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lunes, 8 de marzo de 2021

 FERNANDO PESSOA, CREADOR DE HETERÓNIMOS
PARTE 2



Tres heterónimos principales y un semi heterónimo-.

   En su carta más difundida, la que le escribió a Adolfo Casais Monteiro el 13 de enero de 1935, Pessoa relata cómo fue el génesis de sus principales heterónimos:

"Un día en el que finalmente desistí –fue el 8 de marzo de 1914- me acerqué a una cómoda alta y tomando un papel comencé a escribir, de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí de corrido treinta y tantos poemas, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiré definir. Fue el día triunfal de mi vida y nunca podré tener otro así. Abrí con un título, El Guardador de Rebaños. Y lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, a quien di al momento el nombre de Alberto Caeiro. Discúlpeme lo absurdo de la frase: apareció en mí mi maestro. Una vez escritos estos treinta y tantos poemas, inmediatamente tomé otro papel y escribí, también de corrido, los seis poemas que constituyen Lluvia Oblicua de Fernando Pessoa. Fue el regreso de Fernando Pessoa Alberto Caeiro a Fernando Pessoa él solo. O mejor, fue la reacción de Fernando Pessoa contra su inexistencia como Alberto Caeiro.

   Aparecido Alberto Caeiro, traté al punto de descubrirle unos discípulos. Arranqué de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, le descubrí el nombre y se lo ajusté a él mismo, porque entonces ya lo veía. Y de repente, y en derivación opuesta a la de Ricardo Reis, me surgió impetuosamente un nuevo individuo. De golpe y a máquina de escribir, sin interrupción ni enmienda, surgió la Oda Triunfal de Álvaro de Campos –la Oda con ese nombre y el hombre con el nombre que tiene. [...]

Mi semiheterónimo Bernardo Soares, que además se parece en muchas cosas a Álvaro de Campos, aparece siempre que estoy cansado o soñoliento, de manera que tengo un poco suspensas las cualidades de raciocinio y de inhibición. Es un semiheterónimo porque, no siendo su personalidad la mía, no es diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. Soy yo menos el raciocinio y la afectividad."

He aquí la presentación que el autor realiza de su propia creación a un tercero, saliéndose del juego dramático de heterónimos y ortónimo. La rememoración de ese día trascendente (8 de marzo de 1914) no sólo señala una cronología y un sentido en la aparición sucesiva de sus heterónimos principales (Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos, en ese orden), sino que también contrasta con la defensa que realiza el autor de la poesía puramente racional, ya que esa "aparición" es descrita como torrencial, y por tanto, consecuencia de un rapto de inspiración. 
   Respecto al concepto de "semiheterónimo", es interesante constatar que la obra adjudicada a Bernardo Soares, "El libro del desasosiego", fue en inicio obra ortónima, o sea que Pessoa escribió varios de sus fragmentos bajo su propio nombre, y sólo después aparece Bernardo Soares como otra personalidad heteronímica. Este dato permite entender mejor la denominación de semiheterónimo y su alcance. 
   Recordemos que Pessoa no sólo creó obra poética a cada uno de sus heterónimos, sino que además se los imaginaba físicamente, les creó una biografía y también una identidad donde además de nombres, les construyó una personalidad y pensamientos sobre distintos aspectos de la vida y la cultura. En esa misma carta, confiesa: "Yo veo delante de mí, en el espacio incoloro pero real del sueño, las caras, los gestos de Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Construí sus edades y sus vidas." Este pasaje denota la proximidad emocional del ortónimo con sus heterónimos, el vínculo estrecho a través del mundo del sueño.

.-ALBERTO CAEIRO, EL MAESTRO-.

   "Alberto Caeiro nació en 1889 y murió en 1915; nació en Lisboa, pero vivió casi toda su vida en el campo. No tuvo profesión, ni casi ninguna educación. [...] era de estatura media, y aunque frágil realmente (murió tuberculoso), no parecía tan frágil como era. [...] Cara afeitada todos –Caeiro rubio sin color, ojos azules"... [...] "Caeiro, como he dicho, no tuvo más educación que casi ninguna –sólo instrucción primaria; murieron pronto su padre y su madre y se quedó en la casa viviendo de unas pequeñas rentas. Vivía con una vieja tía, tía abuela."
   Es en la carta ya mencionada a Casais Monteiro, que Pessoa relata cómo visualizaba a Caeiro, y cómo imaginaba su vida y carácter. Pero la mayor parte de los que sabemos sobre Caeiro está en su obra, tres libros que fueron publicados en su totalidad sólo después de la muerte de Pessoa: El guardador de rebaños (49 poemas), El pastor amoroso (8 poemas) y los Poemas inconjuntos (68 poemas).
   Dice Harold Bloom que Caeiro influye sobre Pessoa, Reis y De Campos, pero que Caeiro no fue influido por nadie, pues fue un poeta "puro" o natural, casi sin educación, y que además murió muy joven (a los 26 años). Puede sonar paradójico que precisamente el heterónimo que no tuvo educación curricular fuese el maestro de los que fueron más cultos y hasta con títulos (Reis era doctor en medicina, y De Campos ingeniero naval), pero es que su condición de maestro admirado no tiene que ver con ese tipo de conocimiento o sabiduría.
   La clave para comprender a Caeiro como creador autónomo reside en algunos conceptos que vertebran su poesía: estoicismo, paganismo, objetivismo, negación de la filosofía (conclusión a la que llega filosofando, paradójicamente), y un concepto que el mismo Caeiro define brillantemente como "aprender a desaprender",
   El poema V de El guardador de rebaños comienza con el siguiente verso: "Hay metafísica bastante en no pensar en nada.", a modo de resumen de lo que el poema en su totalidad expresa. Caeiro afirma que no sabe lo que piensa del mundo, y que sólo pensaría en ello "si enfermase", que no existe ningún misterio, a no ser "que haya quien piense en el misterio", y que "la luz del sol vale más que los pensamientos/de todos los filósofos y de todos los poetas". Y añade: "¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen aquellos árboles?
La de ser verdes y copudos y tener ramas
Y la de dar fruto a su hora, lo que no nos hace pensar,
A nosotros, que no sabemos percibirlos.
¿Pero qué mejor metafísica que la de ellos,
Que es la de no saber para qué viven
Ni saber que no lo saben?"
   Los poemas de Caeiro son extremos, conducen el pensamiento hacia un punto en el cual debemos replantearnos los conceptos de existencia, filosofía, el individuo en el mundo, dios. Recostado en corrientes de pensamiento muy antiguas, se sale de los cánones de su actualidad. Desconoce la metafísica y defiende un punto de vista asociado al paganismo y el objetivismo, donde sólo existe lo que se percibe con los sentidos, y lo demás es considerado puro devaneo mental. Por eso de manera casi humorística expresa que se pondría a pensar en el mundo sólo si estuviese enfermo, lo cual por inversión, nos permite deducir que una actitud sana consiste en disfrutar de la naturaleza y de la existencia sin pensar en ello, sin cuestionarse ni buscar significados ocultos en lo que nos rodea. De alguna manera, se asemeja a la mirada inocente de un niño que experimenta pero no se cuestiona, o de un animal que forma parte de la naturaleza, y vive en ella sin racionalizar sobre lo que lo rodea o sus propias emociones.
   Este tono, que parece extremo y hasta humorístico, se reitera en estrofas posteriores del mismo poema cuando se refiere a Dios: 
   "No creo en Dios porque nunca lo vi. 
Si él quisiera que yo creyese en él,
Sin duda que vendría a hablar conmigo
Y entraría por mi puerta adentro
Diciéndome, ¡Aquí estoy!

 (Esto es tal vez ridículo a los oídos
De quien, por no saber lo que es mirar a las cosas,
No comprende a quien habla de ellas
Con el modo de hablar que reparar en ellas enseña)."
   De esto se trata el aprender a desaprender según Caeiro, mirar las cosas con otros ojos, no con la mirada que la cultura impone, romper esa "lógica" que en realidad es una concepción arbitraria que nos resulta lógica y entendible sólo porque así se adoctrina al ser humano desde que nace. En este caso Caeiro se distancia del concepto occidental de Dios, incorporando su noción a su visión de la naturaleza, en que sólo cree en lo que sus sentidos le muestran (por eso en el poema El guardador de rebaños, que da título a su libro, expone: "Pienso con los ojos y con los oídos/y con las manos y los pies/y con la nariz y la boca./
Pensar una flor es verla y olerla/y comerse una fruta es conocer su sentido."). 
   En el poema V donde sigue explicando su visión sobre Dios, también expresa que si Dios es las flores y los árboles y los montes y el sol y el claro de luna, entonces cree en él, sugiriendo una visión panteísta. Pero enseguida su pensamiento da un giro señalando que si Dios es todo eso, y se presenta como esos elementos naturales a su vista, entonces ¿para qué lo llamará Dios?, lo llamará tal como lo ve ("Le llamo flores y árboles y montes y sol y claro de luna"). Esto termina de confirmar que la metafísica no tiene lugar en su esquema mental.
   Según Octavio Paz, Alberto Caeiro es "Adán en una quinta de la provincia portuguesa, sin mujer, sin hijos y sin creador: sin conciencia, sin trabajo y sin religión". Un hombre solo que se constituye en un iniciador mediante su inocencia intelectual y cultural, ajeno a la metafísica, la religión y los pre conceptos culturales, "el único poeta de la Naturaleza", según su propia definición de sí mismo en Poemas Inconjuntos.
   Finalmente, desde el punto de vista conceptual, es importante señalar el peso del estoicismo en la obra de Caeiro, demostrado no sólo por su tono sereno y en parte resignado, sino también por las ideas que ostenta: 
"Fui feliz porque no pedí cosa alguna,
Ni procuré hallar nada,
Ni creí que hubiese más explicación
Que la de que la palabra explicación carece de sentido alguno.
 No deseé sino estar al sol o a la lluvia-
Al sol cuando había sol
Y a la lluvia cuando estaba lloviendo
(Y nunca la otra cosa)";

"Sentir es estar distraído";

"Amé las cosas sin sentimentalidad alguna.
Nunca tuve un deseo que no pudiese realizar, porque nunca cegué."
   Esa actitud de observador desapasionado, sin temor ni expectativa, sin tristeza ni alegría, expone su estoicismo y lo diferencia  con un heterónimo como Álvaro de Campos, posicionado en el extremo opuesto de la emocionalidad.
   
   Desde otro punto de vista, Pessoa construyó un personaje coherente en todos sus detalles, ya que a esa ausencia de educación curricular, se corresponde una escritura de menor nivel que la de un Reis o un De Campos. Así, el autor le confiesa a Casais Monteiro que "Caeiro escribía mal el portugués", y podemos notar que en su estilo literario no existen demasiados recursos retóricos, y que cuando aparecen consisten en tautologías y otras repeticiones (anáforas, paralelismos), enumeraciones, y alguna comparación y metáfora. Por eso resulta impactante considerar que los primeros poemas de Caeiro, Pessoa los escribió de un tirón y casi sin pensar, como un arrebato de inspiración, ya que su estilo y nivel de estudios era superior al de Caeiro, y muestra conciencia de esa diferencia y de que Caeiro "escribe mal". La explicación está en un proceso mental anterior que debió madurar aún sin saberlo el propio Pessoa, quien confiesa que puso en Caeiro todo su "poder de despersonalización dramática". Esto se hace evidente dado que, más allá de algunas coincidencias, sus diferencias con Caeiro, no sólo en estilo sino sobre todo en ideas, son muy notorias. Por dar un ejemplo, Caeiro considera algo absurdo la metafísica y no cree en Dios ni en lo esotérico, y Pessoa era creyente, y se apasionaba con el esoterismo y la astrología. Incluso llega a afirmar que algunas aseveraciones de Caeiro acerca de Dios le repugnan. También son enormes las diferencias de perspectiva de Caeiro con sus heterónimos "discípulos", como Reis y De Campos.


.-RICARDO REIS, EL DISCÍPULO PAGANO-.

   Veamos la presentación que Pessoa realiza de Ricardo Reis en la ya mencionada carta a Casais Monteiro: "Aparecido Alberto Caeiro, traté al punto de descubrirle unos discípulos. Arranqué de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, le descubrí el nombre y se lo ajusté a él mismo, porque entonces ya lo veía. [...] Ricardo Reis nació en 1887 en Oporto, es médico y está ahora en Brasil.[...] era un poco, pero muy poco, más bajo, más fuerte, más seco " (que Alberto Caeiro). "Cara afeitada todos –Caeiro rubio sin color, ojos azules; Reis de un vago moreno mate; [...] educado en un colegio de jesuitas, es, como he dicho, médico; vive en Brasil desde 1919, pues se desterró espontáneamente por ser monárquico. Es un latinista por educación ajena y un semihelenista por educación propia."
   Así visualizaba Pessoa a su heterónimo más instruido, el que además de haber finalizado exitosamente una carrera universitaria (doctor en medicina) estudió desde niño idiomas asociados con la cultura humanística, como el latín y el griego. Acorde con este nivel cultural, la obra poética de Reis, agrupada en un libro al que denominó Odas (Reis se inspira en esta composición lírica tradicional que surge en la Antigüedad, probablemente en las odas Horacianas) se apropia de personajes y conceptos mitológicos de la cultura grecolatina, basándose en el estoicismo (como su maestro Caeiro) y el epicureísmo. Para ejemplificar su concepción, veamos esta oda: "
No tengas nada en las manos
Ni una memoria en el alma,

 Que cuando te pusieren
En las manos el óbolo último,

 Al abrirte las manos
Nada te caerá.

 ¿Qué trono quieren darte
Que Átropos no te quite?

 ¿Qué laureles que no mustien
Los arbitrios de Minos?

 ¿Qué horas que no te tornen
Estatura de la sombra

 Que serás cuando fueres
En la noche y al fin del camino?

 Toma las flores mas suéltalas
De las manos tan pronto las mires.

 Siéntate al sol. Abdica
Y sé rey de ti mismo."
   La visión serena y desapasionada propia del estoicismo se hace evidente en toda la composición, mucho más donde Reis expresa "No tengas nada en las manos", o "Toma las flores mas suéltalas/ De las manos tan pronto las mires". El mundo está allí para ser contemplado y disfrutado, pero no es adecuado apegarse a él, ni siquiera si contemplamos belleza y disfrutamos placeres, entre otras razones porque nada es eterno, las flores se marchitan y los seres humanos mueren, y todo lo que nos es dado podemos perderlo. Ni siquiera la gloria es eterna. Apegarse a lo material, a lo mundano, nos esclaviza y provoca sufrimiento. Por eso el brillante final del poema sugiere: "Siéntate al sol. Abdica/ Y sé rey de ti mismo." La idea de sentarse al sol (actitud contemplativa frente a la naturaleza, disfrute pasivo y resignación) nos recuerda la influencia de Caeiro como maestro de este heterónimo, al igual que su paganismo, la diferencia está en el nivel cultural y léxico, Caeiro es más sencillo y Reis más elaborado y pomposo en la expresión. El verbo "abdicar" tiene el doble sentido de abandonar creencias u opiniones, lo cual apuntaría a una renovación íntima en la manera de ver el mundo, alejándose de lo que la sociedad valora (el éxito, la fama y la gloria, el dinero, el apego a las cosas materiales), y de renunciar a un cargo de importancia, como el de rey. En definitiva, aconseja separarse del ritmo dominante en la sociedad y vivir a su manera, convirtiéndose en tu propio dueño. 
   Dentro de esa visión pagana y epicureísta, nos encontramos con la incitación al carpe diem (locución latina que significa "aprovecha el día" y que sugiere disfrutar el momento), al tomar conciencia de que el transcurrir del tiempo es vertiginoso, que el ser humano es efímero, y que nada perdura eternamente, por esa razón se debe sostener una actitud serena pero al mismo tiempo de goce:
"¡Tan pronto pasa todo cuanto pasa!
¡Muere tan joven ante los dioses cuanto
 Muere! ¡Todo es tan poco!
Nada se sabe, todo se imagina.
Rodéate de rosas, ama, bebe
Y calla. Lo demás es nada."
   El no apego también se refleja en el plano afectivo, así lo expresa en esta oda que se sale de las características tradicionales de un poema de amor, dirigiéndose a un tú lírico (Lidia), invitándola a amar pero sin apasionamientos con tal de no sufrir:
"Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos,
Si quisiésemos, cambiar besos y abrazos y caricias,
Pero que más vale estar sentados uno junto al otro
Oyendo correr el río y viéndolo.

[…]

 Al menos, si fuera sombra antes, te has de acordar de mí después,
Sin que mi recuerdo te arda o te hiera o te mueva,
Porque nunca enlazamos las manos, ni nos besamos
Ni fuimos más que niños.

Y si antes que yo llevaras el óbolo al barquero sombrío,
Nada tendré que sufrir al acordarme de ti.
Me serás suave a la memoria recordándote así –a orillas del río,
Pagana triste y con flores en el regazo.”
   Esta actitud y este estilo clásicos contrastan fuertemente con el vanguardista emocional Álvaro de Campos, y si bien la visión pagana y tono sereno tienen conexión con la visión de Caeiro, como ya se explicó, el estilo culto y sentencioso, y las menciones mitológicas lo distancian de su maestro. Tampoco tiene el tono ni léxico de Pessoa como ortónimo, constituyéndose en un heterónimo original y de escritura autónoma.
   Las Odas de Reis reflejan el modo literario de ser de un individuo que toma el control de su vida liberándose de todo lo que lo ata a este mundo. Paradójicamente, la única manera de ser su propio dueño es despojarse de todo, desatarse de todo, incluso lo que da prestigio en la sociedad: "Quiere poco y tendrás todo,/quiere nada y serás libre."


.-ÁLVARO DE CAMPOS, VANGUARDISTA DESENCANTADO-.

   Este heterónimo es el más divergente entre los que creó Pessoa. Es el único en cuya obra podemos encontrar etapas, el único que en cierto momento fue vanguardista, el único con el que Pessoa llegó a jugar en su vida personal trascendiendo lo literario.
   Así lo presenta en su carta a Casais Monteiro: "Álvaro de Campos nació en Tavira, el día 15 de octubre de 1890. Éste es ingeniero naval (por Glasgow), pero ahora está aquí, en Lisboa, inactivo. [...] Álvaro de Campos es alto (1.75 m de estatura, 2 cm más que yo), delgado y un poco tendente a encorvarse. [...] entre blanco y moreno, tipo vagamente de judío portugués, sin embargo, el cabello liso y normalmente peinado al lado, monóculo. [...] .  Álvaro de Campos tuvo una educación normal de instituto; después fue mandado a Escocia a estudiar ingeniería, primero mecánica y después naval. En unas vacaciones hizo un viaje al Oriente, de donde resultó el Opiario. Le enseñó latín un tío de la Beira que era cura."
   Así como Caeiro y Reis, Álvaro de Campos nació en el día que Pessoa denomina como su día triunfal, el 8 de marzo de 1914: "De golpe y a máquina de escribir, sin interrupción ni enmienda, surgió la Oda Triunfal de Álvaro de Campos –la Oda con ese nombre y el hombre con el nombre que tiene."
   Las etapas literarias que podemos hallar en la obra de De Campos, son las siguientes: 1) Etapa decadentista, influida por el Simbolismo francés; 2) Etapa de influencia de las Vanguardias (eufórica); y 3) Etapa final, metafísica pesimista. La investigadora Teresa Rita Lopes sostiene que serían cuatro las etapas creativas de este heterónimo, pero lo más interesante es que afirma que la evolución literaria de Álvaro de Campos es coincidente con la de Fernando Pessoa en su obra ortónima.
   Si bien el primer poema que le surge a Pessoa de Álvaro de Campos es la "Oda Triunfal", este texto no pertenece a lo que sería la primera etapa creativa del heterónimo, y esto revela el grado de manejo racional que realiza el ortónimo de su obra heteronímica. Es Pessoa quien le construye etapas creativas, además de ser en definitiva el que compone todos los textos, incluyendo el intercambio epistolar, así como la "existencia" de sus heterónimos. A la primera etapa, la simbolista, pertenece el libro "Opiario", fruto de un viaje de Álvaro de Campos al Oriente, de donde regresa decepcionado e inmerso en el típico tedio decadente simbolista. En la segunda etapa podemos incluir al poema "Oda Triunfal", dentro de lo que sería la fase de influencia del Futurismo. Debemos recordar que Pessoa y Álvaro de Campos fueron los únicos integrantes de una vanguardia que creó Pessoa, el sensacionismo, y que aparece en la obra de Álvaro de Campos en esta etapa de influencia de la vanguardia. Finalmente, a partir de la maduración del heterónimo y por tanto de su obra, la euforia y fe en el futuro desaparecen, y comenzamos a ver su obra más profunda y de mayor calidad, al tiempo que más pesimista y de corte metafísico, como son los dos "Lisbon Revisited" y "Tabaquería".
   En definitiva, De Campos pasa de la abulia decadente, a la euforia por el progreso y el optimismo, para finalizar en la pérdida de la esperanza, melancolía con profundidad metafísica.
   De la primera etapa es ejemplo el poema "Opiario", que da nombre al primer libro del heterónimo, y que alude a la costumbre de ciertas zonas de Oriente de fumar opio:
"Creo que no vale la pena haber
ido al Oriente y visto la India y China.
La tierra es parecida y muy pequeña
y hay sólo una manera de vivir.

Por eso tomo opio. Es un remedio.
Soy un convaleciente del Momento.
Vivo en la planta baja del pensamiento
y ver pasar la vida me da tedio."

   He aquí la típica actitud decadentista, reflejando el tedio de la voz lírica, quien a pesar de haber viajado a países tan exóticos para la cultura occidental como India o China, siente que su viaje fue inútil, que en esencia la vida es igual allá que acá, y a lo sumo lo único que le aportó el destino de moda de la época es escapar de la realidad mediante el consumo de opio. Este tono contrasta fuertemente con el de sus poemas influidos por la Vanguardia, particularmente los vinculados con el Futurismo y su exultante alabanza a las máquinas. Tomemos como ejemplo el extenso poema "Oda triunfal", del cual cito algunos fragmentos:
"A la dolorosa luz de las grandes lámparas eléctricas de la fábrica
tengo fiebre y escribo.
Escribo rechinando los dientes, una fiera ante esta belleza,
ante esta belleza totalmente desconocida por los antiguos.
[...]
¡Ah, poder expresarse todo como un motor se expresa!
¡Ser completo como una máquina!
¡Poder ir por la vida triunfante como un automóvil último modelo!
¡Poder, al menos, penetrarme físicamente de todo esto,
rasgarme todo, abrirme completamente, volverme poroso
a todos los perfumes de aceites y calores y carbones
de esta flora estupenda, negra, artificial e insaciable!
[...]
¡Ea trenes, ea puentes, ea hoteles a la hora de cenar,
ea aparatos de todas las clases, férreos, brutos, mínimos,
instrumentos de precisión, aparatos de triturar, de cavar,
industrias, brocas, rotativas!
¡Ea! ¡ea! ¡ea!
¡Ea electricidad, nervios enfermos de la Materia!
¡Ea telegrafía sin hilos, simpatía metálica de lo Inconsciente!
¡Ea túneles, ea canales, Panamá, Kiel, Suez!
¡Ea todo el pasado dentro del presente!
¡Ea todo el futuro ya dentro de nosotros! ¡Ea!
¡Ea, ea, ea!
¡Frutos de hierro y útiles del árbol-fábrica cosmopolita!
¡Ea, ea, ea! ¡ea-ho-ho-ho!
No sé que existo para dentro. Giro, doy vueltas, me ingenio.
Me enganchan en todos los trenes.
Me izan en todos los muelles.
Giro dentro de las hélices de todos los barcos.
¡Ea! ¡Hurra! ¡Ea!
¡Ea! ¡Soy el calor mecánico y la electricidad!
¡Ea! ¡Y los rails y las casas de máquinas y Europa!
¡Ea y hurra por mi-todo y en todo, máquinas trabajando, ea!
[...]
¡Ah, no ser yo todo el mundo y todos los sitios!"
   Recordemos que este poema es con el que se le presentó Álvaro de Campos a la conciencia a Pessoa, el primero, entonces, de este heterónimo, escrito ese 8 de marzo de 1914, pero que forma parte de su segunda etapa creativa, según su creador. Es evidente la influencia del Futurismo y de Walt Whitman, lo primero por su exaltación del progreso y de las máquinas; lo segundo, por su tono entusiasta ante la existencia y la aspiración cósmica de abarcarlo todo. Todo esto devendrá en melancolía, pesimismo y nostalgia posteriormente. Esa ansia de abarcarlo todo, expresada de manera explícita en el último verso del poema, coincide con el deseo de Pessoa de abarcar más de lo que un individuo puede, y que lo empujó a crear heterónimos. Este deseo también lo expresa De Campos en poemas de su última etapa literaria, lo cual implica que si bien se produce una evolución en él, hay temas y emociones sustanciales que se repiten desde su inicio hasta su maduración, como obsesiones que se constituyen en ejes de su obra.
   En su tercera etapa creativa escribe sus mejores poemas, muchos dominados por un espíritu existencialista acorde con su tono pesimista y desencantado. Los deseos son los mismos, pero la ilusión de conseguir lo deseado, se termina. Predomina una sensación de derrota, de nostalgia por el pasado y por todo lo perdido, de desesperanza, todo lo cual, señalan los biógrafos, se acompasa al ánimo de Pessoa.
   En "Tabaquería" expresa:
"No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
[...]
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no podrán serla tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños genios como yo,
y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
ni quedará sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos descerebrados con tantas certezas!                    
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
—sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni llegarán a oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que cuanto Napoleón hizo.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre tan sólo el que tenía cualidades".
   Analizando la biografía y obra de Pessoa, podemos deducir que aquí se reflejan sus pensamientos y emociones, aunque sea empleando como herramienta el texto lírico de un poeta ficticio. El choque entre la conciencia de ser genial y el no haber podido concretar logros apreciados socialmente, aparece en muchos escritos de Pessoa que trascienden su obra heteronímica. El inicio de "Tabaquería", por otra parte, denota la etapa en la que fue escrito el poema, ya que es una sumatoria de negaciones absolutas, que concluyen con la frustración por aspirar a algo imposible. La resignación de Caeiro, que sólo deseaba lo que podía obtener y nunca lo que no podía, aporta paz y felicidad, el conflicto de Álvaro de Campos, en cambio, concluye en frustración y dolor. Seguramente el poema alude a esta diferencia en estos versos:
"Con el aprendizaje que me dieron,
me descolgué por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
y si había gente era igual a la otra."
   De Campos, paradójicamente, no pudo hallar su destino y su paz en el campo, como si pudo su maestro Alberto Caeiro. Seguramente porque el problema no estaba en lo que lo rodeaba, sino en su interior. Imposible ser feliz para quien es un individuo "lúcido, como si estuviese a punto de morir", para quien desea ser Dios e intenta trascender su naturaleza humana, falible y mortal:
"Cuanto más sienta, cuanto más sienta como varias personas,
cuanto más personalidades tenga,
cuanto más intensamente, estridentemente, las tenga,
cuanto más simultáneamente sienta con todas ellas,
cuanto más unificadamente diverso, dispersamente atento,
esté, sienta, viva, sea,
más poseeré la existencia total del universo,
más completo seré a lo largo del espacio entero.
más análogo seré a Dios, sea Dios quien sea,
porque sea Dios quien sea,
porque sea quien sea ciertamente lo es Todo
y fuera de Él sólo hay Él, y Todo para Él es poco." (De "Al final, la mejor manera de viajar es sentir"). He aquí la clara exposición de la insatisfacción del heterónimo, y seguramente, de Pessoa, aquí se explica la obsesión por ser múltiple y diverso, y abarcarlo todo: pretende asemejarse a Dios, o mejor aún, SER Dios. No en vano Pessoa ortónimo escribió: "
¡Sé plural como el universo!", y "Me siento múltiple. [...] Como el panteísta se siente árbol, e incluso flor, yo me siento varios seres. Me siento vivir vidas ajenas, parcialmente, como si mi ser participara de todos los hombres, incompletamente de cada uno, por una suma de no-yos sintetizados en un yo postizo." No es sólo el drama de sentir la fragmentación del YO, es la tragedia de desear ser Dios sin poder serlo, y en definitiva, de vivir mediante la escritura, lo que su yo físico no pudo en su vida real.
   La comprobación de la imposibilidad de conseguir su deseo y de amoldarse a la sociedad con sus criterios, normas y valoraciones, genera textos tan ricos como "Lisbon Revisited 1923":
"¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto, o lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les haría, a todos, el gusto.
Así, como soy, ¡tengan paciencia!
¡Váyanse al diablo sin mí,
O déjenme ir solo al diablo!
¿Para qué tenemos que ir juntos?" 
   Nada de lo que la sociedad considera valioso se vincula con Álvaro de Campos, él se siente marginal, separado definitivamente de la aceptación y mucho más de la admiración social (no admiración que es mutua). Dentro de esa marginalidad se define como soltero (hay críticos que sostienen que De Campos sería el único heterónimo homosexual de Pessoa), pendiente de lo trascendente y profundo, y rebelde, todos rasgos que la sociedad condena. El rebelde expresa su rechazo por el intento de la comunidad de dominarlo y someterlo, y les responde con una ironía lúdica ("Si yo fuese otra persona", que habilita a jugar con el tema de la máscara, el disfraz, y el conflicto del yo) y en un tono violento, exigiendo que lo dejen solo, pues no disfruta de la compañía de los demás.
   Sin embargo, toda esa ira y acidez que aparecen tanto en "Tabaquería" como en la mayor parte de "Lisbon Revisited 1923", encubren un dolor interior punzante:
"¡Oh cielo azul — el mismo de mi infancia —
Eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh apacible Tajo ancestral y mudo,
Pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh dolor revisitado, Lisboa de otrora de hoy!
Nada me dan, nada me sacan, nada son que yo me sienta." ("Lisbon Revisited 1923")

"En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
yo era feliz y nadie había muerto.
En la casa antigua, incluso mi cumpleaños era una tradición de siglos,
y la alegría de todos, y la mía, estaba asegurada con una religión cualquiera.

 En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
tenía yo la gran salud de no entender cosa alguna,
de ser inteligente en medio de la familia,
y de no tener las esperanzas que los demás tenían por mí.
Cuando llegué a tener esperanzas ya no supe tener esperanzas.
Cuando llegué a mirar la vida, perdí el sentido de la vida.
[...]
Lo que hoy soy es como la humedad en el corredor al final de la casa,
que mancha las paredes…
lo que hoy soy (y la casa de quienes me amaron tiembla a través de mis lágrimas),
lo que soy hoy es que hayan vendido la casa.
Es que hayan muerto todos,
es que haya sobrevivido yo a mí mismo como un fósforo frío…" ("Aniversario")
   La nostalgia y el dolor por la niñez perdida, pero sobre todo, por lo que esa niñez representa: inocencia, despreocupación y felicidad, el amor y todas las expectativas intactas de quienes lo rodeaban, no hace sino mostrar lo que no se menciona pero está omnipresente en todos los textos de esta última etapa creativa de Álvaro de Campos: la frustración del adulto, la sensación agobiante de fracaso e impotencia, la espera de la muerte entrevista en algunos de esos textos como la única salida, pero que no se buscará de manera voluntaria: "¡Déjenme en paz! No tardo, que yo nunca tardo.../¡Y mientras tarda el Abismo y el Silencio quiero estar solo!" (final de "Lisbon Revisited 1923"); "Ya hoy no cumplo años./Perduro./Se me suman días./Seré viejo cuando lo sea./Y nada más." ("Aniversario").

.-BERNARDO SOARES, EL SEMIHETERÓNIMO-.

   Como el propio Pessoa explicó, el concepto de semiheterónimo en el caso de Bernardo Soares procede de constituirse como una mutilación de su propio yo: "Soy yo menos el raciocinio y la afectividad". Y supuestamente, Soares se le aparece cuando Pessoa está cansado o con sueño.
   La historia del Libro del Desasosiego, obra que Pessoa adjudica a Soares, es bastante compleja. Comencemos considerando que reúne escritos desde 1913 hasta el año de la muerte de Pessoa (1935), y que fue publicado en portugués por primera vez recién en el año 1982. Casi 50 años habían pasado desde la muerte de Pessoa, y es que no era fácil encarar la edición de ese libro, porque todo lo que había dejado Pessoa fueron textos en prosa dispersos y desordenados, mayoritariamente sin fechar, algunos con caligrafía y neologismos difíciles de entender, y con la confusa situación de que inicialmente, Pessoa había escrito estos textos bajo su propio nombre, luego adjudicó algunos de esos textos a un semiheterónimo denominado Victor Guedes, y recién a fines de la década de los 20 aparece por primera vez el nombre Bernardo Soares. Esta compleja situación ha incitado a muchos expertos a publicar su propia edición del Libro del Desasosiego, cada uno interpretando a su manera cuáles fragmentos incluir y cuáles no, el orden de los mismos, y en el caso de que implique traducción, como la versión en español que manejamos nosotros, se genera aún mayor diversidad.
   En muchas cartas y testimonios Pessoa había mostrado su voluntad de ordenar sus papeles y escritos para publicar, sin embargo, la muerte lo encuentra antes de que pudiera hacerlo. Pero respecto al Libro del Desasosiego en particular surge la sensación, como señala Richard Zenith, de que es "un libro inviable". En sus propios escritos el título aclara: "Libro del Desasosiego, en preparación". Zenith también señala que Pessoa trabajó en esta obra el resto de su vida, pero cuanto más la preparaba, sentía que más inacabada quedaba.
   Sobre la biografía de Bernardo Soares, tal vez por esa calidad de semiheterónimo que el propio Pessoa le brinda, no existen datos claros, más que los que puedan deducirse del propio Libro del Desasosiego, que se constituye de alguna manera en una autobiografía. Ángel Crespo señala que Pessoa y Soares coinciden en que ambos son solteros, vivieron alquilando en Lisboa, y trabajaron en la misma profesión, cosa lógica si recordamos que el propio Pessoa puntualizó que Bernardo Soares es él, menos la afectividad y el raciocinio. Pero el propio autor en su Libro del Desasosiego nos desmotiva a darle relevancia al aspecto biográfico:  "Envidio -pero no sé si envidio- a aquellos de quienes se puede escribir una biografía, o que pueden escribir la propia. En estas impresiones sin nexo, ni deseo de nexo, narro indiferentemente mi biografía sin hechos, mi historia sin vida. Son mis Confesiones y, si nada digo en ellas, es que no tengo nada que decir." Este planteo de Soares de alguna manera coincide con lo que Pessoa le había escrito a Joao Gaspar Simoes el 11 de diciembre de 1931, cuando expresa que para explicar a un artista, hay que estudiarlo exclusivamente como artista, que su aspecto humano sólo en lo que incida sustancialmente. Alberto Caeiro también había expresado algo similar: "Si, después de mi muerte, quieren escribir mi biografía,
No hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas –la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra cosa todos los días son míos."Esto significa que esta idea tiene mucha fuerza en Pessoa, ya que no sólo lo expresa mediante su ortónimo, sino también mediante algunos de sus heterónimos.
   El título del libro nos aporta la sensación predominante del texto y de Soares. Refiere a un desasosiego existencial, a no poder sentirse feliz ni tranquilo en diversos aspectos, el desasosiego político, espiritual, el malestar de no sentirse comprendido por los demás ni sentirse a gusto con la sociedad en la que le tocó nacer y vivir. Menciona incluso, al estilo existencialista, la náusea de vivir: "A veces, cuando levanto la cabeza aturdida de los libros en que escribo las cuentas ajenas y la ausencia de la propia vida siento una náusea física, que puede ser de inclinarme, pero que trasciende a los números y a la desilusión. La vida me disgusta como una medicina inútil. Y es entonces cuando siento con visiones claras lo fácil que sería alejarse de este tedio si tuviese la simple fuerza de querer alejarlo de verdad. Vivimos gracias a la acción, es decir gracias a la voluntad. A los que no sabemos querer -seamos genios o mendigo nos hermana la impotencia. ¿De qué sirve llamarme genio si soy ayudante de contabilidad?" La parte final del párrafo hermana a Soares con Álvaro de Campos en esa impotencia de sentirse genio pero no haber podido concretar nada. La diferencia está en que De Campos expresa su dolor y su ira, en cambio en Soares no notamos siquiera ese movimiento interior de pasión y rebeldía.
   Tal vez esa angustia vital provenga de la fragmentación del yo sobre la que ya nos explayamos, ese desconocer quién se es ("Dios mío, Dios mío, ¿a quién asisto? ¿Cuántos soy? ¿Quién es yo? ¿Qué es este intervalo que hay entre mí y mí?"), o llegar como conclusión a la certeza de no ser más que sueño y escritura y nada más ("Hoy he llegado, de repente, a una sensación absurda y justa. Me he dado cuenta, en un relámpago intimo, de que no soy nadie. Nadie, absolutamente nadie [...]No sé sentir, no sé pensar, no sé querer. Soy una figura de novela por escribir, que pasa aérea, y deshecha sin haber sido, entre los sueños de quien no supo completarme."), y tomar conciencia de que ese desasosiego no tendrá fin en este mundo ("Al final de este día queda lo que quedó de ayer y quedará de mañana: el ansia insaciable e innúmera de ser siempre el mismo y otro.").
   De cualquier manera, existe en Soares un movimiento contradictorio entre el sentirse nadie pero al mismo tiempo ostentar una especie de orgullo por estar al margen de la sociedad: "Me da más pena de los que sueñan lo probable, lo legítimo y lo próximo, que de los que devanean sobre lo lejano y lo extraño. Los que sueñan en grande, o están locos y creen en lo que sueñan y son felices, o son devaneadores sencillos, para quienes el devaneo es una 35 música del alma que los arrulla sin decirles nada. Pero el que sueña lo posible tiene la posibilidad real de la verdadera desilusión. [...] Por eso amo los paisajes imposibles y las grandes zonas desiertas de las llanuras en las que nunca voy a estar. Las épocas históricas pasadas son de pura maravilla, pues, desde luego, no puedo pensar que se realizarán conmigo." Está claro que si bien la incomprensión ajena pudo empujarlo a adoptar recursos contra la soledad, al mismo tiempo la prefiere: "He rechazado siempre que me comprendiesen. Ser comprendido es prostituirse. Prefiero ser tomado en serio como el que no soy, ignorado humanamente, con decencia y naturalidad." Realmente Soares aparece casi como un anti social, aislado del mundo y sus pasiones: "Me considero feliz por no tener ya parientes. No me veo así en la obligación, que inevitablemente me pesarla, de tener que amar a alguien. No tengo añoranzas sino literariamente. [...] Nunca he amado a nadie".
   Entre la lucidez y la baja autoestima, supone que los demás no pueden valorarlo ni respetarlo, y confunde realidad con su imaginación: "Paso por una calle y estoy viendo en la cara de los transeúntes, no la expresión que realmente tienen, sino la expresión que tendrían para conmigo si conociesen mi vida, y cómo soy yo, si se transparentase en mis gestos y en mi rostro la ridícula y tímida anormalidad de mi alma. En ojos que no miran, sospecho burlas que encuentro naturales, dirigidas contra la excepción inelegante que soy entre un montón de gente que hace y goza [...] Todos me apuntan con el dedo desde el fondo de sus almas. Me lapidan con alegres y desdeñosas burlas todos los que pasan junto a mí. Camino entre fantasmas enemigos que mi imaginación enferma ha imaginado y localizado en personas reales. Todo me abofetea y escarnece. Y a veces, en pleno en medio de la calle -inobservado, al final-, me paro, dudo, busco algo así como una súbita nueva dimensión, una puerta hacia el interior del espacio, donde huir sin demora de mi conciencia de los demás, de mi intuición demasiado objetivada de la realidad de las vivas almas ajenas.". 
   Del mismo modo, la vida anodina e inconsciente de los otros le causa compasión y horror: La monotonía de las vidas vulgares es, aparentemente, pavorosa. Estoy almorzando en este restaurante vulgar, y miro, más allá del mostrador, la figura del cocinero; y aquí, a mi lado, está de pie el camarero viejo que me sirve, como hace treinta años, creo, sirve en esta casa. ¿Qué vidas son las de estos hombres? [...] Examino, con un asombro asustado, el panorama de estas vidas, y descubro, cuando voy a sentir horror, pena, indignación ante ellas, que quien no siente horror, ni pena, ni indignación, son los mismos que tendrían derecho a sentirlos, son los mismos que viven esas vidas." Pero tampoco logra sentir nada demasiado profundo ni fuerte por los demás, se dedica más bien a ver, contemplar, soñar y escribir. En uno de los pasajes del libro, Soares comparte la desolación de haber perdido a su madre teniendo apenas un año de edad, y cómo eso incidió en su vida afectiva, dotándolo de una cierta indiferencia, ya que nunca fue amado sino como "postizo". Al mismo tiempo, recuerda su niñez solitaria y con lágrimas, y sigue sintiéndose niño aún de adulto ("Dios me creó para niño, y me dejó siempre niño. ¿Pero por qué dejó que la vida me maltratase y me quitase los juguetes, y me dejase solo en el recreo, estrujando con unas manos tan débiles el delantal azul sucio de lágrimas incesantes? Si yo no podía vivir sino acariciado, ¿por qué echaron fuera a mi cariño? Ah, cada vez que veo en la calle a un niño 172 llorando, un niño exiliado de los otros, me duele más que la tristeza del niño en el horror desprevenido de mí corazón exhausto").
   En definitiva, lo que nos muestra el Libro del desasosiego, son las reflexiones de un hombre solitario, cuya vida pasaba desapercibida exteriormente, pero cuyo espíritu inquieto se sentía ajeno al de la masa, un individuo que no encontraba acomodo en la sociedad y que se cuestionaba su propia existencia, su yo, y la esencia de la vida y del mundo. "Mis hábitos son de la soledad, que no de los hombres", citó Bernardo Soares en su obra, una frase que sin duda lo define enteramente.

.-Vínculos entre Fernando Pessoa y sus heterónimos-.

   Las coincidencias entre Pessoa y su semiheterónimo Bernardo Soares ya fueron expuestas debido precisamente a la peculiaridad de su esencia ("Es un semiheterónimo porque, no siendo su personalidad la mía, no es diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. Soy yo menos el raciocinio y la afectividad"), pero además de lo ya señalado en términos de circunstancias biográficas, comparten la misma sensación de malestar o náusea frente a la sociedad, experimentan una soledad en parte buscada, el sentimiento de no encajar en el mundo en el que les tocó vivir, la conciencia de haber sido geniales pero haber desaprovechado sus talentos en un mundo que no los comprende.
   
   Muchos son los investigadores y analistas de la obra de Pessoa que han reflexionado acerca de la esencia y el relacionamiento de los heterónimos entre sí y  con su ortónimo. El propio Pessoa en carta a Joã0 Gaspar Simões, explica: “Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, vestida de la música que le es propia, puse en Álvaro de Campos toda la emoción que no me doy ni a mí mismo ni a la vida”.  Y el poeta Octavio Paz, por su parte, reflexiona:  "Caeiro es el sol y en torno suyo giran Reis, Campos y el mismo Pessoa. En todos hay partículas de negación o de irrealidad: Reis cree en la forma, Campos en la sensación, Pessoa en los símbolos. Caeiro no cree en nada: existe... Caeiro es todo lo que no es Pessoa y, además, todo lo que no puede ser ningún poeta moderno: el hombre reconciliado con la naturaleza".

   Realizando una somera comparativa entre los poetas heterónimos, llegamos a este cuadro:

CAEIRO

REIS

DE CAMPOS

Maestro.

Discípulo.

Discípulo.

Niega la filosofía.
Confía sólo en sus sentidos. Paganismo. Matiz de Panteísmo.
Estoicismo.

Paganismo.
Estoicismo.

Existencialismo.

Sin educación curricular.

Doctor en medicina.

Ingeniero mecánico y naval.

Verso libre, lenguaje sencillo.

Influencia clásica (referencias míticas). Lenguaje culto.

Verso libre. Influencia de las Vanguardias.

Tono calmo, sereno, resignado.

Ídem Caeiro, pero más pomposo.

Tono desbordado, apasionado pero lúcido.


   En cuanto a las semejanzas entre Pessoa y cada uno de sus heterónimos, de manera resumida podemos mostrarlo así:

a) Pessoa y Caeiro:
   Si bien son más las diferencias que las semejanzas entre heterónimo y ortónimo, hay algunas coincidencias: ambos fueron solteros y solitarios, ambos de algún modo estuvieron al margen de la sociedad, ambos fueron poetas y murieron antes de poder publicar sus obras. Otro aspecto biográfico en el que puede hallarse coincidencia, es que cuando Pessoa se viene sin su madre y padrastro a vivir solo a Lisboa (a Caeiro supuestamente le murieron ambos padres, a Pessoa el padre y tuvo a su madre alejada varios años) tanto Caeiro en el campo como Pessoa en la ciudad terminan viviendo con una tía abuela. Así, siempre hay aunque sea un toque, algún detalle coincidente entre ambos. Por eso cuando Caeiro escribe: 
"Si, después de mi muerte, quieren escribir mi biografía,
No hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas –la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra cosa todos los días son míos."

y "Si muero joven,
Sin poder publicar libro alguno,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letra impresa,
Pido que, si se quieren preocupar por mi causa,
No se preocupen.
Si así ocurrió, así está bien.

 Aunque mis versos nunca sean impresos,
Allá tendrán su belleza, si fueren bellos.
Pero no pueden ser bellos y quedar por imprimir,
Porque las raíces pueden estar debajo de la tierra
Pero las flores florecen al aire libre y a la vista.
Tiene que ser así a la fuerza. Nada lo puede impedir.", parece que estuviéramos leyendo a Pessoa ortónimo. Pessoa siempre aseveró que no debía mezclarse la biografía de un artista con su obra, ni procurar explicar esa obra por los hechos acaecidos en su vida como norma, más que en lo más sustancial e inevitable. Asimismo, la historia objetiva nos indica que Pessoa murió relativamente joven (47 años), y sin haber podido publicar su principal obra (la heteronímica), y debieron pasar años para ser hallada, reconocida y publicada, por lo cual las palabras de Caeiro parecen una anticipación de lo que le ocurriría al autor, ya que cuando una obra tiene tal calidad, afirmó el heterónimo, tarde o temprano florecerá "al aire libre y a la vista".

b) Pessoa y Reis:
   En cuanto a Reis, hay dos elementos muy notorios en que hallamos coincidencia entre ortónimo y heterónimo: el espíritu monárquico de Reis, que lo empujó a exiliarse en Brasil, y concuerda con el sebastianismo de Pessoa, y la actitud en cuanto a los vínculos sentimentales de pareja. Esto último: Pessoa tuvo una relación amorosa con una joven mecanógrafa a quien conoció en su trabajo como traductor, Ophélia Queiroz (cuando se conocen, ella tenía 19 años, y él 30). Es la única relación sentimental que se le conoce. Es famosa una carta que le envía en 1929, donde le informa con cortesía pero también mucha firmeza, que su dedicación a la literatura está por delante de cualquier otra cosa:  "mi vida gira en torno a mi obra literaria – buena o mala, que sea, o podría ser. Todo lo demás en la vida tiene un interés secundario para mí: hay cosas que, por supuesto, estimaría tener, y otras que da igual vengan o no vengan. Es necesario que todos los que me tratan se convenzan de que estoy bien así, y que requerir de mí sentimientos, de hecho muy dignos, propios de un hombre ordinario y trivial, es como exigirme tener los ojos azules y el pelo rubio. Y tratarme como si fuera otra persona no es la mejor manera de conservar mi afecto. Mejor tratar así a quien sea así, pero en este caso es “dirigirse a otra persona”, o algo parecido. Me gustas mucho -mucho- Ophelinha. Aprecio mucho -muchísimo- tu carácter y tus sentimientos. Si me caso, no me casaré más que contigo. La cuestión es saber si el matrimonio, el hogar (o como se le quiera llamar) son cosas compatibles con mi vida y pensamientos. Yo lo dudo. Por ahora, y en breve, quiero organizar esta vida mía de pensamiento y trabajo. Si no puedo organizarla, está claro que ni siquiera podría pensar en el matrimonio.» Los biógrafos señalan que la relación sentimental de esta pareja fue tormentosa, que tuvieron varios ciclos en los que se distanciaban y luego se reconciliaban, hasta la ruptura final. Es evidente que Ophélia quería, como toda joven burguesa de la época, casarse, y Fernando en cambio, no. Finalmente, varios años después que Pessoa muriera, Ophélia decidió dar por cerrado ese ciclo amoroso y se casó con otro. Uno de los conflictos entre ambos era que Pessoa a veces pretendía jugar incluyendo a Álvaro de Campos, y Ophélia lo detestaba.
   Pero volviendo a las semejanzas con Reis, uno de sus poemas más famosos se dirige a un tú lírico al cual denomina Lidia, muy al estilo clásico en que el poeta creaba un nombre poético a una amada para ocultar el verdadero. Pero en este extraño poema de amor, del cual ya citamos algunas estrofas, Reis le sugiere a Lidia que estén juntos pero de una manera serena, no pasional, así al separarse por la muerte, no sufrían tanto. Sabemos por biógrafos que Pessoa llevaba a Ophélia a pasear a orillas del río y en la Oda de Reis, en tanto, se lee; 
"Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
Sosegadamente miremos su curso y aprendamos
Que la vida pasa, y no tenemos las manos enlazadas.
                     (Enlacemos las manos).
[...]
"Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos,
Si quisiésemos, cambiar besos y abrazos y caricias,
Pero que más vale estar sentados uno junto al otro
                   Oyendo correr el río y viéndolo."
   Aquí se nota esa semejanza entre la manera en que entiende Pessoa la relación de pareja con Ophélia, y cómo lo expresa Reis en su oda a Lidia: el afecto pero sin dejarse dominar por la pasión, una cierta distancia afectiva y hasta física, dejando la sensación de que la compañía del otro es agradable para dejar transcurrir la vida, hasta que la muerte llegue, pero nada más. Un amor más platónico que otra cosa.
   Por otra parte, este intento de vivir el amor, tanto del heterónimo como del ortónimo, puede asociarse al concepto de carpe diem horaciano que aparece en las Odas de Reis: "Rodéate de rosas, ama, bebe / Y calla. Lo demás es nada." Sabemos por ciertos testimonios que en realidad Fernando Pessoa, si bien sentía agrado, afecto y seguramente atracción por Ophélia, al menos cuando inició su relación con ella, lo hizo más porque quería saber qué se sentía cortejando a una mujer, que por la genuinidad de su sentimiento. Le envió muchas cartas hasta que conquistó su corazón y ella, joven soltera de clase media apegada a criterios de época, accedió a pasear con él a las orillas del río. Pero cuando Ophélia intentó seguir el curso estipulado por la sociedad, Fernando se salía de esos límites apreciados por la comunidad. No ponía interés en establecer fecha de casamiento, ni en soñar un futuro juntos como pareja casada, y para peor pretendía que Ophélia participara de sus juegos literarios, al punto que creó cartas donde Álvaro de Campos se dirigía a ella, y quiso aparecerse como Álvaro de Campos frente a ella también. Como ya aclaré, Ophélia detestaba estos juegos. Esto seguramente y algunos aspectos más que serían de su intimidad (no olvidemos que Pessoa tenía un vínculo bastante edípico con su madre, cuya muerte fue un golpe emocional durísimo para él), provocaron esa ruptura definitiva de la que hablábamos. Pero así como la Oda de Reis invita al carpe diem, Fernando, el marginado de todos, el diferente, el incomprendido y solitario, no quiso irse sin probar cierto placer de la vida, así que disfrutó del placer del arte, tuvo novia y bebió. Esto último se excedió del planteo del carpe diem, que no invita al exceso sino al disfrute mesurado del placer, y estuvo años ahogando en alcohol su pena y sus frustraciones. Iba a los boliches de poetas, artistas e intelectuales a pasar largas veladas denominadas tertulias, y bebía grandes dosis de vino y aguardiente. Y es su alcoholismo precisamente lo que lo conduce a la enfermedad y la muerte (cirrosis hepática).

c) Pessoa y De Campos:
   Si con un heterónimo se sentía conectado Pessoa era con Álvaro de Campos. No necesariamente porque fueran tan semejantes, sino porque de alguna manera Pessoa lograba expresar a través de él, lo que de otra manera no podía. En carta a Casais Monteiro, confiesa: “Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, vestida de la música que le es propia, puse en Álvaro de Campos toda la emoción que no me doy ni a mí mismo ni a la vida”.  Es también el heterónimo que elige Pessoa para incluir como tercer integrante de la extraña relación amorosa que sostuvo con Ophélia Queiroz, y de quien se disfrazó alguna vez. Pero ahondando en textos del heterónimo, podemos hallar alguna coincidencia. Ambos estuvieron unidos a la ciudad de Lisboa parte de su vida, y fueron bilingües (portugués -inglés) por circunstancias biográficas, para ambos la niñez representa una parte de su vida en la que la familia depositó esperanzas en sus talentos, ambos eran solitarios y consideraban que la sociedad no podía comprenderlos, y de alguna manera, que la gente era bastante estúpida, ambos se creían geniales pero al mismo tiempo, malogrados. En poemas como Lisbon Revisited 1923 y 1926, Tabaquería , Aniversario,  Al final, la mejor manera de viajar es sentir, Paso de las horas, etc, muchos conceptos parecen reflejar al ortónimo por detrás del heterónimo. Veamos algunos fragmentos como ejemplo:
"¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto, o lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les haría, a todos, el gusto.
Así, como soy, ¡tengan paciencia!" (Lisbon Revisited 1923),

"Cuanto yo más sienta, cuanto yo más sienta como varias personas,
cuantas más personalidades tenga,
cuanto más intensamente, estridentemente las tenga,
cuanto más simultáneamente sienta con todas ellas,
cuanto más unificadamente diverso, dispersamente atento
esté, sienta, viva, sea,
más poseeré la existencia total del Universo,
más completo seré en el espacio entero afuera,
más análogo seré a Dios, sea él quién fuere,
porque, sea él quién fuere, ciertamente lo es Todo,
y fuera de Él solo hay Él, y Todo para Él es poco." (Al final, la mejor manera de viajar es sentir")

"Todos los amantes se besaron en mi alma,
todos los vagabundos durmieron un momento sobre mí,
todos los despreciados se reclinan un momento en mi hombro,
cruzaron la calle de mi brazo todos los viejos y enfermos
y hubo un secreto que me contaron todos los asesinos." (Paso de las horas)

"En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
yo era feliz y nadie había muerto.
En la casa antigua, incluso mi cumpleaños era una tradición de siglos,
y la alegría de todos, y la mía, estaba asegurada con una religión cualquiera.

 En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
tenía yo la gran salud de no entender cosa alguna,
de ser inteligente en medio de la familia,
y de no tener las esperanzas que los demás tenían por mí.
Cuando llegué a tener esperanzas ya no supe tener esperanzas.
Cuando llegué a mirar la vida, perdí el sentido de la vida." (Aniversario)

"Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.
Todos mis conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,
un parásito descarado,
un tipo imperdonablemente sucio
al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que fui ridículo, absurdo,
que me llevé por delante las alfombras de las formalidades,
que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que recibí insultos sin abrir la boca
y que fui todavía más ridículo cuando la abrí;
yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que sentí los guiños de los changadores,
yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
yo que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos.
Yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo." (Poema en línea recta)

"No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
[...]
Fracasé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
[...]
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no podrán serla tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños genios como yo,
y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
ni quedará sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos descerebrados con tantas certezas!                    
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
[...]
Pero al menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico quebrado hacia lo Imposible." (Tabaquería)
   
   En estos fragmentos se hacen notorias ciertas semejanzas entre el ortónimo y su heterónimo, como la soledad, la marginalidad y extrañeza respecto a la sociedad; las expectativas debido a su talento durante su niñez y juventud, y el sentirse fracasado, malogrado, por no poder adaptarse a las exigencias y valoración social durante la adultez; la necesidad y el deseo de sentirse múltiple, de abarcarlo todo, de ser como Dios, pero en una contextura humana, lo cual conduce a la frustración. Y es fundamental resaltar que si De Campos logra expresar lo que Pessoa como Pessoa no puede, significa que muchas de las emociones que comparte el heterónimo son la vehiculización de los sentimientos de Fernando Pessoa.

   En conclusión, lo que Pessoa construyó fue un universo de poesía, con sus luces y sus sombras, y abarcando toda la diversidad posible para un individuo humano.