sábado, 31 de julio de 2021

ANTÍGONA, de SÓFOCLES, ANÁLISIS DEL PRÓLOGO

 ANTÍGONA, de SÓFOCLES

ANÁLISIS DEL PRÓLOGO



Ubicación:

   ANTÍGONA forma parte de una trilogía escrita por uno de los tragedas más importantes de la época de oro de la tragedia en la antigua Atenas, Sófocles , de quien se conservan solamente siete tragedias completas, aunque se sabe que venció unas veinticuatro veces en concursos. La trilogía estaba compuesta por EDIPO REY, EDIPO EN COLONO y ANTÍGONA, por orden del desarrollo del mito, aunque está comprobado que la última tragedia de estas tres que escribió Sófocles fue Edipo en Colono.

   La antigua tragedia griega aristotélica alterna elementos dramáticos y líricos, y tiene siempre como base un mito. En este caso, esta trilogía se basa en el MITO DE LOS LABDÁCIDAS. El término Labdácidas procede de Lábdaco, creador de la dinastía real de la ciudad de Tebas. Este mito es la historia de una dinastía maldecida. Cuando Lábdaco muere, Layo, su hijo, es demasiado joven para ocupar el trono, y le usurpan el poder, por lo cual debe huir a Pisa, otra polis (ciudad reino de la antigua Grecia). Allí es hospedado por el rey Pélope, quien sigue las leyes de hospitalidad de ese tiempo, pero Layo se apasiona con su hijo menor (Crísipo) y lo secuestra, y es maldecido por Pélope. Los antiguos griegos creían que cuando una maldición era proferida sobre un individuo, ésta recaía sobre tres generaciones. Layo huye nuevamente, regresa a la ciudad de Tebas y ocupa el trono, pero el oráculo de Delfos le advierte que si tiene un hijo, éste lo matará y se casará con su propia madre. Para evitar el cumplimiento de la maldición, cuando la reina Yocasta da a luz, Layo lo arrebata de sus brazos y se lo entrega a un servidor, a quien le ordena que mate al bebé recién nacido. Sin embargo el servidor no tiene el coraje de asesinar al bebé, y lo deja con los pies atados, colgado de un árbol, suponiendo que la naturaleza se encargará de lo que él no pudo realizar. Ese bebé es Edipo (cuyo nombre significa “el de los pies torcidos”, pues le quedaron deformados por la atadura). Pero la Moira debía cumplirse, y por tanto Edipo se salvará: es rescatado por un pastor que pasaba por allí, quien lo entrega a los reyes de la ciudad de Corinto. Estos reyes no tenían descendencia, y crían a Edipo como a su propio hijo. Edipo crece en palacio hasta su adolescencia, creyéndose hijo de los reyes de Corinto, pero cuando escucha rumores que indican que él no es hijo biológico de los reyes, les pregunta si esto es verdad, y ellos, pensando que hacían lo correcto, le mienten, afirmando que él es su hijo legítimo. Edipo no queda convencido y acude al oráculo de Delfos para preguntar por sus orígenes, pero en vez de responder a su pregunta, le vaticinan un futuro atroz: “Matarás a tu padre y te casarás con tu madre”. Horrorizado, pues amaba a sus padres y no quería realizar tales actos, decide alejarse, y en el cruce de caminos entre Delfos, Corinto y Tebas, elige dirigirse a Tebas. En este punto Edipo comete hybris, al pretender eludir su destino o moira. Al cruzarse con una comitiva que escolta a un orgulloso anciano, se produce un altercado porque lo destratan y no quieren cederle el paso, y Edipo los derrota, matando a casi todos, menos a un servidor que huye. En ese momento comienza a cumplirse su moira, la maldición que el oráculo de Delfos le había anunciado, aunque Edipo lo ignora, pues el anciano al que mató Edipo era Layo, rey de Tebas y su progenitor, quien se dirigía al oráculo de Delfos a consultar porque la ciudad de Tebas estaba siendo asolada por un monstruo, la Esfinge. La Esfinge era un ser mitológico que tenía rostro de mujer, cuerpo de león y alas de águila, y estaba interceptando el paso frente a las puertas de Tebas, desafiando a quien se le cruzara con un enigma. Si el desafiado no lo resolvía, la Esfinge lo devoraba. Edipo, desesperado y sin nada que perder, se enfrenta a la Esfinge, y ésta le pregunta: “¿Qué ser es, el que al amanecer anda en cuatro pies, al mediodía en dos, y al atardecer en tres?” Edipo reflexiona y le responde: el ser humano, porque siendo bebé, gatea, al crecer anda en sus dos pies, y al envejecer, se sostiene en un bastón. Así, la Esfinge es destruida y Edipo entra a Tebas como héroe y salvador de la ciudad, obteniendo como recompensa la mano de la reina, pues el trono había quedado acéfalo a la muerte de Layo. En este momento se cumple la segunda parte de la profecía del Oráculo de Delfos, pues Edipo desposa a Yocasta, su propia madre, sin saberlo. Durante años Edipo reina con éxito, con el amor y respeto de los ciudadanos. Tiene cuatro hijos con quien él considera su esposa, pero en realidad es su madre.



   EDIPO REY se inicia con otra situación extrema en Tebas. Todo lo que nace muere, sean bebés, animales o vegetales. Como Edipo es un rey bondadoso y preocupado por sus súbditos y la suerte de la ciudad, envió a Creonte, su cuñado, al Oráculo de Delfos, a averiguar los motivos de esa peste. La respuesta del Oráculo es que ese miasma es el castigo por no haber hallado y condenado al asesino del Layo. Edipo, con la energía y probidad que lo caracteriza, decide hacerse cargo de la búsqueda, y afirma que él mismo castigará al culpable cuando lo encuentre. Esto es una ironía trágica de Sófocles, ya que Edipo desconoce que el asesino de Layo es él mismo, y que efectivamente se autocastigará cuando lo descubra. Llegado determinado punto de la investigación, la reina Yocasta se da cuenta de lo que ocurrió, no sólo de que Edipo es el asesino de Layo, sino que es su propio hijo. Desesperada, intenta convencer a Edipo que no continúe con la investigación, pero éste ya tiene el propósito de salvar a la ciudad de la peste y continúa. La rectitud de Edipo es tal, que cuando él mismo comienza a sospechar que quizás sea él el asesino que busca, continuará hasta las últimas consecuencias. Cuando se devela que efectivamente él fue quien asesinó a Layo, al mismo tiempo descubre que además, Layo era su padre, y Yocasta su madre. De rey amado y admirado, Edipo pasa a ser considerado parricida e incestuoso. Incapaz de soportar la situación, Yocasta se ahorca con el cinturón de su túnica, y al descubrirla Edipo y descolgarla, toma ese cinturón y con la hebilla se pincha los ojos, pues afirma que de nada le sirvieron para ver la verdad. La inscripción en el portal del Oráculo de Delfos, “CONÓCETE A TI MISMO”, toma especial sentido en este mito. Edipo se autocastiga con la ceguera, y además pierde el trono y es expulsado de Tebas para evitar que la corrupción siga atacando a la ciudad. La tragedia finaliza con la caída y exilio de Edipo.



   EDIPO EN COLONO presenta la situación de Edipo en el exilio. Ciego y derrotado, es acompañado por su hija Antígona, quien lo guía.  Cuando Edipo estaba en Colono con Antígona y bajo la protección de Teseo, rey de Atenas, llega su otra hija, Ismena, con una escolta, para informarle sobre la situación de Tebas. Los hijos varones de Edipo (Etéocles y Polinices) habían acordado, debido a su juventud, reinar un año cada uno en Tebas, bajo la supervisión de Creonte, su tío. Comienza reinando Etéocles, pero cuando finaliza el primer año, Etéocles se niega a cumplir el acuerdo, y Polinices decide atacar la ciudad de Tebas con un ejército, en reclamo de sus derechos. Poco después, aparece Polinices pidiéndole al padre que opine en su favor en esa disputa, pero Edipo se siente herido con sus hijos varones porque no lo habían defendido cuando fue expulsado de la ciudad de Tebas, y maldice a ambos, anunciándole que los dos (Polinices y Etéocles) morirán en campo de batalla. Recordemos que de cualquier manera esta familia había sido maldecida por el crimen de Layo, ya que esa maldición recaía sobre tres generaciones, siendo Layo la primera, Edipo la segunda, y sus cuatro hijos (Etéocles, Polinices, Antígona e Ismena) la tercera. Polinices se va, decidido a continuar con su reclamo mediante las armas. Edipo sabe que morirá en Colono porque así lo había predicho el Oráculo, pero Creonte llega con una guardia porque si Edipo no es enterrado en Tebas, la ciudad perderá su fuerza y recibirá más calamidades. Edipo se niega a acompañarlo, y Creonte secuestra a Antígona e Ismena para llevarlas al menos a ellas dos a su tierra, pero Teseo se lo impide, y Creonte debe irse con las manos vacías.  Finalmente, Edipo muere en Colono, donde es enterrado, y Antígona e Ismena regresan a Tebas, con el objetivo de impedir que sus hermanos peleen entre sí, aunque no lo consiguen.

   ANTÍGONA comienza cuando los dos hermanos ya se han dado muerte entre sí en campo de batalla, y Creonte, tío de Edipo y de los hijos de Edipo (ya que es hermano de Yocasta), es quien ha tomado el trono de Tebas. En el Prólogo presenciamos un diálogo entre Antígona e Ismena, donde ambas hermanas informan cuál es la situación, y nos enteramos del conflicto que se desarrollará en esta tragedia: el primer decreto de Creonte ordena las honras fúnebres de Etéocles, quien según Creonte murió defendiendo a Tebas, y el abandono, insepulto y sin honras fúnebres, del cadáver de Polinices, a quien Creonte considera un traidor por haber atacado la ciudad, sin considerar que quien no había respetado el acuerdo estipulado de alternar en el trono había sido Etéocles. Los antiguos griegos consideraban imprescindible realizar honras fúnebres a sus muertos, y Antígona asume que tiene un deber que cumplir, y por tanto piensa sepultar a su hermano Polinices, al margen del decreto del nuevo rey. Invita a Ismena a acompañarla en la tarea, pero Ismena considera que no deben desobedecer las órdenes de Creonte, aunque sean injustas. Antígona se rebela contra estos designios y decide dar cumplimiento a las leyes divinas, que considera sagradas, y realiza las honras fúnebres a Polinices aunque estuviera prohibido. Un guardia la encuentra y conduce a Antígona frente a Creonte, y se produce una discusión entre ambos, donde Antígona argumenta y se enorgullece de haber cumplido con su deber fraterno, y Creonte, furioso ante el desafío, condena a Antígona a morir encerrada en una cueva cavada en la roca con ese fin, y hace llamar a Ismena, porque también la cree culpable. Ismena llega diciendo que también es culpable, pero Antígona la refuta porque no era cierto que Ismena hubiese participado, y aunque primero parece enojada con su hermana, termina diciéndole que viva, que ya es suficiente con que muera ella. Enterado Hemón, hijo de Creonte y prometido de Antígona, de esta condena, dialoga con su padre intentando que cambie de idea, pero esto no ocurre, y terminan discutiendo airadamente. Hemón se aleja, furioso, y le anuncia que no volverá a verlo. En el momento de ser conducida a su suplicio, Antígona pierde la actitud altanera, y se lamenta de morir joven y sin haber podido casarse ni tener hijos, por cumplir con su deber, pero Creonte no se conmueve y ordena que la encierren tal como había anunciado. En ese punto aparece Tiresias en escena. Tiresias era un adivino ciego muy respetado, que también había participado en Edipo Rey, anunciándole a Edipo la verdad de su situación. Así como en su momento Edipo no había creído a Tiresias, Creonte también se molesta con él, porque Tiresias le señala que se equivoca al haber dejado insepulto al muerto y sepultada a la viva, acusándolo incluso el rey de confabular contra él y de ser codicioso. Tiresias se ofende y le anuncia que debido a su error (Creonte cae en hybris al desafiar las leyes divinas) la desgracia caerá sobre él, su casa y la ciudad. Creonte entonces, temeroso, recordando que con Edipo, Tiresias había acertado, decide realizar las honras fúnebres a Polinices, y luego liberar a Antígona. Pero cuando llega al lugar donde Antígona está encerrada, se encuentra con un espectáculo horrendo, pues ella se había suicidado, ahorcándose, para no soportar la agonía de morir lentamente, y Hemón la tiene en sus brazos, desesperado. Al ver llegar a Creonte, Hemón, fuera de sí, intenta matarlo, pero no lo consigue, entonces se suicida frente a los ojos de su padre. Esto le informa un emisario a Eurídice, esposa de Creonte, quien en silencio, entra al palacio. Al llegar Creonte al palacio, cargando a su único hijo muerto (ya había perdido a otro hijo, Megareo, por ofrecerlo al dios Ares en sacrificio para salvar a la ciudad de Tebas de la destrucción), le anuncian que su esposa, Eurídice, se suicidó, no sin antes acusarlo de ser el responsable de la muerte de Hemón. Así, Creonte, héroe trágico de esta tragedia, por sus errores termina perdiendo todo, a su familia, el trono y el prestigio.

 

Análisis del Prólogo:

   El Prólogo cumple la función de ubicar al espectador, informando qué mito y qué parte dentro de él se desarrollará en la obra. Funciona, por tanto, como planteo. Es una parte dramática, que tanto puede ser un monólogo (parlamento de un solo personaje) o un diálogo entre dos personajes. En este caso nos encontramos a Antígona e Ismena dialogando entre sí.



   La situación, resumidamente, es que Antígona llamó a su hermana para hablar a las puertas del Palacio de los Labdácidas sólo ellas dos, como confidentes. Lo que le informa será el centro del conflicto de la tragedia: Creonte decretó que se le realicen honras fúnebres a su hermano Etéocles, pero no a su hermano Polinices, prohibiendo que cumplan los rituales tradicionales que los antiguos griegos consideraban mandato divino. Antígona afirma su intención de sepultar a Polinices, e invita a Ismena a acompañarla a cumplir con su deber de hermanas, pero Ismena pone reparos, diciéndole a Antígona que caerá en hybris, y que siendo mujeres, no pueden luchar contra la orden del rey. Al finalizar el Prólogo, notamos que ambas hermanas reaccionan de manera opuesta frente al mismo problema.

   Si bien todo el Prólogo cumple la función de ubicar al espectador, podemos dividirlo en dos partes: en la primera, la más breve, Sófocles, mediante los personajes, ubica al espectador en el mito, mencionando los sucesos anteriores importantes y qué parte del mito es el que se representará en esa obra (son los hechos posteriores a la muerte de Etéocles y Polinices, y de que el ejército argivo abandonó el sitio a Tebas); en la segunda, la más extensa, anticipa el conflicto que la obra desarrollará (que se podría fijar desde el punto en que Antígona de manera directa le pregunta a Ismena si la ayudará (“¿Quieres ayudar”…).

 

PRIMERA PARTE-.

   La primera en hablar es Antígona, que es quien tiene la iniciativa en todo momento. Comienza acudiendo al afecto y al lazo sanguíneo que las une: “Hermana de mi alma, Ismena querida”.  Con este vocativo, se destaca la estrechez del vínculo entre ambas hermanas, su grado de confidencia. Antígona confía en Ismena y quiere que sea su aliada, por eso le compartirá sus planes.  Enseguida, la pregunta retórica, la excusa para informar a los espectadores acerca de quiénes son y cuál es su vivencia emocional: “¿sabrás tú decirme una sola calamidad de las de Edipo, que no vaya descargando Zeus, mientras aún vivimos nosotras? Porque no hay dolor, no hay plaga, no hay afrenta ni vileza que no encuentre yo en el número de tus males y de los míos”.  La mención de la palabra “calamidad”, junto con la de “plaga” especialmente, pero también las demás que integran la enumeración (dolor, afrenta, vileza), nos recuerdan que Edipo y sus hijos están bajo el poder de una maldición, la que había caído sobre Layo, y que tienen una historia de sufrimiento.  Cada término apunta a algún aspecto diferente de las desgracias que los acosaron: el infortunio, el sufrimiento, la humillación, lo indigno, mostrando que el daño no es sólo físico, es también moral y emocional, ya que a partir del descubrimiento de que Edipo cometió parricidio e incesto, lo cual resultaba vergonzoso ante la sociedad, todo se derrumbó para esta familia: Yocasta se suicidó, Edipo quedó ciego y fue expulsado de la ciudad de Tebas, muriendo en el exilio,  Etéocles y Polinices conservaron el trono de Tebas, pero por una disputa de poder se mataron entre sí en batalla.

   Luego de esa alusión a esos terribles sucesos familiares del pasado menos y más reciente, Antígona menciona el problema del presente: “y ahora, ¿cuál es el decreto que dicen ha promulgado a toda la ciudad el soberano?¿Sabes algo? ¿No lo has oído? ¿O ignoras los males que los enemigos han dispuesto contra los nuestros?”  Significa que la lista de males no terminó, y la maldición sigue actuando. Pero Sófocles no presenta toda la información de un golpe, sino que la va desgranando mediante los parlamentos de los personajes, por eso aquí Antígona anuncia que Creonte decretó algo, pero no informa aún qué fue. De cualquier manera,  quien conocía el mito sabía de qué se trataba, pero esta forma de presentar la noticia permite darle mayor riqueza al trabajo de los personajes, apreciando el intercambio entre las dos hermanas y sus distintas reacciones. También podemos notar que para Antígona, el soberano (su tío Creonte) ingresa en la categoría de enemigo al decretar algo que ataca sus derechos individuales.

   Así como la primera intervención de Antígona en la tragedia nos muestra su carácter enérgico y decidido, la primera intervención de Ismena resalta su perfil bajo y el tema que parece ser su principal fuente de preocupación: la soledad, el abandono y desprestigio social que las persigue desde que se hicieron públicos los crímenes involuntarios de Edipo: “Sobre amigos nuestros no he oído noticia alguna, Antígona, ni buena ni mala, desde que hemos quedado huérfanas, muertos los dos hermanos en el mismo día y con sus propias manos.”  Este parlamento denuncia también cómo hay individuos que se acercan por conveniencia, y cuando la persona cae en desgracia, lejos de tenderle una mano para auxiliarla, se alejan para que nos los vinculen con el caído. Tanto Antígona como Ismena, debido a los sucesos nefastos que padecieron, recibieron un duro aprendizaje acerca de la hipocresía de ciertos vínculos. Pero en definitiva, lo que afirma Ismena es que no sabe nada sobre lo que Antígona le pregunta, no tiene ninguna novedad.

   En los dos parlamentos siguientes, ambas hermanas demuestran el conocimiento que tienen de la otra, ya que Antígona responde: “Lo sabía muy bien”, e Ismena “Ya estás tú inquieta por algo”. O sea que Antígona sabe que Ismena no estaría enterada, e Ismena conoce el carácter inquieto de Antígona. Esa estrechez en el lazo se confirma también cuando Antígona presenta a su hermana como su persona de confianza, su confidente: “te he llamado a la puerta del palacio, para que tú sola te enteres.”

   En ese punto de la conversación, Antígona introduce la información importante, la del hecho que condiciona el conflicto de la tragedia: “Pues ¿no ha mandado Creón que de nuestros hermanos, uno quede honrado con sepultura y el otro afrentado sin ella? A Etéocles, según cuenta, reconociéndole los derechos de la ley y las costumbres, le concede sepultura con grande gloria; pero el desgraciado cadáver de nuestro hermano Polinices, ha mandado por un decreto, que en la ciudad nadie le dé enterramiento, nadie le haga exequias, sino que le abandonen sin lamentos, insepulto para pasto de las aves que lo devoren a su sabor en cuanto lo vean.”  Sófocles presenta a Antígona como una aristoi (noble, aristócrata) que se expresa con un lenguaje elevado, colmado de recursos retóricos, con el objetivo de tener mayor elocuencia y poder de convicción. Así, compara la situación y suerte de cada uno de los hermanos y establece una serie de oposiciones: donde Etéocles será honrado, Polinices será afrentado (ofendido, humillado); Etéocles tendrá sepultura, en tanto Polinices no; a Etéocles se le reconoce los derechos, a Polinices no; a Etéocles se le concede “grande gloria”, mientras Polinices es un cadáver “desgraciado” y abandonado. Este contraste marcado entre la situación de un hermano y la del otro, sugieren que para Antígona existe una injusticia de base en el decreto de Creonte, y que ambos hermanos merecen tener sepultura, además de que las honras fúnebres para esa cultura corresponderían por ley divina y consuetudinaria. La descripción de las consecuencias de no sepultar el cuerpo de Polinices ingresa en el terreno del patetismo. Patetismo viene de pathos, que es el empleo de recursos destinados a conmover y emocionar al espectador/lector. En este caso el patetismo se emplea en dos niveles: de Antígona hacia Ismena (quiere conmoverla para que la ayude a sepultar al hermano), y de Sófocles hacia el espectador, para que sienta compasión y horror y se compenetre de la situación, cumpliéndose así la catarsis (proceso de transformación y purificación que realiza el espectador). Antígona expresa que el cadáver de su hermano está expuesto a ser destrozado por aves de rapiña como si fuera un desecho sin valor, quitándole su dignidad como ser humano. Creonte no sólo pretende disponer sobre el cuerpo de un muerto, cuando era potestad de los dioses subterráneos, cayendo así en hybris (pecado de exceso, la desmesura), sino que también pretende mandar sobre las emociones de los deudos, prohibiendo los lamentos.

   Antígona se rebela contra lo que considera un atropello a sus derechos y los de su hermano: “Eso dicen que tiene decretado el buen Creón contra ti y contra mí y que vendrá aquí para anunciar en alta voz esa orden a los que no la conozcan”. La ironía (“el buen Creón”) revela los verdaderos pensamientos de Antígona sobre Creonte (la ironía es un recurso retórico que consiste en decir lo contrario de lo que se quiere dar a entender). Y es que en tanto ella encarnará en la tragedia la defensa de las leyes divinas, consideradas sagradas por su pueblo, y de las leyes individuales, con fuerza consuetudinaria, Creonte representa las leyes humanas y de la ciudad. Antígona considera que la orden decretada es injusta y una agresión directa a sus derechos, por eso señala “contra ti y contra mí”. Esto explica por qué antes hablaba del “enemigo” para referirse a Creonte. Y si bien en realidad la orden es para toda la ciudad, y Creonte la emite para demostrar en parte su objetividad al gobernar, sin hacer favoritismos por parentesco, es obvio que a quienes realmente afectará será a los deudos que quedan vivos de esa familia diezmada por la muerte, que son ambas hermanas. Por otra parte, esta es otro recurso de Antígona para involucrar a la hermana, otra forma sutil de presión. La reacción de Antígona demuestra su carácter: “quien se atreva a hacer algo de lo que se prohíbe, se expone a morir lapidado, en medio de la ciudad. Ya sabes lo que hay, y pronto podrás demostrar si eres de sangre noble o una cobarde que desdice la nobleza de sus padres.”.  La condena a morir lapidado estuvo generalizada en varias sociedades antiguas. En el Nuevo Testamento de Biblia, por ejemplo, aparece como práctica ejecutoria de las mujeres adúlteras, y tristemente, sigue ejerciéndose ese castigo en la actualidad, en algunos países donde se sojuzga a la mujer por lo que la comunidad considera conductas inmorales. En este caso, Creonte amenaza a sus sobrinas, aunque lo presente como una orden general, con morir apedreadas en la plaza pública. Era una muerte cruel y vergonzante para la sociedad griega. Pero Antígona, lejos de amedrentarse por la posibilidad de morir de esa manera, le muestra a Ismena que no siente temor y que el deber está por encima del riesgo a morir, intentando también presionar a su hermana para que tome la misma decisión que ella de desobedecer a Creonte, dando a entender que si no la acompaña será una cobarde y  traidora a su sangre. La asimilación de la sangre noble con el coraje y el orgullo está más asociada a cualidades que en esa sociedad se consideraban masculinas, no femeninas. 

   Recordemos que en esa sociedad quienes gobernaban por derecho eran los aristois (los nobles o aristócratas), a quienes, además de tener sangre noble, se les exigía un conjunto de virtudes o cualidades denominado areté. Existía un areté masculino y un areté femenino. El areté masculino incluía tanto a guerreros como políticos. Se exigía valentía, habilidad en el manejo de las armas, fuerza física, capacidad de estrategas a los guerreros, y templanza, honestidad y elocuencia a los políticos. La sociedad griega antigua era patriarcal, siendo siempre hombres los que llegaban a cargos de mandato y los que se dedicaban a actividades externas al hogar. Las mujeres en cambio debían ostentar belleza física, cuidado por su apariencia, habilidad en ciertas actividades domésticas como el bordar, y capacidad para dirigir a la servidumbre. Debían ser sumisas al hombre y mantenerse en el gineceo (parte de la casa donde vivían las mujeres). Todos debían mantenerse en sofrosine (estado de armonía y equilibrio conseguido por la mesura y prudencia) y evitar caer en hybris. Es evidente la disparidad respecto a lo que se esperaba del hombre y lo que se esperaba de la mujer en esa cultura. La actitud enérgica y decidida de Antígona, por tanto, se vincula al areté masculino, no al areté que como mujer debía ostentar para esa sociedad.  Veremos en cambio que Ismena se mantiene bajo los códigos del areté femenino, y que representa a la mujer tal como la sociedad de su tiempo esperaba que se comportara.

   En el diálogo de parlamentos breves y de contrapunto entre ambas hermanas que sigue notamos esa diferencia de actitud y carácter:

“ISMENA –Pero, ¡oh desgraciada!, si las cosas son así, ¿qué significo yo para añadir ni quitar nada?

ANTÍGONA –Dime si quieres ayudarme.

ISMENA -¿En qué aventura? ¿Qué quieres con eso?

ANTÍGONA -¿Quieres ayudar a estas manos a levantar aquel cadáver?

ISMENA -¿Piensas tú enterrarle? ¡Si le está prohibido a la ciudad!

ANTÍGONA –Es mi hermano, y mal que te pese, tuyo también. Nadie dirá de mí que le he faltado.

ISMENA -¡Oh desdichada! ¿Habiéndolo prohibido Creón?

ANTÍGONA –Ningún derecho tiene a privarme de los míos.”

   La intención de Ismena es eludir el planteo de Antígona, pues es evidente que lo que quiere Antígona es proponerle desobedecer el edicto y darle sepultura a Polinices. Sólo cuando Antígona es absolutamente directa, ella responde, tomando distancia de la decisión de su hermana “¿Piensas tú enterrarle?”. Los parlamentos de Antígona tienden a cercar a Ismena para presionarla. Antes le había dicho que podría demostrar su nobleza o si era una cobarde. Ahora le pregunta si la ayudará, y cuando Ismena da a entender que es una locura desobedecer a Creonte, Antígona le hace un reproche moral, señalándole que también es hermana del muerto.

 

SEGUNDA PARTE-.

   En este intercambio cabe detenerse especialmente en una frase de Antígona muy rica en recursos y significados: “¿Quieres ayudar a estas manos a levantar aquel cadáver?”. Es éste el parlamento de Antígona donde concreta lo que quiere pedirle a Ismena. La pregunta comienza con un verbo (querer), señalando que no se trata de poder, como sugiere Ismena, sino de la voluntad de cada una. Antígona sepultará a su hermano porque es su deber, y lo realizará contra viento y marea, sin importar las prohibiciones, demostrando que quiere, en tanto Ismena -da a entender Antígona- se refugia en la excusa de no poder. Ninguna dificultad será suficientemente grande como para impedir que Antígona cumpla con su deber, y así piensa que debería actuar también su hermana. Pero Antígona, que conoce bien a Ismena, también sabe que su hermana se ha mostrado incapaz de tener la iniciativa en algo, y por eso no le pide que lidere, sino que simplemente la ayude (“ayudar a estas manos”), que participe, en definitiva, de lo que a ambas les corresponde hacer como deber moral y fraterno. Antígona en esa frase se ve representada simbólicamente a través de sus manos. Este símbolo constituye también otro recurso denominado sinécdoque, que es un recurso por traslación en el que se denomina al todo por una parte. Aquí vemos que Antígona se representa toda ella a través de sus manos. Las manos son la representación de su parte ejecutora, las que llevan a cabo las acciones, particularmente en este caso las que sepultarán al hermano. Pero además las manos son símbolo de ayudar a quien lo necesita (como cuando se habla de tender una mano a alguien). El objetivo será levantar el cadáver, donde el verbo levantar no debe interpretarse sólo literalmente (el cuerpo deberá ser levantado del sitio donde está para realizarle las honras fúnebres) sino también simbólicamente (el concepto de levantar refiere a devolverle a Polinices su dignidad y humanidad, dejará de ser un desecho descomponiéndose y devorado por los animales carroñeros para volver a tener una identidad, así, Antígona quiere levantarlo de su humillación y miseria, enaltecerlo). La referencia a su hermano mediante la expresión “aquel cadáver” apunta a señalarle a Ismena la indefensión de Polinices. No puede ayudarse a sí mismo, es un cadáver, cuerpo muerto, y necesita que alguien haga esto por él. O sea que el parlamento finaliza acudiendo nuevamente a un recurso vinculado al pathos, al deseo de conmover a quien la escucha.

   Este pasaje de la discusión termina cuando Antígona hace referencia a que Creonte, por más que sea el gobernante, no tiene derecho a privar a Antígona (una ciudadana) de sus derechos individuales, comenzando en el Prólogo la reflexión acerca de la inconveniencia de los gobernantes (sean reyes o regentes) de abusar de su poder. No olvidemos que los antiguos griegos fueron los que crearon un sistema que originó el concepto de democracia en la Antigüedad, si bien era un derecho acotado a los aristois en ese momento (sólo se consideraba ciudadanos a los nobles, y Antígona era una princesa, integrante de la familia real, por ser hija de Edipo, por eso tiene derechos).

   Sófocles realiza cambios de ritmo en su Prólogo con la intención de mantener interesados a los espectadores, por eso intercala diálogos de parlamentos cortos y en contrapunto, con parlamentos más extensos donde el personaje reflexiona e induce al espectador a la reflexión. Es lo que ocurre ahora cuando Ismena pronuncia un parlamento más extenso donde desarrolla su punto de vista sobre la situación problemática que enfrentan. Este parlamento podemos dividirlo en tres momentos: en el primero, Ismena realiza un resumen de las situaciones desgraciadas de la familia, producto de la maldición que cayó sobre Layo; en el segundo, señala las dificultades de su condición de mujeres en esa sociedad; y por último, y en base a esas dos condicionantes, justifica por qué no cumplirá con su deber fraterno. Veamos el primer momento: “¡Ay de mí! Reflexiona, hermana, cómo acabó nuestro padre, aborrecido y sin honra, después que espantado por las faltas que cometió se arrancó ambos ojos con sus propias manos; mira, además, que su mujer y madre acabó con su vida con un trenzado lazo, y en tercer lugar, los dos hermanos en un solo día se han dado la muerte, hiriéndose mutuamente con mano fratricida.”  Este parlamento de Ismena, así como otros anteriores (“¡oh desgraciada!”, “¡Oh desdichada!”) comienza con un lamento que resalta la idea de infortunio, sea propio o de Antígona. En este fragmento Ismena resume las desgracias familiares, existiendo aquí dos niveles de interpretación: la intención del autor de informar al espectador, y la intención del personaje de mover a reflexión a su hermana, persuadirla de que recapacite sobre su decisión y desista. El argumento es que la familia atravesó por graves y dolorosas circunstancias, consecuencia muchas veces de acciones impetuosas y desatinadas de cada individuo, y eso debería servir de aprendizaje a los que quedan. Así, Ismena rememora el suicidio de su madre, Yocasta, el incesto y el autocastigo de Edipo, además de su deshonra social, y el mutuo asesinato de Etéocles y Polinices.  Acude, como Antígona cuando también quería persuadirla de ayudarla, a recursos movidos por el pathos.

   En el segundo momento, describe las que para ella, son las debilidades que padecen su hermana y ella en la situación actual: “Y a nosotras dos, solas como hemos quedado, ¿qué muerte más atroz nos espera, dime, si a despecho de la ley desafiamos los edictos y el poder del tirano? Hay que acordarse, Antígona, que hemos nacido mujeres y que no podemos luchar contra hombres; además de que estamos sujetas a gente más fuerte, y que hay que obedecer estos mandatos y otros más duros todavía.” El temor a la soledad en Ismena es su motivación para actuar o no actuar, esto también se revela más adelante en la trama cuando, habiendo sido descubierta y condenada a muerte Antígona, Ismena aparece acusándose del enterramiento que por prudencia y temor a Creonte no había realizado, porque en ese punto le parecía más hiriente emocionalmente quedarse totalmente sola que morir. Tanto Antígona como Ismena son muy jóvenes, y es obvio que a Ismena esto le afecta. Destaca que han quedado huérfanas al principio del Prólogo, y ahora que han quedado solas. Pero no se trata sólo del temor emocional a la soledad, sino de algo pragmático, pues el punto es: ¿quién las defenderá si contradicen a Creonte? Ya no tienen ni a su padre ni a sus hermanos que puedan sacar la cara por ellas frente al gobernante, a quien Sófocles define como “tirano” en boca de Ismena, caracterizándolo así como un individuo que abusa de su poder y gobierna de manera totalitaria. A esto le agrega la visión patriarcal de la inferioridad de las mujeres frente a los hombres. Ser mujer, para Ismena, es una limitante, la convierte en débil y vulnerable, en incapaz de enfrentar ciertos desafíos. No pueden luchar contra hombres, afirma, un planteo que Antígona ni siquiera considera a la hora de tomar sus decisiones. Sumado a esto, son ciudadanas, son aristois, pero están por debajo de quien manda, y por tanto, tanto por ser mujeres como por ser súbditas, deberían obedecer. Incluso plantea que podría haber mandatos más duros que los actuales, y también en ese caso deberían obedecer. He aquí el límite de Ismena, dando a entender que aunque no esté de acuerdo con lo que dictó Creonte, obedecerá porque es su deber y porque siente miedo. Estos argumentos son los que caracterizan a Ismena como una mujer típica de su época y cultura, que respeta su areté femenino y las normas sociales, y seguramente para el público del tiempo de Sófocles, debía ser considerada como la que tomaba la decisión correcta, en oposición a Antígona, rebelde y apasionada, y con una determinación que ellos asociaban a la masculinidad.

   Finalmente, concluye: “Yo al menos pediré a los muertos que me lo dispensen, porque obedeceré a aquel que tiene el poder. Obrar con desmesura no es razonable.” Sófocles pone en boca de Ismena la defensa de la sofrosine, la cualidad por excelencia que los antiguos griegos resaltaban en sus tragedias, y la condena al hybris, el pecado que condenaba a los héroes trágicos a perderlo todo. La sofrosine es la templanza y la prudencia conseguidas gracias al equilibrio, al dominio del espíritu por sobre las pasiones, en tanto el hybris es lo opuesto, la desmesura, el exceso, el daño, que suele revelarse por conductas guiadas por la soberbia, el desenfreno, etc.  Sin embargo, si bien Ismena sostiene un concepto aprobado socialmente, la realidad es que su decisión parte del desconocimiento de lo que los antiguos griegos consideraban una ley sagrada decretada por los dioses, y que por tanto, sería considerado una falta no acatar: los muertos debían ser sepultados, debían recibir honras fúnebres, y quienes tenían este deber eran los deudos. Esto revela que aunque Antígona e Ismena toman decisiones opuestas, ambas cometen error en algún punto, y la razón es que el decreto de Creonte es incorrecto y violenta las leyes sagradas, dejándolas a ellas en mala situación lo obedezcan o no. El hybris de Creonte es el punto de partida del conflicto de esta tragedia, y condiciona a los demás personajes, demostrándose así que Creonte es el protagonista, el héroe trágico, y no Antígona, a pesar de la fuerza de su carácter.

   La respuesta de Antígona es airada. No comparte la decisión de su hermana y se ofende, mostrando su carácter apasionado una vez más. No sólo ya no le insistirá, sino que aún si Ismena cambiara de parecer, ya no aceptará su ayuda. Notamos en este parlamento de Antígona su idealismo, por oposición al pragmatismo de Ismena: “A aquél lo entierro yo misma, y será hermoso morir estándolo haciendo; así reposaremos juntos, la amante hermana con el amado hermano, por haber sido piadosa en mi rebeldía.”  Esta idealización de su muerte nos recuerda lo que le planteará a Creonte en el Episodio II, cuando le afirma que para ella morir es una ventaja, porque ha vivido rodeada de males. La muerte aquí se asocia a la idea de reposo, de descanso, de paz, pero Antígona también sabe que esta decisión no está libre de conflicto, por eso emplea el oxímoron (figura de pensamiento que consiste en unir en una expresión dos palabras que son contradictorias entre sí, generando una contradicción aparente) “piadosa en mi rebeldía”. La palabra piadosa refiere a quien tiene piedad, pero en su uso original significa que actúa con devoción religiosa. O sea que Antígona, por ser obediente a las leyes religiosas, está siendo rebelde a las leyes humanas. Y esta contradicción, como ya se explicó, procede del hybris de Creonte. No se debe pasar por alto, además, las expresiones de afecto de Antígona por su hermano muerto y caído en desgracia: ella misma le expresa a Creonte en el episodio II que la mueve el amor y la piedad.

   Y en ese mismo parlamento, concluye: “Porque mayor es el tiempo que debo complacer a los muertos que a los vivos, y tú si te parece, desprecia las leyes que los dioses tanto estiman.” Su razonamiento es claro: estará mucho más tiempo muerta que viva, y casi toda su familia ha muerto, por tanto, tiene lazos más fuertes con la muerte que con la vida, según afirma. Esta idea la matizará luego que Creonte la condene a morir encerrada en una cueva, cuando se lamente por morir tan joven y sin poder haber cumplido ciclos como los de mujer casada y madre. Finaliza acusando a Ismena de no respetar la voluntad de los dioses.

   La discusión que sigue desarrolla los mismos términos de debate que hasta ahora entre las hermanas. Ismena sostiene que no puede hacer nada contra la voluntad de la ciudad (las leyes humanas, las del gobernante) y Antígona la acusa de escudarse en un pretexto, pero que ella cumplirá con su deber. Ante la compasión de Ismena, que teme por el destino de su hermana, Antígona le retruca duramente que mejor cuide su propia suerte, sugiriendo con esto que es Ismena la que toma la decisión incorrecta. Cuando Ismena le indica que ella le guardará el secreto, Antígona tiene una respuesta soberbia que demuestra que cae en hybris: “¡Publícalo!” No quiere hacerlo en secreto, y podemos elucubrar dos razones: está convencida de que tiene la razón, o quiere jactarse de sus acciones. Ambas explicaciones son posibles, incluso al mismo tiempo.

   Ismena muestra su horror ante la desmesura de Antígona, y las consecuencias que supone tendrán sus acciones: “El corazón te arde en cosas que hielan de espanto.”  Nos encontramos con un nuevo oxímoron, empleado esta vez por Ismena, donde reúne el ardor del fuego con frío del hielo. La pasión desmesurada de Antígona, su fuego interior, a Ismena le provoca un espanto que la congela. Además del oxímoron encontramos aquí dos símbolos, el fuego, lo ígneo (el ardor) representando la vehemencia, la pasión de Antígona, y el hielo como símbolo del espanto que provocan las acciones desmesuradas de Antígona a su hermana. La proyección de Antígona como la excepcional y de Ismena como la mujer común se hacen evidentes en esta expresión de Ismena. En un parlamento posterior Ismena le insiste a su hermana con la idea de que está persiguiendo imposibles, pero Antígona, que ya le había aclarado que con sus acciones pretende agradar a quienes más le importa agradar, le responde: “me detendré cuando no pueda más”. ¿Qué significa para Antígona no poder más? Sin duda, algo diferente que para Ismena: Antígona pone su límite mucho más allá. Para Ismena el límite está en las leyes de la ciudad, en lo que decretó Creonte; para Antígona su límite es la muerte, mucho más extrema que su prudente y temerosa hermana. Esta determinación sigue encuadrándose en el hybris del que ya habíamos hablado, agregándole el deseo de gloria que los antiguos griegos reservaban al mundo masculino de hazañas heroicas: “déjanos a mí y a mi proyecto padecer el peligro de mi resolución, que no han de ser tantos que no pueda, al menos, morir con gloria.” Con estos conceptos Antígona demuestra que está muy consciente de los riesgos a los que se enfrenta, y aún así, lo hará. Su comportamiento tiene un origen pasional, pero tampoco está exento de reflexión. Su idealismo le otorga una inflexibilidad que la empuja al peligro: no cederá aunque esté en riesgo su vida, y ese mismo riesgo es lo que le otorga la calidad de hazaña a su acción, pretendiendo “morir con gloria”. Esta obsesión por conseguir la admiración de los demás debe tener relación con los sucesos humillantes que acontecieron en su familia y que cubrieron de vergüenza a las hermanas (parricidio, incesto, ambición desmedida de poder y egoísmo, crimen fratricida).

   La última intervención de Antígona en el Prólogo tiene como objetivo dejar en claro que ella se constituirá en la antagonista de Creonte -héroe trágico de la obra-, desafiando un edicto que considera injusto y lesivo de sus derechos, y que se enfrentará a la muerte si es necesario para cumplir con su propósito. Ismena, por su parte, finaliza su participación en el Prólogo insistiendo sobre el conflicto entre hybris y sofrosine, y la inconveniencia de excederse, más allá de reconocer los valores morales elevados que su hermana encarna.

 

 

  

 


INFORMACIÓN SOBRE TRAGEDIA GRIEGA

 INFORMACIÓN SOBRE LITERATURA GRIEGA (TRAGEDIA)

 

GRECIA



    La Antigua Grecia estaba formada por numerosos estados autónomos, independientes,  situados en la península balcánica, el oeste de Asia Menor, el sur de Italia y las islas del mar Egeo, separados entre sí por fronteras naturales como el mar o las montañas. Esas ciudades-estado eran las polis.

   Pese a las diferencias de dialecto y organización, los griegos (o helenos, que fue como se llamaron a sí mismos) tenían conciencia de su unidad como pueblo debido a su origen común, por su lengua y religión.

La lengua: Su importancia era tal, que la Hélade comprendía a todos aquellos que hablaban griego, provinieran de Grecia, Asia o Italia. Cada ciudad tenía su propio dialecto, pero existían tres grandes grupos dialectales : el jonio, el dorio (es el que emplean los poetas para las intervenciones del coro en la tragedia) y el eolio. Todos estos dialectos eran comprendidos por los griegos, y muchas veces integraban la misma obra literaria.

La religión: Los antiguos griegos crearon una multiplicidad de mitos para explicar el mundo que los rodeaba y sus misterios: los orígenes de la humanidad, el destino, el mundo, la vida, la muerte, el más allá. Estos mitos son la base de su religión, que era antropomórfica y politeísta. El antropomorfismo alude a que los dioses tienen forma humana. Se diferencian de los humanos por el poder y la inmortalidad, pero tienen defectos temperamentales y pasiones como éstos. La semejanza es tal que se mezclan en los asuntos humanos y hasta viven amores con mortales. En cuanto al politeísmo, existían doce divinidades principales, pero había numerosas divinidades locales, semidioses y héroes deificados.

 

PERÍODOS LITERARIOS

1-    período pre-homérico (siglos XX al IX AC)

*Cantos líricos de bodas (himeneos), de victoria (peanes), fúnebres (trenos) y épicos.

*Poetas: Orfeo, Lino, Museo.

2-    período jónico-dórico (siglos IX al VI AC)

*Esplendor de la épica (a- poemas de Homero y b- épica didáctica: Hesíodo)

*Lírica (nacimiento de la elegía y el yambo). Poetas: Alceo, Safo, Anacreonte, Píndaro.

*Nacimiento de la prosa y la filosofía.

3-    período ático (siglos V y IV AC)

*Empleo del dialecto ático en los géneros literarios, desplazamiento desde Asia Menor hacia Ática del centro de influencia política, económica y cultural debido al predominio de Atenas.

*Esplendor del drama: tragedia, comedia y drama satírico.

*El drama se organiza con Esquilo, y alcanza su perfección con Sófocles y Eurípides. Comedia: Aristófanes.

*La prosa se perfecciona. La historia se engrandece con figuras como Herodoto, Tucídides y Jenofonte.

*La elocuencia se transforma en un género literario, ya que engendra obras escritas que la preparan. Autores: los sofistas, Isócrates, Demóstenes, Licurgo.

*La filosofía en su proceso de maduración rompe con la poesía. Su influencia ya es enorme en la época de Sócrates, es reflejo de la antigua poesía en Platón, expresa la sabiduría del sentido común con Jenofonte y se transforma en ciencia con Aristóteles.

4-    Período alejandrino (siglos III y II AC)

*Las conquistas de Alejandro terminan con el predominio político de Atenas y por consiguiente, con su supremacía literaria. Alejandría se transforma en una de las más grandes ciudades del mundo. Los Ptolomeos reúnen a su alrededor a los literatos y los sabios. Pero en el año 146, Grecia se convierte en una provincia romana y los griegos, letrados o sabios abandonan su patria y se acercan al centro de poder de los romanos.

*Se destacan por sus estudios de matemática, filosofía y gramática. La mitología se resume y condensa en vastas colecciones. La retórica sustituye a la elocuencia.

5-    Período romano (siglo I AC a comienzos del VI DC)

*El dominio de Roma sobre el resto del mundo civilizado se extiende desde Augusto hasta Justiniano. Se constata, en general, una decadencia de los logros culturales de los helenos.

 

ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL DRAMA

   El género dramático está unido al desarrollo humano y surge en las épocas más remotas. Las pinturas rupestres del Paleolítico han fijado escenas de hombres danzando, pintados, imitando a las presas de caza, etc. El drama también procede de ritos religiosos y de toda ceremonia social en que haya danzas, recitados, cantos.

En Grecia, el drama se origina a partir del culto en honor a Dionisos.




 

Mito de Dionisos: Dionisos es el dios que representa la fuerza vital, la capacidad de resurgimiento propia de la naturaleza. Los mitos sobre su nacimiento apuntan a explicar, en sus diferentes versiones, el misterio del triunfo de la vida.

La versión más difundida del mito cuenta que Dionisos es fruto de una aventura amorosa de Zeus, el rey del Olimpo, con una mortal de nombre Semele, hija de Cadmo, rey de Tebas. La esposa de Zeus, Hera, movida por los celos, convence a la joven que le pida una gracia a Zeus: que éste se presente ante ella con todo el esplendor de su poder. Zeus finalmente accede, mostrándose ante Semele, una simple mortal, con el rayo y el trueno que lo caracterizan, provocando la muerte fulminante de la joven. Es Palas Atenea, una de las diosas hija de Zeus, quien rescata en medio de los escombros al bebé aún no nacido del vientre de la infortunada Semele, y lo cose al muslo de Zeus, donde completa su gestación. Dionisos, el nacido dos veces, nace. Instigados por Hera, los Titanes descuartizan al niño ya nacido y lo hierven en una caldera. Es salvado por su abuela, Rea, que reuniendo sus restos, les devuelve la vida, y entrega al niño a una pareja, disfrazándolo de mujer para engañar a la furiosa y vengativa esposa de Zeus. Ésta no logra matarlo, pero enloquece a la pareja. Hermes interviene y transforma a Dionisos en cabrito, lo lleva al monte Nisa y se lo confía a las ninfas y los sátiros. Allí fue donde Dionisos conoció la vid.  Pero al llegar a su juventud, la ira de Hera lo alcanza y lo hace enloquecer. Finalmente, Cibeles, otra diosa, lo purifica y lo cura.

Dionisos se transforma en el dios de la vegetación y específicamente, de la vid y del vino. Por esta razón en los rituales los fieles se embriagaban, porque sentían que así el dios entraba en ellos.

Elementos del mito que encontraremos en la tragedia:

1-    hybris (pecado por desmesura o exceso) de Semele, que pretende conocer la verdadera naturaleza de su amante, Zeus. Los seres humanos no deben pretender un conocimiento vedado a la naturaleza humana.

2-    Dionisos es “el nacido dos veces”. Es un dios-naturaleza cuyo culto será cíclico (coincidirá con los ciclos de la naturaleza): el dios nace en la primavera para morir durante el invierno. Podemos establecer un paralelo del culto con la vida humana: todo lo que vive, muere, pero las generaciones humanas se suceden para hacer permanente lo humano.

3-    Dionisos es enloquecido por Hera. Mientras se mantiene en estado de locura comete toda clase de excesos (hybris). También el héroe trágico es un individuo que cae en estado de ceguera trágica y que comete hybris.

4-    Hermes transforma a Dionisos en un chivo o cabra. Ese cambio en su naturaleza inicial se asemeja al propósito del participante del ditirambo que se disfrazaba de macho cabrío para poder llegar a ser el dios, y por otro al actor de teatro que cuando interpreta a un personaje deja de ser quien es para ser el personaje interpretado. Lo mismo con la situación de Dionisos disfrazado de mujer...

 

El culto: Los griegos tomaron de los tracios el culto de Dionisos, lo mismo que hicieron con las figuras y el culto de Ares y de las Musas. Los detalles de esta asimilación no son conocidos. Ya Homero conocía el culto de los fieles del dios, sin embargo en la epopeya éste sólo aparece fugazmente, dando a entender aún no había alcanzado en la vida y en la fe de los griegos gran trascendencia. Es que el culto de Dionisos sólo logró abrirse paso en Grecia de un modo lento y gradual, pues discrepaba violentamente y en todos sus puntos con los cultos tributados a los dioses griegos.

   Invadió Grecia hacia los siglos VIII o VII AC. Características: vitalidad, ruidoso entusiasmo, desenfreno, frenesí. Presentaba un carácter totalmente orgiástico. Las fiestas dionisíacas se celebraban en las cumbres de las montañas, durante la noche, al resplandor de las antorchas. Se acompañaban de ruidosas músicas de cuernos, panderos y flautas. El tropel de los fieles, excitado por estas salvajes músicas y por el vino, danzaba entre estridentes gritos.

   La mayor parte de los fieles que tomaban parte de estos ritos desmesurados hasta caer rendidos por el agotamiento, eran mujeres. Los oficiantes, dejando desbordar sus emociones, empujados por la “locura divina”, se lanzaban sobre las bestias destinadas al sacrificio, las despedazaban con sus manos y desgarraban con los dientes y devoraban la carne cruda. En las fiestas más antiguas las sacerdotisas, llamadas bacantes, inmolaban un adolescente al dios.

   ¿Qué sentido encerraba esto? Esa gran excitación llevada al máximo era la finalidad de los fieles, debido a la creencia de que sólo por medio de semejante exaltación podía el hombre llegar a ponerse en contacto con los seres de orden superior. El dios estaba, aunque invisible, presente entre sus adoradores y el estrépito de la fiesta lo atraía a lo más álgido de ella. Pero no era suficiente reconocer la presencia de Dionisos, sino que los fieles aspiraban a fundirse con él, pugnando por romper las ataduras de la estrecha prisión de sus almas.

   Este culto incorpora a la religión griega los elementos místico y extático. Lo místico aparece en el hecho del contacto directo con la divinidad. Lo extático, porque el éxtasis es el estado del alma caracterizada por una unión mística con dios que se manifiesta exteriormente por una suspensión del ejercicio de los sentidos. El deseo de hacer ostensible al exterior esta transformación de su naturaleza es lo que explica el disfraz . Las pieles de cabra, los cuernos con que se adornan, etc, son reminiscencia del dios. La figura mitológica del sátiro participa de una doble naturaleza humana y animal: mitad hombre, mitad macho cabrío. Los sátiros eran los encargados de velar por la fecundidad de la naturaleza y eran los habituales compañeros de Dionisos según el mito.

   En el Ática se realizaban dos tipos de festividades: las dionisíacas rurales y las dionisíacas urbanas.

   Las dionisíacas rurales: eran las Leneas o fiestas de los lagares (se realizaban en diciembre y se ofrecía al dios las primicias del vino) y las Anesterias o fiestas floridas (se realizaban durante tres días en febrero; había una procesión al santuario de Leneon, se bebía el vino de la última cosecha y se ofrendaban al dios semillas cocidas).

   Las dionisíacas urbanas o grandes dionisíacas: se realizaban en la ciudad a fines de marzo y principios de abril durante seis días. Había procesiones integradas por cincuenta coreutas cubiertos con pieles de macho cabrío, que danzaban y cantaban. Allí se entonaba el DITIRAMBO, himno en honor al dios, y bebían el vino con fervor religioso.

   La función social del ritual dionisíaco era catártica: purificaba al individuo y le permitía liberarse de las tensiones; Dionisos ofrecía libertad y goce. Estos dones eran accesibles a todos, nobles y esclavos. Fue siempre un dios del pueblo. Era “Lysios” (el libertador), el dios que hacía posible que el individuo dejara de ser él mismo. Fue como portador de estas ilusiones como Dionisos se convirtió en patrono de un nuevo arte: el teatro. El uso teatral de la máscara deriva probablemente de su uso mágico: Dionisos, el dios del teatro, había sido durante muchísimo tiempo el dios de la mascarada.

 

El ditirambo: El primero en definir el género dramático, sistematizar su estudio y determinar sus orígenes en su libro Arte poética fue Aristóteles, quien señala al ditirambo dionisíaco como el antecedente primario del drama.



   El ditirambo era una danza coral en que un grupo de hombres disfrazados de machos cabríos intentaban consustanciarse con la divinidad para asimilar algo de su poder.

   Analicemos la definición propuesta:

“danza coral”: Es decir, una danza acompañada de canto. Los que danzaban constituían un coro que cantaba en un principio la historia del dios, hasta que por 511, un poeta llamado Frínico sustituye los temas de la vida de Dionisos por otros de carácter heroico, sacados de la poesía épica. El himno era, entonces, de carácter narrativo. Pero hay un momento en la evolución en que un miembro se separa del resto del coro, se convierte en personaje (representando el rol del dios) y entra en diálogo con el resto. Fue Tespis, en 536, quien enfrenta al coro un antagonista que dialoga con aquél. Cuando este cambio comienza a producirse, aparecen en forma rudimentaria elementos que son constitutivos del teatro.

“hombres disfrazados”: el disfraz es lo que vuelve mimética a esta danza, ya que se imita al macho cabrío o sátiro, compañero de andanzas de Dionisos. Los sátiros representaban el exceso de vitalidad propio de los dioses y la fuerza fecundadora de la sexualidad. El disfraz es un recurso que sigue usando el teatro para caracterizar a los personajes.

“intentaban consustanciarse con la divinidad”: el estado de locura orgiástica o éxtasis les permitía ser, por un momento, el dios mismo. Para llegar a él consumían vino en grandes cantidades (Dionisos enseñó a los hombres, según el mito, a cultivar la vid y a producir el vino) y danzaban desenfrenadamente. Esa circunstancia de dejar de ser quien se es, para pasar a ser otro temporariamente, explica la esencia del trabajo del actor en el teatro.

“asimilar algo de su poder”: Dijimos que la misión del culto a Dionisos era arrancar las almas de su círculo habitual de existencia humana limitada, para elevarlas, como espíritus libres, a la comunidad de los dioses y los espíritus.

 

DEFINICIÓN DE TRAGEDIA

   Etimológicamente el término proviene de “tragos” (macho cabrío) y “ode” (canto): canto del coro disfrazado de sátiro.

   Definición de tragedia según Aristóteles: La tragedia es la imitación (mímesis) de una acción (praxis) de carácter elevado y completo, con una cierta extensión, en un lenguaje agradable, llena de bellezas de una especie particular según sus diversas partes. Tal imitación se realiza por personajes en acción y no a través de una narración, de manera que, moviendo al espectador a compasión y a temor, provoca en él la purificación (catarsis) propia de estos estados emotivos.


(ARISTÓTELES)


 

“es la imitación”: Dice Aristóteles que todo arte es imitación de la realidad. Pero a ese sentido hay que agregarle que mímesis es sinónimo de representación (volver a hacer presente). El actor griego trata de “hacer presente” al personaje que encarna viviéndolo, a fin de conseguir que los espectadores simpaticen con él. (simpatheia significa “compañero de sufrimientos”, “sufriendo juntos”). Toda alegría o pena experimentada por un alma individual (personaje-actor) vibra a través del universo, de modo que con todo gran mártir, toda la vida sufre (espectadores).  El concepto alude, pues, a la necesidad de que el espectador se identifique con el héroe. Esta identificación sólo se produce cuando el héroe, aunque equivocado, no parezca una persona ruin que provoque desprecio y no simpatía.

 

“de una acción”: No se trata de imitar a una psicología, sino las acciones trágicas, pues son éstas las que definen al personaje, y no a la inversa. La acción debe estar estructurada en un todo armónico cuya coherencia se debe a la unión estrecha de sus partes. Esas partes están unidas por nexos causales (todo es causado por algo, no hay nada azaroso ni gratuito). La acción de la tragedia se inspira en la materia mítica. El mito, que precede cronológicamente a la tragedia, es un relato ya estructurado y muy difundido entre los griegos en ese tiempo. Aristóteles maneja la correlación epopeya-narración / tragedia-acción. El diálogo es el vehículo más preciado y recae siempre en el héroe trágico, pero a veces el poeta se sirve también de personajes secundarios, cómplices o confidentes, para manejar la acción. Esta acción tiene tres grados de intensidad: a) diálogos con confidentes: ocupan zonas poco agitadas;

b) soliloquios: la acción se remansa, dando paso a la solitaria exposición del sufrimiento;

c) diálogos entre antagonistas: la acción se desencadena y precipita.

 

“de carácter elevado”: Aristóteles diferencia la tragedia de la comedia diciendo que la primera se ocupa de personas más altas que nosotros, y la segunda de personas más bajas que nosotros. Es decir: el héroe trágico es siempre un hombre encumbrado (rey, príncipe o general destacado) que se distingue por su virtud. Su mayor estatura no surge sólo del lugar social que ocupa en la comunidad, sino también de su estatura moral. Por oposición, el héroe de la comedia es un vicioso, y son esos vicios los que son satirizados. Para expresar su asunto la tragedia necesita, acorde con su protagonista, un lenguaje elevado. Ese lenguaje será el de la poesía, altamente retórico.

 

“según sus diversas partes”: Esto da a entender que la acción trágica debe implicar un cambio de situación en la suerte del héroe o de varios de los personajes trágicos.. El más indicado es el que hace que el héroe pase de la prosperidad a la desgracia. Ese cambio no será la consecuencia de ningún vicio o acto perverso, sino de  la hamartía. Esta hamartía no equivale a una culpa o a un pecado que el personaje deba expiar con una desgracia, sino a una opinión errónea que conduce a determinadas acciones equivocadas. No se trata de una ignorancia total, sólo de una falta del conocimiento que hubiera sido necesario para tomar una decisión totalmente correcta. Ese cambio brusco es denominado por Aristóteles como peripecia (desviación de la acción principal en una nueva dirección).

 

“moviendo a compasión... provoca la catarsis”: La finalidad de la tragedia es la consecución de la catarsis(transformación). Debemos entender por compasión la emoción que el hombre experimenta ante la desgracia del personaje trágico; y por temor, el miedo a que esa desgracia pueda acaecernos también a nosotros, los espectadores, hechos de la misma materia que los personajes de la tragedia. Por esto, aunque éstos ocupen un rango social elevado, en lo moral no se distinguen de los demás mortales. Por efecto de la mímesis el espectador sentirá en sí la desgracia trágica, descargará los sentimientos perniciosos, liberará sus propias pasiones. En esto se encierra el carácter didáctico de la tragedia. El espectador realiza un aprendizaje y alcanza la sofrosine, moderación o equilibrio que implica la sabiduría necesaria para vivir sin error.

 

OTRAS CONSIDERACIONES SOBRE LA TRAGEDIA: La tragedia griega presenta el problema religioso del misterio del dolor humano considerado como un envío de los dioses. Trata de dar respuesta a la pregunta: ¿por qué el hombre debe sufrir? Exhibe a los hombres en lucha contra un destino terrible que los abruma y destruye. Buscando esa respuesta se acercan a la idea religiosa de la justicia divina.

   La tragedia presenta la inútil lucha de un carácter contra una fuerza superior. Carácter es la persona enérgica, segura de sí misma, que lleva adelante una acción aunque no respete la voluntad de los dioses. El carácter lucha siempre contra una fuerza superior que es la Moira o destino.

   El fracaso del héroe debe entenderse siempre como un acto de justicia que castiga su pecado de soberbia. Hybris es el pecado cometido por los caracteres que creen posible realizar lo prohibido por la Moira y escapar a la justicia (Diké) que los dioses hacen cumplir. Murray definía al héroe trágico como una persona noble pero con una imperfección fatal.

   Lo trágico consiste en que el héroe no puede no cometer ese pecado. Se encuentra bajo el terrible imperativo del actuar y sabe que ese acto será un crimen. Pero una vez que se ha sometido al imperativo, pone en su realización su voluntad entera.

   Esta problemática de destino /acción /culpabilidad dará conciencia en el héroe de que marcha hacia su perdición. En esa lucha el hombre es sostenido por la comunidad, pero también es obligado a contribuir con el sacrificio de su vida. El cumplimiento del destino es un acto de justicia que castiga la soberbia.

   El proceso es el siguiente: el personaje aparece en estado de equilibrio (sofrosine). Por un error, incurre en una falta que lo transporta a una angustia máxima (crisis). Reconoce su culpa y acepta su castigo como justo (anagnórisis), restableciéndose el equilibrio. Cuando este proceso es experimentado por el espectador, se da la catarsis. El espectador debe reconocer que si comete esos errores recibirá un castigo y deberá aceptarlo. No hay culpa sin castigo, y no hay castigo que no sea justo. Esto promueve el respeto a los dioses y crea una conciencia del orden, de la justicia y del deber.

 

ESTRUCTURA DE LA TRAGEDIA: la estructura de una obra es la distribución de las distintas partes que la componen. Además del elemento dramático, encontramos en la tragedia elementos épicos y líricos.

   El elemento épico está constituido por el asunto de la tragedia, que procede del epos, lo mismo que los caracteres de los personajes.

   La representación comenzaba con el sonido de una trompeta.

I- PRÓLOGO. Podía ser un diálogo o un monólogo. Orientaba al espectador acerca del tema, del tiempo, del lugar y de la acción. Así el público, que conocía el mito o leyenda en que se basaba la obra, podía ubicar qué parte del mito se trataría en la obra.

II- PÁRODOS. Se produce la entrada del coro, entonando una composición lírica. Los coreutas avanzan de 3 en 3 o de 5 en 5, precedida cada fila por un flautista. Esta primera intervención coral toma su nombre de los corredores por donde entraba el coro. Es en esta parte que el coro define su situación en la acción que se dramatiza.

III-  EPISODIO 1.  En cada episodio se desarrolla la acción de la obra, es decir, es el momento propiamente dramático. Los actores dialogan entre sí, monologan, o dialogan con el coro.

IV- ESTÁSIMO 1.  Canto lírico que entona el coro desde la Orkestra. En ese momento, las acciones se suspenden. Estos cantos separan los episodios e incitan a reflexionar sobre lo ocurrido.

V- Los episodios y estásimos se suceden, hasta llegar al episodio y estásimo V.

VI- ÉXODO. Canto del coro, que se retira. Fin de la obra.

 

La teoría de las tres unidades: La estética de la tragedia obliga a condensar y seleccionar todos los momentos para que la obra fuera armónica, equilibrada. Para esto se valen de reglas que denominan unidades, que son: de lugar, acción y tiempo. Es decir, un único hecho que ocurre en un lugar y en un solo día.

La unidad de acción significa que la tragedia debe desarrollar un solo asunto fundamental, eliminando todo lo que implique distracción. O sea, acción lineal y única. Esta regla fue formulada por Aristóteles.

   En algunas tragedias la acción se desarrolla normalmente; en otras existen elementos que alteran el curso de la acción haciéndola más compleja, como la peripecia y la anagnórisis, que contribuyen a conmover al espectador. La peripecia es un acontecimiento  que cambia la marcha normal de los hechos dándoles solución, o que simplemente transforma bruscamente la situación presentada, creando una contraria. En resumen, en un hecho anormal que altera el curso natural de la acción. La anagnórisis o reconocimiento, que ya fue explicada, consiste en que uno de los personajes entra en conocimiento de un hecho ignorado por él, muchas veces ya conocido por el público. Es, entonces, la transición de la ignorancia al conocimiento que engendra amistad y odio.

La unidad de tiempo es mencionada al pasar por Aristóteles, al comprobar como hecho normal que la fábula de la tragedia, a diferencia de la epopeya, no dura más de lo que tarda el sol en uno de sus giros, es decir, 24 horas; pero no hace de esta unidad una regla estricta como los neo-clásicos (siglo XVII), que llegaron a afirmar que la acción de la obra dramática, es decir de la fábula o argumento, debía durar el tiempo que dura la representación o pocas horas más.

Esta regla implica que para la representación no se tome una vida entera, sino un momento clave de ella donde gravite el pasado y el presente la modifique, repercutiendo sobre el supuesto futuro. El tiempo real, entonces, en general acompaña al de la tragedia, y existe un tercer tiempo que es el del recuerdo, en relación a los personajes cuya historia los espectadores conocían.

   Excepcionalmente, en algunas tragedias, durante los estásimos, entre episodio y episodio, se suponía que habían transcurrido algunos años.

La unidad de lugar hace que los personajes se encuentren siempre reunidos, y no exista la simultaneidad. Es decir: no existe el cambio de escena. Esta regla fue erigida en norma estética por los neo-clásicos, pero en el teatro griego si se observaba con bastante fidelidad era por una necesidad o exigencia pragmática de la representación: a consecuencia de la relativa imperfección de los decorados y de la ausencia de telón de boca no era posible representar gran variedad de lugares: la escena figuraba generalmente en el exterior de un palacio o de un templo, o un paisaje, etc. Pese a esto, en algunas tragedias, como en Las Euménides, se realizaba algún cambio de lugar.

 

Lenguaje y expresión: Dijimos anteriormente que así como la comedia trata sobre personajes bajos, y el lenguaje tiende a ser procaz y chabacano, en una tragedia, acorde con el nivel social y moral de los protagonistas, el lenguaje debe ser elevado, altamente retórico, poético.

    En la tragedia el dialecto empleado es el ático contemporáneo del poeta, pero enriquecido con expresiones tomadas de la épica, la lírica, o creadas por el autor. El ático puro se utiliza en las partes dialogadas y el ático con matices dóricos en los estásimos y demás partes cantadas por el coro.

   La obra se escribe en verso, siendo el trimetro yámbico el que se emplea preferentemente para el diálogo entre los personajes, aunque en los pasajes de mayor vivacidad solía utilizarse el tetrámetro trocaico, que había sido el metro de la tragedia primitiva.

 

LA REPRESENTACIÓN TEATRAL

   El teatro, junto con las competencias deportivas, se constituyó en el período ático en la actividad pública más importante de la polis, ya que se le atribuía a ambas actividades un elevado valor educativo. Por esto el Estado intervenía activamente en la organización del espectáculo. Primero se designaba a un Corega (ciudadano rico) que debía seleccionar, instruir y remunerar a los coreutas. Luego se seleccionaba al Poeta, y por último a los actores. Al principio era el poeta mismo, pero luego (a partir de Esquilo) se pasó a contar con dos, y finalmente con tres ( innovación de Sófocles). El primero era el protagonista (“primer luchador”), que es el que debe “resolver” el conflicto; luego estaba el deuteragonista (“segundo luchador”) y el tritagonista (“tercer luchador”).

   Las autoridades tomaban a su cargo, entonces, la realización de concursos dramáticos, donde los poetas debían presentar una tetralogía (3 tragedias y 1 drama satírico) en la competencia trágica, o una comedia en la competencia cómica. Se realizaban durante los tres últimos días de las fiestas en honor a Dionisos: por la mañana se representaba una tetralogía trágica y luego del mediodía, una o dos comedias. Terminaban con un juicio que llevaban a cabo jueces especialmente elegidos. El premio no tenía un valor material, sino que simbólicamente, se otorgaba una corona de laureles y algunas manzanas al vencedor, en representación de la gloria obtenida.



   Las representaciones en un principio se realizaban al aire libre. Luego se construyeron los teatros (“lugares de espectáculos”). Se establecían en lugares con pendientes naturales, como la ladera de una montaña. El siguiente paso fue construir gradas semicirculares, primeramente de madera, y a posteriori, de piedra. Cada sector del teatro tenía un nombre:

La Orkestra es la parte más antigua del teatro, la que está al pie de las gradas, entre los asientos del público y la escena. En esa explanada circular evoluciona el coro.

Timele, el altar al dios, estaba en el centro de la orkestra.  A su alrededor se desplazaban los coreutas.

El Proskenio es el espacio o tablado donde se mueven los actores. Se encuentra junto a la orkestra y frente a las gradas.

La Skené (“barraca” o “cabaña”) se alza detrás del proskenio y es donde los actores cambiaban su vestimenta, y donde estaba oculta al espectador la maquinaria necesaria para la representación (por ejemplo la que servía para imitar sonidos o la que permitía mostrar a los “dioses” apareciendo por el aire).

El Teatron es el lugar destinado a los espectadores, es decir, las gradas.



   El público eran los hombres de la ciudad con sus mujeres y niños. También se admitía la presencia de extranjeros. Las mujeres honorables y cultas asistían a las tragedias, pero no a las comedias. Cada espectador recibía con su entrada una contraseña que le indicaba dónde debía sentarse. El precio de la entrada era muy barato, pero en el siglo V, el estado daba el dinero a quien no pudiera pagar por su situación económica.

   En cuanto a los actores (de “hypokrités”: respondedor), no podían ser mujeres, por lo cual todos los roles eran cumplidos por hombres. Calzaban coturnos (calzados altos), que aumentaban su estatura, ocultaban sus rostros con máscaras (que traducían el carácter general del personaje, marcando la edad, el sexo, su condición social y el sentimiento que en él predominaba) y vestían largas túnicas y mantos. La vestimenta era muy rica y llegaba al piso, y no a la rodilla, como era lo normal en la vestimenta cotidiana. Los colores eran simbólicos: mujeres viejas verde y azul, las jóvenes de blanco y amarillo, los dioses de púrpura. Todo esto daba a las figuras mayor dimensión y aspecto majestuoso. El actor, en comparación con el coro, que mientras canta danza, se mueve poco en escena. Sus recursos eran el canto, la declamación, las actitudes y los gestos.

 

SÓFOCLES

Su biografía:  Nació en Atenas en 497 AC. Su padre fue un rico comerciante de armas. Estaba dotado de singular belleza, fue atleta y músico, brillante poeta como trageda y vivió intensamente los acontecimientos históricos de su patria (en tres ocasiones fue nombrado general de las tropas de guerra). Su vida estuvo plena de triunfos y honores, y contempló la solidez de la democracia ateniense.



   Escribió entre 113 y 139 tragedias de temas variados. Triunfó veinticuatro veces en los concursos. De esta abundante obra han llegado hasta nosotros sólo 7 tragedias: dos tratan el tema de Edipo (“Edipo Rey”, “Edipo en Colono”), en tres las protagonistas son mujeres (“Antígona”, “Las Traquinias”, “Electra”), y dos tienen como tema héroes del ciclo troyano (“Ayax”, “Filoctetes”). Todas ellas son obras de la madurez y vejez del poeta.

   Muere a los 90 años, en el 406 AC, un año antes de la batalla en que Esparta vence a Atenas. No llegó a presenciar la ruina de su patria.

 

Sus ideas: Sófocles se muestra, a través de sus obras, como un individuo profundamente religioso, y por ello en sus textos maneja dos esferas: la divina y la humana. De la esfera divina depende el éxito o la desgracia del hombre. Los dioses actúan sin conmoverse frente al sufrimiento humano, de acuerdo a un orden establecido. Si favorecen o no al individuo, no hay ninguna regla humanamente comprensible que determine qué hechos merecen tal actitud. Lo único cierto es que en todas las desgracias enviadas por los dioses, subyace una culpa del hombre.

   Sófocles toma sus historias de las leyendas, pero les da una elevada significación moral, pues no es únicamente la fatalidad que hace culpable al hombre, sino también sus propios actos. La grandeza trágica se origina en la tensión que se establece entre los incontrolables poderes superiores que rodean al héroe, y su voluntad de oponerse y luchar contra ellos. Es inevitable para toda alta naturaleza aceptar la lucha, que sentiría la rendición como un oprobio. Los personajes son simples por su trazado, pero grandes por su destino. Desarrolla toda la vida psíquica del héroe a partir de un hecho particular, sin esclarecer en detalle su psicología, permitiendo estas sombras la sugerencia y la imaginación.

   El sufrimiento es el fundamento del héroe y lo trágico es la imposibilidad de evitarlo; el protagonista se eleva al aceptarlos. Sófocles centra la mirada del espectador en el personaje para que , al conocer su desdicha, asuma todo lo patético y grotesco de sus errores (también los propios) y se produzca así el efecto de la catarsis y su aprendizaje.

   Se percibe el abismo que existe entre la apariencia (lo que el hombre cree que es), y la realidad (su destino, los designios divinos). En esto reside la ironía trágica, en el destaque del contraste entre las ilusiones del ser humano (representado en la obra por los grandes y poderosos) y la realidad, que termina por destruírlos.  No le corresponde al hombre comprender las acciones divinas; mucho menos juzgarlas. A pesar de esto, sus personajes conservan su dignidad y grandeza.

   El conflicto trágico surge de una ruptura del orden divino del mundo (los hombres intentan traspasar su moira y caen en pecado de hybris). Ese orden debe recomponerse, y a través del dolor se llega al autoconocimiento trágico ( “Conócete a ti mismo”, es una de las frases pintadas por las sacerdotisas del oráculo de Delfos, una frase fundamental en los valores de la cultura griega). Lo que deja indiferentes a los dioses, es lo que más le preocupa al hombre: la obtención de la felicidad.

   Aún sustentando este pensamiento, es el hombre el que ocupa el primer lugar en sus obras. La mayor ironía de Sófocles es mostrar en el desenlace, que no era en realidad el hombre, sino los dioses, quienes mostraban el camino. Al mostrar la trágica caída del héroe, que de forma consciente o inconsciente ha caído en hybris, se cumple la función educativa de la tragedia. Si eso le pasa a los grandes que son admirados por sus logros y valores, también y más lógicamente, puede pasarle al hombre común.

   El hombre debe aceptar sus límites y el hecho de que los dioses pueden tener razones momentáneamente extrañas para él, pero que finalmente llegan a su conocimiento.

   Sófocles fue considerado el más clásico de los tragedas, por ser quien lleva este género a su plenitud. Sus innovaciones técnicas fueron:

a-     desechar las trilogías ligadas por el mismo tema, optando por los dramas independientes entre sí;

b-    aumentar por motivos estéticos, el número de coreutas,  de 12 a 15;

c-     redujo la actividad del coro para privilegiar el diálogo ;

d-    aumentar el número de actores, de dos a tres, con el fin de lograr, a través de la oposición de caracteres, mejores efectos;

e-     cambiar las vestiduras clásicas de los personajes por vestidos corrientes;

f-      introducir los decorados pintados en la escenografía.