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sábado, 9 de mayo de 2020

Quiroga y su Decálogo del Perfecto Cuentista

   QUIROGA Y SU DECÁLOGO DEL PERFECTO CUENTISTA



   Horacio Quiroga, escritor nacido en Salto, Uruguay, en 1878, ostenta en la década del 20 la suficiente madurez literaria como para reflexionar acerca de la esencia de la escritura, y en particular sobre el género en el cual demostró su maestría: el cuento. A propósito de esto, escribió alrededor de treinta artículos teóricos donde muestra que tiene su propia concepción sobre el mismo, más allá de la influencia de otros escritores sobre su visión literaria y su obra.
   Entre tantos ensayos y publicaciones, destaca su Decálogo del Perfecto Cuentista, publicado por primera vez en la revista bonaerense Babel, en el año 1927.
   ¿Por qué "decálogo"? Un decálogo es un conjunto de diez reglas que se consideran básicas para alguna actividad. El antecedente de los diez mandamientos en el Antiguo Testamento de la Biblia, nos permite asociar a Quiroga con el rol de Dios, quien acerca a los humanos (escritores noveles) reglas "sagradas" que deben seguir. Quiroga se encuentra en la plenitud de su prestigio literario, y sabiendo que su opinión es leída y escuchada, desea compartir no sólo su visión, sino también su conocimiento y el secreto de su éxito.





DECÁLOGO DEL PERFECTO CUENTISTA


-I-
Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
-II-
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes con dominarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
-III-
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.
-IV-
Ten fe ciega, no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
-V-
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
-VI-
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba un viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
-VII-
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
-VIII- 
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. El cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta aunque no lo sea. 
-IX-
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino. 
-X-
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida en el cuento.

Comentario:
   El Decálogo es un compendio de las ideas teóricas que Quiroga tiene acerca del cuento, pero también es fruto de su oficio como cuentista. Algunos de sus consejos son atemporales, otros se entienden mejor contextualizándolos. 
   Si lo ubicamos literariamente, debemos partir de la base de que Quiroga es un narrador perteneciente a la denominada Generación del 900 de Uruguay. Esta generación de escritores manifestó en sus obras dos tendencias: modernista y realista. En general, los poetas fueron influidos por el Modernismo, y los narradores por el Realismo. Quiroga comenzó escribiendo poesía en clave modernista, pero muy pronto halló su verdadera vocación e incursionó en el género narrativo, donde sus mejores logros están en el relato breve. Es evidente el influjo del Realismo en sus textos, caracterizados por describir ambientes y presentar situaciones propias de una región geográfica y un paisaje determinados, la sencillez en el discurso de la voz narrativa, así como costumbres, vestimentas e inclusive vocabulario de los personajes. Del mismo modo la presentación de las conductas de sus personajes es realista y verosímil. Sin embargo no abandonó del todo el Modernismo, asociado sobre todo al efectismo del horror y la muerte, y los sentimientos refinados y morbosos en algunos de sus textos.
   Esta ubicación nos ayuda a comprender mejor el primer mandamiento de este decálogo, pues son mencionados los autores que Quiroga admiró, y que ejercieron fuerte influencia en su obra. Todos fueron autores notables del siglo XIX (sólo Kipling llegó a vivir también en el siglo XX, falleciendo en 1936), y destacaron por su obra narrativa. En definitiva, Quiroga plantea que ningún novel escritor debe avergonzarse de admirar a otros autores, ni tampoco, incluso, de imitarlos en algún momento de su crecimiento como creador (mandamiento III). Nadie, por más genial que sea, parte de cero, todos somos influidos por alguien anterior. Y si hay que admirar e imitar, al menos que sea a autores geniales. La propia maduración irá gestando la originalidad y el estilo personal. 
   El mandamiento II aconseja la humildad, el no creerse más de lo que se es realmente, diferenciar la confianza en uno mismo de la soberbia, pues la soberbia no permite aprender ni crecer. 
   Hasta el cuarto mandamiento, en que sugiere que no se puede ser un gran escritor sin la pasión de escribir, señalando indirectamente que la escritura debe ser ejercida con pureza, no por motivos ajenos como el éxito económico, la fama personal, etc, sino por el puro amor a la escritura, se trata sobre lo que forma al escritor y sus influencias (la admiración a un maestro, la imitación durante el aprendizaje, el motivo para escribir). 
   Del quinto al octavo, los consejos son más prácticos y tienen que ver con el oficio mismo de escribir el cuento.
   En estos consejos prácticos Quiroga deja en claro que la inspiración puede ser importante, pero no lo es más que el trabajo y la voluntad. No se trata, por ejemplo, como expresa en el mandamiento V, de esperar que venga la inspiración y ya, sino que la técnica del creador también debe apoyarse en lo racional y la planificación, por eso señala que desde el comienzo el autor debe saber hacia dónde se dirige la acción y cómo finalizará la historia. También apunta al concepto de que cada frase de un cuento tiene importancia, en parte por su brevedad, y que el inicio debe escribirse considerando ya el final.
   Los mandamientos VI y VII apuntan con distintas palabras al mismo concepto: escribir un cuento no  pasa por centrarse en los adornos, sino por apuntar a lo esencial. Por tanto, el exceso de retórica y adorno no es una cualidad para Quiroga, sino todo lo contrario. Apunta a un texto que se lea con fluidez y no coarte la agilidad de la lectura, sobrio,  despojado de todo lo que no sea imprescindible, siguiendo el viejo adagio de "menos es más". Eso no significa que no deban usarse recursos (él los empleó en sus cuentos), sino que deben ser los adecuados, los que aporten algo sustancial. Estos dos mandamientos son contrarios al espíritu retórico del Modernismo, y lo apartan de él.
   El mandamiento VIII apunta a la manera de trabajar a los personajes, a la necesidad de la verosimilitud y respeto por el lector. Si bien el autor es el dios de su creación, y la imaginación es amplia y poderosa, la acción y discurso debe ser creíble para el lector, de tal manera que éste se interese por la trama y se entusiasme con los personajes.
   La frase "El cuento es una novela depurada de ripios" merece una mención aparte. Demuestra que Quiroga diferenciaba al cuento de la novela no solamente por su extensión (el cuento es breve, la novela es un relato mucho más extenso), sino también por su esencia narrativa: el cuento debe ser mucho más intenso. La extensión de la novela permite al narrador "distraerse", ir y venir, detenerse en aspectos menos esenciales; la brevedad del cuento, en cambio, requiere concentración de elementos, intensidad, en menos espacio debe expresarse todo lo necesario. El vocablo "ripios" tiene una connotación peyorativa, ya que refiere a algo superfluo que se incluye para rellenar, y no porque aporte sustancia, degradando así la calidad del texto.
   El mandamiento IX expresa un concepto en parte ya aludido en el mandamiento V: el sentimiento y la inspiración (los elementos irracionales) son importantes, pero no bastan por sí solos para crear un gran cuento. Es necesaria también la razón, el trabajo sobre el texto, la planificación. Escribir bajo la emoción experimentada puede nublar la visión del creador. Esa emoción debe estar, pero elaborada, y para ello se requiere el paso del tiempo.
   Finalmente, el mandamiento X revela que el creador debe ser autónomo y escuchar sólo su voz interior, no guiarse por la búsqueda de la aceptación ni del aplauso social, ni basarse en la opinión de otros, aún si son cercanos. 

   Quiroga también escribió un Manual del Perfecto Cuentista, y Los Trucs del Perfecto Cuentista.