"No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del
mundo.
[...]
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no
podrán serla tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños genios como
yo,
y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
ni quedará sino estiércol de tantas conquistas
futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos
descerebrados con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o
menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
—sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni llegarán a oídos
de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque
tenga razón.
He soñado más que cuanto Napoleón hizo.
He abrazado contra el pecho hipotético más
humanidades que Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la
buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre tan sólo el
que tenía cualidades".
Analizando la biografía y obra de Pessoa, podemos deducir que aquí se reflejan sus pensamientos y emociones, aunque sea empleando como herramienta el texto lírico de un poeta ficticio. El choque entre la conciencia de ser genial y el no haber podido concretar logros apreciados socialmente, aparece en muchos escritos de Pessoa que trascienden su obra heteronímica. El inicio de "Tabaquería", por otra parte, denota la etapa en la que fue escrito el poema, ya que es una sumatoria de negaciones absolutas, que concluyen con la frustración por aspirar a algo imposible. La resignación de Caeiro, que sólo deseaba lo que podía obtener y nunca lo que no podía, aporta paz y felicidad, el conflicto de Álvaro de Campos, en cambio, concluye en frustración y dolor. Seguramente el poema alude a esta diferencia en estos versos:
"Con el aprendizaje que me dieron,
me descolgué por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
y si había gente era igual a la otra."
De Campos, paradójicamente, no pudo hallar su destino y su paz en el campo, como si pudo su maestro Alberto Caeiro. Seguramente porque el problema no estaba en lo que lo rodeaba, sino en su interior. Imposible ser feliz para quien es un individuo "lúcido, como si estuviese a punto de morir", para quien desea ser Dios e intenta trascender su naturaleza humana, falible y mortal:
"Cuanto más sienta, cuanto más sienta como varias personas,
cuanto más personalidades tenga,
cuanto más intensamente, estridentemente, las tenga,
cuanto más simultáneamente sienta con todas ellas,
cuanto más unificadamente diverso, dispersamente atento,
esté, sienta, viva, sea,
más poseeré la existencia total del universo,
más completo seré a lo largo del espacio entero.
más análogo seré a Dios, sea Dios quien sea,
porque sea Dios quien sea,
porque sea quien sea ciertamente lo es Todo
y fuera de Él sólo hay Él, y Todo para Él es poco." (De "Al final, la mejor manera de viajar es sentir"). He aquí la clara exposición de la insatisfacción del heterónimo, y seguramente, de Pessoa, aquí se explica la obsesión por ser múltiple y diverso, y abarcarlo todo: pretende asemejarse a Dios, o mejor aún, SER Dios. No en vano Pessoa ortónimo escribió: "¡Sé
plural como el universo!", y "Me
siento múltiple. [...] Como
el panteísta se siente árbol, e incluso flor, yo me siento varios seres. Me
siento vivir vidas ajenas, parcialmente, como si mi ser participara de todos
los hombres, incompletamente de cada uno, por una suma de no-yos sintetizados
en un yo postizo." No es sólo el drama de sentir la fragmentación del YO, es la tragedia de desear ser Dios sin poder serlo, y en definitiva, de vivir mediante la escritura, lo que su yo físico no pudo en su vida real.
La comprobación de la imposibilidad de conseguir su deseo y de amoldarse a la sociedad con sus criterios, normas y valoraciones, genera textos tan ricos como "Lisbon Revisited 1923":
"¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto, o lo contrario de
cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les haría, a todos, el
gusto.
Así, como soy, ¡tengan paciencia!
¡Váyanse al diablo sin mí,
O déjenme ir solo al diablo!
¿Para qué tenemos que ir juntos?"
Nada de lo que la sociedad considera valioso se vincula con Álvaro de Campos, él se siente marginal, separado definitivamente de la aceptación y mucho más de la admiración social (no admiración que es mutua). Dentro de esa marginalidad se define como soltero (hay críticos que sostienen que De Campos sería el único heterónimo homosexual de Pessoa), pendiente de lo trascendente y profundo, y rebelde, todos rasgos que la sociedad condena. El rebelde expresa su rechazo por el intento de la comunidad de dominarlo y someterlo, y les responde con una ironía lúdica ("Si yo fuese otra persona", que habilita a jugar con el tema de la máscara, el disfraz, y el conflicto del yo) y en un tono violento, exigiendo que lo dejen solo, pues no disfruta de la compañía de los demás.
Sin embargo, toda esa ira y acidez que aparecen tanto en "Tabaquería" como en la mayor parte de "Lisbon Revisited 1923", encubren un dolor interior punzante:
"¡Oh cielo azul el mismo de mi infancia
Eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh apacible Tajo ancestral y mudo,
Pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh dolor revisitado, Lisboa de otrora de hoy!
Nada me dan, nada me sacan, nada son que yo me
sienta." ("Lisbon Revisited 1923")
"En el tiempo en que festejaban el día de mi
cumpleaños,
yo era feliz y nadie había muerto.
En la casa antigua, incluso mi cumpleaños era una
tradición de siglos,
y la alegría de todos, y la mía, estaba asegurada con
una religión cualquiera.
En el tiempo en que festejaban el día de mi
cumpleaños,
tenía yo la gran salud de no entender cosa alguna,
de ser inteligente en medio de la familia,
y de no tener las esperanzas que los demás tenían
por mí.
Cuando llegué a tener esperanzas ya no supe tener
esperanzas.
Cuando llegué a mirar la vida, perdí el sentido de
la vida.
[...]
Lo que hoy soy es como la humedad en el corredor al
final de la casa,
que mancha las paredes…
lo que hoy soy (y la casa de quienes me amaron
tiembla a través de mis lágrimas),
lo que soy hoy es que hayan vendido la casa.
Es que hayan muerto todos,
es que haya sobrevivido yo a mí mismo como un
fósforo frío…" ("Aniversario")
La nostalgia y el dolor por la niñez perdida, pero sobre todo, por lo que esa niñez representa: inocencia, despreocupación y felicidad, el amor y todas las expectativas intactas de quienes lo rodeaban, no hace sino mostrar lo que no se menciona pero está omnipresente en todos los textos de esta última etapa creativa de Álvaro de Campos: la frustración del adulto, la sensación agobiante de fracaso e impotencia, la espera de la muerte entrevista en algunos de esos textos como la única salida, pero que no se buscará de manera voluntaria: "¡Déjenme en paz! No tardo, que yo nunca tardo.../¡Y mientras tarda el Abismo y el Silencio quiero
estar solo!" (final de "Lisbon Revisited 1923"); "Ya hoy no cumplo años./Perduro./Se me suman días./Seré viejo cuando lo sea./Y nada más." ("Aniversario").
.-BERNARDO SOARES, EL SEMIHETERÓNIMO-.
Como el propio Pessoa explicó, el concepto de semiheterónimo en el caso de Bernardo Soares procede de constituirse como una mutilación de su propio yo: "Soy yo menos el raciocinio y la afectividad". Y supuestamente, Soares se le aparece cuando Pessoa está cansado o con sueño.
La historia del Libro del Desasosiego, obra que Pessoa adjudica a Soares, es bastante compleja. Comencemos considerando que reúne escritos desde 1913 hasta el año de la muerte de Pessoa (1935), y que fue publicado en portugués por primera vez recién en el año 1982. Casi 50 años habían pasado desde la muerte de Pessoa, y es que no era fácil encarar la edición de ese libro, porque todo lo que había dejado Pessoa fueron textos en prosa dispersos y desordenados, mayoritariamente sin fechar, algunos con caligrafía y neologismos difíciles de entender, y con la confusa situación de que inicialmente, Pessoa había escrito estos textos bajo su propio nombre, luego adjudicó algunos de esos textos a un semiheterónimo denominado Victor Guedes, y recién a fines de la década de los 20 aparece por primera vez el nombre Bernardo Soares. Esta compleja situación ha incitado a muchos expertos a publicar su propia edición del Libro del Desasosiego, cada uno interpretando a su manera cuáles fragmentos incluir y cuáles no, el orden de los mismos, y en el caso de que implique traducción, como la versión en español que manejamos nosotros, se genera aún mayor diversidad.
En muchas cartas y testimonios Pessoa había mostrado su voluntad de ordenar sus papeles y escritos para publicar, sin embargo, la muerte lo encuentra antes de que pudiera hacerlo. Pero respecto al Libro del Desasosiego en particular surge la sensación, como señala Richard Zenith, de que es "un libro inviable". En sus propios escritos el título aclara: "Libro del Desasosiego, en preparación". Zenith también señala que Pessoa trabajó en esta obra el resto de su vida, pero cuanto más la preparaba, sentía que más inacabada quedaba.
Sobre la biografía de Bernardo Soares, tal vez por esa calidad de semiheterónimo que el propio Pessoa le brinda, no existen datos claros, más que los que puedan deducirse del propio Libro del Desasosiego, que se constituye de alguna manera en una autobiografía. Ángel Crespo señala que Pessoa y Soares coinciden en que ambos son solteros, vivieron alquilando en Lisboa, y trabajaron en la misma profesión, cosa lógica si recordamos que el propio Pessoa puntualizó que Bernardo Soares es él, menos la afectividad y el raciocinio. Pero el propio autor en su Libro del Desasosiego nos desmotiva a darle relevancia al aspecto biográfico: "Envidio -pero no sé si envidio- a aquellos de quienes se puede escribir una biografía, o
que pueden escribir la propia. En estas impresiones sin nexo, ni deseo de nexo, narro
indiferentemente mi biografía sin hechos, mi historia sin vida. Son mis Confesiones y, si
nada digo en ellas, es que no tengo nada que decir." Este planteo de Soares de alguna manera coincide con lo que Pessoa le había escrito a Joao Gaspar Simoes el 11 de diciembre de 1931, cuando expresa que para explicar a un artista, hay que estudiarlo exclusivamente como artista, que su aspecto humano sólo en lo que incida sustancialmente. Alberto Caeiro también había expresado algo similar: "Si, después de mi muerte, quieren escribir mi biografía,
No hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas –la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra cosa todos los días son míos."Esto significa que esta idea tiene mucha fuerza en Pessoa, ya que no sólo lo expresa mediante su ortónimo, sino también mediante algunos de sus heterónimos.
El título del libro nos aporta la sensación predominante del texto y de Soares. Refiere a un desasosiego existencial, a no poder sentirse feliz ni tranquilo en diversos aspectos, el desasosiego político, espiritual, el malestar de no sentirse comprendido por los demás ni sentirse a gusto con la sociedad en la que le tocó nacer y vivir. Menciona incluso, al estilo existencialista, la náusea de vivir: "A veces, cuando levanto la cabeza aturdida de los libros en que escribo las cuentas
ajenas y la ausencia de la propia vida siento una náusea física, que puede ser de inclinarme,
pero que trasciende a los números y a la desilusión. La vida me disgusta como una
medicina inútil. Y es entonces cuando siento con visiones claras lo fácil que sería alejarse
de este tedio si tuviese la simple fuerza de querer alejarlo de verdad.
Vivimos gracias a la acción, es decir gracias a la voluntad. A los que no sabemos
querer -seamos genios o mendigo nos hermana la impotencia. ¿De qué sirve llamarme
genio si soy ayudante de contabilidad?" La parte final del párrafo hermana a Soares con Álvaro de Campos en esa impotencia de sentirse genio pero no haber podido concretar nada. La diferencia está en que De Campos expresa su dolor y su ira, en cambio en Soares no notamos siquiera ese movimiento interior de pasión y rebeldía.
Tal vez esa angustia vital provenga de la fragmentación del yo sobre la que ya nos explayamos, ese desconocer quién se es ("Dios mío, Dios mío, ¿a quién asisto? ¿Cuántos soy? ¿Quién es yo? ¿Qué es este intervalo que hay entre mí y mí?"), o llegar como conclusión a la certeza de no ser más que sueño y escritura y nada más ("Hoy he llegado, de repente, a una sensación absurda y justa. Me he dado cuenta, en un
relámpago intimo, de que no soy nadie. Nadie, absolutamente nadie [...]No sé sentir, no sé pensar, no sé querer. Soy una figura de novela por escribir, que pasa
aérea, y deshecha sin haber sido, entre los sueños de quien no supo completarme."), y tomar conciencia de que ese desasosiego no tendrá fin en este mundo ("Al final de este día queda lo que quedó de ayer y quedará de mañana: el ansia
insaciable e innúmera de ser siempre el mismo y otro.").
De cualquier manera, existe en Soares un movimiento contradictorio entre el sentirse nadie pero al mismo tiempo ostentar una especie de orgullo por estar al margen de la sociedad: "Me da más pena de los que sueñan lo probable, lo legítimo y lo próximo, que de los que
devanean sobre lo lejano y lo extraño. Los que sueñan en grande, o están locos y creen en
lo que sueñan y son felices, o son devaneadores sencillos, para quienes el devaneo es una
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música del alma que los arrulla sin decirles nada. Pero el que sueña lo posible tiene la
posibilidad real de la verdadera desilusión. [...] Por eso amo los paisajes imposibles y las grandes zonas desiertas de las llanuras en las
que nunca voy a estar. Las épocas históricas pasadas son de pura maravilla, pues, desde
luego, no puedo pensar que se realizarán conmigo." Está claro que si bien la incomprensión ajena pudo empujarlo a adoptar recursos contra la soledad, al mismo tiempo la prefiere: "He rechazado siempre que me comprendiesen. Ser comprendido es prostituirse. Prefiero
ser tomado en serio como el que no soy, ignorado humanamente, con decencia y
naturalidad." Realmente Soares aparece casi como un anti social, aislado del mundo y sus pasiones: "Me considero feliz por no tener ya parientes. No me veo así en la obligación, que
inevitablemente me pesarla, de tener que amar a alguien. No tengo añoranzas sino
literariamente. [...] Nunca he amado a nadie".
Entre la lucidez y la baja autoestima, supone que los demás no pueden valorarlo ni respetarlo, y confunde realidad con su imaginación: "Paso por una calle y estoy viendo en la cara de los transeúntes, no la expresión que
realmente tienen, sino la expresión que tendrían para conmigo si conociesen mi vida, y
cómo soy yo, si se transparentase en mis gestos y en mi rostro la ridícula y tímida
anormalidad de mi alma. En ojos que no miran, sospecho burlas que encuentro naturales,
dirigidas contra la excepción inelegante que soy entre un montón de gente que hace y goza [...] Todos me apuntan con el dedo desde el fondo de sus almas. Me lapidan con alegres y
desdeñosas burlas todos los que pasan junto a mí. Camino entre fantasmas enemigos que mi
imaginación enferma ha imaginado y localizado en personas reales. Todo me abofetea y
escarnece. Y a veces, en pleno en medio de la calle -inobservado, al final-, me paro, dudo,
busco algo así como una súbita nueva dimensión, una puerta hacia el interior del espacio,
donde huir sin demora de mi conciencia de los demás, de mi intuición demasiado
objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.".
Del mismo modo, la vida anodina e inconsciente de los otros le causa compasión y horror: La monotonía de las vidas vulgares es, aparentemente, pavorosa. Estoy almorzando en
este restaurante vulgar, y miro, más allá del mostrador, la figura del cocinero; y aquí, a mi
lado, está de pie el camarero viejo que me sirve, como hace treinta años, creo, sirve en esta
casa. ¿Qué vidas son las de estos hombres? [...] Examino, con un asombro asustado, el panorama de estas vidas, y descubro, cuando voy
a sentir horror, pena, indignación ante ellas, que quien no siente horror, ni pena, ni
indignación, son los mismos que tendrían derecho a sentirlos, son los mismos que viven
esas vidas." Pero tampoco logra sentir nada demasiado profundo ni fuerte por los demás, se dedica más bien a ver, contemplar, soñar y escribir. En uno de los pasajes del libro, Soares comparte la desolación de haber perdido a su madre teniendo apenas un año de edad, y cómo eso incidió en su vida afectiva, dotándolo de una cierta indiferencia, ya que nunca fue amado sino como "postizo". Al mismo tiempo, recuerda su niñez solitaria y con lágrimas, y sigue sintiéndose niño aún de adulto ("Dios me creó para niño, y me dejó siempre niño. ¿Pero por qué dejó que la vida me
maltratase y me quitase los juguetes, y me dejase solo en el recreo, estrujando con unas
manos tan débiles el delantal azul sucio de lágrimas incesantes? Si yo no podía vivir sino
acariciado, ¿por qué echaron fuera a mi cariño? Ah, cada vez que veo en la calle a un niño
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llorando, un niño exiliado de los otros, me duele más que la tristeza del niño en el horror
desprevenido de mí corazón exhausto").
En definitiva, lo que nos muestra el Libro del desasosiego, son las reflexiones de un hombre solitario, cuya vida pasaba desapercibida exteriormente, pero cuyo espíritu inquieto se sentía ajeno al de la masa, un individuo que no encontraba acomodo en la sociedad y que se cuestionaba su propia existencia, su yo, y la esencia de la vida y del mundo. "Mis hábitos son de la soledad, que no de los hombres", citó Bernardo Soares en su obra, una frase que sin duda lo define enteramente.
.-Vínculos entre Fernando Pessoa y sus heterónimos-.
Las coincidencias entre Pessoa y su semiheterónimo Bernardo Soares ya fueron expuestas debido precisamente a la peculiaridad de su esencia ("Es un semiheterónimo porque, no siendo su personalidad la mía, no es diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. Soy yo menos el raciocinio y la afectividad"), pero además de lo ya señalado en términos de circunstancias biográficas, comparten la misma sensación de malestar o náusea frente a la sociedad, experimentan una soledad en parte buscada, el sentimiento de no encajar en el mundo en el que les tocó vivir, la conciencia de haber sido geniales pero haber desaprovechado sus talentos en un mundo que no los comprende.
Muchos son los investigadores y analistas de la obra de Pessoa que han reflexionado acerca de la esencia y el relacionamiento de los heterónimos entre sí y con su ortónimo. El propio Pessoa en carta a Joã0 Gaspar Simões, explica: “Puse
en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis
toda mi disciplina mental, vestida de la música que le es propia, puse en
Álvaro de Campos toda la emoción que no me doy ni a mí mismo ni a la vida”. Y el poeta Octavio Paz, por su parte, reflexiona: "Caeiro es el sol y en torno suyo giran Reis, Campos y el mismo Pessoa. En todos hay partículas de negación o de irrealidad: Reis cree en la forma, Campos en la sensación, Pessoa en los símbolos. Caeiro no cree en nada: existe... Caeiro es todo lo que no es Pessoa y, además, todo lo que no puede ser ningún poeta moderno: el hombre reconciliado con la naturaleza".
Realizando una somera comparativa entre los poetas heterónimos, llegamos a este cuadro:
CAEIRO
|
REIS
|
DE CAMPOS
|
Maestro.
|
Discípulo.
|
Discípulo.
|
Niega la filosofía. Confía sólo en sus sentidos. Paganismo. Matiz de Panteísmo. Estoicismo.
|
Paganismo. Estoicismo.
|
Existencialismo.
|
Sin educación curricular.
|
Doctor en medicina.
|
Ingeniero mecánico y naval.
|
Verso libre, lenguaje sencillo.
|
Influencia clásica (referencias míticas). Lenguaje culto.
|
Verso libre. Influencia de las Vanguardias.
|
Tono calmo, sereno, resignado.
|
Ídem Caeiro, pero más pomposo.
|
Tono desbordado, apasionado pero lúcido.
|
En cuanto a las semejanzas entre Pessoa y cada uno de sus heterónimos, de manera resumida podemos mostrarlo así:
a) Pessoa y Caeiro:
Si bien son más las diferencias que las semejanzas entre heterónimo y ortónimo, hay algunas coincidencias: ambos fueron solteros y solitarios, ambos de algún modo estuvieron al margen de la sociedad, ambos fueron poetas y murieron antes de poder publicar sus obras. Otro aspecto biográfico en el que puede hallarse coincidencia, es que cuando Pessoa se viene sin su madre y padrastro a vivir solo a Lisboa (a Caeiro supuestamente le murieron ambos padres, a Pessoa el padre y tuvo a su madre alejada varios años) tanto Caeiro en el campo como Pessoa en la ciudad terminan viviendo con una tía abuela. Así, siempre hay aunque sea un toque, algún detalle coincidente entre ambos. Por eso cuando Caeiro escribe:
"Si, después de mi muerte, quieren escribir mi biografía,
No hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas –la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra cosa todos los días son míos."
y "Si muero joven,
Sin poder publicar libro alguno,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letra impresa,
Pido que, si se quieren preocupar por mi causa,
No se preocupen.
Si así ocurrió, así está bien.
Aunque mis versos nunca sean impresos,
Allá tendrán su belleza, si fueren bellos.
Pero no pueden ser bellos y quedar por imprimir,
Porque las raíces pueden estar debajo de la tierra
Pero las flores florecen al aire libre y a la vista.
Tiene que ser así a la fuerza. Nada lo puede impedir.", parece que estuviéramos leyendo a Pessoa ortónimo. Pessoa siempre aseveró que no debía mezclarse la biografía de un artista con su obra, ni procurar explicar esa obra por los hechos acaecidos en su vida como norma, más que en lo más sustancial e inevitable. Asimismo, la historia objetiva nos indica que Pessoa murió relativamente joven (47 años), y sin haber podido publicar su principal obra (la heteronímica), y debieron pasar años para ser hallada, reconocida y publicada, por lo cual las palabras de Caeiro parecen una anticipación de lo que le ocurriría al autor, ya que cuando una obra tiene tal calidad, afirmó el heterónimo, tarde o temprano florecerá "al aire libre y a la vista".
b) Pessoa y Reis:
En cuanto a Reis, hay dos elementos muy notorios en que hallamos coincidencia entre ortónimo y heterónimo: el espíritu monárquico de Reis, que lo empujó a exiliarse en Brasil, y concuerda con el sebastianismo de Pessoa, y la actitud en cuanto a los vínculos sentimentales de pareja. Esto último: Pessoa tuvo una relación amorosa con una joven mecanógrafa a quien conoció en su trabajo como traductor, Ophélia Queiroz (cuando se conocen, ella tenía 19 años, y él 30). Es la única relación sentimental que se le conoce. Es famosa una carta que le envía en 1929, donde le informa con cortesía pero también mucha firmeza, que su dedicación a la literatura está por delante de cualquier otra cosa: "mi vida gira en torno a mi obra literaria – buena o mala, que sea, o podría ser. Todo lo demás en la vida tiene un interés secundario para mí: hay cosas que, por supuesto, estimaría tener, y otras que da igual vengan o no vengan. Es necesario que todos los que me tratan se convenzan de que estoy bien así, y que requerir de mí sentimientos, de hecho muy dignos, propios de un hombre ordinario y trivial, es como exigirme tener los ojos azules y el pelo rubio. Y tratarme como si fuera otra persona no es la mejor manera de conservar mi afecto. Mejor tratar así a quien sea así, pero en este caso es “dirigirse a otra persona”, o algo parecido. Me gustas mucho -mucho- Ophelinha. Aprecio mucho -muchísimo- tu carácter y tus sentimientos. Si me caso, no me casaré más que contigo. La cuestión es saber si el matrimonio, el hogar (o como se le quiera llamar) son cosas compatibles con mi vida y pensamientos. Yo lo dudo. Por ahora, y en breve, quiero organizar esta vida mía de pensamiento y trabajo. Si no puedo organizarla, está claro que ni siquiera podría pensar en el matrimonio.» Los biógrafos señalan que la relación sentimental de esta pareja fue tormentosa, que tuvieron varios ciclos en los que se distanciaban y luego se reconciliaban, hasta la ruptura final. Es evidente que Ophélia quería, como toda joven burguesa de la época, casarse, y Fernando en cambio, no. Finalmente, varios años después que Pessoa muriera, Ophélia decidió dar por cerrado ese ciclo amoroso y se casó con otro. Uno de los conflictos entre ambos era que Pessoa a veces pretendía jugar incluyendo a Álvaro de Campos, y Ophélia lo detestaba.
Pero volviendo a las semejanzas con Reis, uno de sus poemas más famosos se dirige a un tú lírico al cual denomina Lidia, muy al estilo clásico en que el poeta creaba un nombre poético a una amada para ocultar el verdadero. Pero en este extraño poema de amor, del cual ya citamos algunas estrofas, Reis le sugiere a Lidia que estén juntos pero de una manera serena, no pasional, así al separarse por la muerte, no sufrían tanto. Sabemos por biógrafos que Pessoa llevaba a Ophélia a pasear a orillas del río y en la Oda de Reis, en tanto, se lee;
"Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
Sosegadamente miremos su curso y aprendamos
Que la vida pasa, y no tenemos las manos enlazadas.
(Enlacemos las manos).
[...]
"Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos,
Si quisiésemos, cambiar besos y abrazos y caricias,
Pero que más vale estar sentados uno junto al otro
Oyendo correr el río y viéndolo."
Aquí se nota esa semejanza entre la manera en que entiende Pessoa la relación de pareja con Ophélia, y cómo lo expresa Reis en su oda a Lidia: el afecto pero sin dejarse dominar por la pasión, una cierta distancia afectiva y hasta física, dejando la sensación de que la compañía del otro es agradable para dejar transcurrir la vida, hasta que la muerte llegue, pero nada más. Un amor más platónico que otra cosa.
Por otra parte, este intento de vivir el amor, tanto del heterónimo como del ortónimo, puede asociarse al concepto de carpe diem horaciano que aparece en las Odas de Reis: "Rodéate de rosas, ama, bebe / Y calla. Lo demás es nada." Sabemos por ciertos testimonios que en realidad Fernando Pessoa, si bien sentía agrado, afecto y seguramente atracción por Ophélia, al menos cuando inició su relación con ella, lo hizo más porque quería saber qué se sentía cortejando a una mujer, que por la genuinidad de su sentimiento. Le envió muchas cartas hasta que conquistó su corazón y ella, joven soltera de clase media apegada a criterios de época, accedió a pasear con él a las orillas del río. Pero cuando Ophélia intentó seguir el curso estipulado por la sociedad, Fernando se salía de esos límites apreciados por la comunidad. No ponía interés en establecer fecha de casamiento, ni en soñar un futuro juntos como pareja casada, y para peor pretendía que Ophélia participara de sus juegos literarios, al punto que creó cartas donde Álvaro de Campos se dirigía a ella, y quiso aparecerse como Álvaro de Campos frente a ella también. Como ya aclaré, Ophélia detestaba estos juegos. Esto seguramente y algunos aspectos más que serían de su intimidad (no olvidemos que Pessoa tenía un vínculo bastante edípico con su madre, cuya muerte fue un golpe emocional durísimo para él), provocaron esa ruptura definitiva de la que hablábamos. Pero así como la Oda de Reis invita al carpe diem, Fernando, el marginado de todos, el diferente, el incomprendido y solitario, no quiso irse sin probar cierto placer de la vida, así que disfrutó del placer del arte, tuvo novia y bebió. Esto último se excedió del planteo del carpe diem, que no invita al exceso sino al disfrute mesurado del placer, y estuvo años ahogando en alcohol su pena y sus frustraciones. Iba a los boliches de poetas, artistas e intelectuales a pasar largas veladas denominadas tertulias, y bebía grandes dosis de vino y aguardiente. Y es su alcoholismo precisamente lo que lo conduce a la enfermedad y la muerte (cirrosis hepática).
c) Pessoa y De Campos:
Si con un heterónimo se sentía conectado Pessoa era con Álvaro de Campos. No necesariamente porque fueran tan semejantes, sino porque de alguna manera Pessoa lograba expresar a través de él, lo que de otra manera no podía. En carta a Casais Monteiro, confiesa: “Puse
en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis
toda mi disciplina mental, vestida de la música que le es propia, puse en
Álvaro de Campos toda la emoción que no me doy ni a mí mismo ni a la vida”. Es también el heterónimo que elige Pessoa para incluir como tercer integrante de la extraña relación amorosa que sostuvo con Ophélia Queiroz, y de quien se disfrazó alguna vez. Pero ahondando en textos del heterónimo, podemos hallar alguna coincidencia. Ambos estuvieron unidos a la ciudad de Lisboa parte de su vida, y fueron bilingües (portugués -inglés) por circunstancias biográficas, para ambos la niñez representa una parte de su vida en la que la familia depositó esperanzas en sus talentos, ambos eran solitarios y consideraban que la sociedad no podía comprenderlos, y de alguna manera, que la gente era bastante estúpida, ambos se creían geniales pero al mismo tiempo, malogrados. En poemas como Lisbon Revisited 1923 y 1926, Tabaquería , Aniversario, Al final, la mejor manera de viajar es sentir, Paso de las horas, etc, muchos conceptos parecen reflejar al ortónimo por detrás del heterónimo. Veamos algunos fragmentos como ejemplo:
"¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto, o lo contrario de
cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les haría, a todos, el
gusto.
Así, como soy, ¡tengan
paciencia!" (Lisbon Revisited 1923),
"Cuanto yo más sienta, cuanto yo más sienta como varias personas,
cuantas más personalidades tenga,
cuanto más intensamente, estridentemente las tenga,
cuanto más simultáneamente sienta con todas ellas,
cuanto más unificadamente diverso, dispersamente atento
esté, sienta, viva, sea,
más poseeré la existencia total del Universo,
más completo seré en el espacio entero afuera,
más análogo seré a Dios, sea él quién fuere,
porque, sea él quién fuere, ciertamente lo es Todo,
y fuera de Él solo hay Él, y Todo para Él es poco." (Al final, la mejor manera de viajar es sentir")
"Todos los amantes se besaron en mi alma,
todos los vagabundos durmieron un momento sobre mí,
todos los despreciados se reclinan un momento en mi hombro,
cruzaron la calle de mi brazo todos los viejos y enfermos
y hubo un secreto que me contaron todos los asesinos." (Paso de las horas)
"En el tiempo en que festejaban el día de mi
cumpleaños,
yo era feliz y nadie había muerto.
En la casa antigua, incluso mi cumpleaños era una
tradición de siglos,
y la alegría de todos, y la mía, estaba asegurada con
una religión cualquiera.
En el tiempo en que festejaban el día de mi
cumpleaños,
tenía yo la gran salud de no entender cosa alguna,
de ser inteligente en medio de la familia,
y de no tener las esperanzas que los demás tenían
por mí.
Cuando llegué a tener esperanzas ya no supe tener
esperanzas.
Cuando llegué a mirar la vida, perdí el sentido de
la vida." (Aniversario)
"Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la
cara.
Todos mis conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,
un parásito descarado,
un tipo imperdonablemente sucio
al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que fui ridículo, absurdo,
que me llevé por delante las alfombras de las
formalidades,
que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que recibí insultos sin abrir la boca
y que fui todavía más ridículo cuando la abrí;
yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que sentí los guiños de los changadores,
yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
yo que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse
a puñetazos.
Yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas
ridículas,
me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo." (Poema en línea recta)
"No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del
mundo.
[...]
Fracasé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese
nada.
[...]
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no
podrán serla tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños genios como
yo,
y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
ni quedará sino estiércol de tantas conquistas
futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos
descerebrados con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o
menos cierto?
[...]
Pero al menos queda de la amargura de lo que nunca
seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico quebrado hacia lo Imposible." (Tabaquería)
En estos fragmentos se hacen notorias ciertas semejanzas entre el ortónimo y su heterónimo, como la soledad, la marginalidad y extrañeza respecto a la sociedad; las expectativas debido a su talento durante su niñez y juventud, y el sentirse fracasado, malogrado, por no poder adaptarse a las exigencias y valoración social durante la adultez; la necesidad y el deseo de sentirse múltiple, de abarcarlo todo, de ser como Dios, pero en una contextura humana, lo cual conduce a la frustración. Y es fundamental resaltar que si De Campos logra expresar lo que Pessoa como Pessoa no puede, significa que muchas de las emociones que comparte el heterónimo son la vehiculización de los sentimientos de Fernando Pessoa.
En conclusión, lo que Pessoa construyó fue un universo de poesía, con sus luces y sus sombras, y abarcando toda la diversidad posible para un individuo humano.