto, es un recurso narrativo que el autor emplea a conciencia. También es una manera de enfatizar la magnitud del sufrimiento: si el hombre llora, ese dolor debe ser inmenso, descomunal. Y esto forma parte de sus recursos para atemorizar al lector y que atienda la lección y modifique su conducta pecaminosa para salvar su alma, evitando este tormento. La enseñanza incluía incitar a hacer lo correcto por temor al castigo.

   El canto termina abruptamente, no sólo porque se interrumpe el relato sino porque el personaje padece de un desmayo y allí se trunca la situación, no hay un cierre o despedida respecto a los personajes con los que dialogó.  Por un lado, vemos que se refuerza la sensación de empatía del protagonista con Paolo y Francesca. En otros momentos de este canto ya había manifestado compasión, turbación y pena. Ahora su identificación con los condenados es tal, que pierde el sentido y cae. Es una respuesta emocional extrema a lo extremo que estaba viendo y escuchando. Esta empatía no surge solamente por la piedad que le provocan las almas condenadas, sino también por identificación, ya que Dante se asume como lujurioso, y el personaje puede sentirse en riesgo al ver qué destino le cupo a otros lujuriosos que no se arrepintieron.

   En dos versos, dos menciones a la muerte: se sintió como si muriera, y cayó como un cuerpo muerto. Esto es paradójico, puesto que el único ser vivo que está transitando el Infierno, dice sentirse como si estuviera muerto. Pero se explica porque este viaje es una oportunidad para cambiar el rumbo de su vida y salvar su alma. Al sentirse tocado íntimamente por lo que se le está mostrando, la conmoción es tal que parece morir, y tiene la chance de recomenzar con más conciencia y rectitud.

   Otro aspecto a considerar es que al finalizar el canto con el desmayo del protagonista, se exacerba la necesidad de continuar leyendo: deberemos al menos comenzar con el Canto VI para quitarnos la duda de qué ocurrió con Dante. Así, el autor enlaza el final del Canto V con el inicio del Canto VI, incitando al lector a no abandonar la lectura. Y es en el Canto VI donde finaliza la situación del canto anterior, y se nos dice qué ocurrió con Dante.